[*Opino}– ¿Sexo débil? ¡Nada de eso! Y, además, mienten mejor que los hombres

27-07-13

Carlos M. Padrón

Se dice que los hombres hablan de cosas que nunca hicieron, mientras que las mujeres hacen cosas de las que nunca hablarán.

De esta grande y peligrosa verdad hay que extraer el corolario de que ellas saben manejar los silencios, y usar éstos por respuesta. Tan sólo por eso, son de temer, pero hay motivos más poderosos.

Si es cierto que, como dice el artículo que copio más abajo, las mujeres ni a las amigas les cuentan ciertas intimidades, lo hacen por el instinto de amarrar al proveedor, el mismo instinto que les permite controlar mucho mejor las emociones relacionadas con la culpabilidad y el remordimiento porque, simplemente, son menos románticas que los hombres, o sea, menos proclives a caer en el drogamor de larga duración, que es a lo que se refiere eso de que los hombres somos más pasionales.

Apenas una mujer se sabe preñada, todo cambia para ella y para su pareja, y ayudaría mucho que ambos tomaran conciencia de ello, pero, lamentablemente, casi nunca ocurre así y, también lamentablemente, las instituciones educativas no tienen en sus programas esa materia, como tampoco tienen la del drogamor ni la de la percepción del tiempo.

¿Sexo débil? No seamos ilusos. Será en lo físico, porque, en lo fisiológico y emocional, la Naturaleza hizo más fuerte al sexo que mayor rol juega en la perpetuación de la especie (concibe, aloja durante el embarazo, y alimenta durante y después), y menos fuerte a aquél cuyo rol es sólo ayudar a la concepción del ser humano. Y para asegurarse el éxito de esta asignación, dio a las mujeres el instinto más fuerte: el maternal.

De ahí que, sobre todo en el trato con mujeres, hay tener muy en cuenta que los instintos —y sobre todo el maternal— no se atienen a razones.

Me enferma ver esa escena —para mí, pornográfica, pero muy común en las películas y series de TV useñas—, en la que el hombre, anillo en mano, se postra de rodillas ante una mujer y le pide que se case con él. Por lo visto, necesita un gerente que gestione su vida.

No es de extrañar, por tanto, que en esos mismos medios useños sea también común que se ponga de manifiesto que en una pareja es la mujer la que tiene los pies en la tierra, la sensata, la que toma las mejores decisiones, la que, a la postre, impone su voluntad, y la que, llegado el momento que ella considere adecuado, le dice a su marido «Get out of MY house!» (¡Lárgate de MI casa!»), no importando para nada que la tal casa haya sido comprada con las ganancias del marido que trabaja todos los días, mientras que, en muchos casos, su mujer se los pasa peinada, maquillada y vestida como si fuera a una fiesta, y jugando cartas con sus amigas o asistiendo a reuniones supuestamente benéficas.

Estando en Tokyo, IBM puso a mi disposición un guía japonés que hablaba inglés. Llevado por mi inveterado interés en lo psicosocial, le pregunté si él se casaría con una gringa.

Mirándome con ojos desorbitados y expresión de haber sido insultado, me contestó: «¡Antes prefiero meterme a monje!».

No deja de ser cuando menos curioso que algunos de los países famosos por su ancestral sabiduría sean los que más controladas o marginadas tengan a las mujeres. Más vale prevenir….

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27/07/2013

Las mujeres mienten mejor que los hombres

Alrededor de un 10% de los niños que nacen en las sociedades desarrolladas tendrían un padre que no es el supuesto.

A lo largo de la Historia se ha instaurado la creencia popular de que los hombres son mucho más promiscuos que las mujeres. Sin embargo, y según ha podido saber el portal ‘RomanceSecreto.com’, esta afirmación no es del todo cierta.

Tanto unos como otras practican el adulterio, pero a ellas se les descubre en muchas menos ocasiones.

Estudios realizados por la Universidad Metropolitana de Manchester (y otras importantes universidades europeas) revelan que, aunque los hombres siguen siendo un poco más proclives a tener una aventura fuera del ámbito conyugal, las mujeres se están soltando cada vez más la melena.

De hecho, estos mismos estudios realizan una aseveración impactante: alrededor de un 10% de los niños que actualmente nacen en las sociedades desarrolladas tendrían un padre que no es el supuesto, o sea, que no es la pareja estable de la madre.

La diferencia entre ambos sexos, básicamente, es la manera de gestionar la situación.

“Las mujeres saben guardar un secreto, y más aún si las protagonistas son ellas mismas. Si tienen un amante, no se lo contarán ni a su mejor amiga. Además, saben controlar mucho mejor las emociones relacionadas con la culpabilidad y el remordimiento”,

explica el psicólogo, experto en relaciones de pareja, Manuel Alarcón Molina.

