[*FP}– Mi descubrimiento de la Psicología, y sus consecuencias

18-12-11

Carlos M. Padrón

En esta sección he contado que desde niño me llamaban raro, protestón, etc. porque yo objetaba lo que la gente tomaba por cierto sin preguntarse nada al respecto, como si fuera un dogma de fe.

Tal vez porque yo quería encontrar alguna explicación a esas objeciones, y porque mi inclinación siempre fue por Letras y no por Ciencias, mi encuentro en bachillerato con la asignatura de Psicología fue de amor a primera vista.

También he mencionado más de una vez mi «pasión» por las piernas femeninas, algo que luego, y sin casi darme cuenta, comencé a extender a la relación entre el físico y el carácter de sus propietarias sin entender mucho por qué lo hacía,… hasta que en la biblioteca del médico del pueblo, casado con una tía mía, encontré un libro que, basándose en los rasgos faciales de las personas, las dividía en tres tipos, C, M y F.

Según el autor de ese libro, los tipos C tienen, entre otras características, rasgos redondeados, labios más bien carnosos, nariz ancha y expresión generalmente risueña; son de carácter afable y condescendientes. Como ejemplo, de todos conocido, Juan XXIII.

Los tipos F, en cambio, tienen rasgos alargados, labios delgados, nariz también larga y delgada y expresión adusta; son de carácter más bien frío y autoritarios. Como ejemplo, Pío XII o Abraham Lincoln.

Los M son los que tienen rasgos de ambos. Tipos intermedios que, por cierto, son difíciles de distinguir.

Un C puede hacer buenas migas con otro C, pero no un F con otro F. Un M podría hacer buenas migas con cualquiera de los otros dos.

De ahí pasé a estudiar los rasgos de las parejas de matrimonios que había en el pueblo, y descubrí que las más de las veces uno de los cónyuges era F y el otro C, aunque también había algunos C-C y unos pocos F-F.

Como en un pueblo pequeño se sabe la vida y milagros de todo el mundo, seguí investigando en base a mis observaciones y descubrí que algunas parejas F-F habían llegado a serlo por conveniencia y, lo que es peor, tenían hijos que no destacaban precisamente por su inteligencia.

Me di a la tarea de, entre algunos de mis amigos, adivinar cuáles muchachas les gustaban y cuáles no, y anticipar los problemas que posiblemente tendrían los tipos C que iniciaran una relación con una muchacha F, o viceversa.

Recuerdo que durante la campaña electoral entre John Kennedy y Richard Nixon busqué las fotos de los presidentes anteriores y noté una curiosa alternabilidad entre tipos F y C, lo cual me llevó a pronosticar que ganaría Kennedy, un tipo C, no sólo porque su contrincante, Richard Nixon, era F sino porque su predecesor, Eisenhower, también lo era.

Y así, casi sin darme cuenta, seguí aplicando en mi vida lo que luego descubrí que era una habilidad innata que tengo para la Psicología, aunque mi gusto por esta disciplina casi se había desvanecido cuando en 1958, viviendo yo, ya por mi cuenta, en Santa Cruz de Tenerife, me enfermé seriamente porque no conseguía dormir —pues además de trabajar las horas reglamentarias desde las 9 de la mañana, estudiaba en las noches hasta las 4 de la madrugada—, y mi familia me llevó a consulta con el psiquiatra Carlos Pinto Grote.

Menos mal que, como el psiquiatra es también médico, el Dr. Pinto pudo curarme, como tal, de una alteración de mi sistema neurovegetativo causada por el esfuerzo antes dicho, pero me quedé sin saber por qué me llevaron a él, pues muy pronto descubrí que, aunque el tratamiento dio resultado, la gente creía a pie juntillas que sólo los locos iban a ese doctor.

Por tanto, había que ocultar cualquier visita a un psiquiatra.

Mi «graduación en Psicología» ocurrió cuando en 1984 IBM me asignó la tarea de reclutar personal para marketing (vendedores) y sistemas (ingenieros en informática).

Aquello me gustó tanto que durante 15 días laborables comenzaba yo a las 08:00, interrumpía a mediodía para almorzar, y continuaba luego hasta las 09:00 de la noche, hora en la que, aunque parezca mentira, en la sala de espera fuera de mi oficina había aún candidatos para ser entrevistados.

