[*Opino}– La pérdida del deseo en los hombres

30-12-14

Carlos M. Padrón

No creo que, según dice el artículo que copio abajo, la liberación sexual de la mujer sea el motivo de esto.

Al contrario: gracias a esa liberación, ya en las mujeres no hay hacia el sexo el tabú, el puritanismo, la pacatería e hipocresía que antes había y, sobre todo, el vergonzoso débito conyugal.

Para mí, el motivo principal de la supuesta pérdida de deseo del hombre es la pérdida de feminidad de la mujer, que nada tiene que ver con la liberación sexual, pero sí con la feminidad, pues las feministas que he conocido son poco femeninas.

En muchos casos, la pérdida de feminidad se debe a eso, a que la mujer ha adoptado modelos proclamados por el feminismo, a que trata de machista al hombre por cualquier cosa que él haga y que a ella no le guste, y a que exhibe rasgos de su carácter que, según se dice en Venezuela, «le enfrían el guarapo a cualquiera» (= le anulan las ganas o el deseo, lo desaniman), como aspereza al hablar (por ejemplo, estilo castizo vs. estilo hispanoamericano), ausencia de cariño en la palabra y en la acción, actitud desafiante, tono altanero, búsqueda de la confrontación, preguntar de forma tal que la pregunta es una acusación,…

Ante una mujer así, se entiende que un hombre pierda las ganas, o sea, «se le enfríe el guarapo».

Además, la mujer tolera muy mal el rechazo, y si ella se insinúa —sobre todo si lo hace de forma insípida, puritana, poco explícita, etc., o, por el contrario, de forma seca y agresiva— y él, cansado ya de tener que adivinar, o de tanta falta de feminidad, no responde como ella espera, ahí nace un problema.

Espero tener razón, y que esa pérdida de deseo no se deba a lo que un médico me dijo hace poco («Antes el semen tenía 50 millones de espermatozoides, y ahora tiene 20 millones». ¿Declive de la virilidad?), a lo que dijo la Thatcher («En cuanto se concede a la mujer la igualdad con el hombre, se vuelve superior a él»), que es, pero en otros palabras, lo que decía mi padre («Si se le da la oportunidad, toda mujer se encarama«). ¿Es que vamos hacia un mundo de varones domados? ¿Se debe a esto el aumento de la homosexualidad?.

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26/12/2014

Beatriz G. Portalatín

Cuando a los hombres les faltan las ganas

Los viejos mitos siguen sonando con fuerza: los hombres siempre tienen ganas, siempre están dispuestos y siempre son ellos los que empiezan seduciendo.

Sin embargo, según avanzan las investigaciones científicas, a la par que la propia realidad, estas ideas empiezan a desplomarse con fuerza. El bajo deseo sexual es una disfunción que afecta tanto a hombres como a mujeres, a pesar de que sean ellas quienes tengan la fama.

Según diferentes estudios, la prevalencia europea de esta alteración en mujeres es de un 30%. En hombres, según datos generales —no europeos—, está entre un 5% y un 15%. El bajo deseo sexual en varones existe, y cada vez más.

Una investigación, publicada en 2013 en la revista científica ‘The Journal Sexual of Medicine’, mostraba resultados llamativos. Tras preguntar por internet a más de 5.000 hombres heterosexuales de tres países (Portugal, Croacia y Noruega), se confirmaba cómo después del estrés y del cansancio, los problemas de pareja eran la causa más frecuente detrás del bajo deseo.

Sin embargo, los especialistas destacan otro motivo, y para ellos de los más importantes, que se vincula con la falta de deseo en los hombres, y que es el cambio en la posición de la mujer en cuanto al sexo. Hace años la mujer en las relaciones sexuales se comportaba como un sujeto pasivo, ahora las cosas han cambiado, y mucho, lo que influye directamente en el comportamiento del hombre.

Cuando antes la mujer estaba sexualmente al servicio del hombre, éste no sentía la necesidad de estar a la altura. Sin embargo, y desde hace décadas, desde que la mujer reivindicó su propio placer y satisfacción, el hombre tiene miedo de no estar a la altura. Se preocupa de hacerla disfrutar. Esto es, para los hombres no se trata sólo de disfrutar ellos sino de hacer disfrutar a ellas.

Se trata de una inhibición psicológica o de deseo. Es decir, se trata de estar sólo ante al peligro, lo que se produce como consecuencia del desarrollo sexual de la mujer. Cuando el hombre ve en la mujer que le gusta mucho, que además aparenta ser una mujer segura y cuando la considera muy atractiva, en este caso, mayor será aún su síndrome de miedo al desempeño.

