[*Opino}– El estereotipo de lo lindo de la Navidad

27-12-13

Carlos M. Padrón

Varios de los motivos que en el artículo que copio abajo se dan para explicar la aversión a la Navidad, o los efectos negativos que ésta produce, son aplicables a mi caso, pues después de más de medio siglo en Venezuela no he podido superar mi aversión a las manifestaciones de consumismo, facilismo, juerga, bonche, ruido (aunque lo quieran hacer pasar por música) estridente y fuera de lugar, y obligación de regalar y de aceptar regalos, que imperan en la Navidad tal y como se celebra en este país.

Son celebraciones que contrastan brutalmente con el recogimiento, intimidad y frugalidad con que en El Paso se celebraba en mis tiempos, que no ahora, la Navidad. De ahí nuestro asombro —en especial el de mis padres— cuando en diciembre de 1961 asistimos perplejos a la celebración de la Navidad en Venezuela. Entre sí, ellos decían que lo que veían era más propio del Carnaval que de la Navidad, opinión que yo compartí totalmente.

Y nada tenía de raro esa perplejidad porque cuando de niño vivía yo con ellos en mi casa natal, en El Paso, los vi sufrir porque no tenían con qué comprar para el hijo/a menor un decente regalo de Reyes. Allá se regalaba en la noche del 05 de enero, no en la del 24 de diciembre; y los regalos eran para los niños, no para los mayores.

Como cosa especial de las fechas navideñas, mi madre hacía los dulces (pan de leche, truchas, almendrados, mantecados o galletas, etc.) típicos de tales fechas, y mi padre horneaba los que, como el pan de leche, requerían horno. Nada de comprar turrones, polvorones u otros dulces; sólo se consumían los que pudieran hacerse en casa con sólo añadirles azúcar, que era lo único que había que comprar.

En la noche del 24/12 teníamos una cena familiar sin ningún especial atuendo físico, pero sí anímico, pues cena estaba marcada por un ambiente íntimo, propicio para la reflexión, sin apenas conversaciones —no al menos frugales—, sin música ni algarabía, en un recato poco común, casi monacal, como el que se mantiene dentro de un templo,

Era un silencio que reflejaba el respeto que por esa cena familiar sentíamos todos, y el toque de tristeza ante los dos puestos vacíos que una vez ocuparon mis dos hermanos mayores, ya en Venezuela, todo lo cual le daba a ese acto un ambiente casi sacro que nada tenía que ver con que la comida fuese especial, sabrosa, escasa o abundante.

Y al término de la cena, en la que el postre eran los dulces ya mencionados, cada uno se iba en silencio a la cama, también con espíritu casi monacal, como si fuera a meditar.

No recuerdo que en esas cenas hubiera nunca una persona que no tuviera con mis padres —y, por tanto, también con mis hermanos y conmigo— un vínculo de consanguinidad.

Desde comienzos de diciembre, o tal vez antes, muchos de los niños del pueblo nos organizábamos en un coro para ensayar los villancicos que se cantarían en las ceremonias religiosas. Y la diferencia entre esos villancicos y las gaitas que tan populares son en la Navidad venezolana es de años luz.

Tal vez porque llegué a Venezuela a los 22 años de edad —o sea, con mi carácter ya formado—, no he logrado adaptarme a ese cambio.

Y como, para colmo, el mes de diciembre ha sido tradicionalmente el que, a lo largo de mi existencia, más disgustos me ha deparado —en los dos primeros diciembres de mi vida estuve al borde de la muerte—, y en el que, tal vez por todo eso, tiendo a deprimirme, desde aquel ya remoto 1961 he dicho que con gusto aceptaría yo que me pusieran en cura de sueño el 15 de diciembre y me despertaran el 15 de enero; o tal vez más tarde, pues parece que ahora la guachafita navideña se prolonga hasta comienzos de febrero.

Dentro de este periodo cae fin de año. Pues bien, en mis tiempos en El Paso, esa fecha «pasaba por debajo de la mesa», o sea, que no tenía relevancia alguna, pues sólo contaba para los jóvenes adultos que quisieran y pudieran ir al baile que se celebraba en el Teatro Monterrey.

