[ElPaso}– ‘Dándole vueltas al viento’ / Poemas de Antonio Pino Pérez: Madre de los emigrantes

Poema dedicado a la Virgen del Pino —de la que ya he hablado varias veces en este blog— cuya ermita se encuentra en el monte, en el borde Este del pueblo de El Paso, junto a un pino milenario en cuyo tronco se dice que apareció, hace siglos, la imagen de la Virgen llevando en sus brazos al niño Jesús, como se la ve en esta foto de la imagen actual que es una réplica, en grande, de la encontrada en el tronco del pino.

El pino y parte de la ermita, tal y como se ven hoy.

Hasta principios del siglo XX, la principal emigración de los canarios era hacia Cuba, y cuando aún no existía la carretera que posteriormente permitió a los pasenses ir en automóvil hasta Santa Cruz de La Palma, donde estaba y aún está el puerto marítimo, para llegar desde El Paso hasta ese puerto había que cruzar caminando la Cumbe Nueva, ésa donde cabalga la brisa, y ésa en cuyas estribaciones se encuentra la mencionada ermita.

Así, los nativos de El Paso que dejaban sus hogares para emigrar, pasaban, caminando y con maleta en mano, junto a ese pino que dio su nombre a la Virgen, y, posteriormente, pasaban junto a la ermita, cuando fue construida. De ahí la relación entre el emigrante y la Señora del Pino, y el epíteto de Madre de los Emigrantes.

Carlos M. Padrón

***

MADRE DE LOS EMIGRANTES

Luminosa Señora del camino,
norte y guía del triste caminante
que pasó por tu bosque, peregrino,
rumbo a lo incierto de un país distante.

Orientas desde el Templo de tu Pino
la incertidumbre del dolor errante
para infundirle, con fervor divino,
una verde esperanza al caminante.

Lo sigues protectora en sus andanzas
por el mar de la vida con desvelos
acallando recuerdos y esperanzas.

Y al retornar de lejos vencedores
les sonríe tu risa de los Cielos
mientras ellos bendicen tus amores.

1958

[*Otros}– Sale a la venta por nueve millones un islote protegido junto a Tenerife donde no se puede edificar

29/08/2007

Comprar la isla permite atracar grandes yates u obtener beneficios fiscales por inversión medioambiental.

Una inmobiliaria ha puesto a la venta por nueve millones de euros la pequeña isla Montaña Clara, situada al norte de la costa de Tenerife, que forma parte del parque natural del Archipiélago Chinijo y de la reserva natural de los Islotes.

La inmobiliaria Look & Find ha estimado el valor de la isla en función del “precio de expropiación de suelo rústico” que paga el Estado en la isla de Tenerife. Sin embargo, asegura que los nueve millones de euros que reclama pueden ser “un precio de salida, ya que la riqueza medioambiental de la isla, que forma parte de la mayor reserva marina de España y de la segunda de Europa, además de ser refugio de un abundante número de aves. puede justificar incluso un precio superior».

La isla, con una extensión de 2,7 millones de metros cuadrados y origen volcánico, está calificada como paraje natural protegido, por lo que en su superficie no se puede edificar. Según Alejandro Márquez, director de la oficina de Look & Find en Las Palmas, que es la encargada de la operación de venta, en estos momentos el islote “cuenta con una pequeña choza, de unos 17 metros cuadrados, en la que pernoctan los biólogos que realizan estudios en la zona».

La protección de que dispone el paraje, controlado por patrulleras del Estado y del Cabildo de Canarias, hace que su acceso esté vedado salvo a los propietarios o a quienes, con la autorización de éstos, realizan trabajos científicos en su superficie.

La isla es actualmente propiedad de los herederos de Mariano López Soca, un prohombre local que fue procurador en Cortes durante el franquismo y que era “un biólogo y enamorado de la naturaleza», por lo que siempre preservó su actual estado virgen. Según el director de la oficina de Look & Find, podría ser “el capricho de un multimillonario», ya que cuenta con una gran ensenada en la que pueden atracar grandes yates en los que alojarse para disfrutar del paisaje o la fauna de la isla. O bien convertirse en una buena posibilidad de inversión para alguna gran empresa o institución financiera que desee aprovechar los beneficios fiscales que concede la ley de mecenazgo a las entidades que inviertan para preservar bienes culturales o medioambientales que disponen de protección.