Mala adaptación a los cambios

Los factores que pueden desencadenar esta disfunción son varios: estrés, depresión, problemas de tipo hormonal o incluso como causa desencadenada de la disfunción eréctil (DE), trastorno que afecta en España a más de dos millones de hombres. El bajo deseo sexual en varones suele aumentar con la edad, y con frecuencia acompaña también a otros trastornos sexuales.

Los hombres con disfunción eréctil pueden experimentar pérdida de la libido como consecuencia secundaria. Pero esto, generalmente, se determina a partir de una historia sexual detallada, incluyendo la cronología de la enfermedad. Sin embargo, la mayoría de los pacientes que se quejan de impotencia no se quejan de la disminución de la libido o del deseo sexual. Es por ello que los factores psicológicos toman un papel muy destacado. Y, de nuevo, el cambio social de las mujeres tiene mucho que ver.

El cambio sustantivo de esta dificultad sexual masculina aparece como consecuencia de una mala adaptación al cambio en el rol sexual femenino que tuvo lugar en la llamada revolución sexual femenina. La mujer pasa de vivir el sexo como una fuente de recompensa o castigo a la pareja, como una manera de cumplir con sus obligaciones, a descubrir la sexualidad como un derecho propio.

La mujer desea, por supuesto, pero es que, además, ahora se lo puede permitir, y si le apetece ya no tiene por qué esperar sentada a que él dé el paso. Estos cambios, a todas luces positivos, le han supuesto a muchos hombres un reto de adaptación. Por eso, y tal como se comentaba en este periódico hace casi dos años: «Los hombres necesitan hacer su propia revolución sexual».

Pero también puede incluso suceder lo contrario: el tener que tomar siempre la iniciativa puede ser motivo de cansancio. Ellos también quieren ser deseados y que se les busque.

Otro de los peligros de esta disfunción es la similitud entre las personas. Hay parejas que son tan parecidas y hacen cosas tan similares, que pierden la empatía y la atracción sexual, y, por ende, el deseo hacia el otro.

Un factor relevante es también la repercusión de la disfunción. Se vive mucho peor que el hombre tenga este problema que no que lo tenga la mujer. Y esto corresponde, de nuevo, a la mala adaptación de los cambios sociales. Se sigue teniendo la idea de que el hombre siempre está dispuesto, y, si no es así, es porque no hay atracción, sin contemplar otros factores externos que muchas veces son determinantes.

Cada vez son más las parejas que acuden a consulta por problemas relacionados con el deseo de él. Muchas veces, el motivo principal de consulta es una disfunción eréctil, pero, al profundizar, se descubre que lo que sucede en realidad es que él se fuerza a tener sexo sin tener ganas, y eso, al final, acaba por pasar factura.

Es importante tomar una actitud activa en el problema y no sentirlo como el mayor de los problemas. Es una disfunción que se puede tratar. Además, muchas veces el bajo deseo sexual se remedia con la actividad compartida. Por ello, es importante, trabajar fantasías y estimulaciones eróticas, y dedicar tiempo a recuperar la atracción erótica y el placer compartido.

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[Hum]– Feministas

  • ¿Por qué los hombres tienen las piernas arqueadas?: Porque todo lo insignificante está entre paréntesis.
  • ¿Cómo se elige un hombre inútil?: Al azar.
  • ¿En qué se parecen los hombres a la goma de mascar?: En que mientras más los pises, más se te pegan.
  • ¿Por qué Tarzán es hombre y no mujer?: Porque se necesitaba de fuerza física y un cerebro de mono
  • ¿Cuándo va a haber igualdad real entre el hombre y la mujer?: El día en que las mujeres sean gordas, calvas y viejas, ¡y aún así se sientan atractivas!

[LE}– Origen del término ‘machismo’

05/06/2014

Es un concepto conocido y extendido por todo el mundo, e incluso en otros idiomas se utiliza la misma palabra: «Machismo», «macho».

Sin embargo, aunque diferentes estudios de antropólogos, sociólogos y psicólogos han intentado rastrear sus orígenes, a cada uno le ha llevado a un lugar diferente: el origen del término lo han achacado a los soldados de tiempos de la Reconquista de Andalucía, pero también a los portugueses que lo habrían derivado de la palabra «mula», o como derivada de la palabra latina «masculino».

Incluso se ha llegado a decir que el término provenía de pueblos indígenas de las Américas.

