[*Opino}– Internet da para todo. ¡Ay, el Spanglish!

28-09-12

Carlos M. Padrón

Son muchos los blogs en que quienes los visitan pueden poner, en los artículos allí publicados, los comentarios que les vengan en gana, y muchos de ellos contienen lenguaje soez, pésimo uso del idioma, o denigran alegremente a alguien.

En el caso de este blog, me tomo la molestia de filtrar los comentario, rechazando los denigrantes, los de corte político, y los de lenguaje soez, y a los que sí doy curso me tomo el trabajo de hacerles, si lo ameritan, correcciones de ortografía y redacción. De ahí que una vez mi hija mayor, Alicia, añadiera a un comentario suyo algo jocoso como «Este blog es una maravilla: ¡uno manda un comentario mal escrito y aparece publicado sin ningún error!».

Pero ayer me llegó uno que no quise publicar por dos motivos:

  1. El destino que tenía, que es el artículo titulado Tener el control del pene de un hombre cuesta 9,5 €,… si se cree en el vudú, artículo que, por lo visto, la visitante se tomó en serio, y
  2. El uso del idioma, que es un verdadero desastre y, también, una verdadera «perla». Aquí copio textualmente lo que me llegó para que el lector pueda juzgar:

Nesetito  ayudar  para  mi  hija  y mi yerno estan dejado por culpa de la jentes y mi hija me metio un error cayendo embarazada del otro hombre despues de tener una niña de mi yerno en melo de 6 meses por favor ayudame para que mi hija deje ese malvado y vuelva con mi yerno y cambien su vida para el bien.

Fue enviado por una tal Carmen que vive en USA y que, seguramente, como chicana aprendió el español sólo por vía fonética, o sea, oyendo hablarlo, y mal, a otros en su comunidad, y no sólo cree en el vudú sino que entendió que el artículo en cuestión fue escrito por alguien que podría ayudarla a aplicar esa oscura práctica. ¿Será que, además de escribir mal, también tiene problemas con la lectura?

Si así va a evolucionar en USA el llamado Spanglish, ¡que Dios nos proteja! o, como se diría en España, ¡que Dios nos coja confesados!

[*ElPaso}– «Espejo de la Vida» / Poesías de Pedro Martín Hernández y Castillo: Doloras (X)

Una esposa agonizaba,
y a su lado sólo había
su unigénita, María,
que por ella a Dios rogaba.

Más tarde el esposo entraba,
y con él la hermosa impía
que a la enferma ver quería
ya muerta, y la visitaba.

En el trance de morir,
con aquella mujer vio
a su marido reír.
Miró a su hija y vertió
entonces, en su quebranto,
copioso y amargo llanto.

[*Opino}– Síndrome de la vibración fantasma

25-09-12

Carlos M. Padrón

Según mi experiencia —que ya conté aquí, tanto en español como en inglés—, estas vibraciones ni son sólo un síntoma ni son fantasmas: son dolorosamente reales, y casi vuelven loco a quien las padece. Además, no he sabido de fantasmas que puedan detectarse al tacto, como sentí yo esas vibraciones con sólo apoyar un dedo sobre un poco más arriba de la ingle derecha.

Por tanto, me extraña que, según el artículo que sigue, hayan sido analizadas por neurólogos de varias universidades, pues lo que sobre ellas había en internet cuando me afectaron a mí estaba sólo bajo «dolencias desconocidas».

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 19-09-12

Síndrome de la vibración fantasma

Es un nombre acuñado por un grupo de neurólogos de varias universidades useñas, cuyas investigaciones se basaron en estudiar la sensación que sienten muchas personas que creen que su móvil ha vibrado, y se apresuran a mirar quién les ha llamado o enviado un mensaje.

Lo curioso del caso es que esto ocurre en infinidad de ocasiones en que no se lleva el teléfono encima, o incluso estando éste apagado, y por eso se le ha comparado con el Síndrome del miembro fantasma, que padece un gran número de personas amputadas, que sienten picor o dolor en el miembro que ya no tienen.

El hecho de que una persona sienta el Síndrome de la Vibración Fantasma es debido a la costumbre que ha adquirido de estar continuamente recibiendo llamadas o mensajes a lo largo del día, lo que hace que la parte de su cuerpo que normalmente está en contacto con el celular perciba esa ‘vibración fantasma’, a pesar de no estar recibiendo ninguna llamada en ese momento.

Lo mismo ocurre con el oído, el cual es capaz de escuchar el peculiar sonido de la vibración sin que esté sonando.

Fuentes: usatoday / navegante / botondeinicio

[*Otros}– César Manrique, en la guerra y en la paz

25-09-12

A mediodía de un día como hoy, hace veinte años, murió César Manrique.

El artista que reinventó Lanzarote salió de su casa en Tahiche, convertida ya entonces en la sede de su fundación, se subió al coche grande que conducía, y se encaminó hasta Haría, al norte de la isla, donde dos años antes había fabricado una casa rodeada de silencio y de palmeras.