Alejandro Márquez, sin embargo, reconoció que a la familia propietaria de la isla “le gustaría que el comprador fuera el propio Estado, para garantizar que se preserve el estado natural de la isla».

El caso de la isla Montaña Clara ilustra las dificultades en que se encuentran los propietarios de parajes que son calificados como protegidos y que deben asumir una fuerte restricción de usos que ni siquiera les deja el recurso a la expropiación, puesto que el Estado no está generalmente dispuesto a asumir la propiedad.

En el mismo caso, explicó Márquez a este diario, se encuentra la isla de Alegranza, la más próxima a la de Montaña Clara, propiedad de otra familia local, los Jordán. “En este caso —señaló— los propietarios han decidido presentar una demanda contra el Estado reclamando que les expropie, puesto que la restricción total de usos que conlleva su calificación como paraje natural deja al propietario sin vías para rentabilizar su patrimonio».

NotaCMP.- Suele decirse que las Islas Canarias son siete: Tenerife, La Palma, Gomera, Hierro (Provincia de Tenerife), Las Palmas, Lanzarote, y Fuerteventura (Provincia de Gran Canaria), pero ésas son sólo las mayores y habitadas. Desde el punto de vista geográfico son trece, pues a las siete nombradas hay que añadir Alegranza, La Graciosa, Roque del Este, Roque del Oeste, Montaña Clara, y Lobos.

La Vanguardia

[*Otros}– ‘Dándole vueltas al viento’ / Poemas de Antonio Pino Pérez: La Caldera

LA CALDERA

I – El risco liso

Aquí, por este risco levantado
del abismo subimos rumbo al cielo,
pues llegó hasta las nubes, consagrado,
para ensayar al porvenir el vuelo.

Por el fuego fundido y aventado
cuajó en las rocas su entrañable anhelo,
y se miró, y se ve siempre abismado
como un coloso en permanente duelo.

Las aguas de la lluvia lo rayaron,
los vientos le arrancaron sus canciones
y las nubes celestes lo arroparon.

Pero él, firme, impasible, hondo y austero,
espera a lucir verdes ilusiones
cuando llegue su tiempo venidero.

II – Por el risco liso

Tú que fuiste risquero y resabido
cazador de las luces estrenadas,
del paisaje cambiante y escondido
oculto en las pendientes desriscadas.

Tú, que esperaste al sol recién nacido
asomarse a las cumbres desflecadas,
para mirarlo con el ojo ardido
derramarse en las tardes incendiadas.

Tú, que viste las nubes volanderas
ascender y bajar, ir y volver,
entretejiendo el cielo de quimeras.

Dime qué buscas y en qué norte esperas
hallar el sueño que quisiste ser
buscando en las eternas primaveras.

III – Dentro del risco

Y riscos,… sólo riscos. La isla entera
enriscada a los cielos se nos fue,
señalando la vida verdadera
tras la última duda de un porqué.

En el grito de Idafe en la Caldera
que, lanzado a los aires, no se ve,
palpita toda nuestra inquieta espera
en la esperanza que alumbró la fe.

Quisiera que esta roca, que es mi tierra,
revuelta y trastocada en convulsiones,
nos diera el agua que su entraña encierra,

el agua viva, purificadora,
que lave nuestras manchas y traiciones
y nos sacie la sed que nos devora.