«No está muy claro cuál es el origen del término ‘machismo’ y, aunque algunos estudios lo han intentado rastrear, no queda muy claro en qué momento surge», reconoce la doctora de Antropología Social, Maribel Blázquez Rodríguez.

En 1962, el músico Vicente T. Mendoza publicaba un ensayo en el que intentaba rastrear el origen del término, y en él aseguraba que el concepto ya estaba presente en corridos y cantares de finales del siglo XIX.

Pero lo cierto es que, como tal, no se hablaba ni de «macho» ni de «machismo» explícitamente, sino sólo del concepto. Un concepto que, por otra parte, ha tenido definiciones de lo más variopintas a lo largo de la historia.

En el siglo XX, llegó a asociarse al coraje, la generosidad y el estoicismo, pero también, en otras definiciones de la época, aparece como el «culto a la virilidad», caracterizado por la agresividad, la arrogancia y las agresiones sexuales a las mujeres.

En la actualidad, una de las referencias para su definición se encuentra en el diccionario de Victoria Sau, que plantea el machismo como «un conjunto de leyes, actitudes o rasgos sobreculturales del hombre cuya finalidad implícita o explícita ha sido y es mantener y perpetuar la sumisión de la mujer respecto al hombre», cuenta Blázquez.

«Es un término que sirve para visibilizar cómo, a lo largo de la Historia, aunque haya variaciones, en algunos momentos o sociedades el sexo ha sido una variable determinante para que las mujeres tuvieran que cumplir una serie de normas y modelos, para que pudieran tomar menos decisiones sobre sus vidas, teniendo que seguir lo determinado por las ideas, las costumbres y las leyes imperantes», explica la antropóloga social.

Aristóteles decía que el cuerpo de la mujer es «un cuerpo incompleto»

En la actualidad, aunque parezca que el término alude a un concepto muy claro, lo cierto es que su manifestación en la sociedad es muy diversa.

«Formas de machismo ha habido a lo largo de toda la Historia», asegura Blázquez, quien pone como ejemplo al propio Aristóteles. El filósofo de la Antigua Grecia aseguraba, por ejemplo, que el cuerpo de la mujer era «un cuerpo incompleto». «Ahí ya se ve que las colocaba en un lugar inferior», asegura la experta.

Sin embargo, y aunque el término se hubiera utilizado con anterioridad, se empieza a extender realmente a partir de los años 70, cuando el feminismo llega a la universidad y comienza a escribir.

Es entonces cuando se busca este concepto como un intento de combatirlo y de reivindicar los derechos de las mujeres, para que puedan ser autónomas y vivir en igualdad de condiciones respecto a los varones. Pero frente a esta reivindicación, el machismo se impregna de otro significado: como sinónimo de misoginia y de aversión o rechazo frente a todo lo femenino.

No obstante, ahora «en el ámbito más académico se habla de “sexismo” porque el término “machismo” tiene que ver sólo con el macho, y el macho no representa todo lo que pasa con el sexismo y las discriminaciones», dice Blázquez.

Según explica, la desigualdad en función del sexo se puede construir más allá del reparto de roles: puede depender de la edad, de la identidad, de la orientación sexual… En definitiva, dice la experta, «el «machismo» es un término muy reduccionista».

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[*Opino}– Las feministas vuelven a la carga

27-11-132

Carlos M. Padrón

En el artículo que copio abajo, algunas mujeres repiten, por enésima vez, su ataque contra lo que llaman el sexismo en nuestro idioma.

Si es cierto que «no se nace mujer sino que se llega a serlo», sugiero que se deje claro que en el camino para ‘llegar’ ocurren bifurcaciones como la de ‘mujer’ y la de ‘feminista’, y en éstas hay varias categorías, como las de las tristemente famosas y exhibisionistas Femen.

Si lo que se pide llegara a imponerse, me pregunto qué pasará entonces con expresiones como «pareces una niñita» o «lloras como una mujer».

¿Acaso no es cierto que el comportamiento de las niñitas es de mayor debilidad que el de los niñitos, y que las mujeres lloran más y más a menudo que los hombres, por no decir que ante el menor susto —como que de pronto aparezca un ratón, una cucaracha, etc.— no pueden reprimir unos gritos estridentes? Entonces, ¿hay diferencias o no?

Si ya están convencidas de que son el sexo fuerte, ¿a qué se preocupan de nimiedades como éstas?