Y ya que el tema es de fechas, nunca celebrábamos los cumpleaños. Del mío me enteraba casi siempre porque sobre el día de mes en que cae me entregaban en la academia el recibo de pago por la mensualidad.

A quien le parezca raro lo que he dicho acerca de la Navidad, que lea abajo la conclusión de que, en las fechas navideñas —que incluyen también Fin de Año, Año Nuevo, y Reyes—, «la presencia conjunta de ansiedad, depresión y síntomas somáticos es casi más la norma que la excepción». Un cóctel que causa muchos suicidios.

En el origen de todas estas manifestaciones hay motivos como los que he contado —formación sociocultural, tradición familiar, lejanía, pérdida, ausencia de consanguinidad, etc.— u otros muchos y distintos, según las vivencias de cada persona.

A este cuadro hay que añadir la frustración de que los hijos no entiendan (no sería bueno que compartieran, pero sí que entendieran) el origen, basamento y alcance de esa aversión hacia la Navidad. No pueden entender porque las vivencias personales no son transferibles, y les resulta difícil trascender al medio social en que nacieron, crecieron y se formaron; un medio que suele ser más poderoso que el netamente familiar.

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25/12/2013

A. F. Vergara

Navidades negras: Cómo evitar la depresión en estas fechas

Existen varias razones por las que la Navidad y Año Nuevo son una época poco deseada para algunos, además de temida y evitada.

Según especialistas de la salud mental, la depresión en esta temporada del año ocurre por no saber cómo expresar afecto, lo que conlleva a querer demostrarlo haciendo gastos innecesarios que en muchas ocasiones acarrean más problemas, sobre todo ante problemas económicos, o bien porque las personas se crean altas expectativas en lo que se les va a regalar y, al no cumplirse, se sienten tristes y decepcionadas.

En algunos casos puede ser porque las personas tuvieron en su infancia malas experiencias antes o durante las fiestas, así que se encuentran predispuestos a pasarla mal.

Otra razón es que los recuerdos de navidades y años nuevos anteriores se apoderan de nuestra mente, recuerdos que fueron muy dolorosos para nosotros: una enfermedad, el rompimiento de relaciones amorosas o amistosas, la lejanía de un ser querido, cambios de localidad, o también la pérdida de un puesto de trabajo.

El hecho de revivir esos recuerdos hace que volvamos a experimentar las mismas emociones que sufrimos en su momento, provocando que en algunos casos sobrevengan las depresiones.

En especial durante Navidad y Año Nuevo que recordamos con más anhelo a los seres queridos que en su momento estuvieron con nosotros, su ausencia se nota más, y, por consiguiente, el vacío que se sentimos es mucho mayor.

Para otros quizás son fechas que nostálgicamente los remontan a otras pasadas en las que no tenían grandes problemas y, en cambio, ahora se sienten muy abrumados y decepcionados.

La gente que se deprime en la temporada navideña y que coincide con el fin de año, se pone a evaluar los logros y fracasos del año fijándose solamente en aquello que no pudieron lograr.

Se cree también que otro factor que contribuye a la depresión decembrina es un desorden estacional conocido como SAD (Desorden Afectivo de Temporada), que lo sufren algunas personas cuando experimentan una reducción en la exposición a la luz del día, así que los días cortos de invierno contribuyen a que la persona se sienta desanimada.

Qué hacer para no deprimirse en Navidad

Cambia tus expectativas: No esperes a la Navidad y el Año Nuevo para ser feliz, simplemente recibe estas fechas sin esperar grandes acontecimientos, vívelas como unas fiestas más.

No pienses que la Navidad y el Año Nuevo son la solución a tus problemas emocionales, o que sean estas fechas las que llenen los vacíos afectivos que hay en tu interior. Si crees que tu vida no tiene sentido, dale un cambio; tienes todo un año y los que vendrán para lograrlo.

Aumenta tu capacidad para ilusionarte y date la oportunidad de sentirte contento; es trabajo sólo tuyo.

Si nuestro estado de ánimo anda por los suelos, es momento de revisar nuestro interior para lograr deshacernos de ese pasado que nos atormenta.