 

César Manrique en Lanzarote / FRANCISCO ONTAÑÓN

Eran las dos de la tarde. Al entrar en el cruce que le daba acceso a la carretera, un automóvil, cuya llegada él no advirtió, arremetió contra el suyo y acabó con la vida de César.

César había nacido en Arrecife en 1919. Fue pintor, intentó la aventura de Nueva York cuando el arte tenía allí su destino y su frontera, pero un día de primeros de los años ’60s volvió a la isla urgido por una pasión: quitarle a Lanzarote la maldición de la pobreza, convertir su belleza oculta en una obra de arte.

Consiguió la complicidad del presidente del Cabildo isleño de entonces, Pepín Ramírez, y comenzó, con él, a descubrir algunos de los lugares que luego fueron muchas de las maravillas que él acondicionó para que se convirtieran en tesoros públicos de la isla que reinventó. En primer lugar, la Cueva de los Verdes y los Jameos del agua.

Desde entonces, ayudó a arquitectos a tratar la isla con extrema delicadeza, y él mismo se puso a la tarea de acondicionar espacios dejados de la mano de Dios (como los volcanes de Timanfaya), y creó una especie de libro de estilo que fijó en Lanzarote algunas líneas rojas que nadie podía cruzar.

Era una isla, pero él la trató como una obra de arte, como su gran pintura o como su gran escultura. Su casa, fabricada en cuevas volcánicas que descubrió en Tahiche —en el municipio de Teguise, donde luego encontraría la muerte— fue uno de los emblemas de ese territorio que convirtió, a su manera, en una especie de paraíso que defendió, mientras vivió, como si estuviera en guerra permanente contra los bárbaros que trataban de llenarlo de carreteras y autopistas que iban a inundar de automóviles el espacio de una isla que él consideraba milagrosa.

En medio de esa guerra —que lo llevó a ir contra todos, contra las autoridades, aún las más altas, porque consentían el maltrato del paisaje—, César Manrique buscó, poco después de cumplir los setenta años, una cierta paz, un lugar donde pasar el tiempo que le quedaba; quería ir dejando en manos de otros (en manos de su ahijado, Pepe Juan Ramírez, hijo de Pepín, presidente de la Fundación César Manrique desde que murió el artista) la gestión más inmediata de sus obsesiones medioambientales, y se fue a vivir a una casa en Haría, al norte de la isla, en medio de un palmeral que incrementa el aire de silencio que domina esa zona, y que él quería para regresar a la pintura y al sosiego, sus pasiones de los últimos tiempos.

Esa paz le duró dos años, hasta que aquel automóvil segó su paso y César pasó a ser una leyenda gracias a la cual los depredadores que él denunciaba no han podido acabar, aún, con el Lanzarote que había soñado en Nueva York.

Ese César en guerra es protagonista ahora de una película, «Taro. El eco de Manrique«, que se estrena esta noche en la Fundación César Manrique de Taro de Tahiche, al lado de donde murió el artista hace veinte años.

En la película, realizada por el cineasta Miguel García Morales a partir de documentos filmados de César, se ve al inventor de la isla en plena guerra, en plena tarea de denuncia de lo que él creía que conspiraba en contra de la belleza de Lanzarote.

Ahora esos caminos que recorría César con su altavoz ideológico y medioambiental precisarían de nuevo de su grito; este eco de Manrique es considerado, aquí y en este momento, como la reverberación de una preocupación, la suya, que crece de nuevo ante la evidencia de que aquellos depredadores que él denunciaban se han hecho ya, sin sujeción alguna, con las riendas de un desarrollo que amenaza otra vez con ser desaforado.

Mientras tanto, en Haría, que era su destino veinte años atrás, su casa, rodeada de palmeras, era ayer un monumento al sosiego que César buscó después de tanta guerra, pero él ya no está. Y los que han seguido su eco consideran, con la razón que se ve desde las cunetas, que la isla peligra si el espíritu de César Manrique desaparece.

Ver fotogalería de la obra de César Manrique

Fuente: El País

[*IBM}– Del baúl de los recuerdos: 1978. Revista Mensaje (3/6). Entrevista con Don Tomás García

08-09-12

Carlos M. Padrón

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Esta entrevista salió publicada en el número de enero/1978 de la revista Mensaje, número que estuvo dedicado a los 40 años de IBM en Venezuela, y buena parte de su contenido me llegó como cortesía de Roberto Alibardi por vía de Leonardo Masina.

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Preguntar por el Sr. Tomás García puede prestarse a confusión, pues es posible que haya varios señores con ese nombre. pero cuando uno habla con Don Tomás se sabe que hay uno solo y que es inconfundible. Cuando fuimos a entrevistarlo estaba «fajado» atendiendo su trabajo y durante la entrevista debió interrumpirse varias veces para contestar las consultas que se le hacían.

—Don Tomás, ¿por qué no nos cuenta algo acerca de su ingreso en IBM?

—Entré en julio de 1954, hace 23 años. Comencé en el Stock de Repuestos cuando en un mismo departamento se atendían EAM, ITR y ET, o sea, máquinas de contabilidad, relojes, y máquinas de escribir.

