[*Drog}– Acerca de la adicción como idea científica obsoleta, y su relación con el drogamor

14-01-14

Carlos M. Padrón

El artículo que copio abajo ha sido para mí una joya de hallazgo.

El motivo es que resume todo lo que sobre el drogamor —al que en el referido artículo se le llama ‘enamoramiento’, ‘amor romántico’ o ‘amor pasional’— he escrito en esta sección y, en particular, se le endilga al enamoramiento la condición de droga, palabra de la que tomé el inicio DROG de ‘drogamor’.

Por tanto, aquí no voy a extenderme una vez más en los argumentos ya tratados, pero sí vale la pena hacer una lista de los que prueban los ya comprobados perniciosos y peligrosos efectos del drogamor.

  1. Su adicción es tan real como la causada por el alcohol, los opiáceos, la cocaína, las anfetaminas, el cannabis, la heroína y la nicotina
  2. Los hombres y mujeres borrachos de amor —léase drogamor— presentan todos los síntomas básicos de la adicción, como la motivación intensa para conseguir a su amado, algo no muy distinto de la fijación que tiene el adicto a una sustancia por conseguir su droga.
  3. Los enamorados apasionados —léase drogamorados— también distorsionan la realidad, cambian sus prioridades y sus hábitos diarios para acomodarse a su amado, experimentan cambios de personalidad, y a veces hacen cosas inapropiadas o arriesgadas para impresionar al amado.

Además, también se dice, pero en lenguaje científico, que todo eso es una trampa de la Naturaleza para llevar al apareamiento, pues, según Helen Fischer, el propósito de esta adicción —o sea, del drogamor fue «motivar a nuestros ancestros para que centraran su tiempo de apareamiento y su energía metabólica en una sola pareja en cada momento, iniciando así la formación de un vínculo de pareja para criar a los jóvenes (al menos durante su infancia) como un equipo».

A esa trampa, nuestra sociedad la llama ‘matrimonio’.

Y el último párrafo a destacar es el que dice, igualmente en términos científicos, lo que yo he dicho en lenguaje vulgo: que hay que educar acerca de los peligros del drogamor.

A este respecto dice Helen Fischer «Cuanto antes aceptemos lo que nos dice la neurociencia ( y utilicemos esta información para actualizar nuestro concepto de adicción), mejor nos comprenderemos a nosotros mismos y al resto de congéneres que disfrutan en el éxtasis y luchan contra el dolor de esta adicción natural, tremendamente poderosa y a menudo positiva que llamamos amor romántico —léase drogamor—.

Para terminar, destaco que la condición de ‘positivo’ que en el artículo se le da dos veces al drogamor, se debe a que, cuando se esfuma, en pocas, en muy pocas ocasiones, puede evolucionar, como también he dicho, hacia verdadero amor, lo cual constituye tal vez la parte más insidiosa y maligna de la trampa a que lleva porque permite que los drogamorados crean que su drogamor va a ser de los positivos, que será el amor de su vida, el eterno, el de ‘hasta que la muerte nos separe’.

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14/01/2014

Ideas científicas obsoletas. N° 5: Todas las adicciones son malas

Helen Fischer, bioantropóloga en la Universidad Rutgers, New Jersey, y autora de «¿Por qué él? ¿Por qué ella? Cómo encontrar el amor y mantenerlo».

«Si una idea no es absurda, no tiene ninguna esperanza», se cuenta que dijo Einstein una vez. Me gustaría ampliar la definición de adicción y jubilar la idea científica de que todas las adicciones son patológicas y dañinas.

Desde el comienzo del diagnóstico formal, hace más de 50 años, a la búsqueda compulsiva del juego, la comida y el sexo (recompensas no generadas por una sustancia) no se les ha considerado adicciones. Sólo el abuso del alcohol, los opiáceos, la cocaína, las anfetaminas, el cannabis, la heroína y la nicotina ha sido catalogados como adicciones.

Esta categorización descansa principalmente en el hecho de que las sustancias activan los «circuitos de recompensa» básicos del cerebro que están asociados con el anhelo y la obsesión, y producen conductas patológicas. Los psiquiatras trabajan dentro de este mundo de psicopatologías: aquello que es anormal y te pone enfermo.

Como antropóloga, me parecen limitados por este enfoque. Los científicos han demostrado que la comida, el sexo y las compulsiones del juego emplean muchos de los mismos circuitos neuronales que se activan con el abuso de sustancias narcóticas.

