[*Opino}– Los ‘smartphones’ y el oscuro futuro de sus ‘apps’

21-01-14

Carlos M. Padrón

Acerca del tema del artículo que copio abajo, debo declarar que no soy para nada fanático del smartphone (= teléfono inteligente).

El nombre de este aparato, según ya he dicho aquí, debería ser «complicatedphone» (= teléfono complicado) ya que llamar por por él es mucho más complicado que hacerlo a través de un celular no inteligente, o medianamente inteligente.

De los varios celulares que he tenido, con gusto me habría quedado con el Nokia E5, con sistema operativo Symbiam y WhatsApp (porque mis más allegados usan mucho esta aplicación), de no haber sido porque, debido a mis problemas con la vista, me resultaba muy difícil leer su pantalla.

Por ese motivo, y no por otro, me compré un smartphone —uno barato, chino y de padre desconocido, pues es un clon de Samsung S3 con sistema operativo Android— cuya pantalla de 5.5 pulgadas puedo leer perfectamente, pero cada vez que tengo que hacer una llamada telefónica echo de menos mi Nokia.

Lo de configurar el Android no me ha sido nada fácil, pero creo que, después de 6 meses de usar ese aparatejo, ya lo he dejado, dentro de sus limitaciones —entre las cuales está que carece de señal visual en primer plano para avisar de una llamada perdida— a mi gusto, pues sé algunos trucos para ahorrar batería, y, luego de buscar y rebuscar en Google Play, le he instalado y puesto en uso sólo las aplicaciones que me han parecido útiles para mis necesidades, y que, para mi sorpresa, todas son gratis.

Y es en eso, en lo gratuito de las aplicaciones para celulares y tabletas, en lo que se centra el artículo de abajo, y por ello estoy de acuerdo en que sólo pocas, muy pocas apps sobrevivirán.

Por otra parte, y habida cuenta de que la mayoría de las aplicaciones gratuitas que probé no me sirvieron, y que la única forma de saber si sirven o no es probándolas, ¿cómo van a salir adelante las aplicaciones de pago si no ofrecen un periodo de prueba gratuito?

La solución que me parece viable es que, como sí hacen algunas, ofrezcan una versión gratuita pero con publicidad, y una de pago sin ella. Pero para conseguir quien quiera pagar por publicidad, la aplicación ha de ser útil y ha de funcionar bien, y no es fácil lograr estas dos virtudes.

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21/01/2014

Íker Cortés

El mercado de las «apps», al borde del abismo

Pese a los titulares, el bullicio y el jolgorio que provocan ejemplos como WhatsApp, Angry Birds y Candy Crush Saga, la gran mayoría de aplicaciones que pasan por las tiendas digitales lo hacen sin pena ni gloria. Y la tónica irá a más.

Al menos eso es lo que se desprende del último estudio elaborado por la consultora Gartner, que indica que en 2018 sólo un 0,01% de las aplicaciones serán rentables.

Ken Dulaney, vicepresidente de la firma, aseguraba durante la presentación que, a pesar de que el número de aplicaciones no hace más que aumentar, «la mayoría de ellas no están generando beneficios, y muchas ni siquiera están diseñadas para ello, sino para construir imagen de marca o sólo por diversión».

Y es que el ecosistema de las «apps» es hoy un inmenso escenario en el que conviven millones de desarrolladores. Como apenas existen barreras para entrar en este mercado, cualquiera puede publicar pagando una muy reducida cuota anual y con un computador y un celular ya se tiene un kit de desarrollo para trabajar.

«¿El resultado? Cada día la App Store de Apple recibe, e promedio, 500 aplicaciones nuevas, la mayor parte de las cuales son gratuitas, lo que hace que los consumidores eleven sus exigencias a la hora de pagar por otras», reflexionaba Dlaney.

En efecto, el estudio que IAB Spain realiza anualmente sobre Mobile Marketing en nuestro país dejaba claro en septiembre del pasado año que, a pesar de que se ha doblado el uso de aplicaciones, tan solo el 35% de los usuarios pagaron por una de ellasm,… y menos de lo que cuesta un café.

En la empresa que desarrolla soluciones de movilidad para el grupo Everis, existe el convencimiento de que el modelo «no es sostenible económicamente» porque a estas alturas es difícil cambiar la mentalidad de los usuarios, y porque «los sueldos son cada vez más elevados y los recursos para hacer ‘apps’ más caros».

