[*FP}– El rey y yo. Mi «tropiezo» con la realeza

05-01-11

Carlos M. Padrón

Creo que fue en 1960, y tal vez en verano, pero por más que he gugleado no encuentro la fecha exacta. Si sé que fue un día domingo.

Para entonces yo vivía y trabajaba en Santa Cruz de Tenerife y, como tenía novia en La Laguna, todos los domingos subía a buscarla para salir con ella, pero ese domingo llegué a La Laguna bastante antes de la hora en que nos habíamos citado y, para hacer tiempo, me puse a dar vueltas por la ciudad.

A poco de comenzar a bajar por la calle San Agustín, en dirección a la Plaza del Adelantado, noté con extrañeza que frente a un caserón palaciego —que creo que era el llamado Palacio Episcopal, el de la foto— había una pequeña multitud.

Y, a medida que me acercaba al lugar, más me extrañó comprobar que la multitud estaba conformada por sólo mujeres jóvenes que tenían la vista clavada en el balcón del caserón.

Como aquello no me incumbía, pero era un obstáculo que yo debía salvar para continuar mi marcha, tomé la acera de enfrente al caserón, y me pegué bien a la pared con intención de pasar por detrás del grupo de mujeres. Éstas eran tantas que no me resultaba fácil pasar, pues ellas no querían moverse de su sitio.

Poco a poco fui avanzando, caminando de lado, y cuando estaba justo detrás de lo que era el grueso del grupo, todas las mujeres comenzaron a gritar como locas agitando sus brazos hacia el balcón principal del palacete, en el que había aparecido, acompañado de no sé quien, un joven que tampoco supe quién era.

Ante la locura general opté por quedarme quieto y esperar la oportunidad de seguir mi marcha, lo cual no podía hacer mientras aquellas casi histéricas mujeres se negaran a moverse, o dejaran de aprisionarme, como ahora lo hacían, contra la pared.

De pronto, alguien que estaba en la habitación a la que pertenecía el balcón le entregó al joven un ramo de flores que éste levantó como ofreciéndolo a todas las fans del grupo, gesto que bastó para aumentar al máximo la histeria y los decibeles del ya ensordecedor griterío.

Luego, en una elegante y displicente maniobra, el joven lanzó el ramo hacia el grupo de las fans,… pero con tan buena puntería que el bendito ramo vino a dar a mis manos.

No pude atraparlo por completo, sino apenas tocarlo, pues, de inmediato, mil manos amenazantes, provistas de largas uñas, cayeron sobre mí, y en un nanosegundo, y movidas por la desesperación de hacerse con el bendito ramo, lo destrozaron por completo.

En su deseo de, peleando entre ellas, conseguir al menos uno de los pétalos que volaban por los aires hacia el centro de la calle, las mujeres se separaron de la pared, y aproveché la coyuntura para salir corriendo y, con arañazos en mi cara y manos, los lentes (gafas, que entonces usaba yo) torcidos, y manchas en mi camisa, alejarme del lugar de aquel incidente que fue mi primero y único «contacto» con la realeza,… pues el tal joven resultó ser (y esto lo supe después) el entonces príncipe Juan Carlos, hoy Rey de España.

P.D.: Si alguien sabe la fecha exacta de esta visita que el entonces príncipe Juan Carlos hiciera a La Laguna, agradeceré que me la diga.