17-08-2017
Carlos M. Padrón
Andrés Carmona, concejal de cultura del Ayuntamiento de El Paso, y Carlos M. Padrón, durante la introducción al acto
Léxico de El Paso de mi entorno familiar y vecinal de antaño
Buenas tardes a todos, y gracias por venir a esta charla organizada por Andrés Carmona, a quien también doy las gracias.
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Se cuenta que a don Gregorio Marañón le dijo un día un gran admirador suyo: “Don Gregorio, ¿cómo es posible que usted, que sin guía alguna dicta a sus alumnos unas clases magistrales, para una conferencia traiga escrito lo que quiere decir?”.
La respuesta de don Gregorio fue “Por respeto al público”.
Por lo mismo, lo que quiero decirles lo he traído escrito y voy a leerlo.
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Como ya dije a nuestro concejal de cultura, Andrés Carmona, tengo experiencia en lo que en América llaman presentaciones, que serían como conferencias en las que alguien diserta ante un auditorio sobre un tema que conoce; en mi caso, ese tema era informática aplicada a la banca.
Esas presentaciones eran muy formales, pero espero que esta llamada charla —figura con la que no estoy familiarizado— no sea así de formal; me gustaría que fuera algo coloquial e interactivo entre ustedes y yo.
Entiendo que en una charla entre dos, ninguno tiene el monopolio de la palabra, sino que intervienen los dos. Y es a eso a lo que me refiero con coloquial e interactivo: a que ustedes puedan interrumpirme en cualquier momento para hacer preguntas o pedirme explicación de algo que yo haya dicho.
Como lo dice su anuncio, esta charla tratará de léxico, o sea, de palabras.
Conste que no soy experto en filología ni en lingüística, sino que soy un pasense que ama a su pueblo, y no pretendo sentar cátedra de nada sólo quiero desenterrar, buscando que no se pierda, una parte de nuestra cultura, un conjunto de palabras y expresiones que fueron de uso corriente hace años y que muchos de los jóvenes, y no tan jóvenes, de hoy jamás han escuchado y tal vez no entiendan, aunque a veces, y por obra de la sabia onomatopeya —o sea, de cómo suenan— y del contexto en que las oigan, logren deducir su significado.
El uso corriente de estos términos y expresiones se dio dentro de mi familia, y entre ella y nuestros vecinos. No les extrañe, por tanto, que otros canarismos muy comunes no aparezcan en mi lista, ésa que se ha puesto a disposición de ustedes.
Se dice que la lengua es un organismo vivo, algo que he coprobado personalmente. A comienzo de los años 90, en Madrid la expresión más común para despedirse era “Sta luogo”, pronunciada así, con una S líquida. Los expertos afirmaban que el aparato fonador de los españoles no estaba preparado para ese sonido. Pero ahora todos dicen “Hasta luego”.
Espero que ocurra lo mismo, y pronto, con el horrible “Tamién”.
Porque la palabra existe en boca de quien la usa, y se arraiga y contagia en el ambiente en que viven quienes la usan, mencionaré también rasgos y características un tanto anecdóticas de algunos de esos usuarios integrantes del entorno familiar al que alude la invitación a esta reunión, pues todo esto, palabras, usuarios y anécdotas, forma parte de la historia y cultura de El Paso y, al fin y al cabo, de historia de nuestro pueblo se trata esta charla.
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Lo que aparece en la lista que ustedes tienen —y que no es exhaustiva porque, por ejemplo, mi amigo Luis Herrera, aquí presente, me recordó la palabra guisio, que no está en la lista y que era el pequeño cascabel que mi tío Juan Sosa hacía para poner a los hurones— comencé a recopilarlo metódicamente hace unos 30 años, allá por 1985, cuando caí en cuenta de dos cosas:
1. Que esas palabras y expresiones —que son muy nuestras, y tan coloridas, sonoras y gráficas que los más de los canarios podrían por intuición descubrir su significado— corrían riesgo de morir en el olvido.
2. Que mi madre, principal fuente que para obtenerlas tenía yo, se nos podría ir porque ya había cumplido 80 años.
En las reuniones familiares que en Caracas solíamos hacer en su casa me dediqué a tirarle de la lengua trayendo a colación incidentes de viejos tiempos o anécdotas de personajes de antaño por ella conocidos, a fin de que afloraran a su memoria las palabras que ella asociaba a esos motivos.