1964

[*FP]– De Carpádrez: Padres e hijos

1997

Quien domina el vínculo humano tiene, en primera opción, su propiedad y su control. Por eso los hijos son de las madres, el rol de padre es a la postre ingrato, y vivimos en un gran matriarcado que deja a los hombres tres opciones:

1. APATÍA o SUMISIÓN
Seguir la corriente y sumarse al rebaño de los varones domados.

2. REACCIÓN o VENGANZA
Discriminar a las mujeres, usarlas, maltratarlas, violarlas o engañarlas.

3. EQUILIBRIO o DIGNIDAD
Seguir la difícil línea que separa las dos opciones anteriores, sin dejarse contaminar por ellas, y enfrentando la crítica, no sólo de las mujeres —principalmente de las venales— sino también de muchos hombres.

La práctica de la primera es la que más abunda, seguida de la segunda. La tercera, aunque lentamente, va en aumento.

Generalmente, las madres tratan de educar a sus hijos varones para que sigan la tercera, pero en previsión de lo que las nueras puedan hacer, o por lo que las mismas madres han hecho o vivido, terminan inclinándose hacia la primera o hacia la segunda.

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[*Otros}– Palmeros en América / David W. Fernández: Antonio Fernández Rojas (3/4)

Antonio Fernández Rojas
(1671-1729)

La Noble Ciudad y Comercio de Manila nombró a Fernández Rojas en 1713 su compromisario y procurador general, así como comisario del galeón “Nuestra Señora de Begoña», cuyo último cargo consistía en embarcar la nao desde Cavite hasta la embocadura, a fin de evitar la introducción fraudulenta de mercancías fuera del registro.

En 1714 embarca Fernández Rojas a su costa y mención en plaza de soldado aventurero en la armada despachada para apresar a un navío extranjero que estaba en la costa de llocos, y que en efecto fue conducido luego a Cavite.

En 1715, con motivo de haber varado en el bajo de San Nicolás el galeón “Santo Cristo de Burgos” a su regreso de Nueva España, fue nombrado Fernández Rojas, por el gobernador, para dirigir las maniobras necesarias para ponerlo a flote, con amplias facultades y autoridad superior a la del general y demás oficiales de dicha nao.

Al año siguiente se le comisionó para dirigir la descarga y nuevo cargamento del mismo galeón, logrando que estuviese a punto para efectuar la salida en el tiempo oportuno.

En 1717 condujo el galeón “Nuestra Señora de Begoña” desde Bagatao hasta Cavite, con título de general de dicho barco, pero conservando sus anteriores cargos, los cuales volvió a ocupar tan pronto dejó asegurado el galeón en dicho puerto, pero como al zarpar éste rumbo a Nueva España quedó detenido durante varios días en la boca Mariveles, por vientos contrarios, se le volvió a comisionar para pasar a bordo y examinarlo para ver si estaba en condiciones de proseguir el viaje, y en caso de ello, gobernarlo hasta ponerlo en franquicia, como lo hizo, llevándolo hasta Suban, donde lo entregó de nuevo al mando de su general.

Durante algún tiempo permanece Fernández Rojas en Manila sin realizar viajes a Nueva España, como lo prueban su asistencia a Juntas de Guerra y su emisión de informes técnicos sobre diversas cuestiones que le fueron sometidas a su peritaje, lo cual no asegura que haya estado sin ausentarse de la ciudad por cortos periodos,

En 1718 desempeña allí el cargo de comisario del galeón “Sacra Familia», y el 4 de junio de dicho año asiste a la junta de guerra convocada en dicha ciudad por haberse visto un navío cerca de las islas Verde y Marinduque.

Asistió a otra junta de guerra convocada para tratar del establecimiento de un presidio en la isla de Paragua, el 27 de abril de 1719, y el 21 de noviembre del mismo año declara en la causa instruida con el general del galeón “Sacra Familia», y el 16 de diciembre del repetido año emite un informe sobre la arribada del patache “Nuestra Señora del Carmen», que se dirigía a las islas Marianas, después de haber reconocido su diario de navegación, como se le encargó por auto de la Audiencia.

En union de otros técnicos aparece reconociendo unas galeotas en el puerto de Cavite el 15 de enero de 1720, y el 3 de junio del mismo año realiza otro reconocimiento técnico junto con otros, también el 28 del mismo mes y año informa de la cantidad de gente que ha de tripular el patache “San Andrés», destinado a llevar el situado a las islas Marianas.

