[*Otros}– Fotos de la isla de La Palma

Fotos de La Palma, excelentes por lo bellas o por su valor histórico.

El famoso Pino de la Virgen, de El Paso, cuando aún no existía la ermita. Una verdadera joya.

Creo que esta foto es de poco después de 1876, pues fue en ese año cuando se construyó lo que llaman “un pequeño oratorio” que me permito suponer que es la construcción que se ve en la foto.

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La isla de La Palma (al fondo) vista desde lo alto del Teide (Tenerife).

 

Parecen dos islas muy cerca la una de la otra, pero es sólo La Palma que en su centro es más baja. Me pregunto si será por la falla geográfica que algunos geólogos relacionan con su hundimiento, y consiguiente tsunami, en caso de erupción volcánica.

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Zona de tajinastes, planta que se da en las zonas altas de la isla de La Palma.

 

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Tajinastes en flor, en las cumbres del borde noreste de La Caldera, sobre Puntallana (La Palma)..

 

 

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Cortesía de Roberto González Rodríguez.

[*Opino}– Literatura clásica AC (antes del celular) y DC (después del celular)

El genial escrito que sigue lo calificaría yo de “bromenserio” pues si bien es chistoso no puede ocultarse su impactante fondo social. Eso de que ya las famosas obras de la literatura clásica no tienen futuro es, cuando menos, preocupante; es una dramática prueba de cómo el celular ha cambiado nuestro mundo y nuestras vidas.

¿Cómo podría un muchacho de hoy entender a cabalidad lo que hace 40 años eran las comunicaciones? Si mi nieto se extrañó cuando por primera vez vio un teléfono de dial, ¿cómo podría entender que en 1963 esperé yo 4 horas en las oficinas centrales de la telefónica de Venezuela para poder hacer una llamada desde Caracas a Canarias, que fue poco menos que simbólica porque casi no se escuchaba nada?

¡Qué distintos habrían sido los entonces trágicos efectos de la emigración si los padres del muchacho que emigró a América hubieran podido comunicarse con él por vía de un celular en vez de tener que conformarse con, si había suerte, una carta al mes!

Al comparar la vida que yo tuve con la que tienen mis hijas me he sentido frustrado por no poder transferirles mis vivencias personales, pero ante esto se me ocurre que tal vez esa imposibilidad sea realmente un tipo de bendición.

Carlos M. Padrón

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27 de octubre de 2008

Hernán Casciari

Anoche le contaba a la niña un cuento infantil muy famoso, “Hansel y Gretel”. En el momento más tenebroso de la aventura los niños descubren que unos pájaros se han comido las estratégicas bolitas de pan para regresar a casa. Hansel y Gretel se descubren solos en el bosque, perdidos, y comienza a anochecer. Mi hija me dice justo en ese punto: “No importa.
Que llamen al papá por el celular”.

Entonces pensé, por primera vez, que mi hija no tiene una noción de la vida que sea ajena a la telefonía inalámbrica. Al mismo tiempo descubrí qué espantosa resultaría la literatura si el teléfono celular hubiera existido siempre. Cuántas tramas habrían muerto antes de nacer, y qué fácil se hubieran solucionado los intríngulis más célebres de las grandes historias de ficción.

Piense el lector ahora mismo, en una historia clásica. Muy bien. Ahora ponga un teléfono celular en el bolsillo del protagonista. Un teléfono con cobertura, con conexión a correo electrónico y chat, con saldo para enviar mensajes de texto y con la posibilidad de realizar llamadas internacionales cuatribanda.

¿Funciona la trama como una seda ahora que los personajes pueden llamarse desde cualquier sitio, chatear, hacer  videoconferencias y enviarse mensajes de texto? Nooo, no funciona un carajo.

Con un teléfono en las manos, por ejemplo, Penélope ya no espera con incertidumbre a que Ulises regrese del combate, y Caperucita alerta a la abuela a tiempo, y la llegada del leñador no es necesaria, y Tom Sawyer no se pierde en el Mississippi,…. gracias al servicio de localización de personas de Telefónica.
Un enorme porcentaje de las historias de veinte siglos atrás han tenido como principal fuente de conflicto la distancia, el desencuentro y la incomunicación. Esas historias existieron gracias a la ausencia de telefonía celular.

Ninguna historia de amor habría sido trágica si los amantes hubieran tenido un teléfono en el bolsillo de la camisa. La historia romántica “Romeo y Julieta” basa todo su dramatismo en una incomunicación fortuita: la amante finge un suicidio, el enamorado la cree muerta y se mata, y entonces ella, al despertar, se suicida de verdad. Si Julieta hubiese tenido teléfono celular le habría escrito un mensajito de texto a Romeo en el capítulo seis:

M HGO LA MUERTA, PERO NO STOY MUERTA. NO T PRCUPES NI HGAS IDIOTCES. BSO. OK ?

