[*Otros}– Palmeros en América / David W. Fernández – Gaspar Mateo de Acosta (4/4)

David W. Fernández

Gaspar Mateo de Acosta
(1645-1706)

Como cada hombre es hijo de la época en que vive, no es raro pensar, que Acosta tuviera el espíritu piadoso propio de su tiempo, lo cual se demuestra por las muchas donaciones que hizo a los templos de la ciudad de su nacimiento. Así, al ser destruida en diciembre de 1689 la ermita de Santa Catalina —que se hallaba en las afueras de la Alameda, inmediata al barranco de las Nieves— por una fuerte avenida de este barranco, se quiso construir otro tempio con igual advocación, en lugar más oportuno. Para tal fin le fueron pedidos a Acosta algunos auxilios, y éste envió para el nuevo templo de la Santa, patrona de su señora esposa, diez mil reales antiguos (cinco mil setecientos cincuenta bolívares) con lo cual, y seis mil más de la misma moneda que se recogió entre el vecindario, se levantó el tempio que ie dio nombre a la calle de Santa Catalina, pero que ya no existe. Regaló para la misma ermita unos magníficos ciriales de plata, los cuales fueron tomados por los Beneficiados de la Parroquia de El Salvador para el servicio de su iglesia.

A la Parroquia de las Nieves regaló otros ciriales y una preciosa cruz parroquial, todo de plata. En 1° de agosto de 1704, y ante el alférez Antonio Fernández Velasco, Escribano público de La Habana, otorgó fideicomiso a favor del licenciado don Gaspar Machado y Barros, Beneficiado de la Parroquia de El Salvador, dándole instrucciones reservadas, y el podatorio, en 28 de mayo de 1705, y por ante el Escribano Antonio Vázquez, otorgó testamento, en el cual, fundó una capellanía colectiva familiar de sesenta y cinco misas rezadas anuales, que habían de decirse en la ermita de Santa Catalina, en todos los domingos y días festivos, imponiendo al capellán, cuyo llamamiento hizo, la precisa obligacion de asistir al coro de la Parroquia de El Salvador, en los mismos días, así a la misa conventual, como a las primeras y segundas vísperas, con otras más obligaciones. Todo esto ya hace mucho tiempo que pasó a la Historia.

Don Gaspar Mateo de Acosta falleció en La Habana, el 15 de noviembre de 1705, a los 60 anos de edad, y el 15 de julio de 1706, se le hicieron honras fúnebres en la parroquia matriz de El Salvador, de su ciudad natal.

Nuestro biografiado dejó entre sus descendientes personas ilustres, entre ellos:

A. Don Gaspar Mateo de Acosta y Martínez, su hijo, habiendo seguido igualmente la carrera de las armas, alcanzó el grado de Capitán de Caballos Corazas, y, al igual que su padre, fue Caballero de Santiago. Casó con dona Josefa Petronila Gaitán y Vargas, y dejó descendencia en la isla de Cuba donde esta familia se establecio definitivamente.

B. Doña Juana María de Acosta y Martínez, su hija, a quien en 1734 se ie concedió, para uno de sus hijos, la merced de regidor del Cabildo de La Habana, para llenar el número fijo que según las leyes debían tener las principales ciudades americanas, con la gracia de hereditario. Madre de:

Don José Martín Félix de Arrate y Acosta, nacido en La Habana el 14 de enero de 1701. Estudió en el Colegio de San Ramón Nonato, de México, donde vistió una de las tres becas que en el mismo correspondian a los habaneros. Heredó de su madre el cargo de regidor del Cabildo de su ciudad natal, del cual tomó posesión en octubre de 1734, y lo desempeñó hasta su fallecimiento. Fue asimismo notable historiador cubano, autor de “Llave del Nuevo Mundo, antemural de las Indias Occidentales”, que escribió en 1761, y fue prácticamente, durante muchas décadas, la única historia de Cuba que existía, la cual lleva cuatro ediciones: La Habana, 1830; La Habana, 1876; México, 1949; y La Habana, 1964. Falleció el 23 de abril de 1765.

Don Pedro Rafael de Arrate y Acosta, Capitan de Infanteria y Gobemador de las armas del Presidio de Santa Marta y Comandante de las compañías del de Cuba. Sirvió en el ejército de Extremadura, mandado por el Marqués de Bay, de soldado y Alférez de Caballería en los Regimientos de don Jerónimo de la Puente y don Gonzalo de Carvajal, y se halló en la sorpresa y toma de Alcántara y Ciudad Rodrigo, en el sitio y bloqueo de la plaza de Olivenza, y en el que los enemigos pusieron en Badajoz; en el socorro que se intentó introducir en Jerez de los Caballeros en la campaña que el Rey siguió personalmente y en la batalla de la Gudina, en todo lo cual actuó como valeroso militar, con esfuerzo y arrojo.

Don Santiago de Arrate y Acosta, sirvió en los reales ejércitos, como soldado y Alférez de caballeria del Regimiento de don Diego de Velasco y Córdoba, hasta 1708, fecha de su muerte en Badajoz, después de haberse hallado en muchas funciones, como en el reencuentro que tuvo su Regimiento mandado por el Marqués de Risburg, el 14 de septiembre de 1706, con un cuerpo de 600 enemigos, en cuya ocasión dio pruebas de su honor y esfuerzo.

Don Manuel de Arrate y Acosta, tambien sirvió en los reales ejércitos de Cadete y Alfeéez de Caballería del Regimiento de Montesa, y reformado pasó a servir en la Compañía española de Guardias de Corps, hasta que el Rey ie confirió una Tenencia en el Regimiento de órdenes viejo, en cuyo tiempo y con los referidos empleos se halló en el sitio de Mataró y Vich, en la expedición de África y desalojamiento de los moros del campo de Ceuta, hasta que, después de haber cumplido con sus obligaciones militares, se retiró por su quebrantada salud con el goce de suledo de inválido.