Una pareja, marido y mujer, se habían divorciado y se disputaban ante una corte griega la custodia de los hijos.
La madre argumentó ante el juez que, como ella había traído al mundo a esos hijos, era a ella a quien correspondía su custodia.
Terminado el alegato de la madre, el juez pidió al marido que diera el suyo. Después de un largo silencio, el hombre se levantó y dijo:
—Señoría, cuando yo introduzco una moneda en una máquina expendedora de refrescos y me sale una Coca-Cola, ¿a quién pertenece ésta, a la máquina o a mí?
El hombre ganó la custodia.
Cortesía de Manuel Alberto Gutiérrez