Y las últimas cuarenta páginas de la obra no tendrían gollete, no se habrían escrito nunca si hubiera existido la promoción ‘Banda ancha celular’ de Movistar.
Muchas obras importantes habrían tenido que cambiar el nombre por otros más adecuados. Por ejemplo, la novela de García Márquez «Cien años de soledad» se llamaría “Cien años sin conexión” y narraría las aventuras de una familia en la quee todos tienen el mismo nick pero a nadie le funciona el Messenger  (buendia23, a.buendia, aureliano_goodmorni g).

La famosa novela de James M. Cain “El cartero llama dos veces”, escrita en 1934 y llevada más tarde al cine, se llamaría “El g-mail me duplica los correos entrantes” y versaría sobre un marido cornudo que descubre (leyendo el historial de chat de su esposa) el romance de la joven adúltera con un forastero de malvivir.

En la obra “El jotapegé de Dorian Grey”, Oscar Wilde contaría la historia de un joven que se mantiene siempre lozano y sin arrugas, en virtud a un pacto con Adobe Photoshop, mientras que en la carpeta Images de su teléfono una foto de su rostro se pixela sin remedio, paulatinamente, hasta perder definición.

La bruja del clásico “Blancanieves” no consultaría todas las noches al espejo sobre ‘quién es la mujer más bella del mundo’, porque el costo por llamada del oráculo sería de 1,90€ la conexión y 0,60€ el minuto; se contentaría con preguntarlo una o dos veces al mes, y al final se cansaría.

Todo el cine romántico en el que, al final, el muchacho corre como loco por la ciudad porque su amada está a punto de tomar un avión, se soluciona hoy con un SMS de cuatro líneas.

La telefonía inalámbrica nos va a entorpecer las historias que contemos de ahora en adelante. Las hará más tristes, menos sosegadas, mucho más predecibles.

Y me pregunto, ¿no estará acaso ocurriendo lo mismo con la vida real? ¿Alguno de nosotros, alguna vez, correrá desesperado al aeropuerto para decirle a la mujer que ama que no suba a ese avión, que la vida es aquí y ahora? No. Le enviaremos un mensaje de texto.  Cuatro líneas con mayúsculas. Quizá le haremos una llamada perdida, y cruzaremos los dedos para que la mujer amada no tenga su telefonito en modo vibrador.

Nuestras tramas están perdiendo el brillo porque nos hemos convertido en héroes perezosos.

Fuente: Puntadas de cuento

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Cortesía de Juan Carlos Hernández

[Col}– El amanecer en los campos cubanos / Estela Hernández Rodríguez

26-10-2009

Estela Hernández Rodríguez

El alba nace temprano, y con ella un nuevo amanecer. Todo duerme, y en las ciudades despierta de la tranquilidad al bullicio, pero en nuestros campos la belleza y tranquilidad despiertan con el canto de los gallos y los primeros rayos del sol que se dejan ver por el Este cubano.

De esta forma resplandece el bohío, cuando la luz solar toca a su puerta y despierta al guajiro que sale a ordeñar sus vacas, como es la costumbre, para traer el alimento a su familia.

Los que estemos de visita en la campiña sabemos que nada distingue más al campesino que brindar un jarro de leche acabada de ordeñar. Para el visitante, caminar bien temprano por debajo de las matas de mango y recoger el bendito fruto, respirar el aire puro y jugar a echarle maíz a las gallinas, que también esperan su alimento, es disfrutar de esa belleza aún salpicada del rocío de la noche en la yerba que pisamos.

Entonces vemos al canario Manuel que ensilla su caballo y lo monta, luego de tomar su buchito de café.

Es la hora de dirigirse a las vegas, o al conuco donde tiene sembradas matas de plátanos, maíz y otras viandas. Allí lo esperan los bueyes a los que él mismo les ha puesto de nombre: Carretero y Venancio. Mientras, las mujeres de la casa se dedican a sus labores hogareñas y, además, dan de comer a los cerdos. Otras van detrás de la casa, al río, que a esa hora aún duerme tranquilo, a cargar el agua para llenar las tinajas.

Recopilar cada momento en ese lugar es como pintar uno de esos cuadros que muestran la campiña cubana. Y hablar de ella es pensar en los canarios y sus descendientes como fieles ejemplos de estas regiones, de su trabajo y de su constancia.

