[*Opino}– Perros y cerdos, una desafortunada comparación

24/12/2013

Carlos M. Padrón

No veo que el título, «Por qué queremos a los perros pero nos comemos a los cerdos», del artículo que copio abajo tenga que ver con su contenido.

Tal vez lo escogieron para llamar la atención del lector hacia un artículo destinado a promocionar un libro.

Un artículo que cuestiona el consumo que hacemos de carne animal, un cuestionamiento con el que estoy de acuerdo, y pienso que algún día, tan lejos en el tiempo que sospecho que no lo vean ni mis bisnietos, ya los humanos no comeremos carne.

Aunque mi padre fue alguna vez cazador, y mi hermano mayor pescador, no estoy de acuerdo con estas prácticas.

Pero volviendo a ese título, creo que la comparación entre perros y cerdos es desafortunada porque si bien un perro puede ser —y de hecho es— una excelente mascota, un cerdo no.

A pesar de que hay gente que tiene cerdos —sobre todo unos muy pequeños— como mascotas, las diferencias entre éstos y los perros son muchas y muy grandes.

Toemos la higiene, sólo por usar una. Si bien los más de los perros mascota que viven en casas van instintivamente a buscar un jardín o terreno baldío para hacer sus necesidades, dudo mucho que un cerdo, si tenido como mascota en iguales condiciones, haga lo mismo de forma instintiva.

Además, el excremento de los perros apenas hiede si se le compara con el de los cerdos,…. a menos que para los cerdos mascota se invente una comida especial.

Por otra parte, desde hace siglos el perro ha buscado la compañía humana, no así el cerdo. El perro se caracteriza por la fidelidad a su dueño, ¿sería fiel un cerdo?

En fin, que aunque los chinos coman carne de perro con el mismo desparpajo con que nosotros comemos la de cerdo, sigo sin aceptar esa costumbre de los chinos, en especial porque, por lo dicho arriba y por mil motivos más, queremos a los perros porque nos han acompañado por siglos como fieles amigos y defensores de nuestra vidas y casas, cosa que los cerdos no han hecho ni creo que pudieran hacerlo,… lo cual no justifica que nos los comamos.

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16/12/2013

Teresa Guerrero

Por qué queremos a los perros pero nos comemos a los cerdos

Imagine que unos amigos le invitan a su casa a cenar. El plato principal es un estofado de carne que huele fenomenal y está delicioso.

Mientras lo disfruta le pregunta a sus anfitriones por la receta. «Coges un kilo de carne de Golden retriever, marinada desde la noche…», le contesta su amigo. «¿¡Golden retriever!? «Si usted es como la mayoría de las personas que viven en Occidente, probablemente se sentirá mal ante la idea de estar comiéndose un perro cocinado». Incluso sentirá asco, «porque los perros no se comen».

Si sus anfitriones le dicen que es una broma, y que en realidad han servido un estofado de ternera ¿seguiría comiendo? ¿se sentiría mejor?

Probablemente sí, porque «si usted es como la mayoría de las personas, cuando se sienta ante un estofado de ternera no ve la imagen del animal del que procede la carne. Sólo ve «comida», por lo que se centra en el sabor, en el aroma y en la textura».

Así comienza la psicóloga estadounidense Melanie Joy su reflexión sobre por qué nuestra cultura nos permite comer algunos animales sin contemplaciones, mientras nos insta a que consideremos otras especies como mascotas y, como consecuencia de ello, la idea de causarles sufrimiento nos causa malestar.

Una reflexión que resume bien el título de su libro, que acaba de ser publicado en español, y recoge las investigaciones que la autora realizó durante su tesis doctoral. «Comer animales o no hacerlo es una tema de justicia social».

La decisión de comer carne

Melanie Joy ha acuñado un término, el carnismo, para denominar «el sistema de creencias que nos condiciona a comer unos animales determinados». Y es que, según sostiene, «en la mayor parte del mundo actual las personas no comen carne porque lo necesitan, sino porque deciden hacerlo. Y las decisiones siempre se derivan de las creencias».