Y así, entre mi madre, mis hermanas, y vecinos y familiares residentes aquí y a los que yo visitaba cada vez que venía por estos lares, fui coleccionando poco a poco las palabras y expresiones que están en la lista.
Muchas de ésas son de origen cubano y otras muchas son de origen portugués… pero vamos por partes.
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Primero, lo cubano.
Lo de cubano no es de extrañar porque mis padres habían estado en Cuba —de sus cinco hijos soy el primero que nació en Canarias— y los más de nuestros vecinos, algunos de ellos familiares, o habían estado en Cuba también o se habían casado con cubanas.
La excepción era mi tío-abuelo Pedro Castillo quien por ese motivo sufrió burlas.
Mi casa natal colindaba compartiendo patios con la de dos tío-abuelos míos, uno por vía paterna, y el otro por vía materna.
El por vía paterna era Juan Sosa Sánchez, conocido en el pueblo como Juanillo Sosa (en casa lo llamábamos tío Juan) y hermano de Celia Sosa Sánchez, abuela mía porque era la madre de mi padre; por tanto, tío-abuelo mío.
Tío Juan, que también había estado en Cuba —y creo que, al igual que mi abuela Celia, había nacido allá—, se casó con María Padrón Fernández, hermana de Luz Padrón Fernández quien fuera abuela del actual alcalde de El Paso, Sergio Rodríguez Fernández.
Tanto María como Luz eran primas-segundas de mi padre, y por eso ellas, y también Sergio, su madre, tías y descendientes de éstas, aparecen en mi “Árbol genealógico de la familia Padrón de El Paso” que al momento contiene nueve generaciones con 1.412 personas.
Podría contener más, pero, lamentablemente, no he recibido información acerca de muchos miembros Padrón de la novena generación, y nada o casi nada sé de ninguno de la décima.
En cuanto a la vía materna, mi tío-abuelo por esa línea era, como ya dije, Pedro Martín Hernández y Castillo, conocido en el pueblo como Pedro Castillo, al que en casa llamábamos tío Pedro.
Pedro Castillo era hermano de la madre de mi madre (de ahí lo de tío-abuelo mío) y alguien de quien, estoy seguro, todos ustedes han oído hablar porque fue un valor humano de nuestro pueblo, un autodidacta, maestro de primaria de varias generaciones de pasenses, además de enseñar música, de crear y dirigir orquestas y bandas de música, y de crear piezas musicales, la mejor de las cuales, en opinión mía y de muchos otros que de música saben más que yo, es la marcha fúnebre “Ante un cadáver” que por años se interpretó en Semana Santa en la iglesia de este pueblo durante la otrora imponente ceremonia del Santo Entierro.
Por no haber estado en Cuba, y por no ser hombre de campo, tío Pedro pasó algunos malos tragos. A sus espaldas, algunos se referían a él de forma despectiva, y, por ejemplo, una vez con su banda interpretó —o, mejor dicho, quiso interpretar— un son cubano.
En aquel tiempo, sin discos ni radio ni internet, era muy difícil captar la esencia de la música típica de un país o región —ese toque que no está en la partitura, que la identifica como propia de un cierto lugar y que denota así su origen—, y por eso tal interpretación poco se pareció a un son cubano, lo cual le hicieron notar a tío Pedro algunos que sí habían estado en Cuba y que, valga la redundancia, habían bailado al son de un son cubano.
Como tío Pedro era de temperamento irascible y no toleraba bien las críticas, su reacción no fue muy cordial, y ante eso alguien le dijo “¿Y tú qué sabes de Cuba si nunca te atreviste a cruzar el charco?”.
Así, palabras o expresiones como, a noventa, comemierda, echao pa’lante, guanajo, estar salado, trancazo, haber pollos que atajar, quedar puesto y convidado, etc. eran de uso común entre mi entorno familiar y vecinal, pero no las usaba tío Pedro.
En El Paso de aquella época, las personas mayores de la familia y del vecindario tenían derecho a intervenir, y algunas lo ejercían, en la educación de los muchachos.