A lo lejos se divisan las casas de curar tabaco, sello distintivo de las manos laboriosas de mujeres y hombres isleños conocedores de ese ramo. Son muchos los cubanos que pueden dar fe de esas labores en algunas provincias de Cuba.

Así son nuestros campos, llenos de sorpresas naturales entre las que destacan sus amaneceres, que con el canto de los pájaros constituyen un verdadero regalo de la naturaleza que se convierte en poesía.

Estela Hernández Rodríguez
La Habana, Cuba.

[*Otros}– Ermita de San Francisco Javier (S/C de La Palma), una historia olvidada

03-12-2009

José G. Rodríguez Escudero

La ermita fue construida por orden del sargento mayor José de Arce y Roja, Regidor Perpetuo de La Palma, sobre una superficie de 102,83 m2, con “licencia del Diocesano (Obispo don Bartolomé García Ximénez) y expedida en Santa Cruz de Tenerife el 26 de febrero de 1674”.

José de Arce dotó la expresada ermita por escritura de 3 de abril de dicho año, ante el escribano público Andrés de Chaves. Esta capilla, citada por Cámara y Murga en sus “Sinodales” y edificada en el ala sur de su casa, fue bendecida por el Lcdo. Juan Pinto de Guisla, Beneficiado de la Parroquia de El Salvador y Visitador General de la Isla.

El inmueble, sito en la antigua Calle Real del Puerto —hoy, O’Daly, número 4— fue recibido a partir de su suegro, Juan González de Lima. Éste, a su vez, lo había adquirido a la viuda del Regidor Mateo González en 1645.

Jaime Pérez García, cronista oficial de la capital palmera, nos informa detalladamente acerca de este inmueble. Tiene la particularidad de ser la única casa en toda esta bella calle que luce una magnífica cantería roja. En su fachada actual se aprecia que ha sufrido modificaciones, y lo que realmente suscita un mayor interés es la ventana que se sitúa en el eje de la puerta (colocada a la izquierda de la casa); el vano es adintelado, teniendo a sus lados dos estrechas y largas pilastras cajeadas que rematan en la cornisa, recogidas en su parte inferior por una repisa con moldura que recuerda un capitel jónico.

La historia de la casa se remonta aún más atrás en el tiempo, cuando María Estacia, viuda de Mateo González Mano de Oro, viéndose en una gran penuria económica decide vender varias “casas sobradas que yo tengo en esta ciudad de Santa Cruz de La Palma en la calle real que va al puerto«. Autorizada la venta del inmueble por el Licenciado Juan de la Hoya, Teniente General de La Palma, se pregonó públicamente en la plaza de la ciudad, comprándola finalmente el mejor postor. Éste fue el nombrado Juan González de Lima, mercader portugués afincado en la capital palmera. Después la entregaría en una dote a su hija María por un valor que ascendía a 40.000 reales.

El motivo de la fundación del oratorio fue el de una promesa realizada por José de Arce y Rojas con motivo de “haber sido bendecido por el cielo con los dos hijos” que “aunque habían dejado la compañía de sus padres, se habían entrado en la de Jesús”. Así procuraron convertir almas para Dios en el Paraguay, motivo por el que había dispuesto una viva devoción al Apóstol de las Indias, cuya imagen había llegado a sus manos ”en hechura muy devota”. “Y viendo que había causado en esta ciudad mucha devoción, se había inflamado su deseo de su aumento”. Teniendo en cuenta que San Francisco Javier fue uno de los primeros discípulos de San Ignacio que misionó en la India y el Japón, y al que se considera el conversor de unos tres millones de paganos, no cabe duda de que don José quería un Santo milagroso que fuera un buen ejemplo para sus hijos. Uno de sus vástagos, el Venerable Fray José, pasaría a la historia por haber sufrido martirio con el nombre de “Apóstol del Paraguay”.

Tras la muerte del patriarca José de Arce y Rojas se distribuyeron sus bienes entre sus hijos: los Padres Fray Juan y Fray José, religiosos de la Compañía de Jesús; Baltasar, dominico; y Luis José, quien ocupó la regiduría de su padre y el patronato de la ermita. Su repentina muerte ocurrió el 11 de abril de 1684 y fue enterrado en ella. La ermita, cercana al puerto, era muy conocida, como se desprende de los escritos de Cristóbal del Hoyo, marqués de San Andrés.

