[*Otros}– ‘El 19: Correo pa’Cuba

Como dije en el artículo La lotería casera, al número 19 se le llamaba “Correo pa’Cuba” porque desde el puerto Santa Cruz de La Palma o de Tazacorte salía un barco para Cuba los días 19 de cada mes.

Aquí, en información de Juan Carlos Lorenzo, que me ha hecho llegar Fabián Trujillo Plasencia, está la explicación:

Los barcos de la Compañía Trasatlántica Española eran conocidos como “los vapores del 19?, porque su escala en la rada palmera la realizaban los días 19 de cada mes.

A la sombra del risco de la Concepción fondearon los ‘liners’ “Montevideo», “Cuidad de Cádiz», “Cataluña», “Isla de Panay», “León XIII», “Antonio López», “Manuel Calvo», “P.de Satrústegui», “Buenos Aires», “Puerto Rico», “Marqués de Comillas», “Juan Sebastián Elcano», “Magallanes», etc., y su presencia efectiva se mantuvo hasta 1930 con la última escala del “Manuel Calvo», pero el 2 de junio de 1932 el Diario de Avisos informó de la suspensión definitiva del servicio.

Pasaron cuarenta años hasta que en 1970 fue la presencia del trasatlántico “Begoña” la que renovó los vínculos de la centenaria naviera española con el puerto palmero. Cierto que fue una escala especial porque, al mismo tiempo, cerró definitivamente un capítulo de nuestra historia, ya que fue el último trasatlántico de la línea de Venezuela.

Juan Carlos Díaz Lorenzo

[*Opino}– Nacionalismo léxico

Quien escribe lo que copio más abajo es una pluma mucho más autorizada que la mía, pero que señala lo mismo que he señalado en muchas de las notas aquí publicadas: el rechazo a ultranza de franceses y españoles a lo que venga de EEUU, y ya no tanto de Inglaterra.

Y, en el caso de lo españoles, el dilema entre ese rechazo, la paradójica tendencia a inventar palabras supuestamente inglesas (puenting, vueling, etc.), y la no aceptación de otras que, como ‘chip’, ‘pen-drive’ o’ e-mail’, no tienen vuelta de hoja (en ‘pen-drive’ e ‘e-mail’ podría cambiarse la grafía para adaptarla a la pronunciación inglesa —pendraif e imeil—, como se hizo en fútbol), a menos que se quiera caer en el ridículo de los ’60 cuando pretendieron que en lugar de byte se usara octeto. Todo ello lo interpreto como la manifestación del deseo de poder hablar bien inglés, porque lograrlo viste bien.

No sé si en otros países se ha rechazado el término ‘computador/a’ y en su lugar se usa el ridículo ‘ordenador’, pero sí sé que en Francia y España se ha hecho así, y que es parte de ese rechazo, producto de envidia (en el caso de Francia, que no se resigna a no ser, como una vez fuera, rector de los destinos universales), y de complejo, en el caso de España.

El asunto es casi crítico cuando alguien como Amando de Miguel, que entiendo que además de español habla bien ingles, se descuelga con comentarios como éste:

Marcel Moreau (Francia) me dice que no entiende lo de ‘ismael’. Muy sencillo. Es un juego para traducir el ‘e-mail’: emilio o ismael. Son dos nombres corrientes de personas. En cambio, lo de ‘e-mail’ no deja de ser un terminacho impronunciable. Acabaremos diciendo y escribiendo ‘imeil’. Lo de traducirlo por “correo” tampoco convence mucho, pues los ‘emilios’ o ‘ismaeles’ no corren nada.

¿Cuál es el ‘juego’ de traducir e-mail por ‘emilio’ o ‘ismael’? ¿Dónde está la gracia? ¿Dónde lo impronunciable? Sólo lo explico como manifestación del recalcitrante rechazo a lo de origen useño, hecho de forma que intenta dejar en ridículo al término ‘e-mail’ (o sea, ‘imeil’, que nada tiene de impronunciable) cuando en realidad deja en ridículo a quien lo usa.