El gobernador interino de Filipinas, que lo era a la sazón fray Francisco de la Cuesta, ante los frecuentes ataques chinos, joloes, bomeyes y de otros pueblos, decidió equipar una armada de champanes para combatirlos, la cual puso bajo el mando de Fernández Rojas, a quien dio autoridad sobre todos los alcaldes mayores y capitanes de guerra de la provincia, así como sobre las autoridades locales de los pueblos, para lo cual le expidió título de cabo superior de esta armada el 31 de mayo de 1721, saliendo la expedición el 6 de junio próximo y se prolongó hasta fines de enero de 1722, durante cuyo tlempo, aunque no hubo choque alguno decisivo con el enemigo, porque éstos no le hicieron frente, logró dejar libre de piratas aquellos mares aprovechando dicha estancia en esta provincia para realizar varios trabajos de ingeniería militar.

En mayo de 1722 con motivo de estar aprestándose una nueva escuadra para combatir a joloes y mindanaos que atacaban la provincia de lloilo, en la isla de Panay, se ofrece Fernández Rojas para ir a su costa, a pesar de su muy quebrantada salud, como soldado aventurero, o para satisfacer de su peculio la paga de diez soldados durante seis meses, hipotecando su encomienda como fianza. El gobernador le agradece su ofrecimiento y se reserva utilizarlo en otra ocasión.

El 23 de mayo de 1722 asiste en Manila a la junta de guerra convocada para examinar la petición de los naturales de Cuyo, que solicitaban artillería, arcabuces y hombres para la defensa de aquella isla, que tenían encomendada, y para la que Fernández Rojas ofrece tres cañones de hierro y otras armas de fuego, que entregó al principal de aquel pueblo Juan Velázquez de Bocanegra, en la oportunidad en que éste regresaba de Cavitea a dicha isla en dos caracoas.

Habiéndose tenido indicios de la existencia de las islas Palaos, y después de varios intentos para descubrirlas y conquistarlas, el monarca español dio orden a su gobernador en Filipinas de realizar dicha empresa, y nombró a Fernández Rojas adelantado de las Palaos, por título del 11 de noviembre de 1715, lo que había sido sugerido al Consejo de Indias por el P. Francisco de Borja y Aragón, a través del marqués de Mejorada. El Consejo de Indias elevó al rey consulta favorable a dicho nombramiento, cuyo título le fue enviado al interesado por mano del marqués de Valero, virrey electo de Nueva España.

Tan pronto como Fernández Rojas recibió su título y merced de adelantado se dirigió por escrito al gobernador proponiéndole los medios que consideraba más acertados para llevar a cabo su cometido. El escrito, con las habituales dilaciones, dio motivo a que en mayo se reuniera una junta particular, que se mostró de acuerdo con los planes expuestos por Fernández Rojas, pero acordó que, antes de llevarlos a la práctica, se diera cuenta de ello al monarca.

Varios obstáculos fueron haciendo dilatar la empresa hasta que en 1720 Fernández Rojas volvió a hacer presente su título y, dos años más tarde, se creyó obligado a escribir al monarca directamente a fin de comunicarle las gestiones que había realizado para cumplir con la misión que se le había encargado, y escribió al mismo tiempo al virrey de la Nueva España, pero no logró la atención y murió sin haber realizado su función de adelantado de las Palaos.

[*Otros]– Palmeros en América / David W. Fernández: Antonio Fernández Rojas (4/4)

Antonio Fernández Rojas
(1671-1729)

Fernández Rojas fue nombrado el 13 de enero de 1724 castellano del castillo de San Felipe del Puerto de Cavite, justicia mayor de su jurisdicción, y superintendente de las reales fábricas a efectuarse en la ribera del dicho puerto, del que se le despachó auto de merced en forma ordinaria dos días después. La real confirmación le fue concedida por título expedido el 23 de noviembre de 1727, es decir, tres años después cuando ya ocupaba otro destino. Durante los cerca de tres años que se desempeñó como castellano de Cavite pasó, por orden del gobernador, a la provincia de Tayabas y visitó la ensenada de Tagava, junto a Catanauan, así como la isla de Capulan, indicada, por el alcalde mayor de aquella provincia, como los lugares más adecuados para el establecimiento de astilleros, de los cuales escogió para tal este último, aunque estimaba necesario construir en él una fortaleza de firme estacada para su mejor defensa en caso de ataque.