De hecho, la edición de 2013 del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Desórdenes Mentales ha reconocido por fin que al menos una forma del abuso de algo que no es una sustancia puede considerarse una adicción: el juego. El abuso del sexo y de la comida no se incluyeron, y tampoco el amor romántico. Yo propongo que la adicción del amor es tan real como cualquier otra, en términos de sus patrones de comportamiento y los mecanismos mentales. Además, suele ser una adicción positiva.

Los científicos y los profanos han contemplado durante mucho tiempo el amor romántico como algo sobrenatural, o como una invención social de los trovadores franceses del siglo XII. Las evidencias no sostienen estas ideas. Las canciones, poemas, historias, óperas, ballets, novelas, mitos y leyendas del amor, la magia del amor, los encantos del amor, los suicidios y homicidios por amor, en fin, los rastros del amor romántico, se encuentran en más de 200 sociedades y a lo largo de miles de años. En todo el mundo los hombres y las mujeres suspiran por amor, viven por amor, mueren de amor y matan por amor. El amor romántico, también conocido como amor pasional o «enamoramiento», se considera habitualmente un universal humano.

Además, los hombres y mujeres borrachos de amor presentan todos los síntomas básicos de la adicción. Sobre todo, el enamorado está concentrado en su droga: el objeto de su amor. Piensa obsesivamente en él o en ella (pensamiento intrusivo) y a menudo le llaman, escriben o visitan para mantener el contacto.

En esta experiencia es primordial la motivación intensa para conseguir a su amado, algo no muy distinto de la fijación que tiene el adicto a una sustancia por conseguir su droga. Los enamorados apasionados también distorsionan la realidad, cambian sus prioridades y sus hábitos diarios para acomodarse a su amado, experimentan cambios de personalidad (alteraciones del amor) y a veces hacen cosas inapropiadas o arriesgadas para impresionar al amado.

Muchos están dispuestos a sacrificarse e incluso a morir por él. El enamorado anhela la unión física y emocional con el amado (dependencia). Y, al igual que el adicto que sufre cuando no puede obtener su droga, el amante sufre cuando se ve apartado del amado (síndrome de abstinencia). La adversidad y las barreras sociales incluso llegan a acentuar este anhelo (atracción de la frustración).

De hecho, los enamorados expresan los cuatro rasgos básicos de la adicción: el anhelo, la tolerancia, el síndrome de abstinencia, y la recaída. Sienten un «brote» de excitación cuando están con su amado (intoxicación). Cuando se establece el nivel de tolerancia, el enamorado busca interactuar más y más con el amado (intensificación). Si el objeto amado rompe la relación, el enamorado experimenta señales de síndrome de abstinencia, que incluyen la protesta, los arrebatos de llanto, la somnolencia, la angustia, el insomnio o el hiperinsomnio, la pérdida de apetito o los atracones de comida, la irritabilidad y la soledad.

Los enamorados, como los adictos, también suelen llegar a extremos, y a menudo hacen cosas degradantes o físicamente peligrosas para recuperar al amado. Y los enamorados recaen de la misma manera en que lo hacen los drogadictos: mucho después de que la relación se ha terminado, ciertos acontecimientos, personas, lugares, canciones y otras pistas externas asociadas con la persona que les abandonó, pueden desencadenar recuerdos y anhelos renovados.

De los muchos indicios que hay de que el amor romántico es una adicción, quizás ninguno sea más convincente que los datos cada vez mayores que aporta la neurociencia.

A través de los escáneres cerebrales (la resonancia magnética funcional), varios científicos han demostrado que las sensaciones del amor romántico implican a regiones del «sistema de recompensa» del cerebro, específicamente los circuitos de la dopamina relacionados con la energía, la concentración, la motivación, el éxtasis, la desesperación y el anhelo, incluyendo regiones primarias que están asociadas con las adicciones a sustancias o a cosas que no lo son.

De hecho, nuestro grupo ha localizado actividad en el núcleo accumbens (la parte central del cerebro que está relacionada con todas las adicciones) en todos los enamorados rechazados. Además, algunos de los resultados aún no publicados sugieren correlaciones entre la actividad del núcleo accumbens y las sensaciones de pasión romántica experimentadas por amantes que se enamoraron feliz e intensamente.

El Premio Nobel Eric Kandel dijo hace poco: «Los estudios del cerebro nos dirán en última instancia en qué consiste ser humano». Sabiendo lo que sabemos del cerebro, mi compañera de escáneres cerebrales, Lucy Brown, ha cocluido que el amor romántico es una adicción natural, y yo he sostenido que esta adicción natural evolucionó de antepasados mamíferos hace unos 4,4 millones de años, entre los primeros homínidos, a la vez que la evolución de la monogamia serial y social: un hito en la Humanidad.

