[ElPaso}— Personas y personajes. Tito, Mª Carmela y Mª Celia

  • Cuándo: 1948
  • Motivo: Pasear por un ciudad más grande que El Paso
  • Dónde: Por la cercanía de la plaza de Los Llanos

1948=Tito Mª Carmela Mª Celia

De Izquierda a derecha:  1. Honorio Monterrey Acosta † (Tito Monterrey);  2. María Carmela García Pérez † (María Carmela Santana);  3. María Celia Padrón Acosta (prima hermana mía).

NotaCMP.- Para más información y sin ánimo de ofender, además de alguna explicación pongo entre paréntesis el apodo o sobrenombre, si lo tienen, por el que estas personas eran coloquialmente conocidas. Si no sé el nombre o primer apellido, pongo en su lugar XX. Y si sé que a fecha de hoy alguna ha fallecido, junto a su nombre pongo el símbolo †. Si no lo pongo donde debería ponerlo o si hay algún otro error, agradeceré aviso al respecto, como también agradeceré que me digan qué nombre/apellido es el correcto en vez de las XX.

Foto cortesía de María Celia Padrón Acosta

[Opino}— La ridiculez del lenguaje inclusivo / Lola Sampedro

20-04-2021

Carlos M. Padrón

El muy bueno pero deplorable artículo que copio abajo me ha hecho pensar que hay que carecer del sentido del ridículo y ser idiota, además de resentido social, para hablar así… ¡y en público!

Da miedo imaginar la cantidad de idiotas que en España hay que votan a alguien así, y los carentes de respeto al ciudadano español que entregaron a esta bípedo —y a muchos otros—, el cargo donde está.

Se entenderá todo mejor viendo este vídeo de la «insigne» Irene Montero.

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20/04/2021

Lola Sampedro

La ridiculez del lenguaje inclusivo

«La lengua retorcida así sólo merece mi atención cuando se limita a una broma, cuando se reduce a un chascarrillo, a una sátira de la situación surrealista en la que nos quieren meter a todos (perdón, a todes)»

Soy incapaz de tomarme en serio a alguien que diga ‘todes’ o ‘amigues’. El uso del morfema ‘-e’ me ruboriza tanto como cuando un adolescente me dice «menuda movida, troncos (perdón, tronques)». Lo llaman lenguaje inclusivo cuando no es más que un esfuerzo absurdo por infantilizar la lengua.

La insistencia por evitar el masculino genérico me provoca sopor. La comunicación radica también en la economía del lenguaje, además de en su uso apropiado. Hacerlo farragoso de forma gratuita consigue justo lo contrario a lo pretendido. En el caso de la escritura, logra que el lector pase en diagonal por esos párrafos. Cuando es hablado, el oyente pondrá el piloto automático mental y no se enterará de nada de lo que le están diciendo. No será tanto un problema de falta de atención, sino de un mal uso del lenguaje que entorpece, hasta casi anular, la comunicación.

Leo en este diario la publicación de un libro de Geografía e Historia para Andalucía en el que se convierte el manual en un texto gratuitamente pesado y de lectura insoportable:

«En 1492 se instó a todos los judíos y judías a convertirse al cristianismo o a abandonar el reino. Los nuevos cristianos y cristianas recibieron el nombre de conversos y conversas (…) Tras la conquista de Granada, se garantizó a los musulmanes y musulmanas la práctica de su religión».

Parece un chiste. Leo esas líneas y me imagino a Eugenio diciéndolas con sorna sentado en su taburete mientras se fuma un pitillo. La lengua retorcida así sólo merece mi atención cuando se limita a una broma, cuando se reduce a un chascarrillo, a una sátira de la situación surrealista en la que nos quieren meter a todos (perdón, a todes).

Como madre, tengo una frase recurrente desde que mis hijos eran muy pequeños: «Habla con propiedad». He sido y soy vigilante en su conjugación de los verbos, en la utilización ajustada de los adjetivos… También en que no sean vagos a la hora de expresarse, en que busquen los matices correctos en su vocabulario. Cuando tenemos una discusión, no me valen los monosílabos ni el silencio, les pido que se reivindiquen con el lenguaje, ¡defiéndete con las palabras!

Esas dos frases («Habla con propiedad» y «Defiéndete con las palabras») han germinado tanto en ellos que ahora, cuando ya son adolescentes, me sirven de mi propia medicina. No se conforman con un «porque lo dice mamá, y punto». Me lo merezco, por pesada.

Sin embargo, creo que esa precisión en el lenguaje, esa reivindicación en el discurso, nunca debe pasar por su infantilización. Si yo le pregunto a mi hija con qué amigos y amigas ha jugado hoy en el patio, lo único que consigo es ridiculizarla a ella, dar por sentado que su comprensión es limitada. La estaría tomando por tonta, cuando la verdad es que, aunque siempre le pregunto con el masculino genérico, ella me responde que en el recreo ha estado con Margarita y Juan.

Leído lo del libro de texto de Andalucía, mi única esperanza es que ellos, nuestros hijos (¿nuestros hijes?), sean más sensatos que nosotros. Y si un día les digo «vamos todes de excursión», espero que me respondan: «Mamá, por favor, háblame con propiedad».

