[Hum}– El vasco y el gaditano

Un gaditano entra en la farmacia del Patxi, en Bilbao.

—Hola, buenoz díaz. Me da una azpirinita.

—¡Qué leche de aspirinita, chaval! Aquí tenemos aspirinotas, y te la llevas rodando,

—¡Joer! Bueno, vale. Y me da también un jarabito.

—¡Pero, ¿qué dices?! En la farmacia del Patxi sólo hay jarabote, y en garrafa y al trago. ¿Quieres algo más?

—No, los zupozitorios ya loz compraré en Cádiz.

[*Opino}– Acerca del racismo y el machismo

29-05-2015

Carlos M. Padrón

El interesante artículo que copio abajo, que trata sobre el racismo y el machismo, termina con esta pregunta: ¿Es aceptable modificar pensamientos y comportamientos aunque sean indeseables?

Exactamente, en relación al tema de ese artículo, ése es el punto; y yo añadiría otra pregunta: ¿Indeseables para quién?

Si el machismo o el racismo están ya arraigados en el cerebro, entonces forman parte del comportamiento de una persona y constituyen un rasgo humano. Por tanto, no creo que nadie tenga el derecho de modificarlos o eliminarlos sin el consentimiento de quien los tiene.

Creo que los humanos hemos sido, somos y seremos racistas, egoístas, clasistas, etc., y que, mientras eso no atente contra los derechos de otras personas, no hay motivo para que quien exhibe esos rasgos sea castigado.

¿Qué diferencia hay entre que a alguien no le guste un gobernante o, por ejemplo, que no le gusten los chinos? ¿No es ese tipo de gusto algo propio que tiene cada persona?

¿Y no llama la atención que se haya experimentado con «borrar» el machismo pero no el feminismo?

Me temo que hay en estos experimentos un componente políticamente correcto, o sea, HIPÓCRITA.

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28 MAY 2015

Miguel Ángel Criado

El racismo y el machismo se pueden borrar del cerebro

Son pocos los que, conscientemente, se declaran hoy machistas o racistas, sin embargo, el rechazo hacia el otro está en la base de la biología humana.

Entre los humanos, el recelo hacia los que no son del grupo es un extra de supervivencia. Hoy, la cultura ha matizado este sesgo, pero, aunque inconsciente, sigue estando ahí. Lo demuestra la tendencia a contratar a un hombre antes que a una mujer, o los continuos casos de violencia policial contra las minorías étnicas.

Para medir ese sesgo, psicólogos estadounidenses crearon hace más de una década el Test de Asociación Implícita (TAI). Se trata de un juego en el que hay que relacionar imágenes con palabras, como una imagen de una persona de raza negra con términos positivos o negativos. Y hay que hacerlo lo más rápido posible, sin pensar.

Su objetivo es liar al cerebro para debilitar su grado de respuesta consciente y hacer aflorar lo que realmente siente uno hacia los otros. Una advertencia: sus resultados puede que no le gusten.

Ahora, investigadores de la Universidad Northwestern (EE UU) han usado una versión del TAI con 40 estudiantes, la mitad chicos y la mitad chicas, todos blancos. Pero su objetivo no era comprobar su sesgo social contra los negros o de género, sino comprobar si ese sesgo se podía desaprender.

Primero confirmaron la validez del test. A la mitad de los estudiantes les mostraron imágenes de negros y blancos asociadas con palabras negativas o positivas. A la otra mitad, les enseñaron fotos de chicos y chicas emparejadas con términos relacionados con la Ciencia o arte y literatura. En una escala del cero (sin sesgo) al 1 (máximo sesgo), la puntuación media fue superior a 0,55.

Tras este entrenamiento, los psicólogos hicieron ver el sesgo a los participantes y les pidieron que repitieran la prueba, pero con cabeza, pensando la relación entre imágenes y palabras y eligiendo las no discriminatorias. Cuando acertaban, el programa emitía un sonido.