Su propósito: motivar a nuestros ancestros para que centraran su tiempo de apareamiento y su energía metabólica en una sola pareja en cada momento, iniciando así la formación de un vínculo de pareja para criar a los jóvenes (al menos durante su infancia) como un equipo.

Cuanto antes aceptemos lo que nos dice la neurociencia ( y utilicemos esta información para actualizar nuestro concepto de adicción), mejor nos comprenderemos a nosotros mismos y al resto de congéneres que disfrutan en el éxtasis y luchan contra el dolor de esta adicción natural, tremendamente poderosa y a menudo positiva que llamamos amor romántico.

Fuente

Los otros cuatro artículos de la serie «Cinco ideas científicas obsoletas» son:

[*Opino}– Acerca de cuándo y por qué nuestros ojos reflejan el deseo

21-01-14

Carlos M. Padrón

Desde los años ’80s estoy convencido de lo que dice el último párrafo del artículo que copio abajo, o sea, de que la bisexualidad es mucho más común en las mujeres que en los hombres.

Creo que es por eso por lo que ellas no se visten, se emperifollan y se acicalan para gustar a los hombres, sino para gustar, impresionar o hasta dar envidia, a otras mujeres. Nunca he visto hombres que traten de impresionar así a otros hombres, a menos que sean gays.

Y esta característica de las mujeres es otra de las que, nos guste o no a los hombres, deja bien a las claras que ellas no son el sexo débil.

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21/01/2014

Pilar Quijada

¿Por qué nuestros ojos reflejan el deseo?

Muchos siglos antes de que las técnicas de neuroimagen hicieran posible asomarse al cerebro en funcionamiento, los buenos comerciantes ya eran capaces de medir el interés de un posible comprador simplemente mirando a sus ojos, una ventana abierta a nuestras intenciones.

No en vano el refranero sostiene que los ojos son el espejo del alma, y es que las pupilas se dilatan, y nos delatan, cuando algo nos resulta apetecible. Basándose en ese dato, los vendedores podían llegar más o menos lejos regateando el precio.

Sin ir tan lejos, en nuestra experiencia cotidiana, ¿quién no ha pedido alguna vez a alguien que le mire a los ojos para estar seguro de la sinceridad de quien le habla?

Ahora un estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences muestra que las pupilas se dilatan mientras estamos deliberando sobre algo, dando pistas sobre la posterior decisión que vamos a tomar y las preferencias individuales.

Mayor reacción ante un «si» fingido

Según el estudio, antes de dar una respuesta afirmativa las pupilas se dilatan más que cuando optamos por el “no”. Lo desconcertante es que se agrandan más aún cuando decimos que ‘sí’ en contra de nuestras preferencias. Algo que sin duda confundiría a los antiguos comerciantes.

Estudios previos ya habían mostrado el papel de las pupilas, cuyo tamaño varía transitoriamente, en la toma de decisiones. Pero se pensaba que esa variación tenía lugar sólo en la fase final, cuando se daba la respuesta que reflejaban la decisión.

Sin embargo, lo que han descubierto los investigadores de la Universidad de Amsterdam, y que publican en PNAS, es que “la dilatación de las pupilas revela en realidad la evolución de todo el proceso de toma de decisiones, y también las preferencias de quien la lleva a cabo”.

Independientemente de cuál sea nuestra respuesta, las pupilas reaccionan de distinta forma cuando estamos actuando en contra de nuestras preferencias.

En concreto, si decimos que sí a algo con lo que no estamos de acuerdo, las pupilas se agrandan más que con una afirmación sincera. Y es que, según los investigadores, las pupilas son un indicador fiable de nuestro estado mental mientras tomamos una decisión. En definitiva, una indiscreta ventana al exterior.

Para el estudio los investigadores midieron el tamaño de las pupilas de los 23 participantes, que tenían que detectar la presencia o ausencia de una señal visual en un monitor sobre un fondo con un ruido dinámico que hacía más difícil la elección.

El estudio reveló que la pupila se mantenía activa en todo el proceso de toma de decisiones y no sólo al final, en contra de lo que se creía. Y que la amplitud total de dilatación de la pupila mientras se gestaba la decisión era mayor antes de decir que sí que ante una negativa, independientemente de la presencia física de la señal.