A este respecto, se ven paralelismos con la burbuja de las punto.com, vaticinando que «el mercado se romperá cuando caiga alguna de las grandes».

Nuevas iniciativas

Estas apps son el futuro, pero de ahí a que cualquiera gane dinero con ellas hay un mundo. Un ejemplo es Movitaxi, una aplicación que permite a los usuarios pedir un taxi con tan sólo mover un dedo. Ya disponible en ciudades como Gijón, Valladolid, Palencia, Madrid, A Coruña, Málaga y Sevilla, que pronto llegará a Tenerife, y en dos meses podría dar el salto a Sudamérica y Centroamérica.

La ventaja competitiva con respecto a otras «apps» similares reside en que cuenta con una base de datos de los 770 radio-taxis de España, de tal manera que, si no cuenta con convenios en una determinada ciudad, al menos proporciona al usuario un número de teléfono para pedir el taxi. Movitaxi cobra a la compañía de taxis una comisión por cada cliente que recibe el taxista gracias a la aplicación pero «aún no es rentable».

Su empresario dice que «hacer una ‘app’ es relativamente sencillo, lo difícil es conseguir visibilidad y ganar dinero con ella. Desgraciadamente hemos acostumbrado a los usuarios a que la mayor parte de las aplicaciones sean gratis, y es difícil sostener una empresa así». Cree que el sector camina hacia un futuro con menos ‘apps’, aunque éstas, dice, «aglutinarán más servicios, como navajas suizas».

Ante este panorama, cabe preguntarse con qué actitud se acercan los estudiantes al sector. La gran mayoría de ellos saben a lo que se enfrentan. «Hay que ser consciente que lo más probable es que la primera aplicación que hagamos no sea rentable. Sin embargo, buscando el nicho de mercado, haciendo una aplicación de calidad, y estudiando bien el modelo de negocio a aplicar, finalmente podríamos obtener un producto rentable».

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[LE}– ‘Precondición’ y ‘prerrequisito’ no son lo mismo que ‘condición’ y ‘requisito’

23/01/2014

Los sustantivos precondición y prerrequisito significan ‘condición o requisito previos a otra condición o requisito’.

Por tanto, si no se da tal sucesión, lo preciso es hablar simplemente de condición y requisito, que ya encierran la idea de anterioridad, tal como indica el Diccionario Panhispánico de Dudas.

En los medios de comunicación pueden encontrarse frases como

  • «Irán no acepta ninguna precondición para asistir a Ginebra II»,
  • «Irán afirmó que asistiría a las negociaciones sin haber aceptado precondiciones» o
  • «Muchos egipcios consideran una nueva Constitución como un prerrequisito indispensable para la estabilidad y la seguridad del país».

Dado que en estas informaciones no se especifican condiciones ni requisitos posteriores, en los ejemplos anteriores habría resultado preferible escribir

  • «Irán no acepta ninguna condición para asistir a Ginebra II»,
  • «Irán afirmó que asistiría a las negociaciones sin haber aceptado condiciones» y
  • «Muchos egipcios consideran una nueva Constitución como un requisito indispensable para la estabilidad y la seguridad del país».

En caso de que realmente se estén desarrollando varias condiciones o requisitos sucesivos, el prefijo pre- se escribe pegado y sin guion, y prerrequisito dobla la ere.

Ver precedente previo y antecedente previo, construcciones redundantes.

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NotaCMP.- Esto me ha hecho recordar el fracaso de mis discusiones cuando, a poco de entrar a IBM, escuché el constante uso de la palabra ‘prerrequisito’ para designar lo que sólo era un requisito. Pero como para estos casos el inglés usa ‘prerequisite’, no tuve éxito.

[*MiIT}– Windows 7 vuelve por sus fueros

22-01-14

Carlos M. Padrón

Lo que dice el artículo que copio abajo no me sorprende en absoluto.

Más bien me reconforta porque ya en artículos de la serie «Computación personal, herramienta indispensable«, había yo dicho que, mientras pueda, seguiré usando Windows 7 (W7herramienta) y Office 2007.