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10/11/2013

Lo femenino es «débil» y lo masculino «enérgico», según la RAE

El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (DRAE), editado en 2011 y actualizado cinco veces desde entonces, define «femenino» como «débil» y «endeble», y «masculino» como «varonil» y «enérgico».

Filólogas, parlamentarias y expertas en igualdad exigen a la institución que lo rectifique en la edición 2014, porque opinan que valida un estereotipo y consolida una visión del mundo que no es real.

«Tiene muchísima trascendencia: que el diccionario de la Real Academia, que es la máxima autoridad en la Lengua Española, defina lo ‘femenino’ como débil y lo ‘masculino’ como lo contrario es impresentable. ¿Es que no hay mujeres fuertes, enérgicas o con potencial en esta vida?»,

plantea la directora del Centro de Estudios de Género de la UNED, Teresa San Segundo.

Según explica, el lenguaje «es la forma de expresión de una comunidad, pero, además, configura el pensamiento», de modo que «lo que no se nombra, no existe». Con ello se refiere a la ausencia de definición para ‘feminizar’ en el diccionario de la RAE.

La búsqueda del término en su versión online dice que no existe esta palabra y sugiere consultar ‘demonizar’ o ‘feminidad’, porque «tienen formas con una escritura cercana».

‘Masculinizar’, por contra, sí está recogido, con una anotación que avisa de que el término se incorporará a la próxima edición. La primera acepción es «dar presencia o carácter masculinos a algo o a alguien» y el ejemplo que la acompaña dice: «determinadas modas actuales masculinizan a la mujer».

Para San Segundo, esto «clama al cielo». «Que ‘feminizar’ no exista supone que ni siquiera se contemple la posibilidad de que se puedan dar atributos femeninos a algo, mientras que darlos masculinos sí es posible»,

denuncia la experta.

Según fuentes de la Real Academia Española, el diccionario se encuentra actualmente en revisión y tendrá una nueva edición el próximo año. La institución está «abierta» a recoger propuestas de modificación, quejas y sugerencias sobre el contenido, para lo que ofrece en su página web la llamada ‘Unidad Interactiva’, con un formulario a disposición de los internautas.

Sin embargo, la doctora en Filología Románica por la Universidad de Barcelona, Eulalia Lledó, afirma que la RAE no responde cuando se trata de lenguaje no sexista.

Autora de diversos informes al respecto, lleva denunciando más de una década, pero sin éxito, la existencia de «incorrecciones» y definiciones «no equitativas» en el diccionario oficial, como las de ‘padre’ y ‘madre’.

«De hace 100 años»

«Si el diccionario tiene que reflejar la realidad, no ponen los medios para que esto suceda. Es más, se les advierte de esto y continúan incurriendo en estas definiciones que yo diría especialmente desagradables», señala. En su opinión, casos como el de ‘feminidad’ como lo «débil» revelan por sí mismos «el punto de vista desde el cual se han hecho».

«Es un estereotipo absoluto», ha añadido. Para la presidenta de la Comisión de Igualdad del Congreso de los Diputados, Carmen Quintanilla, «la Real Academia tiene que plantearse hacer otra definición mucho más acorde con la realidad social de las mujeres hoy en España, para que las nuevas generaciones puedan sentirse orgullosas de ser mujeres y de ser femeninas».

«Esta definición podía tener algún sentido hace cien años en España porque durante siglos aquí, como en el resto de la comunidad internacional, las mujeres fueron identificadas como el sexo débil, pero se ha demostrado a lo largo de la Historia que en realidad somos el sexo fuerte», ha señalado.

La diputada ‘popular’ considera que en España, especialmente en «los últimos 50 años», ha quedado probado que las mujeres podían valerse por sí mismas sin ningún tipo de ayuda.

«Somos madres, somos capaces de conciliar la vida profesional y familiar de manera heroica, y a lo largo de la Historia se ha visto cómo hemos sido capaces de sacar adelante nuestra familia, nuestro trabajo, y estar al frente en la toma de decisiones»,

ha sentenciado.

Por su parte, la presidenta de la Federación de asociaciones de Mujeres Progresistas, Yolanda Besteiro, tilda la definición de «barbaridad» y la atribuye a la «falta de incorporación de la perspectiva de género en el funcionamiento de la RAE».

A su juicio, es «un estereotipo nada justificado en criterios objetivos», porque en la realidad hay mujeres tan «enérgicas» como lo que el diccionario considera «masculino».

Besteiro explica que «lo peligroso» es que «a través del lenguaje se va definiendo el pensamiento». En este sentido, cita a la escritora y filósofa francesa Simone de Beauvoir: «no se nace mujer sino que se llega a serlo».