El jefe de la familia había gozado del privilegio de tener puerta de comunicación con la iglesia y de abrir tribuna para poder oír misa desde su casa, por autorización del Nuncio de Su Santidad de fecha 17 de abril de 1677, no sin antes requerir, para su ejecución, un arduo trámite. Actualmente se puede admirar en la Sociedad “La Cosmológica” de la capital la reja de filigrana calada y barroca de dicha tribuna. Obra de buena talla se sostiene sobre dos canes antropocéfalos y está segmentada en dos órdenes de cuarterones.

Don José de Arce había dotado a la ermita, para su sostenimiento, de 1.000 reales que producían unos 50 de rédito anual, según consta en la escritura de compromiso que pasó ante el escribano Andrés de Chávez en 1674.

La ermita empezó a funcionar el 8 de noviembre de 1674. Una vez bendecida y dicha la primera misa, se concede licencia para que cualquier sacerdote pueda hacer uso de ella.

Los Padres Juan y José de Arce habían renunciado a sus legítimas a favor del Provincial de Castilla de la Compañía de Jesús, y sus bienes se destinaron para el Colegio de San Ambrosio de Valladolid. Estas legítimas ascendían a 250 pesos de 8 reales.

El alcalde constitucional Lorenzo Rodríguez desmiente la creencia muy arraigada en la ciudad. Se creía que, tanto esta ermita como la casa contigua habían pertenecido a los jesuitas, donde estuvieron establecidos. Hubo una confusión a través del tiempo ya que la casa fue heredada por Luis de Arce y Rojas, quien vivió con su esposa doña Catalina Montañés hasta la muerte de ambos.

En el testamento de fecha 3 de mayo de 1706 dejaban ambas fábricas a la Compañía de Jesús y se abriese un Colegio de la Orden, en caso de que “los Superiores quisiesen establecer su Sociedad en esta población, la cual no llegó a establecerse.” Este Colegio se había de sustentar con las rentas de los bienes cedidos y se prescribía que “en caso de que los jesuitas no aceptasen, se mantuviese un maestro que enseñase a los niños de la población; la administración, en este caso, correría a cargo del párroco de El Salvador”. Los jesuitas no pudieron aceptar la fundación y así se pagó el maestro hasta que en el siglo XIX pasó a manos del Estado.

Hasta nuestros días ha llegado un proyecto de uno de sus últimos dueños, Cipriano Duque Batista, de fecha 28 de septiembre de 1905, donde hace mención de que la ermita tenía en su fachada una puerta con arco de medio punto, balcón y espadaña para una campana; a los lados del balcón dos pequeños huecos también en arco de medio punto.

Presidía el altar una bella imagen de tamaño natural del Santo navarro, Evangelizador de Las Indias, que don José de Arce hizo traer de Sevilla y que ocupaba la hornacina central del retablo. Se trata de una bella imagen de buena factura. Antes se ubicaba en un nicho de madera forrado de damasquillo. Hoy se encuentra en la iglesia de Santo Domingo de Guzmán de esta ciudad. “San Francisco Javier”, cuya onomástica es el 3 de diciembre, es obra del círculo de Pedro Roldán (1624-1699), cuya poderosa personalidad dominó la escultura sevillana del último tercio del siglo XVII. Hay quién incluso ha visto semejanzas en su rostro con la obra de Salzillo.

Siguiendo con la iconografía del Santo Apóstol del Oriente, se le representa con el hábito de la Congregación y con una cruz con un Cristo perfectamente tallado que alza en la mano izquierda. Es curioso cómo el artista esculpió el dedo índice de esa mano, doblado, sugiriendo tal vez una doble funcionalidad: por un lado ayuda a sujetar enérgicamente el crucifijo, por otro, sin embargo, parece acariciar los pies de Jesús.

Viste interiormente una larga sotana oscura adornada con motivos dorados la cual se cubre con un alba blanca o sobrepelliz (del latín superpellicium) de anchas mangas. Se trata de una larga vestidura litúrgica de tela fina blanca de pliegues separados y rectilíneos que llega hasta las rodillas del Santo y que habitualmente llevaban el sacerdote, el diácono y otros ministros, en la misa y en otras ceremonias. De gran realismo, presenta la mano derecha extendida hacia el espectador en actitud de plegaria. Estamos ante un caso de talla que no sigue con su iconografía habitual, donde se le representa, bien con esclavina de peregrino o cuello blanco doblado, o el bordón en la mano. Tampoco lleva la estola de predicador. Tuvo una de plata que fue fundida. En el Inventario de 1674 se dice que existe “Vna Ymagen de talla de cuerpo entero de San francº Xavier con sobrepelliz y estola = Vn Crucifixo que tiene enla mano del santo con tres potencias deoro…” En el del 14 de diciembre de 1700: “Una Imagen detalla de cuerpo entero con sobrepelliz y estola de san Francº Xavier dorada y estofada