Fuente

[Opino}— La ridiculez del lenguaje inclusivo / Lola Sampedro

20-04-2021

Carlos M. Padrón

El muy bueno pero bochornoso artículo que copio abajo me ha hecho pensar que hay que carecer del sentido del ridículo y ser idiota, además de resentido social, para hablar así… ¡y en público!

Da miedo imaginar la cantidad de idiotas que en España hay que votan a alguien así, y los carentes de respeto al ciudadano español que entregaron a esta bípedo —y a muchos otros—, el cargo donde está.

Todo se entenderá mejor viendo este vídeo de la “insigne” cajera de supermercado, Irene Montero, ministra de Igualdad.

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20/04/2021

Lola Sampedro

La ridiculez del lenguaje inclusivo

«La lengua así de retorcida sólo merece mi atención cuando se limita a una broma, cuando se reduce a un chascarrillo, a una sátira de la situación surrealista en la que nos quieren meter a todos (perdón, a todes)»

Soy incapaz de tomarme en serio a alguien que diga ‘todes’ o ‘amigues’. El uso del morfema ‘-e’ me ruboriza tanto como cuando un adolescente me dice «menuda movida, troncos (perdón, tronques)». Lo llaman lenguaje inclusivo cuando no es más que un esfuerzo absurdo por infantilizar la lengua.

La insistencia por evitar el masculino genérico me provoca sopor. La comunicación radica también en la economía del lenguaje, además de en su uso apropiado. Hacerlo farragoso de forma gratuita consigue justo lo contrario a lo pretendido. En el caso de la escritura, logra que el lector pase en diagonal por esos párrafos. Cuando es hablado, el oyente pondrá el piloto automático mental y no se enterará de nada de lo que le están diciendo. No será tanto un problema de falta de atención, sino de un mal uso del lenguaje que entorpece, hasta casi anular, la comunicación.

Leo en este diario la publicación de un libro de Geografía e Historia para Andalucía en el que se convierte el manual en un texto gratuitamente pesado y de lectura insoportable:

«En 1492 se instó a todos los judíos y judías a convertirse al cristianismo o a abandonar el reino. Los nuevos cristianos y cristianas recibieron el nombre de conversos y conversas (…) Tras la conquista de Granada, se garantizó a los musulmanes y musulmanas la práctica de su religión».

Parece un chiste. Leo esas líneas y me imagino a Eugenio diciéndolas con sorna sentado en su taburete mienras se fuma un pitillo. La lengua retorcida así sólo merece mi atención cuando se limita a una broma, cuando se reduce a un chascarrillo, a una sátira de la situación surrealista en la que nos quieren meter a todos (perdón, a todes).

Como madre, tengo una frase recurrente desde que mis hijos eran muy pequeños: «Habla con propiedad». He sido y soy vigilante en su conjugación de los verbos, en la utilización ajustada de los adjetivos… También en que no sean vagos a la hora de expresarse, en que busquen los matices correctos en su vocabulario. Cuando tenemos una discusión, no me valen los monosílabos ni el silencio, les pido que se reivindiquen con el lenguaje, ¡defiéndete con las palabras!

Esas dos frases («Habla con propiedad» y «Defiéndete con las palabras») han germinado tanto en ellos que ahora, cuando ya son adolescentes, me sirven de mi propia medicina. No se conforman con un «porque lo dice mamá, y punto». Me lo merezco, por pesada.

Sin embargo, creo que esa precisión en el lenguaje, esa reivindicación en el discurso, nunca debe pasar por su infantilización. Si yo le pregunto a mi hija con qué amigos y amigas ha jugado hoy en el patio, lo único que consigo es ridiculizarla a ella, dar por sentado que su comprensión es limitada. La estaría tomando por tonta, cuando la verdad es que, aunque siempre le pregunto con el masculino genérico, ella me responde que en el recreo ha estado con Margarita y Juan.

Leído lo del libro de texto de Andalucía, mi única esperanza es que ellos, nuestros hijos (¿nuestros hijes?), sean más sensatos que nosotros. Y si un día les digo «vamos todes de excursión», espero que me respondan: «Mamá, por favor, háblame con propiedad».

Fuente

[LE}— «Quimera», ampliación del significado

El término quimera es adecuado para aludir, en biología, a un organismo con tejidos genéticamente diferentes.

Uso adecuado

• Científicos españoles crean en China embriones quimera con mezcla de mono y humano.

• La supervivencia pronto empezó a disminuir y 19 días después solo tres quimeras seguían vivas.

• Japón da nuevos pasos en la investigación con quimeras humano-animales.

Aunque quimera suele referirse a un ‘ser mitológico con cabeza de león, vientre de cabra y cola de dragón’, así como, por extensión, a ‘aquello que se cree posible sin serlo’, en biología, zoología y, más especialmente en botánica, se emplea desde hace tiempo con el significado de ‘organismo simple que se ha desarrollado de individuos diferentes, o compuesto de tejidos de dos genotipos distintos’, tal como indica el Diccionario de términos biológicos de Sandra Holmes.

Aunque no esté recogido en los diccionarios generales por ser un término técnico, se puede usar sin problemas en estos contextos, por lo que los ejemplos anteriores son adecuados.

Un término relacionado, pero no propio de la lengua científica, es humanimal, que designa las quimeras de humano y otro animal, como en «Japón aprueba el plan de un equipo de científicos para crear los primeros “humanimales”». Se trata de un acrónimo de uso válido formado a partir de humano y animal, que, no obstante, conviene restringir a contextos más informales.

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