Al acabar la tarea, los voluntarios fueron invitados a echarse una siesta de 90 minutos. No buscaban su descanso, sino aplicar lo que la Ciencia llama consolidación de los recuerdos mediante el sueño. Además de reparar, el sueño es el mecanismo que usa el cerebro para fijar en la memoria, o descartar, las experiencias y aprendizajes del día.

Cuando los chicos se encontraban en la fase de sueño de ondas lentas, o sueño profundo, a la mitad de ellos, los investigadores comenzaron a emitirles el mismo sonido que habían reproducido cuando asociaban a negros con palabras buenas, o a mujeres con términos de Ciencia. Al despertar, tal y como explican en la revista Science, les hicieron repetir el TAI. Comprobaron que sus puntuaciones de sesgo habían bajado hasta el 0,17, pero sólo en aquéllos que habían sido acunados con el sonido. Los demás mostraron la misma puntuación.

«Lo llamamos reactivación dirigida de recuerdos, porque los sonidos reproducidos durante el sueño pueden mejorar la memoria para la información reforzada con estímulos que sin estímulos», dice en una nota el director del Programa de Neurociencia Cognitiva de Northwestern, Ken Paller.

Anteriores estudios habían demostrado que, durante el sueño, se podía estimular el cerebro para fijar conocimientos, y que esta fijación se podía asociar a estímulos sensoriales, como olores o sonidos. Pero en esta ocasión lo que han logrado es borrar sesgos de género o raza.

Lo más sorprendente es que este lavado de cerebro parece persistente. Al cabo de una semana, los jóvenes repitieron ambos exámenes. Los que no fueron estimulados con el sonido, no variaron sus resultados, pero a los que, con el sonido, les reforzaron sus recuerdos durante el sueño, mostraban aún una reducción de los estereotipos, aunque menor que cuando estaban recién levantados de la siesta.

«Es sorprendente que la intervención basada en el sueño pueda tener aún un impacto claro una semana después», comenta el principal autor del estudio, Xiaoqing Hu. «Se podría esperar que una única y breve intervención no fuera lo suficientemente fuerte para tener un impacto duradero, y que sería mejor recurrir a más sesiones y entrenamiento, pero nuestros resultados muestran cómo el aprendizaje, incluso de este tipo, depende del sueño», añade.

Descargas contra el racismo

El estudio no entra en explicar qué ocurre en el cerebro para reducir el sesgo hacia los otros, pero otro trabajo publicado este mismo mes puede dar algunas pistas.

Usando el mismo Test de Asociación Implícita, psicólogos del Instituto para el Cerebro y la Cognición de la Universidad de Leiden (Países Bajos) midieron el sesgo hacia los magrebíes entre un grupo de estudiantes holandeses. Pero en este caso, les curaron el racismo con descargas eléctricas.

Tal y como explican en la revista Brain Stimulation, a los 60 participantes los dividieron en tres grupos. Todos tuvieron que hacer un TAI en el que tenían que relacionar nombres holandeses o magrebíes con palabras de signo positivo (paz, amor…) o negativo (dolor, tristeza…).

Los investigadores les hicieron creer que el objetivo del estudio era evaluar la toma de decisiones durante la estimulación transcraneal de corriente directa, una técnica que activa o apaga determinadas zonas cerebrales aplicando corriente eléctrica de baja intensidad que, a lo más, provoca cierta quemazón o cosquilleo.

En realidad, sólo la mitad de los participantes recibieron las descargas mientras realizaban el test durante 20 minutos. Al resto les aplicaron la corriente durante unos segundos, aunque les hicieron creer que seguían enchufados el resto del tiempo. Los psicólogos les colocaron los electrodos en el córtex prefrontal, área del cerebro implicada en el control cognitivo, como una puerta a lo inconsciente.

Comprobaron que, comparados con los que recibieron la estimulación falsa, los participantes cuyo cerebro recibió la estimulación eléctrica, mostraban una reducción significativa de su sesgo racial.

Para los autores, esto sugiere que al excitar el córtex prefrontal, los individuos pueden controlar sus actitudes implícitas y pensamientos más profundos. Sin embargo, este mecanismo contra el racismo sólo funciona con los electrodos puestos.