Y, por lo que al respecto he visto en la Red, tal parece que, al menos en lo tocante al W7, hay muchos usuarios que piensan como yo y lanzan coloridos «piropos» al Windows 8 (W8).

Todo esto, más el calvario que por dos días he sufrido tratando de instalar W7 en una laptop Lenovo nueva —para mí, mierdenovo— que vino con W8 preinstalado, ha reforzado mi decisión de aferrarme al W7.

Entre otras «perlas», durante ese calvario vine a saber que W8 considera como legacy (= viejo, anticuado) todos los Windows anteriores a él, y que el W8 no usa en los discos el formato FAT 32 ni el NTSC, sino el GPT, uno nuevo que pondrá en problemas a los programas que hacen particiones, y a los usuarios que quieran hacerlas.

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2014-01-21

HP vuelve a ofrecer PCs con Windows 7 «por demanda popular»

Hewlett-Packard ha vuelto a ofrecer computadores con Windows 7 para aquéllos que prefieran el antiguo sistema operativo a la versión 8.1.

El fabricante estadounidense está ofreciendo un descuento en computadores con Windows 7 con el lema «de vuelta por demanda popular».

Ha pasado un año desde el lanzamiento de Windows 8, pero HP ha decidido volver a comercializar en Estados Unidos computadores con el sistema operativo anterior, el Windows 7.

Otras compañías —como Dell, Lenovo y Acer— también venden PCs con Windows 7 preinstalado, pero no están realizando campañas de promoción utilizando esta característica como reclamo.

Por otra parte, HP ofrece un descuento de hasta 150 dólares en estos computadores.

Hace unas semanas Microsoft confirmó que, aunque las ventas de Windows 7 como producto separado terminaron el 30 de octubre de 2013, las ventas de equipos con el sistema preinstalado todavía no tienen una fecha de finalización.

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Cortesía de Leo Masina

[*Drog}– Acerca de la adicción como idea científica obsoleta, y su relación con el drogamor

14-01-14

Carlos M. Padrón

El artículo que copio abajo ha sido para mí una joya de hallazgo.

El motivo es que resume todo lo que sobre el drogamor —al que en el referido artículo se le llama ‘enamoramiento’, ‘amor romántico’ o ‘amor pasional’— he escrito en esta sección y, en particular, se le endilga al enamoramiento la condición de droga, palabra de la que tomé el inicio DROG de ‘drogamor’.

Por tanto, aquí no voy a extenderme una vez más en los argumentos ya tratados, pero sí vale la pena hacer una lista de los que prueban los ya comprobados perniciosos y peligrosos efectos del drogamor.

  1. Su adicción es tan real como la causada por el alcohol, los opiáceos, la cocaína, las anfetaminas, el cannabis, la heroína y la nicotina
  2. Los hombres y mujeres borrachos de amor —léase drogamor— presentan todos los síntomas básicos de la adicción, como la motivación intensa para conseguir a su amado, algo no muy distinto de la fijación que tiene el adicto a una sustancia por conseguir su droga.
  3. Los enamorados apasionados —léase drogamorados— también distorsionan la realidad, cambian sus prioridades y sus hábitos diarios para acomodarse a su amado, experimentan cambios de personalidad, y a veces hacen cosas inapropiadas o arriesgadas para impresionar al amado.

Además, también se dice, pero en lenguaje científico, que todo eso es una trampa de la Naturaleza para llevar al apareamiento, pues, según Helen Fischer, el propósito de esta adicción —o sea, del drogamor fue «motivar a nuestros ancestros para que centraran su tiempo de apareamiento y su energía metabólica en una sola pareja en cada momento, iniciando así la formación de un vínculo de pareja para criar a los jóvenes (al menos durante su infancia) como un equipo».

A esa trampa, nuestra sociedad la llama ‘matrimonio’.

Y el último párrafo a destacar es el que dice, igualmente en términos científicos, lo que yo he dicho en lenguaje vulgo: que hay que educar acerca de los peligros del drogamor.

A este respecto dice Helen Fischer «Cuanto antes aceptemos lo que nos dice la neurociencia ( y utilicemos esta información para actualizar nuestro concepto de adicción), mejor nos comprenderemos a nosotros mismos y al resto de congéneres que disfrutan en el éxtasis y luchan contra el dolor de esta adicción natural, tremendamente poderosa y a menudo positiva que llamamos amor romántico —léase drogamor—.