Con este ejercicio podremos además conocer las conductas que nos limitan y que nos impiden cambiar el rumbo de nuestra vida. No permitas que los pensamientos derrotistas y negativos aparezcan, sustitúyelos por los de carácter positivo.

Evita el agotarte mentalmente con las compras, la comida, los regalos, las visitas,… e intenta relajarte y disfrutar del momento. Puedes ayudarte haciendo una lista de lo que tienes que hacer, establece prioridades y delega responsabilidades.

Durante estas fechas la gente deprimida lo esconde, ya sea alejándose, poniéndose a la defensiva o llevando todo al extremo, sobrepasan límites en la comida y la bebida sintiéndose peor luego, disfruta sin excesos.

Si no consigues el objetivo y la depresión continúa semanas después de las navidades, debes consultar a un médico, o a un psicólogo.

Sobrevivir a la Navidad

Como todo en esta vida, la Navidad tiene sus cosas buenas y sus cosas no tan buenas. Fiestas de empresa, compromisos familiares, tradiciones, comilonas, regalos, recuerdos…pueden hacer que adoremos esta época del año o que estemos contando los días para que se acabe.

De nuevo, y como en cualquier crisis que se precie, hay que procurar sacar lo máximo de cada situación, pues aunque no puedas elegir las circunstancias que te toca vivir, siempre puedes elegir cómo vas a vivirlas.

¿Se trata de depresión o simplemente de tristeza?

Cuando hablamos de depresión nos referimos, en rasgos generales, a un estado de ánimo caracterizado por la tristeza, la anhedonia (incapacidad para sentir placer) y la abulia (falta de energía), que se mantiene durante un periodo mínimo de dos semanas.

Un alto porcentaje de las personas que padecen depresión también manifiestan síntomas somáticos, es decir, frecuentes dolores de cabeza o musculares, mareos, malestar gástrico…todo ello se ve agravado si concurren con síntomas ansiosos, como la taquicardia o la sensación de opresión en el pecho.

La presencia conjunta de ansiedad, depresión y síntomas somáticos es casi más la norma que la excepción.

Las personas que padecen depresión suelen acudir, en un primer término, a los servicios médicos de Atención Primaria. Cuando los analgésicos no cumplen su función, el médico, ante la imposibilidad de dar con un diagnóstico claro, ha de investigar y averiguar el origen de la verdadera patología, de la depresión.

De hecho, en España hay entre 1,2 y 1,5 millones de personas que padecen un trastorno depresivo, aunque se estima que un 35% de los casos no se llega a diagnosticar.

Según la OMS (Organización Mundial de la Salud), la depresión es la cuarta causa de discapacidad en el mundo.

Momentos de duelo

El duelo puede definirse como la experiencia de una persona tras una pérdida, o como el proceso de adaptación a esa pérdida. De esta forma, es un proceso psicológico normal que nos permite asumir una nueva realidad, en la cual nuestro ser querido ya no está.

Sus manifestaciones son parecidas a una depresión, pero no es lo mismo. En ambos casos pueden encontrarse síntomas clásicos. como trastornos del sueño, del apetito e intensa tristeza. Sin embargo, en el duelo no se da la pérdida de autoestima característica de la depresión clínica.

Las manifestaciones más características del duelo normal son:

  • Sentimientos de tristeza, enfado, culpa y autorreproche, ansiedad, soledad, fatiga, impotencia, shock, anhelo, alivio o insensibilidad, entre otras.
  • Sensaciones físicas, como vacío en el estómago, opresión en el pecho o en la garganta, hipersensibilidad al ruido, sensación de despersonalización, falta de aire, debilidad muscular, falta de energía o sequedad de boca.
  • Cogniciones o patrones de pensamiento que son normales en las primeras fases del duelo, pero que, si persisten, pueden desencadenar sentimientos que desemboquen en una depresión o en problemas de ansiedad.
  • Estados de confusión, distracción, incredulidad, preocupación, sentido de presencia, experiencias ilusorias pasajeras, e incluso alucinaciones.
  • Conductas que desemboquen en trastornos del sueño, trastornos alimentarios, hiperactividad desasosegada, aislamiento social, llorar en exceso, soñar con el fallecido, buscar y llamar en voz alta, visitar lugares relacionados, llevar consigo objetos o atesorar pertenencias; o, por el contrario, evitar recordatorios del fallecido, lo cual en estas fechas suele ser complicado y la ausencia se hace especialmente notable.

