Paco iba caminando por la calle borracho, como todos los días, cuando se encontró de frente con su compadre, Manolo, y éste, al ver que Paco tenía las orejas en carne viva, le preguntó:
—Paco, por Dios, ¿!qué te pasó en las orejas!?
—Es que a mi mujer tuvo que salir anoche, mientras planchaba, y dejó la plancha prendida. En eso sonó el teléfono y, por equivocación, agarré la plancha.
—Pero, ¿y la otra oreja?
—¡Es que el maldito teléfono volvió a sonar!