Desde luego, algunos testimonios confirman esta teoría.

“Estuve dos años manteniendo una doble vida; mi amante era un compañero de trabajo. Siempre hablábamos en la oficina, nunca llamadas al celular ni correos electrónicos, y cuando salíamos a cenar, siempre pagábamos en efectivo. No hay que dejar rastro”,

relata una usuaria anónima del portal.

En el extremo contario estarían algunos hombres, a los que una infidelidad les ha costado el matrimonio.

“Ellos son más descuidados, pero también más pasionales. En un momento creen haberse enamorado de otra mujer sólo por salir de la rutina y son descubiertos con facilidad. Luego viene el arrepentimiento y las súplicas”,

reflexiona Alarcón Molina.

Fuente: ABC

[*Otros}– Observan en La Palma (Canarias) orcas que se alimentan de crías de zifios

02/08/2013

Un grupo de orcas ha sido avistado en aguas de La Palma mientras se alimentaban de cetáceos.

Éstos eran, en concreto, dos crías de zifio, y ello supone, según afirman, la primera observación mundial de un ataque de este tipo.

Ver VÍDEO.

El ataque fue observado el 29 de julio por José Ramón Roca, capitán del barco ‘Fancy II’ que, junto con el ‘Fantasy’, se dedica a la búsqueda y observación de cetáceos en La Palma, y que, además, suministra a los biólogos e instituciones científicas los datos de la ruta, posición, número de ejemplares y de crías, así como su comportamiento.

En este caso fue «muy emocionante», explica José Ramón Roca, porque navegaban junto a la zona de la «Cueva Bonita», una impresionante gruta volcánica en la costa de Tijarafe, mientras observaban a unos delfines mulares.

Al continuar navegando el capitán se percató de que había una estela en el agua, y, cuando vio las siluetas, tuvo una corazonada: ahí hay orcas.

Primero vio una, luego otra más distanciada y, finalmente, apareció una cría de gran tamaño.

Entonces comenzaron a observarlas y filmarlas y, al rato, emergió una orca «con medio zifio en la boca, que se tragó, y luego escupió la cabeza», que recogieron los miembros del ‘Fancy II’ para su estudio, mientras que otra cabeza —de otra cría de zifio— quedó flotando.

Lo más triste, lamenta José Ramón Roca, es que una semana antes habían avistado un grupo de siete zifios, cinco adultos y dos crías, y sospecha que a partir de ahora no verá a estas dos últimas.

Natacha Aguilar de Soto, bióloga del Grupo de Investigación en Biodiversidad, Ecología Marina y Conservación de la Universidad de La Laguna, ha señalado que hay dos grandes tipos de orcas: las que se alimentan de peces, y las que cazan otros mamíferos marinos, como focas, delfines o incluso grandes ballenas.

En Canarias se han observado interacciones de las orcas con la pesca del atún y, por tanto, se pensaba hasta ahora que las únicas orcas que pasaban por el archipiélago eran las que se alimentan de peces.

En esta ocasión las orcas se estaban alimentando de cetáceos, fenómeno que, hasta donde se sabe, ocurre por primera vez en Canarias.

Los zifios son una familia de más de 20 especies, y Canarias es uno de los tres sitios del mundo, junto con Hawai y Bahamas, donde se conoce la existencia de poblaciones residentes de zifios, exactamente de dos especies, los zifios de ‘Cuvier’ y de ‘Blainville’.

Buceadores de aguas profundas

Esto se debe a que los zifios son buceadores de profundidad, y en Canarias las aguas profundas se acercan mucho a la costa.

Aprovechando la existencia de estas poblaciones costeras de zifios, la Universidad de La Laguna —junto al Instituto Oceanográfico Woods Hole (Massachusetts) y la Universidad de St. Andrews (Escocia)— estudian a los cetáceos con unos dispositivos que se adhieren con ventosas y que registran profundidad, movimiento y sonidos de los animales.

«Vimos que los zifios son buceadores extremos que cazan normalmente a más de 400 metros, y pueden llegar bucear hasta a tres kilómetros de profundidad en inmersiones de hasta dos horas de duración»,

precisa Natacha Aguilar de Soto.

Además, sorprendentemente, los zifios no emiten ningún sonido hasta la cota de 200 metros, lo que coincide con la profundidad hasta la que bucean las orcas, que nunca bajan más, y comen animales en superficie.