Los resultados de ambos estudios son aún muy preliminares. Habrá que investigar más cuánto duran los efectos y cómo pueden ser modulados por la influencia del ambiente social. Habrá que descubrir el mecanismo cerebral  exacto que lleva a este cambio.

Además, como escriben en un comentario en Science los psicólogos de la Universidad de Tubinga, Gordon Feld y Jan Born, está el dilema ético: ¿es aceptable modificar pensamientos y comportamientos aunque sean indeseables?

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[LE}– ‘Desconfiar de que’, no ‘desconfiar que’

29/05/2015

Con el verbo desconfiar, aquello en lo que no se confía o en lo que se tiene poca seguridad o esperanza va precedido por la preposición de: desconfiar de que alguien cumpla su palabra, no desconfiar que alguien cumpla su palabra.

En los medios de comunicación es habitual encontrar frases como 

  • «Los productores desconfían que haya cambios en la política agraria»,
  • «Bonistas italianos desconfían que el Gobierno pague el 30 de junio» o
  • «Más de la mitad de la población dice desconfiar que la justicia actuará de manera fiable».

Omitir de en los ejemplos anteriores es un caso de queísmo, esto es, una omisión inadecuada de la preposición exigida, en este caso, por el verbo desconfiar. 

Así pues, en los ejemplos precedentes lo apropiado correcto habría sido escribir 

  • «Los productores desconfían de que haya cambios en la política agraria»,
  • «Bonistas italianos desconfían de que el Gobierno pague el 30 de junio» y
  • «Más de la mitad de la población dice desconfiar de que la justicia actuará de manera fiable»

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Artículo(s) relacionado(s):

[Hum}– Los gallegos y el piano

Un grupo de gallegos deben cargar un piano de cola hasta el último piso de un edificio elevado. A medio camino paran a descansar, y uno de ellos, exhausto, pregunta si falta mucho.

Los hombres se miran entre sí sin saber la respuesta.  Entonces el capataz ordena, apuntando al más joven de sus hombres:

—¡Manolo! ¡Ve tú a ver cuántos pisos quedan!

Y allá va Manolo, trepando la escalera a los saltos.  Al rato regresa y dice:

—Hombre, tengo una buena noticia y una mala.

—¡Pues dinos la buena, joder!

—La buena es que sólo nos faltan cinco pisos.

El capataz le dice:

—Entonces guárdate la mala hasta que hayamos llegado.

Trabajosamente, todos trepan los cinco pisos restantes cargando con el pesado piano y, cuando llegan al final, todos sudando, el capataz pregunta:

—A ver, Manolo, ¿cuál era la mala noticia?

—Pues que éste no es el edificio.

Cortesía de Eva Matute

[*Opino}– Sobre la forma de escribir títulos de libros, de películas, etc.

28-05-2015

Carlos M. Padrón

Sigo sin aceptar que, cuando esos títulos tienen más de una palabra, se les ponga mayúscula sólo a la primera palabra, o no se les entrecomille, pues eso causa confusión al lector.

Por ejemplo, en el título mencionado al final del artículo que copio abajo, que es el de la traducción al español del título la película Minority Report, se escribe El informe de la minoría, así tal cual.

Si hubieran escrito, por ejemplo, El informe de la minoría atenta contra los derechos humanos, ¿cómo sabría el lector cuál es realmente el título de la película?

Ante esto, lo mejor es escribir

  1. El Informe de la Minoría atenta contra los derechos humanos, o, mejor,
  2. «El informe de la minoría» atenta contra los derechos humanos

Y, si se quiere complacer a los más recalcitrantes, se usarían las llamadas comillas latinas y se escribiría «El informe de la minoría» atenta contra los derechos humanos.

Usar mayúsculas o comillas es la mejor forma de evitarle dudas al lector, pues, por ejemplo, si se da el caso de que alguien escriba —que ya lo escribieron y publicaron así— «El Diccionario de la lengua española de 2014 y sus nuevas reglas es de uso obligado para escritores», ¿cómo va a saber el lector si el nombre de esa obra es ‘El Diccionario de la lengua española’, ‘El Diccionario de la lengua española de 2014’ o ‘El Diccionario de la lengua española de 2014 y sus nuevas reglas’?