Como, por otra parte, el gobernador había designado a otras personas para reconocer, con idéntico fin, los montes de Pangasinan, Pampanga y Bulacan, ordenó finalmente que Fernández Rojas convocara una junta de técnicos en la cual, y en base a los datos obtenidos, se dictaminara el definitivo emplazamiento del astillero, el cual fue Cavite, por acuerdo del 31 de diciembre de 1726 de la referida junta. Por este tiempo, también se encargó Fernández Rojas de delinear los galibos del nuevo galeón capitana “Nuestra Señora de Guíaa», que había de mandar más tarde, y el cual debía ser del porte del “Santo Cristo de Burgos», entonces recién perdido en Ticao, cuyo informe lo acredita como muy experto en construcción naval, pues va razonando con todo detalle todos y cada uno de los puntos de su proyecto, exponiendo acertadamente las causas por las cuales se desvía de las normas y principios seguidos en los demás astilleros reales. Este informe mereció la aprobación de la junta de técnicos a la cual fue sometido el 2 de enero de 1727, quedando ordenado que se realizara, bajo su dirección, la construcción de la nao para su primer viaje en 1728.

Además del referido galeón dirigió también la fábrica de la fragata “Jesús María». En atención a los relevantes méritos y servicios prestados le fue concedida a Fernández Rojas, y por Real Cédula del 22 de febrero de 1728, una gratificación de cincuenta pesos mensuales, equivalentes al sueldo que tenia asignado, pero cuando llegó a Manila ya el beneficiario había fallecido.

El 10 de julio de 1728 zarpó de Cavite el galeón “Nuestra Señora de Guia», al mando del general Fernández Rojas, desde el 12 de septiembre de 1727, iniciando así el que había de ser su último viaje, el cual daba fondo en la boca del puerto de Acapulco, con mucha gente enferma a bordo, el 26 de enero de 1729. Entre esta debía hallarse el general. Por ello no pudieron entrar a puerto hasta el 28 al amanecer. Entre esta fecha y el último de enero de 1729 falleció, probablemente, en aquel puerto, nuestro Fernández Rojas.

En Manila había contraído matrimonio dos veces. La primera con doña Maria del Rosario Domínguez, y la segunda, con doña Teresa Gutiérrez y Escaño, que le sobrevivió, pero de ninguno de ellos tuvo sucesión, como tampoco la tuvieron sus hermanos que, como ya vimos, siguieron la vida religiosa.

Aparte de su notable labor de piloto, este valiente marinero, que obtuvo los títulos de almirante de la carrera de Filipinas y de adelantado de las islas Palaos, se distinguió asimismo como excelente constructor naval, como experto cartógrafo, y como ingeniero militar de valía. Como ingeniero militar trazó la planta de la fuerza de Santa Isabel, en Taytay, cabecera de la provincia de Calamianes, en la isla de La Paragua, la cual visitó en 1721 con la armada a su mando, y estudió dos posibles emplazamientos para un fuerte de piedra; uno sobre la cima de un cerro en el que existía un fortín llamado La Retirada, y otro en un mogote que avanzaba hacia el mar por la parte oriental del pueblo. Para cada uno de los dos trazó una planta de fortificación, durante los dos meses que paso dirigiendo la reparación de la fuerza de estacada que allí existía, y de los cuales el segundo fue acordado levantarlo por la junta de guerra del 12 de marzo de 1723. Delineó también la fortificación de San Juan Bautista, en la isla de Lalutaya, que pertenecía a su encomienda, corriendo además con la cuenta de la construcción, manutención y defensa de la misma.