Sospecho que el libro “Y si habla mal de España… es español”, de Sánchez Dragó, otra pluma muy autorizada, mete el dedo en esta llaga.

Carlos M. Padrón

***

A. de Miguel

El idioma es un continuo fluir de arcaísmos que se retiran de la circulación y de neologismos que se presentan con la frescura de la originalidad.

El idioma español siempre estuvo dispuesto a las novedades léxicas, pero ahora cunde una cierta resistencia a los neologismos. Es una suerte de nacionalismo léxico, que se observa igualmente en el francés o en otros idiomas europeos, salvo el inglés.

La razón es que, dada la hegemonía cultural estadounidense, muchos de los neologismos proceden del inglés. El proceso es tan natural como cuando el castellano medieval se nutría de muchos vocablos arábigos. No hay razón para negar la realidad de los neologismos cuando vienen a etiquetar realidades nuevas. La adaptación fonológica de las nuevas voces procedentes del inglés puede resultar algo complicada, pero al final se resuelve.

LD

[*El Paso}– “Dándole vueltas al viento” / Poemas de Antonio Pino Pérez: Espera

ESPERA

Junto al “Tritón” desguazado,
—viejo para navegar—
está el marino sentado,
fija la vista en el mar.

Mira el oriente incendiado
del oro crepuscular.
Y mira más, angustiado,
el Sol que va a naufragar.

Es un ocaso vencido
que alarga su luz postrera
sobre un poniente perdido.

Es un mirar sin mirar,
que todo lo fue y lo espera
por los caminos del mar.

1962

[*FP}– El Teide y su sombra

Carlos M. Padrón

En octubre de 1959, cuando aún vivía yo en Santa Cruz de Tenerife, con mis amigos, José Quirantes ─a quien todos llamábamos Pepe─ y Eleuterio Sicilia, decidimos subir a lo más alto del Teide y, por supuesto, caminando, pues en aquella época no existía el teleférico que hay hoy.

Armados de mochila, calzado apropiado, ropa de abrigo, cámaras fotográficas, etc. salimos de Santa Cruz en la mañana del 03/10 en el Land-Rover de un amigo de Pepe,

Aquí, yo en el portalón trasero del Land-Rover.

Este vehículo debería habernos dejado en Montaña Blanca, o sea, donde comienza el camino para subir al Teide, lugar al que queríamos llegar con tiempo suficiente para subir, aún con luz de día, hasta el refugio, dormir allí esa noche, y en la madrugada del 04/10 escalar el cono final hasta la cúspide, para ver desde arriba el amanecer.

Pero el Land-Rover se accidentó en Güímar, su reparación tomó muchas horas, y, una vez reparado, sólo nos llevó hasta Vilaflor.

Allí, el chofer de un camión cargado de pacas de pinillo (agujas de pino secas) —carga que sobresalía más de un metro por sobre el borde superior se la de por sí elevada carrocería del vehículo— aceptó llevarnos, como de contrabando, hasta Montaña Blanca. Pero para evitar una desgracia nos exigió que nos amarráramos con las sogas que había en lo alto de la carga de pacas, de forma que no fuéramos a caernos por efecto de las inclinaciones que el camión hacía en las muchas y muy cerradas curvas.

También nos advirtió que pasaríamos por un punto de control de la Guardia Civil, que él se detendría ahí a charlar un poco con los guardias, y que en ese rato no sólo deberíamos casi hundirnos en las pacas sino evitar cualquier tipo de ruido o movimiento que pudiera delatar nuestra presencia, pues si la Guardia Civil nos descubría, el chofer podría ir preso y tal vez nosotros también.

Todo salió bien, aunque con el consiguiente estrés. Y eran casi las 9 de la noche cuando el camión nos dejó en Montaña Blanca, junto a un mapa, hecho en piedra, cal y cemento, que indicaba las rutas a seguir en la zona.