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28/05/2015

Los nombres propios extranjeros no necesitan cursiva

En los medios de comunicación se les añaden en ocasiones comillas o cursivas innecesarias:

  • «El “Foreign Office” indicó que los especialistas colaborarán con las autoridades nigerianas»,
  • «Además de música en directo, habrá un homenaje a El Último de la Fila y otro a “The Beatles”» o
  • «Las aerolíneas “British Airways”, “Lufthansa” y “Swiss”, entre las mejor valoradas por los viajeros».

Aunque los nombres comunes se escriben como norma general en cursiva si no están adaptados al sistema fonológico y ortográfico del español, los nombres propios, sean de un lugar, una persona, una marca, un organismo…, ya tienen el destacado de la mayúscula y, por tanto, no es necesario añadirles ni comillas ni cursiva.

Por ello, en los ejemplos anteriores habría sido preferible

  • «El Foreign Office indicó que los especialistas colaborarán con las autoridades nigerianas»,
  • «Además de música en directo, habrá un homenaje a El Último de la Fila y otro a The Beatles» y
  • «Las aerolíneas British Airways, Lufthansa y Swiss, entre las mejor valoradas por los viajeros».

En cambio, en los títulos, bien en cursiva o bien entrecomillados, tampoco se distinguen los españoles de los extranjeros: «La película Minority Report está basada en un relato titulado El informe de la minoría».

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[LE}– Uso de ‘sic’

El adverbio latino sic, que significa ‘así’, se usa exclusivamente en la escritura cuando al citar un texto ajeno hay algo que es incorrecto o que resulta chocante.

Este latinismo se escribe entre paréntesis (sic) o corchetes [sic], detrás de ese elemento sobre el que se quiere atraer la atención del lector, para indicar que no es una errata, un error o una rareza del que lo cita, sino que estaba así escrito o así se había dicho.

La propia palabra sic se escribe en cursiva (no tanto por ser latinismo, sino por ser externa al texto) y, al no ser abreviatura, no le sigue punto: 

  • «El año pasado, una persona que presentaba la llegada de la cabalgata de Reyes a un pueblo madrileño, dijo que entraban los Reyes con sus pajes y sus pajas [sic]»;
  • «En un periódico se exhortaba a la jubentud [sic] a participar en las fiestas locales».

También se usa una exclamación entre paréntesis (!) cuando se trata de algo chocante, pero no es habitual que se haga en citas.

Como alternativa a sic puede optarse por hacer la corrección directamente, si se trata de una evidente errata y la estricta fidelidad a la forma original no es esencial, o bien dar entre corchetes la forma corregida, lo que en ciertos casos puede ser de ayuda al lector, pues este no tiene por qué saber cuál es el error.

El empleo de sic puede tener también cierta intención de ridiculización, dado que resalta lo que se consideran usos impropios de la lengua:

Me hicieron una redundancia [sic] magnética.

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[*IBM †}— Carlos Alberto Aguirre

Carlos Alberto Aguirre    

  • Fecha: 26/05/2015
  • Lugar: Barquisimeto, Edo. Lara (Venezuela)
  • Causa: Infarto al miocardio
  • Edad: 82
  • Posición en IBM: Representante técnico en IBM-Maracaibo
  • Nació en: Valencia, Edo. Carabobo (Venezuela), el 17/05/1933
  • Reposa en: Sus restos fueron incinerados y reposan en el cementerio El Edén, de Maracaibo

Información adicional

Datos suministrados por el exIBMista Iván Ferrer.
Durante muchos años, Carlos se desempeño como técnico en la sucursal de IBM-Maracaibo. Estuvo asignado en Paraguaná (Refinerías de Cardón y Amuay), y también en Merida (en la ULA). No tengo la fecha de su retiro, pero sé que, una vez retirado, trabajó para Cómputo como técnico IBM.