Borracho y con ganas de hacerle el amor a su esposa, llegó un tipo a su casa tarde en la noche. Entró al cuarto y, con sólo la luz que se filtraba desde la calle por la ventana situada apenas a un metro de los pies de la cama, vio en ésta el cuerpo de su esposa. Se desnudó, se metió en su parte del lecho conyugal, y comenzó a acariciar a la mujer. Ella, reaccionando de inmediato, se puso sobre él e hicieron el amor de forma tan salvaje que el tipo, además de borracho, el tipo quedó turulato.
Terminado el himeneo, nuestro hombre fue al baño a asearse y, al abrir la puerta, encontró a su esposa desnuda y secándose con una toalla. Sorprendido le dijo:
—¡¿Cómo?! ¡¡¿Tú no estabas en tu cama?!!
—No —respondió la esposa—. Yo estaba bañándome
Abriendo desmesuradamente sus ojos, el hombre exclamó:
—Entonces, ¡¡¡¿con quién acabo de hacer el amor?!!!
Por toda respuesta, la esposa, gritando como posesa «¡¡¡¡¡Mamáaa!!!!! ¡¡¡Mamáaa!!!!» se fue corriendo al dormitorio, encendió la luz y vio a su madre echada en la cama y con una sonrisa de oreja a oreja. Sorprendida, le reclamó:
—¡¡Mamá!!, pero, ¡¡¡¿por qué no le dijiste nada, mamá?!!!
A lo que la señora, adoptando un aire de dignidad ofendida, contestó:
—¡¡¡¡¡Tú sabes que a ese hijo de puta yo no le hablo!!!!!