Fue autor asimismo de derroteros y cartas planas, como el usado en la carrera de Filipinas, y del que solamente conocemos la cita que de él hace Juan Francisco de San Antonio en sus Chronicas, en las que, por cierto, hace mención también del célebre almirante tinerfeño Jose González Cabrera Bueno.

Asimismo es autor de un mapa de la isla Capulan, la cual reconoció para establecer un astillero. Sin embargo, su obra mas significativa en el campo de la cartografía, y la de más importancia que haya llegado hasta nosotros, fue la “Topographia de la Ciudad de Manila, Capital de las islas Philipinas. Fundada en la de Luzón, Nuevo Reino de Castilla. Dedicada al Rey Nuestro Señor D. Felipe V (que Dios guarde) por el Mariscal de Campo D. Fernando Valdés Ramón su Gobernador y Capitán General de dichas Yslas y Presidenfe de la Real Audlincia y Chancilleria de ellas. Delineado de orden de Su Magestad or D. Antonio Fernádez de Roxas y exculpida por Fr. Hipóito Ximénez del Orden de la Hospitalidad del Glorioso San Juan de Dios”.

Ignoramos la fecha y lugar exactos de esta impresión, pero fue entre 1715 y 1720, y el lugar debió ser seguramente Méjico, o tal vez Manila misma. Esta obra maestra de Fernandez Rojas es un magnifico documento gráfico, de excelente calidad, que nos da una visión clara y exacta de la ciudad de Manila y de sus aledaños, los cuales aparecen incluidos en la misma, pero el valor de esta obra es especialmente notable para el recinto intramuros, cuyos edificios religiosos y civiles se reproducen con gran fidelidad, hasta en los mas pequeños detalles, dándonos una idea viva y animada de la ciudad.

Hemos resumido así la vida y la obra de uno de los hombres gloriosos de Canarias, cuyo conocimiento, por parte de sus paisanos, no ha logrado alcanzar el aprecio que ella merece.

[*ElPaso}– “Dándole vueltas al viento” / Poemas de Antonio Pino Pérez: Amanecer en la Caldera

NotaCMP.- Para entender más sobre la base de este poema, puede buscarse en el blog usando las palabras Aceró o Caldera de Tburiente.

Amanecer en la Caldera

A Miguel Jurado Serrano, con luces de amistad.

I
Las sombras huyen, y la luz que viene
lo envuelve todo en claridad inefable,
cuando pinta en la selva impenetrable
el milagro de amor que la sostiene.

Juega en las ramas, y su juego tiene
caprichos de una danza inimitable:
es etérea y fugaz, es impalpable
porque en nada que pesa se detiene.

Estas luces que alumbran ideales
en las ramas, son almas transparentes,
mensajeras de amores inmortales

que llegan desde Dios esclarecidas
a despertar los sueños inocentes
en el embrujo incierto de las vidas.

II

Y baña de prestigio los pinares.
y las rocas se cubren de quimera
porque reina la dulce Primavera
colgada en los abismos estelares.

Aquí olvidé el dolor de mis pesares
ante la excelsitud de la Caldera:
el sueño luminoso que se espera,
el agua que musita con cantares.

Y que más corazón que la belleza
embriagada de luz a borbotones
y derramada aquí por su grandeza

en incesante riada de colores,
para vestir de fe las ilusiones
y alumbrar nuestras ansias de fulgores.

III

La gloria de este día que florece
en desvelada soledad medita,
y hay algo indescifrable que palpita
en una luz de alertas que amanece.

¡La Raza muerta! Perdonad que rece
en la cueva esparcida en que dormita,
porque yo sé que no se fue, que habita
esta mansión, y en ella permanece.

Que Aceró es Camposanto benahorita
donde duerme el silencio eternidades
que viven en la luz que resucita.

