[LE}– Origen o uso de palabras, dichos y expresiones: Testificar

20-07-12

El origen de la palabra testificar es ciertamente confuso, ya que hay varias versiones y en ninguna hay acuerdo entre las respectivas fuentes.

Por un lado (y parece la más fiable) está la que dice que la palabra testificar proviene de testigo y ésta, a su vez, viene del antiguo ibero testiguar, el cual viene del latín testificare.

A su vez, testificare está compuesto de testis (testigo) y facere (hacer). No se sabe por qué el ibero no tomó testigo directamente de testis.

Por otro lado, testículo viene de testiculus compuesto de testis (testigo) y el sufijo culus que es usado para como diminutivo. Así que los testículos son los “pequeños testigos”.

Hablando de estos “pequeños testigos” otra versión del testificar dice que su procedencia corresponde a que, a falta de Biblia, los romanos juraban decir la verdad apretándose los testículos con la mano derecha, y que de esta costumbre romana procede la palabra testificar.

Y para rizar más el rizo una tercera vía de investigación indica que, después de cada Cónclave, cuando ya se había elegido al cardenal que sería investido como Papa, antes de que éste fuese nombrado definitivamente era sometido a una prueba, realizada por otro cardenal, que había pertenecido también al Cónclave, y que era nombrado para tal.

Esta prueba consistía en que éste último debía tocarle los genitales al futuro Papa, con la mano, para asegurarse y testificar luego a los demás que éste era masculino, evitando así el fraude de haber sido elegida una mujer, que se haría pasar por hombre.

Cortesía de Leonardo Masina

[Hum}– Todo es relativo

Al final de la tarde, un ginecólogo esperaba a su última paciente, que no llegó. Después de media hora de espera, supuso que ya no vendría y decidió tomarse un gin-tonic para relajarse antes de volver a casa.

Se instaló confortablemente en una poltrona, empezó a leer un periódico y, de pronto, sonó el timbre de la puerta: era la paciente que llega, toda sofocada, y pidió disculpas por el retraso.

—No tiene importancia—, le dijo el médico—. Yo estaba tomando un gin-tonic mientras la esperaba. ¿Quiere usted uno para relajarse un poco?

—Acepto con gusto—, respondió la paciente, aliviada.

El médico le sirvió el trago, se sentó frente a ella y comenzaron a conversar sobre temas banales.

De repente se oyó un ruido de llaves en la puerta del consultorio. El médico, sobresaltado, se levantó bruscamente y exclamó:

—¡Mi mujeeeeer! ¡Rápido, quítese la ropa y abra las piernas!

Moraleja: Einstein tenía razón: en la vida ¡todo es relativo!