Aunque la depresión no es lo mismo que el duelo, suele ir asociada a éste. Así, algunas personas desarrollan episodios depresivos mayores después de una pérdida.

Por lo tanto, para que este proceso normal por el que todos pasamos ante una pérdida no se complique y desencadene un duelo patológico, crónico, no resuelto o enmascarado, es importante recibir asesoramiento psicológico.

Los principales objetivos terapéuticos son:

  • Aumentar la realidad de la pérdida.
  • Identificar, experimentar, aceptar y expresar los sentimientos y emociones.
  • Superar los diferentes obstáculos y reajustarse después de la pérdida.
  • Recordar a la persona fallecida y sentirse cómodo al seguir viviendo.

Asimismo, el término duelo no se refiere exclusivamente a un fallecimiento, ya que puede aplicarse a otros tipos de pérdidas, como una enfermedad, una ruptura sentimental, estar en situación de desempleo, encontrarse o tener a un ser querido en el extranjero, etc.

En estas fechas es recomendable tener en cuenta que el dolor y los recuerdos nos acompañarán, por lo que intentar ocultarlo, evitarlo o huir no hará que desaparezcan.

Por ello es importante construir una nueva manera de celebrar la Navidad. Reunir a la familia para hablar y tomar en conjunto las decisiones correspondientes, acordar un pequeño homenaje o acto simbólico para recordar a la persona ausente, incluir a los niños por pequeños que sean y arroparse en la familia, pueden ser formas de afrontar eficazmente el dolor.

«No puedo, no me apetece»

Todos en algún momento de nuestra vida nos sorprendemos diciéndonos a nosotros mismos frases del tipo «No puedo» o «No me apetece».

Estas frases son clásicos mecanismos automáticos que utilizamos para engañarnos a nosotros mismos y llevarnos, sin darnos cuenta, a la inercia, a la tristeza, a la apatía e incluso a la abulia. Son la forma perfecta de entrar en un bucle del cual, posteriormente, no sabemos cómo salir ni cómo hemos entrado.

Cabe tener en cuenta que el uso de estas frases de manera puntual no conlleva ningún riesgo, ya que nos permiten tomar aire o darnos un respiro sin sentirnos mal.

El problema surge cuando las utilizamos de manera indiscriminada, o se convierten en pensamientos automáticos, los cuales irrumpen con tanta fuerza que ni si quiera somos capaces de plantearnos si son reales o no, lo que nos deja sin recursos y opciones para salir del bucle en el que nos encontramos o transformar la situación que vivimos.

Para desarticular estos pensamientos es importante tomar conciencia de cuándo nos asaltan. Lo segundo, es preguntarnos qué función cumplen o qué ventajas nos están aportando, si es que hay alguna.

Respecto a la frase «Esto no sirve para nada», no podemos esperar que las cosas cambien si nosotros seguimos haciendo lo mismo de siempre.

Fuente

[*ElPaso}– Poemas de Antonio Pino Pérez: ‘Tú lo sabes, Capitana’

A la Santísima Virgen de Las Nieves, patrona de la Isla de La Palma.

Tú lo sabes, Madre santa, Madre buena, Madre mía
que estas naves que partieron por la ruta de Colón,
desafiando las tormentas, la resaca y el turbión,
con las velas desplegadas a la luz de un nuevo día,
y esperanzas gobernando las derrotas del timón,

son las mismas que ahora zarpan de los puertos escondidos
despreciando del naufragio los peligros inminentes,
y salvando, decididas, el fragor de las rompientes
con audacias indecibles y virajes atrevidos
que acreditan a estos hombres de esforzados y valientes.