Y en El Paso de aquella época no creo que hubiera dos vecinos tan próximos y tan diferentes entre sí como mi tío Pedro y mi tío Juan. Por la proximidad física y familiar que conmigo tuvieron, y por cómo me trataron, ambos fueron claves en mi formación.
Por ello me crié como el jamón del sándwich, pero entre panes muy distintos, y eso marcó mi vida.
Pues, como ya dije, tío Pedro era dado a lo religioso y cultural (católico practicante, docencia, poesía, música…), pero tío Juan, a quien no recuerdo haber visto nunca en la iglesia, era un manitas y un hombre sencillo dado a lo agropecuario, un hombre con un don especial para tratar con los animales —por ejemplo, domesticó un cernícalo y un gato—, y que poco respeto mostraba por un varón que no fuera bueno en los menesteres agropecuarios.
Como los niños son radares y esponjas que detectan y absorben todo, desde niño supe que yo no era santo de la devoción de tío Juan, y la confirmación la tuve casi 60 años después, nada menos que en 2014, por boca de un pariente quien de niño solía ir con su abuelo a visitar a mi tío, y recuerda que, estando en una de esas visitas, al ver mi tío Juan que yo pasé con libros bajo el brazo comentó “A ése no le gusta el campo, pero dicen que bobo no es”. Al menos me dejó con una opción de salida.
Vista parcial de la mitad del auditorio
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Y ahora lo portugués.
En cuanto a las palabras o expresiones de origen portugués caí en cuenta de ellas cuando tuve que tratar con brasileños (ellos se llaman a sí mismos brasileros; nótese la desinencia –ero, que mencionaré luego).
En Brasil hay, como en muchos otros países, una división social interna basada en el trabajo y en la contribución a la riqueza nacional.
Por ejemplo,
· En Italia, los de Milán, al norte del país, dicen que ellos son los que trabajan para mantener a los del sur.
· En USA —o EEUU de América—, los de Nueva York (en la costa Este) dicen que son los que contribuyen a la riqueza de la cual se aprovechan los de California (en la costa oeste).
· Y en Brasil, los de Sao Paulo, llamados paulistas, dicen lo mismo acerca de los cariocas, que son los de Río de Janeiro. Y al respecto dicen los paulistas que el Cristo de Río —o Cristo del Corcovado, por el llamado Cerro del Corcovado, en cuya cima está esa enorme estatua— tiene los brazos abiertos para “pegar a aplaudir” (o sea, para empezar a aplaudir) cuando un carioca trabaje.
Un detalle para mi anecdótico del portugués de Brasil, que difiere mucho del portugués de Portugal, es que el que hablan los paulistas se entiende mejor que el que hablan los cariocas, y que, sobre todo entre los cariocas, parece no existir el adverbio afirmativo SÍ, pues si uno pregunta “¿Tienes hambre?” la respuesta, si es afirmativa, no es “Sí”, sino “Tengo”. “¿Quieres ir al cine?”, “Quiero”. “Te gusta aquella muchacha?”, “Me gusta”….
Y, llevado por una debilidad que me ha acarreado muchos problemas (la defino como que “Si veo que alguien pone los dedos en el marco de una puerta, la cierro”), esto era mi tema para gastar bromas a los brasileros diciéndoles que un idioma en el que se use ese giro no es un idioma, sino un dialecto.
Víctima de esa misma debilidad, durante un tour en la ONU el guía se expresó en varios idiomas excepto en chino. Un chino, compañero mío en un equipo de trabajo y que estaba a mi lado, comentó en voz alta su disgusto al respecto, y no se me ocurrió mejor cosa que decirle “Es que el guía sólo habla idiomas civilizados”.
Menciono esto porque lo que ocurrió después mereció la expresión, de origen cubano, “¡Y hubo pollos que atajar!”.
Ese chino, que tenía malas pulgas y escaso o nulo sentido del humor, más nunca me miró bien.
Y, por cierto, la expresión correcta en castellano es “nunca más”; el “más nunca”, que se usa en Canarias y en Hispanoamérica —donde hablamos español—, viene del portugués “mais nunca”. Y nuestro “más nada” viene del portugués “mais nada”.
En Sao Paulo y en la casa de un compañero de trabajo, casa que tenía una piscina, un padre le dijo a su hijo “¡No te margullas!”.