Y no turbéis su sueño, que es locura
profanar tan excelsas cualidades
con sombras de pecado y desventura

1957

[*Otros}– Palmeros en América / David W. Fernández: Antonio Fernández Rojas (2/4)

Antonio Fernández Rojas
(1671-1729)

El regreso de este viaje concluyó en 1701, tocando primero en el puerto de Calomotan, provincia de Leyte, de donde, por orden del gobernador, se dirigía a Bagatao, pero por averías sufridas hubo de refugiarse en la isla de Canaguayo, donde dirigió las maniobras de reparación por enfermedad del titular. Concluidas estas reparaciones, sacó el barco y lo condujo hasta Bagatao, donde entró el 12 de noviembre de 1701, a tiempo de ser carenado y aprestado para los nuevos viajes que posteriormente realizó.

Por los méritos y servicios prestados, el 11 de marzo de 1702 fue Fernández Rojas nombrado piloto mayor del mismo galeón, para el viaje de dicho año, en cuya ida descubrió una isla situada a 27″ 20′ de latitud norte, a la que bautizó con el nombre de Nuestra Señora del Rosario, en memoria de su barco, y después de un año y ciento tres días de duración, regresó a Cavite el 24 de octubre de 1703, y allí quedó como piloto mayor entretenido desde el I de febrero de 1704 hasta su nuevo nombramiento.

Durante el tiempo que permanece en tierra se recurre a su pericia y conocimientos técnicos, y se le encarga el examen de la ensenada de Maraiomo a fin de que señale el emplazamiento más ventajoso para establecer en él un astillero, indicado como tal el puerto de Subic, donde se inicia la fabricación de navíos. El 14 de junio de 1704 fue nombrado cabo superior y piloto mayor del navío “Nuestra Señora del Rosario, Santo Domingo y Las Ánimas», que debía acompañar al galeón “Nuestra Señora del Rosario” hasta el cabo del Espíritu Santo prosiguiendo luego su viaje a las islas Marianas.

Con este nombramiento le fue despachado, en igual fecha, el título y grado de almirante. AI término del referido viaje, Fernández Rojas dejó su buque en !a isla de Guam, archipiélago de las Marianas, y llevó a cabo el rescate de la artillería del galeón “Nuestra Señora de la Concepción», que se había perdido en la isla Seypan, de dicho archipiélago, en 1638, y cuyo rescate había sido intentado infructuosamente por otros. Dirigió con tanto acierto la operación de rescate que logró recuperar diecisiete de las veinte piezas que portaba el navío, y de las cuales llevó cuatro a Manila, dejando preparadas las demás para envíos posteriores.

No sólo ejecutó este servicio a su propia cuenta, sino que también hizo donación al rey de la mayor parte de su sueldo de almirante devengado durante el viaje, pues habiendo servido dicha plaza ciento ochenta días, contados desde el 27 de junio de 1704 hasta el 23 de diciembre del mismo año, a razón de dos mil quinientos cincuenta pesos anuales, ello representa mil trescientos cincuenta y seis pesos, un tomín y tres granos, de todo lo cual sólo se le habían pagado trescientos un peso y cuatro tomines, por lo cual se le adeudaban mil cincuenta y cuatro pesos, cinco tomines y tres granos, lo cual cedió gratuitamente a la Corona.

Concluida la gestión anterior volvió a quedar Fernández Rojas en Cavite como piloto entretenido, desde el 2 de febrero de 1705 hasta el 9 de abril del mismo año, cuando fue nombrado teniente de gobernador y capitán general, así como piloto mayor y cabo superior de la armada de las galeras enviadas al estrecho de San Bernardino, entre las islas Luzón y Samar, para esperar y dar escolta al galeón “Nuestra Señora del Rosario», que regresaba de Nueva España, y dejarlo asegurado en Cavite, lo cual concluyó exitosamente el 7 de julio de 1705, siendo a su regreso cuando le fueron expedidos, con fecha 5 de septiembre de dicho año, los títulos antes mencionados, que la premura de tiempo había impedido se le entregasen antes del viaje.