«El carnismo es un sistema de creencias invisible, y el trabajo de Melanie Joy está permitiendo darle visibilidad. Una vez que conocemos este sistema, tenemos la libertad de decidir», explica Javier Moreno, de Igualdad Animal, la organización de defensa de los derechos animales a la que irán destinados los beneficios de la venta de esta obra.

Joy, profesora de psicología y sociología en la Universidad de Massachusetts (Boston, EEUU), es vegana, es decir no consume ningún producto de origen animal (ni alimentos ni prendas de vestir ni asiste a espectáculos en los que se usen animales).

Pero no siempre fue así. Según confiesa, cuando era adolescente disfrutaba comiendo todo tipo de alimentos y era una fanática de la pizza con cuatro tipos de carne y extra de queso. «Como la mayor parte de la gente, me gustaban los animales y no quería que sufrieran aunque yo misma participaba en un sistema que cometía atrocidades y que iba en contra de mis valores. Cuando comía animales dejaba atrás la empatía», reflexiona.

Allá por 1999, cuando tenía 23 años, se puso enferma tras consumir una hamburguesa en mal estado. Tal fue la indigestión que acabó en el hospital: «A partir de entonces dejé de comer carne, me empezó a dar asco. Poco a poco comencé a interesarme por la información que siempre había estado ahí, y supe que hay millones de animales que están sufriendo de manera completamente innecesaria. Me di cuenta de que yo había contribuido al problema y quise ser parte de la solución», recuerda.

Su transición hacia el veganismo, relata, fue paulatina: «Primero dejé de comer carne, luego huevos y leche…» Hasta que con los años se convirtió en vegana. «No necesitamos carne para sobrevivir, ni siquiera para mantenernos sanos», asegura Joy, que en su libro pone como ejemplo «a los millones de vegetarianos sanos y longevos que así lo han demostrado», y defiende una dieta variada y la ingesta de proteínas de origen vegetal para satisfacer las necesidades nutricionales del cuerpo. A sus ojos, beber leche o comer huevos es tan desagradable como para cualquier occidental puede resultar comer carne de perro.

Nada menos que 10.000 millones de animales mueren cada año sólo en EEUU para el consumo humano, una cifra que se doblaría si incluimos las especies animales marinas destinadas a la alimentación. En su obra, Joy también denuncia las duras condiciones de trabajo a la que están sometidos muchos de los trabajadores de explotaciones ganaderas y de la industria cárnica en EEUU, a los que denomina «las otras víctimas del carnismo».

Durante la investigación que realizó para su tesis doctoral, la psicóloga entrevistó a todo tipo de personas: veganos, vegetarianos, carniceros, personas que trabajaban en la industria de la carne… Todos ellos, afirma, compartían una experiencia parecida sobre la consideración de especies como animales de compañías o aptos para el consumo.

Las tres N: Normal, natural y necesario

«El carnismo nos enseña a no pensar, a no sentir nada hacia estos animales. Comer carne se considera un hecho, no una elección», asegura.

Y este convencimiento, continúa, se ha logrado gracias a un sistema que justifica el consumo de carne a través de la repetición de lo que ella denomina las tres N: comer carne es normal, natural y necesario. Las mismas N que, según denuncia, se han usado a lo largo de la Historia para permitir y justificar la esclavitud, el racismo o la dominación masculina. Y es que para Joy «el carnismo es una ideología violenta, un sistema de presión, un mecanismo que distorsiona nuestra relación con los animales».

«La mayoría de nosotros creemos que comer carne es natural porque el ser humano caza y consume animales desde hace miles de años. Y ciertamente, la carne ha formado parte de nuestra dieta omnívora durante al menos dos millones de años. Pero el infanticidio, el asesinato, la violación y el canibalismo son, como mínimo, tan antiguos como el consumo de carne y, por tanto, podríamos argumentar que también son naturales. Pero no apelamos a la historia de estas conductas para justificarlas», defiende en su libro.

Naturalmente, en otros países la percepción que tienen sus ciudadanos sobre qué animales son comestibles es distinta a la nuestra, y para ellos también sería impensable ingerir algunas de las especies habituales en nuestra dieta. Por ejemplo, la vaca es sagrada en India, mientras que en otros países los insectos se consideran una importante fuente de proteínas y su consumo es habitual.