En aquella época, la IBM esta­ba en la Esquina de Ferrenquín, el gerente general era el Sr. John Osterlung, el de Ventas era el Sr. Lazlo Rajkay, y el del Ser­vice Bureau era el Sr. Gerónimo Machado.

Yo reportaba al Sr. Rafael Delías, quien era un supervisor, pues en aquel entonces no se usaba el término «gerente»; y mi jefe directo era Don Humberto Rivadeneira, a quien recuerdo con mucho cariño.

Luego Delías se retiró, y desde entonces quedé encargado del stock.

—¿Cómo se siente ante el cambio que, indudablemente, representa su jubilación?

—En eso soy muy sentimental. No me preocupa en el sentido económico, pues por ese lado se han arreglado mis cosas, pero en lo personal me siento coma los generales del ejército a quienes después de 30 años los tumban, y quien hoy se le cuadra lo saluda mañana con un ‘4«¿Qué hubo, chico».

Una vez se dio un curso en la Colonia Tovar en el cual se clasi­ficaba a los gerentes en varios grupos, y uno de ellos era el «paternalista». Yo me acojo a ese grupo, pues siempre me llevé muy bien con mis muchachos, en el sentido de confianza, hasta el extremo de que en una oportunidad escuché a uno de ellos decir «Ese señor es ml padre», y eso que, para los que no me conocen, tengo fama de terrible.

He tenido grandes satis­facciones con los jóvenes que he preparado, y entre ellos hay facciones con los jóvenes que he preparado; y entre ellos hay dos que hoy son gerentes, y lo que más me conmueve de ellos es que nunca me han olvidado: son Elia Feijóo y José Hernández.

¡Cuál no sería mi sorpresa un día en que el Sr. Huén me dijo qua fuera a almorzar con él y al llegar al sitio designado se me explicó qua el almuerzo era en ocasión del nombramiento de Elia como Gerente de Nómina,… y ella había insistido en qua yo asistiera! Además, tanto ella como José Hernández, cuando supieron lo de mi retiro me invitaron a un almuerzo que no era en realidad una despedida sino más bien la seguridad de que todavía me recuerdan.

—¿En qué piensa ocupar su tiempo libre?

—Pues, sinceramente, todavía no he pensado en eso, y no lo he pensado per una sencilla razón: en mi opinión hay qua darle tiempo at tiempo.

Muchos dicen que yo soy indiferente a l que pasa a mi alrededor, pero en realidad es que tengo mucha paciencia. Cuando alguien me viene con un gran problema, yo me abstengo de darle consejos y me limito a decirle que espere un poco que todo a arreglará y, por lo general, eso es lo que sucede. por eso no he querido precipitarme; prefiero esperar a que llegue el momento para decidir en qué voy a ocupar ml tiempo,

—¿Está usted contento con la perspectiva de dejar de trabajar?

—No, y si digo otra cosa diría una gran mentira. En lo más íntimo de mí mismo albergaba la esperanza de que viniera una contraorden de Nueva York que dijera: «Paren eso ahí. A Don Tomás no le afecta at Plan de Jubilación».

Y eso me pasa porque estuve siempre en un mismo ambiente y me he tornado este departamento, no como si fuera un empleado sino como si fuera ml propio negocio.

Lo que sí me proporciona una gran satisfacción es el hecho de que el mayor de mis hijos, Ricardo, ha ingresado en IBM, con lo cual siento qua dejo aquí mi secuencia.

Indudablemente, Don Tomás no se retira sino en el sentido físico de la palabra.

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COMENTARIOS

CMP
En respuesta a Domingo Padilla.

El nombre me suena, Domingo, pero no logro ponerle cara.

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Domingo Padilla
Carlos, este José Hernández es el que estuvo de supervisor en Cobranzas, en el año 1973.

Gracias.

[*ElPaso}– «Espejo de la Vida» / Poesías de Pedro Martín Hernández y Castillo: Doloras (IX)

De difuntos era el día,
cuando la altiva ciudad
a sus muertos de amistad
visita en la tumba fría.

Con fatuas ostentaciones,
las más pudientes personas
llevan cintas y coronas
a sus propios panteones.

Y todos van sin pesares,
en alas de la ilusión,
a ver el gran panteón
con sus lúgubres altares.

Ir a un sepulcro a rezar,
del pueblo no es el intento.
Todos muestran sentimiento,
mas pocos van a llorar.

La ciudad fue at cementerio,
pero henchida de alegría.
Faltaba allí la armonía
del dolor en el misterio…

Sólo una bella mujer,
de negro crespón vestida,
mostrábase entristecida
y en constante padecer.

Pues la tumba de su esposo
con sus lagrimas regaba,
y en ella se arrodillaba
en un continuo sollozo.

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Pero allí un galán la admira,
por su hermosura que hechiza.
Ella lo advierte, lo mira,
y, como con él delira,
con él cruza una sonrisa.

***

Pasa un año, ¡oh, sentimiento!
De difuntos era el día.
La viuda, toda contento,
con su esposo, el de mi cuento,
al cementerio volvía.