Para terminar, destaco que la condición de ‘positivo’ que en el artículo se le da dos veces al drogamor, se debe a que, cuando se esfuma, en pocas, en muy pocas ocasiones, puede evolucionar, como también he dicho, hacia verdadero amor, lo cual constituye tal vez la parte más insidiosa y maligna de la trampa a que lleva porque permite que los drogamorados crean que su drogamor va a ser de los positivos, que será el amor de su vida, el eterno, el de ‘hasta que la muerte nos separe’.

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14/01/2014

Ideas científicas obsoletas. N° 5: Todas las adicciones son malas

Helen Fischer, bioantropóloga en la Universidad Rutgers, New Jersey, y autora de «¿Por qué él? ¿Por qué ella? Cómo encontrar el amor y mantenerlo».

«Si una idea no es absurda, no tiene ninguna esperanza», se cuenta que dijo Einstein una vez. Me gustaría ampliar la definición de adicción y jubilar la idea científica de que todas las adicciones son patológicas y dañinas.

Desde el comienzo del diagnóstico formal, hace más de 50 años, a la búsqueda compulsiva del juego, la comida y el sexo (recompensas no generadas por una sustancia) no se les ha considerado adicciones. Sólo el abuso del alcohol, los opiáceos, la cocaína, las anfetaminas, el cannabis, la heroína y la nicotina ha sido catalogados como adicciones.

Esta categorización descansa principalmente en el hecho de que las sustancias activan los «circuitos de recompensa» básicos del cerebro que están asociados con el anhelo y la obsesión, y producen conductas patológicas. Los psiquiatras trabajan dentro de este mundo de psicopatologías: aquello que es anormal y te pone enfermo.

Como antropóloga, me parecen limitados por este enfoque. Los científicos han demostrado que la comida, el sexo y las compulsiones del juego emplean muchos de los mismos circuitos neuronales que se activan con el abuso de sustancias narcóticas.

De hecho, la edición de 2013 del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Desórdenes Mentales ha reconocido por fin que al menos una forma del abuso de algo que no es una sustancia puede considerarse una adicción: el juego. El abuso del sexo y de la comida no se incluyeron, y tampoco el amor romántico. Yo propongo que la adicción del amor es tan real como cualquier otra, en términos de sus patrones de comportamiento y los mecanismos mentales. Además, suele ser una adicción positiva.

Los científicos y los profanos han contemplado durante mucho tiempo el amor romántico como algo sobrenatural, o como una invención social de los trovadores franceses del siglo XII. Las evidencias no sostienen estas ideas. Las canciones, poemas, historias, óperas, ballets, novelas, mitos y leyendas del amor, la magia del amor, los encantos del amor, los suicidios y homicidios por amor, en fin, los rastros del amor romántico, se encuentran en más de 200 sociedades y a lo largo de miles de años. En todo el mundo los hombres y las mujeres suspiran por amor, viven por amor, mueren de amor y matan por amor. El amor romántico, también conocido como amor pasional o «enamoramiento», se considera habitualmente un universal humano.

Además, los hombres y mujeres borrachos de amor presentan todos los síntomas básicos de la adicción. Sobre todo, el enamorado está concentrado en su droga: el objeto de su amor. Piensa obsesivamente en él o en ella (pensamiento intrusivo) y a menudo le llaman, escriben o visitan para mantener el contacto.

En esta experiencia es primordial la motivación intensa para conseguir a su amado, algo no muy distinto de la fijación que tiene el adicto a una sustancia por conseguir su droga. Los enamorados apasionados también distorsionan la realidad, cambian sus prioridades y sus hábitos diarios para acomodarse a su amado, experimentan cambios de personalidad (alteraciones del amor) y a veces hacen cosas inapropiadas o arriesgadas para impresionar al amado.

Muchos están dispuestos a sacrificarse e incluso a morir por él. El enamorado anhela la unión física y emocional con el amado (dependencia). Y, al igual que el adicto que sufre cuando no puede obtener su droga, el amante sufre cuando se ve apartado del amado (síndrome de abstinencia). La adversidad y las barreras sociales incluso llegan a acentuar este anhelo (atracción de la frustración).