Tú lo sabes, Capitana, de estas naves prodigiosas
que en los mares infinitos de infinitas soledades
sólo a Ti vuelven los ojos con febriles ansiedades
estos hombres poseídos de inquietudes laboriosas
que adorándote saciaron al calor de tus verdades
la cruel desgarradura de sus fiebres pasionales
con el beso de esperanza con que ungiste su alta frente.

Y atraídos por los mares se marcharon a Occidente
por la senda esclarecida de tus gracias maternales
que alumbraron la promesa de una tierra providente.

Son las mismas, las de siempre: son ‘La Fama’ y ‘La Verdad’,
son ‘El Triunfo’ que navega por un mar desconocido
arrancándole a las nieblas pertinaces del olvido
una «tierra prometida» a la eterna Cristiandad.

Son las mismas que riñeron con el mar embravecido
la batalla, sin testigos, desigual, del oleaje,
y vencieron, y llegaron con zozobras inquietantes
al refugio venturoso de los puertos más distantes
esquivando marineras acechanzas de abordaje.

Son las mismas, estas naves donde van los emigrantes
con el alma estremecida sobre sus frágiles quillas
a buscarle paliativos a sus ansias de aventura
en las tierras que añoramos con nostalgia de amargura
porque aún cantan las sirenas en la paz de sus orillas
las canciones engañosas de sus sueños de ventura.

Son las mismas, las de siempre… Tú lo sabes, Capitana,
porque Tú en la negra noche vas marcando el derrotero
con el fanal milagroso que alumbra desde un lucero
el camino —sin caminos— del gran puerto del mañana.
Tú, y sólo Tú, las pilotas hasta el final verdadero.

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Nota.– Este poema, publicado en la edición especial del Diario de Avisos con motivo de las Fiestas Lustrales de 1950, se refiere a embarcaciones y aventuras como las descritas en el artículo La Elvira» y las pateras, una desafortunada comparación, y coincide con la redacción del carro La Nave de La Esperanza, obra del mismo autor, que fue estrenada en 1951. 

Cortesía de Antonio Pino Capote

[LE}– ‘Escrache’, palabra del año para la Fundéu

30/12/2013

Escrache, un término que alude a las manifestaciones convocadas frente a los domicilios de políticos y otros personajes públicos, es la palabra del año 2013 para la Fundación del Español Urgente.

Por primera vez en sus ocho años de vida, la Fundéu ha elegido su palabra del año de entre las muchas sobre las que se ha pronunciado, ya sea en sus recomendaciones diarias, ya en las respuestas a las consultas recibidas durante los últimos doce meses.

«Buscábamos una palabra que tuviera cierto interés desde el punto de vista lingüístico, bien por su origen o por cómo está formada, y que haya estado en el primer plano de la actualidad en los últimos meses», explica el director general de la Fundéu, Joaquín Muller.

«Escrache reúne cualidades en los dos aspectos: es una palabra con un origen no del todo cierto, pero muy interesante, que ha llegado al español de España desde el de Argentina y Uruguay, y que se convirtió en protagonista de la actualidad y en el centro de una polémica en la que se cruzaban los elementos lingüísticos y los políticos», aclara Muller.

El Diccionario de la Real Academia Española no incluye ese término, pero sí el verbo escrachar como una expresión coloquial propia del español rioplatense con dos significados: ‘romper, destruir o aplastar’ y ‘fotografiar a una persona’.

El Diccionario de Americanismos, de la Asociación de Academias de la Lengua Española, añade que en esos países escrachar significa también ‘dejar en evidencia a alguien’.

Y para el sustantivo escrache aporta la definición que ha popularizado el término fuera de su ámbito original: ‘manifestación popular de denuncia contra una persona pública a la que se acusa de haber cometido delitos graves o actos de corrupción y que, en general, se realiza frente a su domicilio o en algún otro lugar público al que deba concurrir la persona denunciada’.

Con ese sentido y en el contexto de la investigación de los crímenes de sus dictaduras, empezó a emplearse con frecuencia en los medios de comunicación argentinos y uruguayos en los años 90.

En España la palabra se populariza durante las protestas organizadas en los primeros meses de 2013 por la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH).