En algunas zona de Asia, como China y Vietnam, muchos ciudadanos comen perros sin miramientos, a pesar de que también allí es frecuente tenerlos como animal de compañía. Como destaca Javier Moreno, «distinguen entre los perros que van a destinarse al consumo humano y los que se consideran mascotas».

Joy, que lleva tres años viajando por el mundo y explicando en foros internacionales qué es el carnismo, está convencida de que la mayor parte de la gente no es consciente de las terribles condiciones en las que viven los animales destinados a convertirse en alimentos.

Por ello, la autora se muestra satisfecha por el descenso del consumo de carne que se ha registrado por primera vez en EEUU, donde cada ciudadano come aproximadamente 100 kilogramos de carne al año. No obstante, en su opinión este descenso no es sólo atribuible a una mayor concienciación sobre el sufrimiento de los animales, sino también a que la gente cada vez es más consciente de los contaminantes que ingiere cuando toman carne: «Suele estar aderezada con hormonas sintéticas, dosis masivas de antibióticos, pesticidas, herbicidas y fungicidas tóxicos», denuncia en su libro.

La autora confía en que su obra, que ha sido traducida a nueve idiomas, contribuya a que la gente se detenga unos instantes y reflexione sobre por qué comemos algunas especies animales y otras no.

Tener información sobre las condiciones en las que viven millones de animales destinados al consumo humano, sostiene, les ayudará a decidir de forma consciente y con libertad:

«Sin conciencia no hay elección libre», afirma. Porque, como dice la cita de Mahatma Gandhi que ha escogido como apertura de su libro, «podemos medir la grandeza y el progreso moral de una nación por el modo en que trata a sus animales».

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[*Otros}– La isla de El Hierro (Canarias) se eleva 1,5 centímetros tras el repunte sísmico

24/12/2013

Científicos del Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan) han detectado deformaciones relacionadas con el nuevo repunte sísmico que se viene produciendo desde el pasado 22 de diciembre en la isla de El Hierro.

Durante las primeras 24 horas desde que comenzó este episodio, la isla ha registrado un desplazamiento en la vertical (elevación) de 1,5 centímetros.

El Involcan ya ha comunicado este hecho a la dirección del Plan Especial de Protección Civil por Riesgo Volcánico de la Comunidad Autónoma de Canarias (Pevolca), así como al Cabildo, después de que la Red GPS Canaria haya registrado desplazamientos horizontales y verticales anómalos relacionados con el proceso de reactivación magmática que está ocurriendo bajo la isla.

Estos datos de deformación del terreno, según un comunicado del Involcan, no son perceptibles a las personas; sin embargo, conjuntamente con la información proporcionada por la actividad sísmica y los gases, confirman que el proceso de reactivación magmática en El Hierro continúa aún después de casi 22 meses de darse por finalizada la erupción submarina ocurrida al sur de La Restinga.

Entre el 01 de enero y el 21 de diciembre de 2013, el desplazamiento en la vertical observado en la estación GPS PINA, localizada en el Ayuntamiento de El Pinar, ha sido de 6,5 centímetros, un registro de una velocidad media de elevación de aproximadamente 0,02 centímetros diarios.

Por el contrario, sólo durante las primeras 24 horas de la reciente actividad sísmica anómala registrada en la isla, el desplazamiento en la vertical en la estación GPS PINA ha sido de 1,5 centímetros; por lo tanto, una velocidad media de elevación 75 veces superior a la registrada durante los primeros 355 días del año.

Red GPS Canaria

La Red GPS Canaria que opera el Involcan bajo la dirección de Takeshi Sagiya, catedrático de la Universidad de Nagoya y colaborador científico del instituto, es una red geodésica instrumental permanente de 35 estaciones GPS cuya titularidad dependen de diferentes organismos y administraciones, pero que realizan un esfuerzo conjunto para contribuir a la mejora y optimización del programa geodésico para la vigilancia volcánica en Canarias, y tiene la capacidad de detectar cualquier deformación del terreno asociada al fenómeno volcánico en profundidad.

Los resultados del procesado de los datos que registran estas 35 estaciones GPS pueden observase en la página web del Involcan.