 

La cruz la lleva, como dijimos, en la izquierda, no como es habitual en los misioneros o evangelizadores, que es común en la derecha. No aparece ningún cangrejo o crustáceo en recuerdo de una anécdota portentosa de su vida. Tampoco abre la sotana a la altura de su pecho para dejar paso al ardiente fuego de su corazón apostólico, como observamos en la talla policromada de “San Francisco Javier” de la Catedral de Cádiz. No aparece el indio arrodillado a sus pies o el niño que ha resucitado, ni curando al leproso, ni bautizando… temas todos relacionados con sus grandes milagros que tanto han gustado a los imagineros y artistas en general. La presentación de este Santo es idéntica a la del cuadro que se ubica en la hornacina colateral del Evangelio de la ermita de La Luz de la capital palmera, aunque en esta ocasión sí aparece la estola sobre el alba.

Lleva el pelo corto negro, color también de su tupida barba y bigote por donde se entrevé unos labios muy rojos y unos dientes muy blancos. La boca semiabierta sugiere que el Santo navarro está orando. No en vano gira levemente su bien tallada y pequeña cabeza hacia la cruz adonde mira tímidamente con sus dos grandes ojos oscuros.

También consta que en la en la parte alta del altar de la desaparecida ermita había una pequeña talla en madera estofada y pintada con cruz y halo de plata de “San Ignacio de Loyola”. Ésta es —como certifican algunos investigadores, como Gloria Rodríguez— la imagen que se conserva actualmente en la sacristía de El Salvador (de 75 cms), cuyo valor es más devocional que artístico. Debe incluirse en la imaginería popular y se cita en El Salvador a partir de la década de 1830. También se conserva el halo de “San Ignacio”, documentado entre 1789 y 1794. Como nos informa Gloria Rodríguez, se trata de “una bella pieza de plata con forma de media luna bordeada de perlas con decoración interior relevada de tornapuntas vegetales asimétricos y con presencia de ráfagas continuas, por lo que podemos datar esta obra de exquisita orfebrería dentro del rococó y en la segunda mitad del s. XVIII.”

En el Inventario de 1674 no se menciona esta joya. En el apartado “Cosas de plata” consta: “Vna Ymagen de talla de san Inasio de Loyola … vn Jesus de plata en la mano de san Inasio de Loyola…” Sin embargo, existía una imagen de este santo con la que se hacía fiesta en su onomástica, con procesión de la talla sobre las andas por las naves de la iglesia matriz, por lo que suponemos que se trate de la que actualmente se conserva en la sacristía de El Salvador. Otros, como Purriño y Darias, aseguran que la imagen del santo (de 83 cms.) procedente de la ermita de San Francisco Javier es la que se custodia actualmente en la sacristía de Santo Domingo de Guzmán de la capital palmera, junto con parte del remate del retablo y otras piezas. Escribano Garrido es también de la misma opinión.

 

La techumbre de la ermita se cubría con un hermoso artesonado de par y nudillo, y la pavimentación consistía en un enladrillado. A los pies del oratorio se encontraba un coro alto y una tribuna situada en la pared medianera a la casa. No tenía sacristía, pero el servicio se suplió con una puerta que comunicaba el recinto con el patio de la casa del fundador.

El fondo de donde se debería dotar a la ermita era un “censo de mil reales de principal y cincuenta de rédito en cada año”. De aquí se sustraerían los gastos habituales y las fiestas a celebrar, tales como el santo patrono con vísperas, tercia, misa, sermón y procesión (por lo que se le pagaba al beneficio cuatro ducados); también la de San Ignacio de Loyola, con misa cantada y otra en honor a la Virgen en la octava de la Natividad de María (celebrada antes de la fundación en la ermita de san Telmo, por encargo igualmente de don José de Arce). Unos multitudinarios actos debido, posiblemente, a la accesible ubicación del oratorio, en el inicio de la llamada calle Real del Puerto.

 

Los devotos también se ocupaban de los gastos de aseo ocasionados por una novena que, en honor a San Francisco, se ofrecía antes de su fiesta. En el Libro de la Ermita constaban gastos de sermones para los novenarios del mes de marzo en honor del santo, aparte de su onomástica de diciembre. Hasta 1831, por lo menos, se celebraban anualmente estos festejos con Misa solemne, sermón y procesión.

Paradójicamente, una de las razones esgrimidas para la venta del inmueble —que se unió a la renuncia de sus mayordomos y a los escasos ingresos de la fábrica— fue su situación, antes céntrica para su fábrica y ahora “situadas en lugares poco a propósito para fomentar la piedad entre los fieles”.