La investigadora Natacha Aguilar de Soto, y otros autores, han publicado un artículo en la revista ‘Marine Mammal Science’ en el que explican la hipótesis de que el comportamiento silencioso de los zifios en superficie se debe a un «camuflaje acústico» para evitar ser detectados por las orcas, que tienen un gran sentido del oído como todos los cetáceos.

Fuente: El Mundo

[Hum}– ¿Tu pendrive tiene blutufe? La tecnología y la edad

Historia, bien contada, que muestra la rapidez de la modernidad. Es difícil, casi imposible, que lo entendamos quienes ya tenemos una pila de años.

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Miguel sacó el papel de su bolsillo, confirmó lo que leía, y preguntó a la dependienta:

—Hola, ¿tienes pendrive?

—Sí, tenemos.

—¿Qué es un pendrive? ¿Puedes explicármelo? Mi hijo me pidió que le comprara uno.

—Bueno, un pendrive es un aparatito en el que se guarda todo lo que hay en el PC.

—Ah, es como un disquete.

—No. En el pendrive usted puede almacenar textos, imágenes y películas. El disquete, que ya ni existe, sólo aceptaba texto.

—Ah, OK. Quiero uno.

—¿De cuántos gigas?

—¿¿¿Quéee???—. Miguel se pierde.

—¿De cuántos gigas lo quiere?

—¿Y qué es un giga?

—Es el tamaño del pendrive.

—Ah, OK. Quiero uno pequeño, que sirva para llevar en el bolsillo; no muy grande.

—Todos son pequeños, señor. El tamaño se refiere a la cantidad de cosas que puede guardar.

—Ah, OK. ¿Y cuántos tamaños tienen ustedes?

—Puede ser de 2, 4, 8, 16 gigas…

Miguel piensa y dice:

—Uhmmmm, mi hijo no me dijo cuántos gigas necesita.

—En ese caso, lo mejor es llevar el mayor.

—Sí, bueno, creo que sí. ¿Cuánto cuesta?

—Bueno, el precio varía conforme al tamaño. ¿Su entrada es USB?

—¿¡Cómo!?

—Es que para acoplar el pendrive en el PC debe haber una entrada compatible.

—¿USB no es la potencia del aire acondicionado?

—No, eso es BTU.

—¡Ah! Sí, es eso. Confundí las iniciales. ¡Y yo que sé si la entrada del PC es USB!

—El USB tiene unos dientes que encajan en los orificios del PC. El otro tipo de USB es el P2, más tradicional, y en ése usted sólo tiene que meter el pin en el agujero redondito. ¿Su PC es nuevo o antiguo? Si es de los nuevos, es USB, pero si es algo más viejo, es P2.

—Creo que el mío tiene 2 años; el anterior aún tenía disquete. ¿Te acuerdas del disquete? Cuadradito, negro, fácil de cargar, casi no tenía peso. Mi primer PC funcionaba con esos disquetes que había, tipo galleta, grandotes y cuadrados. Era bien más simple, ¿no crees? Pero ya veo que los de hoy ni tienen entrada para disquete, o es CD o pendrive. ¡Qué cosa! Bien, no sé qué hacer. Mejor le voy a preguntar a mi hijo.

—Claro, ¿por qué no lo llama?

—Bien que me gustaría llamarlo, pero mi celular es nuevo y tiene tantas cosas que ni aprendí aún a marcar.

—Déjeme ver. ¡Guau! ¡Es un smarthphone! ¡Y bien bueno! Tiene bluetooth, woofle, brufle, trifle, banda larga, teclado touchpad, cámara fotográfica, flash, vídeo, radio AM/FM, TV digital… Y también puede enviar y recibir e-mails, torpedo direccional, microondas y conexión wireless.

—Blu,… blu… ¿blutufe? ¿Y microondas? Entonces, sirve para cocinar?—, pregunta Miguel con asombro.

—No, no señor. ¡Usted me hace gracia! Es que éste funciona en el subpadrón, y por ello es mucho más rápido.

—Y… ¿para qué sirve el blutufe ése?

—Es para poder comunicar un celular con otro, sin usar cables.

—¡Qué maravilla! ¡Qué gran novedad! Pero, vamos a ver, ¿los celulares no se comunican unos con otros sin cable? Yo nunca he necesitado un cable para llamar a otro celular. Que yo sepa, en un celular el cable es sólo para cargar la batería.

—No, ya veo que usted no entiende mucho de esto. Mire, con el bluetooth usted pasa los datos de su celular a otro celular. Por ejemplo, su lista de contactos…

—¡Ah! ¿Y antes necesitaba un cable?

—No, tenía que cambiar el chip.

—¿¡Quéeee!? Ah, sí, el chip. Entonces, ¿hoy ya no es necesario el chip?