De hecho, los enamorados expresan los cuatro rasgos básicos de la adicción: el anhelo, la tolerancia, el síndrome de abstinencia, y la recaída. Sienten un «brote» de excitación cuando están con su amado (intoxicación). Cuando se establece el nivel de tolerancia, el enamorado busca interactuar más y más con el amado (intensificación). Si el objeto amado rompe la relación, el enamorado experimenta señales de síndrome de abstinencia, que incluyen la protesta, los arrebatos de llanto, la somnolencia, la angustia, el insomnio o el hiperinsomnio, la pérdida de apetito o los atracones de comida, la irritabilidad y la soledad.

Los enamorados, como los adictos, también suelen llegar a extremos, y a menudo hacen cosas degradantes o físicamente peligrosas para recuperar al amado. Y los enamorados recaen de la misma manera en que lo hacen los drogadictos: mucho después de que la relación se ha terminado, ciertos acontecimientos, personas, lugares, canciones y otras pistas externas asociadas con la persona que les abandonó, pueden desencadenar recuerdos y anhelos renovados.

De los muchos indicios que hay de que el amor romántico es una adicción, quizás ninguno sea más convincente que los datos cada vez mayores que aporta la neurociencia.

A través de los escáneres cerebrales (la resonancia magnética funcional), varios científicos han demostrado que las sensaciones del amor romántico implican a regiones del «sistema de recompensa» del cerebro, específicamente los circuitos de la dopamina relacionados con la energía, la concentración, la motivación, el éxtasis, la desesperación y el anhelo, incluyendo regiones primarias que están asociadas con las adicciones a sustancias o a cosas que no lo son.

De hecho, nuestro grupo ha localizado actividad en el núcleo accumbens (la parte central del cerebro que está relacionada con todas las adicciones) en todos los enamorados rechazados. Además, algunos de los resultados aún no publicados sugieren correlaciones entre la actividad del núcleo accumbens y las sensaciones de pasión romántica experimentadas por amantes que se enamoraron feliz e intensamente.

El Premio Nobel Eric Kandel dijo hace poco: «Los estudios del cerebro nos dirán en última instancia en qué consiste ser humano». Sabiendo lo que sabemos del cerebro, mi compañera de escáneres cerebrales, Lucy Brown, ha cocluido que el amor romántico es una adicción natural, y yo he sostenido que esta adicción natural evolucionó de antepasados mamíferos hace unos 4,4 millones de años, entre los primeros homínidos, a la vez que la evolución de la monogamia serial y social: un hito en la Humanidad.

Su propósito: motivar a nuestros ancestros para que centraran su tiempo de apareamiento y su energía metabólica en una sola pareja en cada momento, iniciando así la formación de un vínculo de pareja para criar a los jóvenes (al menos durante su infancia) como un equipo.

Cuanto antes aceptemos lo que nos dice la neurociencia ( y utilicemos esta información para actualizar nuestro concepto de adicción), mejor nos comprenderemos a nosotros mismos y al resto de congéneres que disfrutan en el éxtasis y luchan contra el dolor de esta adicción natural, tremendamente poderosa y a menudo positiva que llamamos amor romántico.

Fuente

Los otros cuatro artículos de la serie «Cinco ideas científicas obsoletas» son:

[*Opino}– Acerca de cuándo y por qué nuestros ojos reflejan el deseo

21-01-14

Carlos M. Padrón

Desde los años ’80s estoy convencido de lo que dice el último párrafo del artículo que copio abajo, o sea, de que la bisexualidad es mucho más común en las mujeres que en los hombres.

Creo que es por eso por lo que ellas no se visten, se emperifollan y se acicalan para gustar a los hombres, sino para gustar, impresionar o hasta dar envidia, a otras mujeres. Nunca he visto hombres que traten de impresionar así a otros hombres, a menos que sean gays.

Y esta característica de las mujeres es otra de las que, nos guste o no a los hombres, deja bien a las claras que ellas no son el sexo débil.

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21/01/2014

Pilar Quijada

¿Por qué nuestros ojos reflejan el deseo?

Muchos siglos antes de que las técnicas de neuroimagen hicieran posible asomarse al cerebro en funcionamiento, los buenos comerciantes ya eran capaces de medir el interés de un posible comprador simplemente mirando a sus ojos, una ventana abierta a nuestras intenciones.

