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09/02/2023

Roberto Ruiz

De entre todos los refranes que ponen una nota de color a nuestras conversaciones diarias (que son muchos), seleccionamos cinco y explicamos su origen

En nuestro día a día utilizamos multitud de expresiones, palabras y frases hechas que en muchos casos no sabemos de dónde vienen.

Nuestro idioma y cultura tiene siglos de historia, durante los cuales se han ido construyendo numerosos dichos populares que se basan en la experiencia de quienes estuvieron antes que nosotros, o que hacen referencia a todo tipo de anécdotas y acontecimientos. Es lo que ocurre con los refranes, que destacan por su riqueza dentro de nuestra lengua, y que nos ayudan a expresar mensajes de lo más variados dependiendo de la situación en la que nos encontramos.

Ya que usamos estos refranes a diario, vale la pena pararse para conocer el origen de algunos de los más utilizados por los españoles, y entender por qué empezaron a emplearse. Además, así cuando uno de nuestros amigos utilice uno de los refranes podremos hacernos los interesantes y explicarle su verdadero significado, que en estos 5 casos resulta de lo más curioso.

A buenas horas, mangas verdes

La gente utiliza esta expresión cuando esperaban que ocurriera algo, pero para cuando llega ya es demasiado tarde. Es una frase de resignación, que significa que aquello que deseaban ya ha perdido el sentido que hubiese podido tener antes.

Este refrán se remonta a la Edad Media, cuando los soldados de la Santa Hermandad (que vestían uniformes con mangas de color verde) se ocupaban de la seguridad ciudadana en las ciudades por las que pasaban. Sin embargo, y pese a sus esfuerzos, en muchas ocasiones llegaban a los lugares donde se habían producido hechos delictivos cuando los culpables ya habían huido. Y en ese momento, los vecinos se despachaban soltando: «a buenas horas, mangas verdes». Vamos, que lo de que la Policía llegue demasiado tarde a la escena del crimen lleva siglos sucediendo.

Santa Rita Rita, lo que se da ya no se quita

Decimos esto cuando alguien nos obsequia un regalo o nos da cualquier cosa, pero más tarde intenta que se lo demos de vuelta. Este refrán es el antídoto ideal contra semejante exhibición de mala amistad.

El origen tiene que ver con santos y amoríos. Se dice que una mujer, que según la leyenda era poco agraciada físicamente, rezó a Santa Rita, la santa de lo imposible, para que le permitiese encontrar un novio que la amase. Poco después el rezo se cumplió y apareció un hombre en su vida, con quien tuvo una relación apasionada aunque también breve, ya que terminó a los pocos meses. Fue entonces cuando la mujer espetó la famosa frase «Santa Rita, lo que se da ya no se quita», aunque al menos Santa Rita no se quedó el novio para ella misma.

Quien se fue a Sevilla perdió su silla

Ésta es una frase muy recurrente cuando un amigo o familiar se levanta de su silla, ya sea para ir al cuarto de baño, para ir a por algo que necesita o por cualquier otro motivo, y somos tan desalmados como para quitarle su asiento sin miramientos y sentarnos nosotros, quizás por estar ya cansados de estar de pie. Por suerte, tenemos este refrán para justificarnos y defender nuestro cuestionable acto.

Además de que «Sevilla» rima con «silla» y suena muy bien, la frase también tiene su origen histórico. En tiempos del rey Enrique IV de Castilla, existían dos arzobispos enfrentados, que para más inri eran tío y sobrino: Alonso de Fonseca el Viejo y Alonso de Fonseca el Mozo. Este último había sido nombrado arzobispo de Compostela, pero había serios conflictos en Galicia y pidió a su tío que fuese él primero para tantear la situación y ver si podía calmarla.

Mientras tanto, el Mozo se quedaría sustituyendo a su tío en su plaza de Sevilla, que acabó gustándole tanto (será porque ahí no había conflictos) que más tarde se negó a devolvérsela a su tío cuando volvió. Por lo tanto, lo que en realidad pasó fue que el que se quedó en Sevilla quiso retener su nueva silla.

A quien madruga, Dios le ayuda

¿Cuántas veces habremos oído esto? Son muchos quienes insisten en que, si madrugamos, nos irá mejor ya que nos dará tiempo a hacer más cosas, seremos los primeros en llegar a los sitios, etc., por no hablar de las ventajas en salud de estar coordinados con las horas de sol. Todo ello ha quedado demostrado como cierto en muchas ocasiones, aunque los trasnochadores también argumentarán que la calma de la noche les permite ser productivos a su manera.

No hace falta ser creyente para ser un devoto de este refrán, ya que aunque habla de Dios también puede interpretarse como que el «karma» te va a sonreír si tienes la voluntad de madrugar. Lo cierto es que es una expresión tan manida que no está del todo claro su origen, aunque hay quienes creen que está en el Quijote de Cervantes. Aunque la frase no aparece de manera literal, se dice que «El que no madruga con el sol no goza del día», lo cual podría haber contribuido a popularizar este concepto ya que se trata de nuestra obra literaria más influyente.

También se ha contado mucho la historia de un hombre que gracias a madrugar encontró una bolsa llena de dinero, una anécdota que no se sabe si es cierta pero que siempre se ha utilizado como incentivo para defender el uso de este refrán. Aunque hay quienes contestan con malicia que «más madrugó el que lo perdió».

Más vale tarde que nunca

Esta sería la versión optimista del «A buenas horas, mangas verdes», la que valora que algo llegue aunque sea con retraso. Y es que tenemos tanta riqueza de refranes que hasta en situaciones similares podemos tirar por el lado del vaso medio lleno o del medio vacío.

Se dice que este dicho viene de hace mucho tiempo, de la época del filósofo griego Diógenes de Sínope, que pese a su interés por la música no tomó la iniciativa de aprender solfeo hasta que ya era un anciano. Cuando alguien le criticó por haber tardado tanto en hacerlo, Diógenes respondió que «más vale tarde que nunca», y tenía mucha razón. Mientras estemos vivos, tenemos tiempo para aprender lo que queramos y adquirir nuevos conocimientos.

Fuente

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