«Los estereotipos marcan lo que es una mujer y un hombre, y si la Real Academia de la Lengua define con un estereotipo lo que debe ser cada uno, está contribuyendo a convertir eso en una realidad», ha afirmado.

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[*Opino}– ‘Guía de lenguaje no sexista’, otro aporte más a la estupidez humana

09-02-12

Carlos M. Padrón

Ante tanta estupidez ya uno no sabe si quienes pretenden que nuestro idioma español se use como se cuenta en el artículo que sigue, lo hacen por ignorancia, por acomplejamiento o sólo por llamar la atención, algo que, por cierto, suele gustar mucho a los ignorantes.

Como si la retórica fuera siempre una virtud, de hacer caso a lo que predica el tal artículo aumentarían casi al doble la cantidad de palaras de un discurso o escrito, ignorando así un principio de simple economía en el lenguaje.

Pero mientras haya instituciones que den dinero para estas pendejadas, habrá pendejos —y uso este término con alcance masculino y femenino— que sigan escribiendo pendejas como la de la tal Guía.

Artículos relacionados,

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2012-02-06

Amando de Miguel

El lenguaje superferolítico

Oscar Pardo me obsequia con un documento «muy idiota» que le han hecho llorar: «Guía de lenguaje no sexista», publicada por la UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia).

Se supone que lo ha escrito algún experto en la materia. Por eso hay que ser un poco exigentes con este bodrio del ludibrio del manubrio.

Intuyo que el título original, más correcto, era «Guía del lenguaje no sexista», pero el autor o autora entendió que el lenguaje es palabra masculina y por eso le quitó el artículo. Con ello quizá pretendía lo que se cita en la introducción: «la visibilización de la mujer». Eso equivale a una renovación del léxico para que las mujeres no se sientan menospreciadas.

La reforma principal es la supresión del masculino genérico. Es decir, los profesores y las profesoras, los funcionarios y las funcionarias, y los alumnos y las alumnas, no deben emplear masculinos genéricos.

Por ejemplo, digo yo, ya no podrán decir «los españoles», tendrán que pasar a «las españolas y los españoles». Supongo que eso será así en los libros y artículos que escriban, y en las clases que impartan las profesoras y los profesores. Porque otra norma no es sólo que haya que reduplicar el masculino y el femenino sino que, a poder ser, el femenino debe ir delante para contrarrestar siglos de oscurantismo.

La Guía imprime una frase como ésta: «Existe una Orden… en la que se insta a reflejar en los títulos académicos el sexo de quiénes (sic) los obtienen». ¿No se debería haber puesto «el sexo de quienes (sin tilde) las o los obtienen»?

Otra atrevida innovación de esta Guía es que el masculino genérico plural debe ser sustituido por un abstracto. Por ejemplo, ya no se podrá decir «los empresarios». En todo caso, debe decirse «las empresarias y los empresarios» y, mejor todavía, «el empresariado».

Pero la autora o el autor parecen ignorar que no es lo mismo un masculino genérico plural que un abstracto. Una cosa es los notarios, y otra el notariado; no es lo mismo los proletarios que el proletariado, los funcionarios que el funcionariado.

A veces hay que retorcer el lenguaje con el recurso del circunloquio, así, la Guía dice que, en lugar de «los becarios», hay que decir «quienes sean titulares de las becas». Imagino que ya no se podrá decir «los parados»; en su lugar debe ir «quienes son receptores o receptoras de los subsidios del desempleo».

Lo malo es que todas estas sinsorgadas se hacen con dinero público y pretenden conseguir con ellas la igualdad para las mujeres; bueno, el mujerío.

Me parece un desprecio a la mujer lo que se demuestra con este tipo de patochadas. Lo que esconden es una patética ignorancia, precisamente en una institución universitaria.

Por eso mismo la Guía pretende ser un texto científico y se adorna de una autorizada bibliografía. En ella se incluyen solo estas cuatro fuentes de autoridad sobre el lenguaje: el Gobierno del Principado de Asturias, el Instituto Andaluz de la Mujer, el Ayuntamiento de Avilés y el Ayuntamiento de Nerja.

Hay que suponer que en las cuatro instituciones los políticos y las políticas que mandaban a la sazón eran del Partido o de la Partida Socialista.

Me pregunta don Óscar que cuál es mi reacción ante la desgraciada Guía, si me hace reír o llorar. Me solivianta, me enardece, me subleva.

Fuente: Libertad Digital