Inicialmente, la dotación de la capilla y los ornamentos para el culto eran muy escasos: “una piedra de Ara parda asentada en el altar”, un atril, una cruz, seis candeleros de madera, un cáliz, dos campanillas y unas vinajeras también de plata… En 1691 aparece “vna lampara de plata nueba q esta en el medio dela Yglesia”, etc. A don Luis de Arce se deben otras adquisiciones, como una lámpara de plata y unas andas de maderas.

 

Sin embargo, con la mejora de la ermita (tras la desaparición del patronato), se fueron incrementando: dos sillas de brazo; la imagen de la Virgen del Buen Consejo (de 1705 adquirida por unos 400 reales); un atril de carey, así como una cruz del mismo material; una pila de mármol (que sustituía a la antigua de piedra); una cajonera de viñátigo para la sacristía (construida entre 1687 y 1700); un espejo y una mesa grande de barbuzano; un pequeño cuadro de los “Santos Mártires”; otros diez lienzos cubrían las paredes interiores de la ermita: uno de un Crucificado (seis palmos de alto) y una Natividad (de ocho palmos) y otros cuya advocación no se nombra ; un retablo nuevo para el titular (siendo mayordomo Domingo Smalley, y finalizado en 1768); un púlpito de madera; una cruz de plata; un órgano para el coro (por un valor de 395 reales y 18 maravedís); un forro de tela para el testero de la ermita; un sagrario dorado; una puerta nueva de acceso a la sacristía… Avanzado el siglo XIX, el ajuar del recinto sacro se incrementa de muchas piezas usadas y gastadas, fruto de dádivas de vecinos y feligreses.

Lo que inicialmente iba a ser un nicho sencillo se había convertido en un auténtico retablo pintado en blanco y dorado (se habían comprado 27 libras de oro para este menester). Al centro se colocó San Francisco Javier, en el ático “Vna Ymagen de talla de nra Sª de La Concepsion hechura de indias mediana con peana” y a cada lado el resto de advocaciones, como “Vna Ymagen de talla pequeña del patriarca San Joseph y el niño de mano hechura de Yndias con peana grande dorada”. Se colocó una cruz con esmalte de nácar y el Crucificado de marfil sobre la mesa.

El empeoramiento de la situación económica de la ermita se produce cuando el patronazgo pasa al hijo Luis José de Arce y Rojas, hasta tal punto de que el 22 de febrero de 1706 solicita permiso para pedir limosnas en el transcurso de los novenarios. En la visita efectuada por el obispo Guillén, se habla de Francisco Javier de Arce y Rojas como patrono del templo; ésta fue la última vez que aparece relacionado el recinto con la familia Arce.

Más tarde el obispo Morán envía a Estanislao de Lugo, y en su visita deja constancia de que ya no existe mayordomo en la ermita. La misma quedó a expensas de limosnas u otros tributos posteriores; así, por ejemplo, el caballero Felipe Massieu se hizo cargo de los pagos entre 1811 y 1823. Los donativos en metálico no fueron importantes, aunque sí hubo varias cesiones de objetos para el culto. En la visita de 1733 se reflejan varios regalos, como dos casullas con sus juegos correspondientes, de damasco blanco, un velo de raso verde; en 1745 una azucena de plata, un velo de gasa para el nicho, una estera, etc.

El abandono en que se ve sumida la ermita durante el siglo XIX lleva a su desacralización, para dedicarla a usos profanos. Llegó a amenazar ruina. Esto unido a que el párroco de El Salvador necesitaba fondos para reponer ornamentos y realizar obras de reparación en el templo matriz, propone la venta de la ermita. En abril de 1903 el deán Palahi pide que primero se solicite a la feligresía la reposición del templo, sufragando los gastos, pero no se presenta nadie al trámite. En octubre de ese año, el obispo Redondo solicita del nuncio en Madrid el permiso para la venta del inmueble.

La ermita del Santo fue uno de los bienes eclesiásticos sobre los cuales se inició expediente en el Provisorato de la Diócesis sobre la necesidad y utilidad de su enajenación. “Fue apreciada en 5.637 pesetas 94 céntimos: 3.383 pesetas 19 céntimos por la mampostería, y 1.799 pesetas 75 céntimos por la carpintería“.

El 1 de septiembre de 1905 se procedió a su remate en la sacristía de la Parroquia de El Salvador con asistencia del Beneficiado José Puig y Codina. La obtuvo Antonio Díaz Paz con una postura de 5.680 ptas. y 4 céntimos al ser la que estaba vigente cuando el reloj público marcó la hora señalada para su finalización.