Quedé extrañado porque esa palabra, que aparece en mi lista, se usaba aquí para la acción de lanzarse al agua de cabezas, mientras que en portugués es para nadar bajo la superficie del agua.
Lo de nuestros portuguesismos se entiende porque los portugueses estuvieron en Canarias en los siglos 18, 19 y 20, y de ahí que de ellos hayamos copiado palabras o expresiones como “pegar a” —que con el significado de “comenzar a” ya mencioné antes— y, entre otras, éstas, no todas incluidas en mi lista:
· Millo
· Bosta
· Liña
· Fechar
· Rente
· Escarrancharse
· Fañoso
· Entullo
· Cambado
· Petudo
Y hasta el apellido Padrón, pues una familia Padrón contribuyó activamente en la construcción de la Torre de Belén, en el río Tajo, a la altura de Lisboa, y por ello fue premiada con título de nobleza.
También heredamos muchas otras palabras que terminan en –ero, sobre todo referidas a árboles, pues nosotros decimos naranjero (en castellano, naranjo), almendrero (en castellano, almendro), castañero (en castellano, castaño), etc.
En su obra “Los portugueses en Canarias” dice José Pérez Vidal que los portuguesismos en Canarias son cerca de un millar. Otros dicen que muchos más.
Esta relación entre portugueses y canarios me causó problemas en Venezuela, pues un día se me ocurrió contarla en una reunión de trabajo, y por meses tuve que soportar burlas porque en cierta clase social de Caracas consideraban entonces a portugueses y canarios como gente ignorante y bruta, y creo que fue por eso por lo que muchos canarios que emigraron a Venezuela contaron muy poco o nada de sus orígenes a sus descendientes.
Unos 20 años después pude sacarme esa espina, pero está claro que con el paso del tiempo eso se ha diluido, pues es tal la cantidad de venezolanos de origen canario que hay en Venezuela —pues por motivos del idioma (otra vez las palabras) la mezcla entre venezolanos y canarios es mayor que entre venezolanos y portugueses— que no tiene sentido la discriminación, y menos la burla, ya que eso sería tirar piedras al tejado propio.
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Como ya dije, las palabras de este léxico de El Paso de mi entorno familiar y vecinal son muy gráficas, coloridas y sonoras, como lo demuestra la historia de Pepe, una historia que bien pudo ocurrir en El Paso de los años 40 o 50 y que les contaré ahora para ilustrar el uso de algunas de las palabras y expresiones de mi lista, pues no es lo mismo leerlas, como en la frialdad de un diccionario, que escucharlas en contexto y en su propia salsa.
Antes debo decir lo que suele aparecer al comienzo de algunas películas: “Los hechos y personajes son ficticios. Cualquier similitud es pura coincidencia”.
Historia de Pepe
Pepe, un espingardo rejalbido, salió del guachinche con una buena templera, porque, sin acondutar nada, se había empujado una catripada de carne con papas, media docena de teneques de queso, y una mano de panquinazos de un vino ríspido y emboldriado.
Por lo meneque, pegó a caminar biscorniado y bamballo porque estaba desajornado.
En un mal paso se enredó las canillas, pegó un macanazo contra una pared y quedó empurrado.
Al recular pa’tras cayó como un tasarte dándose un partigazo que levantó una polvasera; pegó el totizo contra un matacán, se dio un jeito que le desconchó el codo, y soltó un barraquido.
No fue fácil levantarlo porque estaba desguanjilado, zurumbo y molanco, con un temblejeque y un tutubelo en la cabeza, y lelito, lelito mirando las luzuras.
Los que le ayudaron dijeron que esta vez sí había quedado escafidiendo, puesto y convidado, aunque cuando lo pescusaron luego dijo que todo pasó porque él tenía flojetud.
En el bolsillo del pantalón que usaba al estricote se le notaba un murufullo como si dentro llevara un beldorico.
Los que le ayudaron metieron la mano en el bolsillo, del que salía un fatume tremendo, resfistoliaron dentro y encontraron un fillorisco de comida vieja y una libreta con unos rivilitacos que parecían un barboleto. Pepe se creía dibujante.
Desde niño, en el pueblo sabían que, tal vez porque fue el de la teta de atrás, era medio guanajo, pero también fue un findingo culinche que cuando se reunía con la caterva de sus amigos capacetes e insurretos hacían pasar a los vecinos un verdadero matuperio que los tenía opilados.