—Sí, es necesario, pero el bluetooth es bastante mejor.

—¡Qué bien esto del chip! ¿Y mi celular tiene chip?

—Uhmmm. Un momentito, déjeme ver… Sí, tiene chip.

—¿Y yo que hago con el chip?

—Por si usted necesita o quiere cambiar de operador, portabilidad, eso…

—Si lo sé, claro que lo sé. ¿¡No iba yo a saber una cosa de ésas, tan simple!? ¿Entonces, imagino que para conectar todo eso, y después de un curso de dos meses, sólo necesito clicar en unos doscientos botones, ¿no?

—¡Noooooo! ¡Es todo muy simple y fácil de aprender! ¿Quiere llamar a su hijo? Escriba aquí su número, teclee y apriete el botón verde. Ya está llamando.
Miguel sujeta el celular con la punta de los dedos, y temiendo ser llevado por los aires, ¡hacia otro planeta!

—Hola, hijo, soy papá… Sí, dime, hijo, el pendrive que quieres es de cuántas… ¡Ay ¿cómo es el nombre? Ah, gracias, ¿cuántas gigas? ¿4 gigas? OK. Y hay otra cosa,… ¿cómo era? Ah, ¿nuestra conexión es USB? ¿Sí? OK. ¡Qué locura! OK, hijo, te llevo el pendrive.

—¿Qué edad tiene su hijo?

—Va cumplir 10 en marzo…

—¡Oh, que rico!

—Pues sí, señorita, me llevo uno de 4 gigas con conexión USB.

—Ok, señor. ¿Lo quiere para regalo?

Más tarde, y ya en su oficina, Miguel examinó el pendrive, un minúsculo objeto, menor que un mechero, capaz de almacenar películas. Pero, ¿dónde iremos a parar? Con cierto recelo, mira su celular, que está sobre la mesa. «Máquina infernal», piensa. Todo lo que él necesita es un teléfono capaz de marcar números y recibir llamadas. Y, en este momento, tiene en sus manos un dispositivo sofisticado, tan complejo que nadie que no sea especialista sabrá comprender.

En casa, entrega el pendrive a su hijo y ver cómo funciona. El niño inserta el dispositivo en el PC y se abre una ventana en la pantalla. Seguidamente, con el ratón abre una página de Internet en inglés. Selecciona unas palabras, y un ‘heavy metal’ infernal invade la habitación y golpea los oídos de Oswaldo. Otro clic, se acaba la música, y el niño comenta:
—Bueno, papa, bajé la música. Ahora, me llevo el pendrive a cualquier sitio y, donde haya una entrada USB, lo inserto y puedo escuchar la música. En mi celular, por ejemplo.

—Ah, ¿tu celular tiene entrada USB?

—Claro. El tuyo, también.

—¿Ah, sí? ¿Eso quiere decir que puedo grabar música en un pendrive y escucharla en mi celular?

—Sí, claro.

Aquella noche, antes de dormir, Miguel le dio un beso a Pilar, su mujer, y le dijo:

—¿Sabes que tengo blutufe?

—¿Cómo es eso?

—¡¡¡Bluetufe!!! No me vas a decir que no sabes lo qué es, ¿no?

—No fastidies, Miguel, déjame dormir.

—¿Cariño, te acuerdas de cómo era la buena vida, cuando un teléfono era un teléfono, un grabador era un grabador, y un tocadiscos sólo tocaba discos? ¡Y sólo había que pulsar un botón!

—Claro que me acuerdo, Miguel. ¿Hoy es bastante mejor, no? Varias cosas en una sola. Hasta tienes bluetufe y conexión USB también. ¡Qué bárbaro, Miguel, mi enhorabuena!

—Pilar, con tanta tecnología envejecemos más rápido. Me pongo malo sólo de pensar cuántas cosas hay por ahí que nunca usaré.

—¡Ah, ¿y por qué?

—Porque yo aprendí a usar el PC y el celular, y todo lo que aprendí ya está sobrepasado.

—Hablando de eso, tenemos que cambiar el televisor.

—¿¡Qué!? ¿Se estropeó el nuestro?

—No, pero el nuestro no tiene HD, tecla SAP, slowmotion ni reset—, dice Pilar, demostrando sus dotes tecnológicas.

—¿Todo eso?

—Todo.

—¿Y el nuevo va a tener blutufe?

—Buenas noches, Miguel, duérmete que ya no te aguanto ,más.

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El autor es desconocido, pero podría ser cualquiera que haya nacido en los años 40, 50, 60 e, incluso, en los 70.

Cortesía de Oscar del Barco