 

El nuevo propietario transformó la ermita en local comercial. El maestro de obras encargado del proyecto fue Cipriano Duque, y en 1905 éste fue aprobado por el Ayuntamiento. La fachada fue transformada completamente. La pequeña espadaña desaparece junto con todo lo demás: el vano de entrada de medio punto al centro, el balcón sobre el coro, etc. En el interior ha quedado intacto el artesonado de cuatro faldones con lacería de raíz mudéjar; se respetó el coro y las escaleras de acceso al mismo; la tribuna fue llevada a La Cosmológica; el retablo, desmantelado, fue llevado al templo de Santo Domingo de esta ciudad, aprovechando los estípites del cuerpo principal para el retablito que contiene la efigie del santo; su ático fue a parar a la sacristía de la misma iglesia; la estola de plata y el crucifijo del mismo material, con potencias de oro, fueron fundidos para la Hacienda; la imagen de la Virgen del Buen Consejo fue a parar al ex cenobio dominico; la de San José y el Niño (inventariada desde 1681) a la ermita de San Telmo; el magnífico púlpito de factura barroca podemos contemplarlo en la ermita de Santa Lucía de Puntallana.

Se guarda, en la sacristía de la Parroquia Matriz, una bella lámpara de plata cuya decoración grabada destaca motivos lisos (cintas, volutas) sobre fondos punteados, conformando tres grandes óvalos donde se inscriben las iniciales del Santo: S –F- X. Está inventariada en 1691 y la plata para hacerla está comprada desde 1687.

 

En 2005, la preciosa talla del Santo misionero se llevó especialmente a la Parroquia Matriz de El Salvador para presidir los actos en honor al Padre Arce y Rojas. Tras la solemne función religiosa, concelebrada por varios sacerdotes y presidida por el Provincial de los Jesuitas de Andalucía y Canarias, el también palmero Francisco José Ruiz Pérez, se descubrió la escultura al Padre Arce frente a la casa donde nació. Ese año cobra especial relevancia esta zona de la capital por ambos símbolos: la escultura y la antigua ermita, teniendo en cuenta que se festejaba en todo el orbe cristiano el 500 aniversario del nacimiento de San Francisco Javier. Una oportunidad única para rescatar ambas figuras del olvido de la memoria histórica de una orgullosa raza de hombres y mujeres, como lo fueron estos personajes que ahora recordamos, podría ser una procesión del Santo hasta su ermita cada 3 de diciembre y una parada con loa en la escultura del Padre José de Arce y Rojas.

La devoción a San Francisco Javier fue siempre un símbolo de predilección para la zona portuaria de Santa Cruz de La Palma.

Darias y Purriños concluían su estudio sobre el oratorio con las palabras siguientes: “Si siempre es lamentable la desaparición de una obra de arte, en este caso, aunque transformada en establecimiento comercial, la fábrica ha subsistido hasta la actualidad sin correr el mismo lamentable deterioro que otros templos desacralizados”.

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BIBLIOGRAFÍA

• DARIAS PRÍNCIPE, Alberto; PURRIÑOS CORBELLA, Teresa. «La ermita de San Francisco Javier en Santa Cruz de La Palma», Serta gratulatoria en honorem Juan Régulo, Vol. IV.

• ESCRIBANO GARRIDO, Julián. Los Jesuitas y Canarias. 1566-1767. Facultad Teológica Granadina, Granada, 1987

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• FERRANDO ROIG, Juan. Iconografía de los Santos, Ediciones Omega, Barcelona, 1950.

• FRAGA GONZÁLEZ, Mª del Carmen. La Arquitectura Mudéjar en Canarias, Santa Cruz de Tenerife, 1977.

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• LÓPEZ GARCÍA, Juan Sebastián. La Arquitectura del Renacimiento en el Archipiélago Canario, Instituto de Estudios Canarios, La Laguna, 1983.

• LORENZO RODRÍGUEZ, Juan Bautista. Noticias para la Historia de La Palma. La Laguna- Santa Cruz de La Palma, 1975 y 1997, t. I y II..

• PÉREZ GARCÍA, Jaime. Casas y familias de una Ciudad Histórica. La Calle Real de Santa Cruz de La Palma, Madrid, 1995

• PÉREZ MORERA, Jesús. Magna Palmensis. Retrato de una Ciudad. Cajacanarias, 2000.

• RODRÍGUEZ, Gloria. La Iglesia de El Salvador en Santa Cruz de La Palma, Madrid, 1985.