La ventana indiscreta

El grado de dilatación de las pupilas está regulado por el sistema nervioso parasimpático y mediado por el hipotálamo, una estructura del cerebro que está implicada, entre otras funciones, en el control de la expresión fisiológica de las emociones.

El hipotálamo a su vez está bajo control del lóbulo prefrontal, la parte del cerebro más evolucionada, que está implicada en la toma de decisiones.

Es precisamente en esta zona del cerebro donde se determina el grado de deseabilidad que tienen para nosotros las cosas, que ganan o pierden valor en función de nuestras experiencias pasadas, gustos, carencias, apetencias.

Según esto, las pupilas nos delatan porque a través de ellas hay una “fuga de información” de lo que estamos tramando mientras tomamos una decisión.

Orientación sexual

Esto no es lo único que revelan nuestros ojos. Y es que, al reflejar el deseo, también pueden indicar cuáles son nuestras preferencias sexuales, como demostró un estudio realizado en el verano de 2012 por investigadores de la Universidad de Cornell (Nueva York).

En esta ocasión se sirvieron de una lente de infrarrojos especializada en medir los cambios en las pupilas de voluntarios que veían vídeos eróticos.

Así comprobaron que se dilataban más cuando los participantes veían imágenes de personas que les parecían más atractivas. Pero a la vez esta indiscreta ventana podía revelar, de paso, su orientación heterosexual u homosexual.

La investigación se publicó en PLoS ONE.

Los hombres heterosexuales mostraron una fuerte respuesta a los vídeos eróticos en los que aparecían mujeres, y poca a los de otros hombres, lo que correlacionaba bien con el tamaño de sus pupilas.

Sin embargo, en el caso de las mujeres no era tan fácil determinar su orientación sexual, puesto que sus pupilas se dilataban ante la visión de escenas eróticas con participantes de ambos sexos.

Fuente

[*Opino}– ¡Pobre idioma! No es economía, es ridículo esnobismo

15-05-13 (Reedición con 37)

Carlos M. Padrón

Alguien dijo que la economía es algo que usa siempre la Naturaleza.

No sé si es cierto, pero sí sé que aplico economía cada vez que puedo, desde el manejo del dinero hasta el uso del tiempo, incluyendo los clics que debo dar para llegar a algo en una computadora.

Sin embargo, si en el uso del idioma, sobre todo escrito, la economía puede crear confusión al lector, entonces me inclino por la claridad. Y términos como los de la lista que sigue parecen, tal y como ahora se usan, ideados para hacerse el esnob o para crear confusión:

Muestras de esnobismo simplón:

  • Apostar
  • Apuntar

Creadores de confusión:

  • Poner
  • Quedar
  • Ingresar

Los dos primeros ya son como epidemia en los medios españoles: todo el mundo apunta o apuesta.

Acabo de editar un artículo del que eliminé nada menos que siete «apunta», pues se trataba de una entrevista, y cada vez que el periodista autor del tal artículo se refería a algo dicho por el entrevistado, usaba «apunta», con lo cual el entevistado nunca dijo ni comentó ni declaró, etc., sólo apuntó.

Como soy de la época en que apuntar era tomar apuntes, destacar un indicio, o señalar con el dedo, con un puntero o con un arma, me niego a usar ese término con la acepción que ahora le da la moda.

Apostar era, en esa misma época, algo que conllevaba el uso de dinero en una competencia. Ahora parece ser una simple intención o preferencia, así que también me niego a usarlo.

Los tres son algo que raya en lo ridículo y constituyen el epítome de la confusión. ¿Poner contento, poner triste, poner de rodillas, poner contra la pared,..? ¿Poner qué?

¿Y qué decir de quedar? ¿Quedar sin blanca, quedar solo, quedar mudo,…? ¿Quedar qué?

Nótese el contrasentido que encierra este frase, que apareció hoy en este artículo de ABC.es, y el cual reemplacé por ‘citarse’ el segundo ‘quedar’: «Si algo quedó pendiente es mejor quedar expresamente para hablar de ello». ¡Por favor!

Y de ingresar cabe preguntarse, ¿ingresar dónde? ¿en la universidad? ¿en un manicomio? ¿en un convento?

Este titular es un buen ejemplo: Queda con una mujer para recoger su currículo, y la viola en presencia de su hija

Los añadiré a la lista de términos que me niego a usar.

Nota a posteriori: Véase este artículo que es una buena muestra del ridículo abuso de ‘apuntar’.