En el caso particular de El Hierro, la Red GPS Canaria en la actualidad cuenta con siete estaciones GPS diferenciales del ITER (2), la Universidad de Nagoya (4) y Grafcan (1). En el año 2004 se instaló en El Hierro la primera estación GPS instrumental permanente, gracias a un convenio firmado entre el ITER y el Cabildo, para mejorar la vigilancia volcánica en la isla.

Desde el Involcan se recuerda que la información oficial sobre el nivel de alerta ante fenómenos volcanológicos adversos es la que se emite a través de los comunicados del Plan Especial de Protección Civil y Atención de Emergencias por Riesgo Volcánico en la Comunidad Autónoma de Canarias (pevolca).

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Artículos relacionados:

[LE}– ‘Adenda’, no ‘addenda’ ni ‘addendum’

24/12/2013

El término adenda, que alude a un añadido que se hace al final de un texto, se escribe sin duplicar ninguna d, pues es un término ya adaptado al español a partir de la voz latina addenda, forma que desaconseja la Ortografía Académica.

En las noticias se puede ver escrita esta palabra de modo inapropiado, como en los siguientes ejemplos:

  • «Se aprobó en la sesión plenaria la addenda al convenio» o
  • «El referido acuerdo ha sido objeto de modificaciones y addendas posteriores».

Tal como señala la Ortografía Académica, el sistema gráfico del español rechaza la duplicación de consonantes, por lo que en los préstamos de voces extranjeras se simplifican: brócoli, túnel, chóped, rali, dosier, etc. Éste es también el caso de adenda, por lo que en los ejemplos anteriores habría sido preferible haber escrito

  • «Se aprobó en la sesión plenaria la adenda al convenio» o
  • «El referido acuerdo ha sido objeto de modificaciones y adendas posteriores».

Al igual que ocurre con otras palabras de la lengua especializada, como bacteria, el vocablo adenda se ha incorporado al español con significación singular aunque en su origen latino sea plural, por lo que no hay necesidad de introducir la variante addendum, que probablemente se usa por influencia del inglés.

El plural de adenda es adendas.

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[Hum}– La triple boda

En aquellos tiempos —que hoy parecen prehistóricos y propios de ciencia-ficción— en que era norma que las mujeres llegaran vírgenes al matrimonio, tres jóvenes que vivían en una misma ciudad, que habían crecido juntos y eran amigos de toda su vida, se echaron novia, y las tres parejas llegaron a ser muy amigas.

Luego de un tiempo prudente de noviazgo, decidieron casarse y, como un reconocimiento a su larga amistad, los tres amigos acordaron que los tres matrimonios se celebrarían en la misma ceremonia, y la noche de bodas sería en el mejor hotel de la ciudad.

Una vez obtenida la aprobación de las novias, los tres amigos añadieron al acuerdo un punto más: a la mañana siguiente a la noche de bodas, los tres se reunirían en el bar del hotel para contarse sus experiencias.

Y así lo hicieron.

Pedro, el primero en llegar al bar, fue el más extrovertido de los tres, y, una vez que llegaron los otros dos, tomó la palabra y dijo:

—¡Soy un paciente artista! Como ustedes saben, Olga, mi ahora mujer, es muy tímida, así que no había forma de que se entregara. Que si tenía miedo, que si le daba vergüenza,… Con mucha paciencia, cariños y palabras suaves logré que se dejara hacer, y al fin lo hicimos cuando ya había amanecido. Luego ella, avergonzada, no quiso ni mirarme, se tapó hasta la coronilla con las sábanas y no dijo palabra, así que aproveché para bar al bar.

Pepe, el segundo dijo:

—Pues Remedios es también tímida, pero anoche sacó a relucir una característica que yo no le conocía: lo pragmática. Después de un rato de pretextos y evasivas, me miró y dijo: «Como esto hay que hacerlo tarde o temprano, cuando antes, mejor». Y lo hicimos.

Le tocaba el turno a Paco, pero éste permaneció en silencio y con la mirada fija en la taza de café. Después de unos minutos de silencio, Pedro le dijo:

—¿Qué pasó, Paco? ¿Metiste la pata?

—No—, contestó compungido Paco —, ¡pero cabía!