[*Otros}– El origen bereber de la población Canaria

21/10/2009

Los primeros habitantes de las Islas Canarias eran bereberes. Sin embargo la colonización europea reemplazó a la población de varones y, como consecuencia de ello, los genes europeos ganaron terreno sobre los aborígenes y los subsaharianos.

Es la principal conclusión de un estudio llevado a cabo por un equipo de investigadores de la Universidad de La Laguna que ha sido publicado en ‘BMC Evolutionary Biology’. El objetivo era determinar el origen y el grado de pervivencia en la población actual canaria. Para ello, llevaron a cabo un análisis genético molecular del cromosoma Y (transmitido sólo por varones) de la población aborigen de las Islas Canarias.

«Sabíamos que había marcadores norteafricanos pero queríamos saber en qué momento se habían producido. Si ya existían en Canarias o bien si llegaron a través de los esclavos. Hasta ahora asumíamos que la población de Canarias procedía de África del Norte pero queríamos estudiar la población aborigen», explica Rosa Fregel, investigadora del Departamento de Genética de la Universidad de La Laguna.

Asimetría sexual

Los investigadores detectaron ciertos componentes norteafricanos en la composición de la población pero había una asimetría sexual. El ADN mitocondrial es un marcador de herencia materna, y el cromosoma Y es un marcador de herencia paterna. Al comparar esos dos resultados se encontró que el componente norteafricano era mayor en los linajes maternos que en los linajes paternos. Y eso es un efecto bastante común de las conquistas: un contingente de conquistadores varones mata a los indígenas y la población se forma con conquistadores varones e indígenas hembras.

Se desconoce si los primeros habitantes de las Islas Canarias fueron llevados a la fuerza o llegaron por sus propios medios.

Los resultados de la investigación lo confirman y apuntan a un origen norteafricano para estos linajes paternos que, a diferencia de los linajes maternos, han disminuido hasta ser prácticamente reemplazados en la actualidad por linajes europeos.

Los investigadores analizaron muestras de cadáveres de la iglesia de la Concepción (Tenerife) de los siglos XVII y XVIII para establecer el impacto de la colonización europea y del tráfico de esclavos de origen africano.

Las aportaciones norteafricanas y subsaharianas predominaron durante los siglos XVII y XVIII. Sin embargo, durante la colonización la mayor parte de uniones se producían entre mujeres guanches y hombres ibéricos, que gozaban de una mejor posición social. Además, la mortalidad de los aborígenes era mucho mayor.

Según Rosa Fregel, tanto los hombres como las mujeres de origen subsahariano fueron discriminados, por lo que sus genes han ido disminuyendo progresivamente tanto en los linajes paternos como en los maternos. En la actualidad, el linaje europeo en la población canaria representa más de un 90%.

El Mundo

[*Col}– Relatos cortos: Infidelidad / Eugenio Quirantes Sánchez

Por Eugenio Quirantes Sánchez

Su pelo moreno se recogía en una coleta que deshacía con las manos, en ese momento, en aquel callejón, con aquel hombre.

Medio borracha, como estaba, se dejaba hacer por el bestia que la poseía. La besaba o, mejor dicho, la sobaba dejándole las babazas, con regusto a tabaco y alcohol, sobre sus senos y su sexo, sin cesar en el empeño furioso de penetraría. Y ella se dejaba hacer indefensa, como una muñeca desmadejada, rota tal vez, pensando contrariada en su marido, enajenada por su amor traicionado, casi creyendo que aquel rudo camionero sobre ella era su hombre, ultrajada porque el doblegado que en verdad deseaba la maltrataba, le pegaba, la hacía sufrir.

Su marido y amante podía haberla seguido, excitándola más si cabe, podría estar observándola en aquel mismo instante, sintiendo una vergüenza mutua tal vez, pero sólo podía oír el rumor infiel del sexo robado.

El bruto encima en de ella llegaba casi al orgasmo, pero ella, a su vez, al intuirlo, se dormía, en el duermevela trasnochado de lo irreal, caía en el sueño delirante del marido celoso, debatiéndose por su honor, degollando éste al amante furtivo. Y en ese sueño de loca se adormecía ella como sin vida, soñando que se vestía abandonada de la visión de cualquier cazador, después del choque violento, patológico, intuyendo quizás un ojo que también había llegado al éxtasis, a aquél estremecimiento, al punto del rojo llamativo de la pasión enarbolando lo trágico, violento, brutal, aquel sueño sin tiempo, rodeándola, junto con el llanto de las sirenas, su marido celoso que aparecía una y otra vez repitiendo lo mismo, viendo su cara transfigurada, como en el sueño eterno de una demoníaca Lilith.

Guamasa, Tenerife, 25/02/2009