En la calle había siempre una viejita que vendía panes a 50 pesetas, y siempre llegaba un joven que le daba 50 pesetas y se iba sin coger el pan. Y así todos los días.
Un día la viejita paró al joven, y éste le dijo:
”Sí, ya sé que quiere saber por qué siempre le doy el dinero y me voy”
Y respondió la viejita:
”No, no es eso, es que quiero que sepa que el pan cuesta ya 100 pesetas”