Carlos M. Padrón
Preocupado por el incremento en el número de mis contactos que han manifestado reiterados síntomas de lo que he dado en llamar olvidimail —afección que causa que quien la padece incurra en la práctica de enviar e-mails que ya había enviado antes—, me di a la tarea de llevar esa cuenta desde enero de 2010.
Al ver hoy, un año después, la cantidad y nombres de quienes la integran —personas todas de mí conocidas, y de menor, igual o mayor edad que yo— se me pone carne de gallina, como suele decirse, al pensar que tarde o temprano engrosaré yo esas filas,.. si es que llegó hasta allá.
Aunque parece que no es en sí la edad el factor determinante, pues tengo contactos casi diez años mayores que yo que no me han dado muestras de olvidimail.
Tal vez lo menos malo de esta afección es que la víctima no se da cuenta de que la padece, a menos que se le demuestre, lo cual me niego a hacer.
Por si acaso, desde hace tiempo hice un acuerdo con el amigo con quien más e-mails intercambio: cuando cualquiera de nosotros note olvidimail en el otro, se lo hará saber.
Otra enfermedad, a la que llamo flojerimail, es la que padecen los que me reenvían, a veces casi de inmediato, los e-mails que les he enviado yo.
De los que incurren en esto y se los he hecho notar, he recibido dos respuestas diferentes:
1. «No sé cómo depurar las listas de distribución»
2. «No voy a hacer nada al respecto. Tú borra el mensaje»
En la primera respuesta veo un «no quiero», pues si no sabe bien podría preguntarme, máxime cuando me he ofrecido a dar ayuda al respecto.
Y la segunda es una declaración de falta de consideración muy propia de persona desaprensiva (DRAE. Desaprensivo/a: Que obra sin miramiento hacia los demás).
Ambas respuestas denotan casos de «flojera», término que en Venezuela se usa mucho en acuerdo con la tercera acepción que el DRAE le da: «Flojo, 3. adj. Perezoso, negligente, descuidado y tardo en las operaciones». De ahí lo de flojerimail.
Por supuesto, de mis listas de distribución he eliminado a los enfermos de flojerimail que no quieren poner remedio a su afección.
El parecido que con Incredimail tienen los términos olvidimail y flojerimail no es casual, pues el tal Incredimal es un verdadero mal para quienes, como yo, no queremos reenviar material que contenga basura o esté mal formateado.
Y reformatear algo «amarrado» con Incredimail es un casi calvario que requiere tiempo y paciencia, y que en un descuido puede hacer que uno borre el texto completo.
Por desgracia, y tal vez por flojerimail, el uso de Incredimail parece ir en aumento.