Muy pronto, a la polémica generada por ese tipo de acciones, que llevó incluso a reformas legales para regular estas manifestaciones, se sumó otra sobre el propio uso del término, que para algunos representantes políticos no era más que un eufemismo para lo que consideraban un auténtico «acoso con métodos violentos».

La polémica llegó incluso al seno de la Policía cuando un sindicato denunció que se había pedido a los agentes que no empleasen la palabra escrache en sus comunicaciones y diligencias, aunque luego el Ministerio del Interior aclaró que había instado a no usarla porque no se adapta a la terminología de la legislación actual.

Respecto al origen del término, hay varias teorías. Unas lo sitúan en el italiano schiacciare (‘aplastar, astillar, machacar’) o en el genovés scraccâ (‘escupir’), términos que habrían llegado al español a través del lunfardo, una jerga originalmente empleada por las clases más bajas de Buenos Aires, muchos de cuyos integrantes provenían de Italia.

Para otros existe una conexión clara con el inglés to scrach (‘arañar, rasguñar, marcar’). De hecho, en el español de los Estados Unidos se usa escrache como ‘arañazo o rasguño’, como recoge el Diccionario de Americanismos.

Esa combinación de factores lingüísticos y de actualidad es, explica Muller, la que justifica que escrache sea la palabra del año para la Fundéu una fundación constituida por la Agencia EFE y el BBVA, que trabaja asesorada por la Real Academia Española y que tiene como principal objetivo velar por el buen uso del idioma en los medios de comunicación.

Los filólogos y periodistas que trabajan en esta organización hicieron una primera selección de doce términos entre los que, además de la finalmente elegida, figuraban varios vocablos relacionados de algún modo con la situación económica, como copago, emprender, ere —la forma lexicalizada de la sigla ERE—, quita y austericidio.

El mundo de internet y las redes sociales estaban presentes con voces como meme, autofoto y wasapear. La docena de palabras aspirantes se completaba con un término del mundo de la ciencia (bosón), otro del deporte (cholismo) y, por último, con la forma expapa, una palabra que en más de dos mil años de historia de la Iglesia no había habido apenas ocasión de emplear, pero que saltó a las páginas de los medios con ocasión de la renuncia de Benedicto XVI.

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[LE}– ‘Tiempo’ no es lo mismo que ‘meteorología’ ni ‘climatología’

30/12/2013

Las expresiones condiciones atmosféricas, estado del tiempo o, simplemente, tiempo son las adecuadas para hablar del estado atmosférico en un lugar y un momento dados.

Sin embargo, no es raro que en las noticias se usen los términos meteorología y climatología para referirse al tiempo atmosférico:

  • «El partido se ha suspendido debido a la meteorología adversa de las últimas horas» o
  • «El inicio de las obras está previsto para después del invierno, para evitar complicaciones por la mala climatología».

En propiedad, la meteorología es la ‘ciencia que estudia los fenómenos atmosféricos’ y la climatología es el ‘estudio del clima’ y el ‘conjunto de las características propias del clima de una región determinada’, tal como explica el Diccionario Panhispánico de Dudas; es decir, son disciplinas que estudian y caracterizan el tiempo desde diferentes puntos de vista, pero no se aplican al tiempo en sí.

Por ello, resulta más apropiado hablar de estado del tiempo, condiciones atmosféricas, condiciones meteorológicas o tiempo atmosférico, así como de buen tiempo, tiempo soleado, mal tiempo, tiempo lluvioso y otras expresiones similares

De este modo, en los ejemplos anteriores podría haberse escrito

  • «El partido se ha suspendido debido a las condiciones atmosféricas adversas de las últimas horas» o
  • «El inicio de las obras está previsto para después del invierno, para evitar complicaciones por el mal tiempo».

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[Hum}– A drunken man staggers into a Catholic Church

A drunken man staggers into a Catholic Church and sits down in a confession box and says nothing. The bewildered priest coughs to attract his attention, but still the man says nothing. 

The priest then knocks on the wall three times in a final attempt to get the man to speak, and finally the drunk replies: 

—No use knockin’, mate, there’s no paper in this one either!

Courtesy of Bob Meehan