Diseñé un método de preguntas —algunas muy capciosas ideadas para, además de causar respuesta verbal, causar una reacción gestual que me decía mucho— y, según la alta gerencia de la compañía, mis aciertos fueron tales que, en serio, me asignaron esa tarea cada vez que había que entrevistar gente, y, en broma, me llamaban «El psicólogo».

Por motivos de formación profesional tuve que entrar en relación con varios psicólogos o psiquiatras que trabajaban en o para IBM; y por motivos personales entré en tratos con otros más.

Así supe de los diferentes métodos, como la Gestalt  o el cuándo convenía o no aplicar, por ejemplo, Psicoanálisis, etc., pero lo mejor que de todo eso obtuve fue la comprobación de su innegable utilidad.

Es cierto que una terapia toma tiempo, pero, las más de las veces, funciona.

Eso sí, no todos los terapeutas sirven para un determinado paciente, pues si, por el motivo que fuere, a éste no le gusta el terapeuta, mejor que se busque otro hasta que dé con uno con el que se sienta cómodo.

Ante todo este background no es de extrañar que Elena, la menor de mis hijas, escogiera Psicología como carrera universitaria, que concluyó en Berkeley y culminó en Minnesota con un doctorado (Ph.D.) en Attachment (= apego), rama de la Psicología Infantil que se ocupa de la relación entre un niño y sus padres, sean éstos biológicos o adoptivos.

De hecho, al momento Elena lidera en San Francisco un proyecto de investigación, ideado por ella, enmarcado en el attachment.

Debido a la profesión de mi hija no sólo he tenido contacto con más profesionales de esa disciplina sino que me he beneficiado con las aclaratorias, explicaciones y enseñanzas que la propia Elena me ha dado, todo lo cual viene a ratificar lo ya dicho antes sobre lo equivocado del mal concepto que mucha gente tiene acerca de los terapeutas, y sobre la realidad de los beneficios que ellos pueden brindar.

He comprobado que quien más se niega a ir a terapia es quien más la necesita.

9 comentarios sobre “[*FP}– Mi descubrimiento de la Psicología, y sus consecuencias

  1. Sin olvidar los estudios de grafología que juntos hicimos con los libros del mismo médico. Doy fe de que te venía de viejo la psicología.

    Hay que recordar también que en nuestro pueblo te hubiesen dado el título de «Psicólogo de secano», igual que a los que entendía de leyes pero no eran abogados les decían «Abogados de secano», que en El Paso había algunos.

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  2. Sí, de «filósofos, poetas y locos, todos tenemos un poco», pero me atrevo a decir que es necesario para nuestra felicidad que tengamos por lo menos un poco de algo de los tres.

    Por otra parte y, como siempre, estupenda exposición.

    P.D.: El Dr Pinto Grote vive a un paso de mi casa y goza de buena salud todavía. Es genial oírlo en alguna tertulia; una donde le oí fue en la ya extinguida «Tertulia de Nava».

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  3. Pues, amigo Juan Antonio, ya yo no me acodaba del origen de lo de la grafolofía. Tal vez porque no he dejado de aplicarla desde entonces, olvidé cuándo y dónde comencé con ella.

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  4. Gracias, Roberto.

    Como soy malo para las caras, del Dr. Pinto Grote sólo recuerdo el nombre, pero me asombra que esté vivo aún. ¿Qué edad crees que tiene?

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  5. Carlos Pinto anda por los 88 años, y no sé si sabes que es un reconocido poeta y Premio Canarias. Desde luego, su mente está muy lúcida. Búscalo en Google.

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  6. Gracias, Roberto. Yo le calculaba entre 83 y 85, supuse que cuando yo lo conocí, a mis 18 años, el podría tener unos 30.

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  7. Te adjunto, en correo aparte, una foto de Carlos Pinto Grote de hace dos años, cuando lo nombramos presidente de Honor de la Real Academia de Medicina, leyendo su discurso.

    También era anestesiólogo y fue mi amigo desde que llegué a Tenerife. También fue mi receptor en la Academia. Nació en 1929.

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