Nuevamente queda Fernández Rojas en calidad de piloto entretenido, lo que aprovecha para solicitar la encomienda de los pueblos de Cuyo y Lalutaya, en la provincia de Calamianes, la cual se componía de 377 tributes y había quedado vacante a la muerte de su poseedora, quien la gozaba ya en segunda vida, y cuya oposición, a la que se presentaron veinticuatro pretendientes, fue convocada por edicto del 29 de octubre de 1705, quedando resuelto el concurso a favor de Fernández Rojas por auto de merced del 17 de diciembre de dicho año y título de encomendero expedido el 12 de febrero de 1706.

Pronto recibió Fernández Rojas el nombramiento de piloto mayor del galeón “Nuestra Señora del Rosario», que en 1706 emprendió viaje a Nueva España sin contratiempo alguno. En 1708 pasó a desempeñar igual plaza en el navío “Nuestra Señora del Rosario y San Vicente Ferrer», cuando iba como almirante en conserva del galeón capitana “Nuestra Señora del Rosario», y en una época en que ya no le correspondía el cargo de piloto por haber sido nombrado almirante de dicho navío, pero la escasez de marineros expertos lo había hecho decidirse a ocuparse de la derrota de su
buque.

En este viaje, desviado de la ruta ordinaria por los vientos, descubrió un archipiélago que se extiende entre los 26° 30′ y los 28° de latitud norte, formado por un rosario de islas y farallones con arrecifes, al que llamó Islas Arzobispales, hallando asimismo un arrecife a los 28° 30′ de latitud norte, todo lo cual, peligroso para los barcos por la gran extensión que cubre, situó sobre la carta náutica.

AI término de este viaje permaneció algunos años en tierra, pero en 1710, a la vez que posee el titulo de teniente gobernador y capitán general de las provincias de Tayabas, Camarines, Albay y Leyte, se encuentra también desempeñando el cargo de cabo superior del Real Astillero de Bagatao y superintendente de las fábricas reales, dirigiendo como tal la carena del galeón “Nuestra Señora de Begoña” y la construcción del galeón “Santo Cristo de Burgos», cuyos trabajos se hallaban ya bastante adelantados cuando solicitó y obtuvo licencia para pasar a Manila, por asuntos particulares, y hallándose muy quebrantado de salud, según manifestó.

[*Opino]– «Emilio» por e-mail

Carlos M. Padrón

No, no me trago lo de que es broma, creo que es una forma de manifestar despecho por la vía de tratar de ridiculizar algo nuevo, de origen gringo, que no les queda más remedio que usar. Es una manera de expresar rebeldía al negarse a usar el nombre correcto que, en este caso, no cae en la categoría de las palabras para cuya pronunciación, según don Armando, no está preparado “el aparato fonador español”.

¿Y qué decir de ‘bacon’ o ‘¿puzzle’? Muestras de rebeldía esnobista, pues existen en español ‘tocino’ y ‘rompecabezas’ que no dan lugar a confusiones.

He oído protestas a causa de que algunos gringos no saben decir ‘Penélope Cruz’, y a continuación, siguiendo con el tema de cine, esas mismas personas que protestan dicen ‘Ton Cru-i-se’. No Tom, terminado en ‘m’, sino Ton, terminado en ‘n’; y no ‘Cruis’ sino ‘Cru-i-se’.

Y mucho cuidado con hacerles notar tales “contradicciones” (por darles un nombre suave), porque la respuesta inmediata será “Pues aquí se dice así, ¡y punto!”.

***

Jordi Mas (Barcelona) escribe con aire compungido: “Me sorprende que a estas alturas sigamos con la variante vulgar de ‘emilios’. Si no deseamos interferencias extranjeras de otras lenguas, me parece que lo lógico sea decir ‘correo electrónico’». Añade que en catalán se emplea ‘trónic’, aunque don Jordi opina que “se ha de decir correu electrónic».

Preciso que lo de ‘emilio’ o ‘ismael’ no son denominaciones vulgares sino bromas de un lenguaje más bien culto o culterano.

Amando de Miguel
LD, 18-08-07