No en vano el refranero sostiene que los ojos son el espejo del alma, y es que las pupilas se dilatan, y nos delatan, cuando algo nos resulta apetecible. Basándose en ese dato, los vendedores podían llegar más o menos lejos regateando el precio.

Sin ir tan lejos, en nuestra experiencia cotidiana, ¿quién no ha pedido alguna vez a alguien que le mire a los ojos para estar seguro de la sinceridad de quien le habla?

Ahora un estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences muestra que las pupilas se dilatan mientras estamos deliberando sobre algo, dando pistas sobre la posterior decisión que vamos a tomar y las preferencias individuales.

Mayor reacción ante un «si» fingido

Según el estudio, antes de dar una respuesta afirmativa las pupilas se dilatan más que cuando optamos por el “no”. Lo desconcertante es que se agrandan más aún cuando decimos que ‘sí’ en contra de nuestras preferencias. Algo que sin duda confundiría a los antiguos comerciantes.

Estudios previos ya habían mostrado el papel de las pupilas, cuyo tamaño varía transitoriamente, en la toma de decisiones. Pero se pensaba que esa variación tenía lugar sólo en la fase final, cuando se daba la respuesta que reflejaban la decisión.

Sin embargo, lo que han descubierto los investigadores de la Universidad de Amsterdam, y que publican en PNAS, es que “la dilatación de las pupilas revela en realidad la evolución de todo el proceso de toma de decisiones, y también las preferencias de quien la lleva a cabo”.

Independientemente de cuál sea nuestra respuesta, las pupilas reaccionan de distinta forma cuando estamos actuando en contra de nuestras preferencias.

En concreto, si decimos que sí a algo con lo que no estamos de acuerdo, las pupilas se agrandan más que con una afirmación sincera. Y es que, según los investigadores, las pupilas son un indicador fiable de nuestro estado mental mientras tomamos una decisión. En definitiva, una indiscreta ventana al exterior.

Para el estudio los investigadores midieron el tamaño de las pupilas de los 23 participantes, que tenían que detectar la presencia o ausencia de una señal visual en un monitor sobre un fondo con un ruido dinámico que hacía más difícil la elección.

El estudio reveló que la pupila se mantenía activa en todo el proceso de toma de decisiones y no sólo al final, en contra de lo que se creía. Y que la amplitud total de dilatación de la pupila mientras se gestaba la decisión era mayor antes de decir que sí que ante una negativa, independientemente de la presencia física de la señal.

La ventana indiscreta

El grado de dilatación de las pupilas está regulado por el sistema nervioso parasimpático y mediado por el hipotálamo, una estructura del cerebro que está implicada, entre otras funciones, en el control de la expresión fisiológica de las emociones.

El hipotálamo a su vez está bajo control del lóbulo prefrontal, la parte del cerebro más evolucionada, que está implicada en la toma de decisiones.

Es precisamente en esta zona del cerebro donde se determina el grado de deseabilidad que tienen para nosotros las cosas, que ganan o pierden valor en función de nuestras experiencias pasadas, gustos, carencias, apetencias.

Según esto, las pupilas nos delatan porque a través de ellas hay una “fuga de información” de lo que estamos tramando mientras tomamos una decisión.

Orientación sexual

Esto no es lo único que revelan nuestros ojos. Y es que, al reflejar el deseo, también pueden indicar cuáles son nuestras preferencias sexuales, como demostró un estudio realizado en el verano de 2012 por investigadores de la Universidad de Cornell (Nueva York).

En esta ocasión se sirvieron de una lente de infrarrojos especializada en medir los cambios en las pupilas de voluntarios que veían vídeos eróticos.

Así comprobaron que se dilataban más cuando los participantes veían imágenes de personas que les parecían más atractivas. Pero a la vez esta indiscreta ventana podía revelar, de paso, su orientación heterosexual u homosexual.

La investigación se publicó en PLoS ONE.

Los hombres heterosexuales mostraron una fuerte respuesta a los vídeos eróticos en los que aparecían mujeres, y poca a los de otros hombres, lo que correlacionaba bien con el tamaño de sus pupilas.

Sin embargo, en el caso de las mujeres no era tan fácil determinar su orientación sexual, puesto que sus pupilas se dilataban ante la visión de escenas eróticas con participantes de ambos sexos.

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