—¿Conoces el castigo para la bigamia?
—Tener dos suegras.
Cortesía de Ramón López
—¿Conoces el castigo para la bigamia?
—Tener dos suegras.
Cortesía de Ramón López
Con motivo del Día Mundial de la Salud Mental, que se celebra el 10 de octubre, se recogen a continuación algunas claves para mejorar la redacción de las noticias relacionadas con este ámbito.
1. Persona con problemas de salud mental, expresión recomendada. Persona con problemas de salud mental o persona con trastorno mental son las denominaciones recomendadas. Los colectivos que representan a estas personas defienden estas denominaciones, especialmente para su empleo en los medios de comunicación, y las consideran preferibles a enfermo o enferma mental, que denominan al individuo por una sola de sus características, y a otras, aún más peyorativas, como loco o perturbado.
Asimismo, más allá de los significados recogidos en los diccionarios, [haciendo honor a lo políticamente correcto, o sea, a la hipocresía] se desaconseja sustantivar el nombre de la enfermedad para designar a la persona (esquizofrénico, depresivo, anoréxico, psicótico, etc.), del mismo modo que no es frecuente hablar de un sidoso o un canceroso para referirnos a quienes tienen estas enfermedades.
2. Centro de salud mental, no manicomio. Centro de salud mental o, en ciertos casos, centro de día, centro de rehabilitación y otras expresiones similares son las adecuadas para referirse a las instalaciones donde se atiende a las personas con problemas de salud mental, mejor que otras como manicomio [haciendo honor a lo políticamente correcto, o sea, a la hipocresía].
Como en otros centros sanitarios, quienes necesitan tratamiento de salud mental ingresan no son recluidos, internados o encerrados en ellos
3. Trastorno mental no es sinónimo de discapacidad intelectual. La denominación trastorno mental se utiliza para referirse a una serie de problemas de salud que no suponen ni tienen por qué estar asociados con una discapacidad intelectual. Así, la Guía de estilo sobre salud mental para medios de comunicación indica que la esquizofrenia, el trastorno bipolar, la depresión o la ansiedad, entre otros, son problemas de salud mental, mientras que el daño cerebral adquirido, el autismo, el síndrome de Down o la epilepsia no lo son.
4. Términos de salud mental en otros contextos. En ocasiones se emplean en las noticias elementos y terminología del campo de la salud mental para describir situaciones, personas o cosas que nada tienen que ver con los problemas de este tipo. Por ejemplo, es frecuente usar el adjetivo esquizofrénico para referirse a una situación caótica, irracional o contradictoria, como en «El partido vive una etapa esquizofrénica». Se trata de un uso metafórico que los colectivos que representan a las personas con trastorno mental consideran inapropiado, peyorativo y perjudicial para su imagen.
El término conspiranoia es adecuado y preciso para referirse a la tendencia a interpretar determinados acontecimientos como fruto de una conspiración.
Esta voz, acuñada en 1989 por el sociólogo Enrique de Vicente a partir de conspiración y paranoia, se empezó a utilizar con sentido humorístico, irónico o despectivo, para referirse a la obsesión por las teorías conspirativas cuando se consideraban sin fundamento, basadas en datos falsos:
• «Si la conclusión parece la conspiranoia de un fanático, el libro ofrece pruebas contundentes».
• «Esta circunstancia resulta determinante para la conspiranoia según la cual los gatos terrestres no son terrestres, sino espías de otro mundo».
Sin embargo, su uso se ha asentado en los últimos años ya sin ese tono despectivo o humorístico, y así se registra en diversos diccionarios como el General de Vox, que recoge conspiranoia con el significado de ‘convicción obsesiva de que determinados acontecimientos de relevancia histórica y política son o serán el resultado de la conspiración de grupos de poder o de un grupo de personas influyentes’.
Este sustantivo resulta muy útil por su expresividad y por la precisión del sentido, por lo que se ha normalizado en el uso dado su valor claramente descriptivo de este fenómeno: «La edad de oro de la conspiranoia: por qué nos creemos las teorías más disparatadas», «La conspiranoia nos hace pensar que nada sucede al azar, que todo está conectado», «Obsolescencia programada: ¿conspiración o conspiranoia?».
El adjetivo derivado conspiranoico también es adecuado y se encuentra definido en el diccionario General de Vox como ‘de la conspiranoia o relacionado con ella’ y ‘[persona] que está convencida de que las conspiranoias son ciertas’.
Puesto que se trata de palabras bien formadas, cuya grafía no resulta extraña al español, no es preciso destacarlas ni con comillas ni con cursiva.