Se decía que había salido así porque en el momento en que estaban enjereciéndolo sonó afuera un camarazo tan fuerte que a su madre le dio un estérico y el muchacho nació tolanca.
Ya de mayor, Pepe se volvió un arritranco desviolinado, y un rebenque a quien todos le tenían cerote.
Sin embargo, no se apalastraba, sino que aquellaba de todo, y trabajaba tanto que siempre se le veía ariado y espernegado, pero lo que ganaba lo farriaba en comistrajes, con el entullo que fuera, y nunca se enturriaba.
Véase vos lo que le pasó que, a pesar de ser acuitadito, le dio una veneta y pegó a enamorar a Domitila, una muchacha malencabada que tenía fama de tareco y que se lo pasaba fullando tabaco.
Pero Pepe se encalavernó con ella y, torrontudo como era, si alguien le decía algo malo de la muchacha, se enrabiscaba, se enfolingaba y salía con refungadas.
Un día se dijo en el pueblo que Pepe había engañado a Domitila. Y, sin refriserio, una vecina, que además de goliflona era alilaya y alquitreta, regó al ventestate que de engaño nada, que lo que pasó es que Domitila desde muchacha fue una correntona lambida, y ya de mayor se volvió una lagartona y una zafada que andaba siempre buscando ferretreque.
Y así termina la historia de Pepe.
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Y con esta “muestra de alto valor literario” termino lo que considero la primera parte de este acto, pues, como al final de las llamadas presentaciones que mencioné al principio, se abría una sesión de preguntas y respuestas, me gustaría hacer ahora lo mismo.
Así que, por favor, si tienen preguntas o comentarios sobre el contenido de la lista o sobre algo de lo que yo haya dicho, agradeceré que los hagan. Trataré de contestarlos lo mejor que pueda.
P.D.: La lista de palabras que fue entregada durante el acto puede verse clicando AQUÍ.
Muy interesante tu charla. Como siempre, haces mérito de tu buena pluma. Una pena no haber podido asistir. Te recuerdo de siempre apuntando palabras y significados en reuniones familiares. Al final les has dado buen uso. Pero, si quieres que te diga, me quedé en treinta y tres en algunos párrafos del cuento de Pepe; es que soy de las nuevas generaciones, y tampoco me crié ahí. Algo, por lógica, pude entender, pero la verdad es que ni por asomo sabía yo que existían tantos palabrajos pasenses.
Algunos los había oído y hasta he usado, pero creo que mal, pues en casi todos alguna letra le cambiaba.
Enhorabuena. Sigue así que se te da bien.
Un abrazote,
La Catira
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Gracias, Lucy. Abre «El Paso. Léxico pasense de antaño» (está justo antes que este post) y encontrarás el significado de todas las palabras usadas en la Historia de Pepe y de muchísimas más.
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Hola, Carlos. Espero que estés bien. Muy buena tu charla; me deleité leyéndola. Siempre he dicho que eres un personaje. Te admiro y respeto muchísimo. Un abrazo
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Gracias, María. Algo te salpicó de los portugueses en Canarias.
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Desde El Paso, dónde me encuentro en este momento, y con muchísimo calor (normal en agosto) quisiera decir algo que llevo algunas semanas pensando: este hombre, Carlos Padrón, tiene un mérito inconmensurable, por lo menos desde mi punto de vista. La tarea de llevar este blog perfectamente supone un gran trabajo de análisis diario.
El otro día, además, Carlos nos ofreció una magnífica conferencia sobre el habla de los 50 en este marmaravillo pueblo de El Paso. Quiero desde aquí reiterarle mis más grandes felicitaciones.
En esa conferencia, “El cuento de Pepe” no tiene ningún desperdicio. Lo recomiendo para todos los canarios.
Carlos, caro amico, ¡gracias!
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Gracias a ti, amigo Roberto, no sólo por haber asistido a la charla sino por haber contribuido a ella con tu oportuna pregunta, y ahora por estos elogios, que de verdad agradezco, pues debo confesar que pasé varios días preocupado porque no sabía qué podría yo decir en esa charla que no defraudara a nuestro público pasense.
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