Y de inmediato comenzamos a subir a pie, con bufandas cubriéndonos boca y nariz, y gorras o sombreros hundidos hasta la orejas para protegernos del frío.

Como tengo que caminar deprisa, so pena de cansarme y crearme un dolor de espalda, me alejaba bastante de Eleuterio y Pepe, y cuando creía que por la zigzagueante ruta había yo subido un kilómetro en línea recta, me sentaba a esperar por ellos. Al verlos aparecer, reiniciaba mi subida, siempre a mi velocidad, y repetía la maniobra de la espera, y mientras aguardaba sentado me recreaba contemplando el cielo, pues nunca he vuelto a ver estrellas tan grandes como las que vi esa noche.

Una de mis esperas se hizo demasiado larga, y, preocupado, bajé a ver qué por qué mis amigos no aparecían. Los encontré sentados sobre unas piedras porque Pepe, por algunos kilos de más y por su problema de azúcar, se sintió mal y dijo que no podía seguir, que se sentía agotado y que se le había nublado la vista. Descubrimos que de la vista, nada, que lo que se le nublaban eran sus lentes (gafas) porque el aliento los empañaba al salir hacia arriba, y no de frente, forzado por la bufanda con la que Pepe llevaba cubiertas su boca y nariz.

Pero lo del extremo cansancio sí requería atención, así tuve que hacer uso obligado del caminar deprisa, y me disparé ladera arriba a pedir ayuda en el refugio.

Cuando llegué a él toqué con el puño en su única puerta, que ya por la hora estaba trancada, y la persona que la abrió la cerró de golpe apenas verme con la cara cubierta como si fuera asaltante de banco. Desde afuera, y gritando porque a esa altura el ulular del viento era muy fuerte, pedí ayuda para un amigo en apuros. Debí sonar muy auténtico porque el encargado del refugio no sólo me dejó entrar sino que preparó no sé que infusión y bajó conmigo hasta donde habían quedado Pepe y Eleuterio.

A poco de ingerir la infusión, Pepe se sintió mejor y pudo reanudar el ascenso hacia el refugio, una casa hecha de piedra en la que por fin entramos los tres pasadas las 12 de la medianoche.

Como todas las literas estaban ocupadas, el encargado nos facilitó unas mantas, y sobre ellas nos echamos en el piso para tratar de descansar por apenas un par de horas, pues se nos dijo que sobre las 3 deberíamos iniciar el ascenso del tramo final entre el refugio y la cúspide del Teide, a más de 3.700 metros de altura.

Ya que el camino de subida era uno solo, sin pérdida posible, pisé el acelerador y puse velocidad de crucero, dejando atrás a Pepe y a Eleuterio, pero no antes de que Eleuterio nos tomara, a Pepe y a mí, esta foto:

De izquierda a derecha: Carlos M. Padrón y José Quirantes.

Por el camino adelanté a muchos, y al adelantar a un señor ya mayor, cuando éste notó la velocidad que yo llevaba, me dijo que no me apurara porque sí lo hacía él me alcanzaría. Pensé que el señor estaba equivocado, pero unos 15 minutos después un extraño agotamiento me invadió y tuve que sentarme a la vera del camino,… y allí estaba cuando llegó el señor mayor, se detuvo ante mí y, sonriendo, mientras decía algo acerca de la prisa de los jóvenes, me dio un trozo de chocolate y me dijo que lo comiera ya. A poco de comerlo tuve ánimos para reanudar la marcha.

En lo más alto del Teide hay un pequeño cráter que es como una mordida en el costado de la ladera, justo debajo de la cúspide del pico, y la ruta para llegar a ésta pasa por dentro de ese cráter, que, al menos entonces, despedía olor a azufre.

Unos metros antes de entrar al cráter —por su borde inferior, por supuesto— adelanté a un hombre de unos 40 años (yo tenía apenas 20) que por el equipo que llevaba y la forma de caminar parecía un escalador profesional. Y eso debe haber sido, porque en cuanto lo adelanté, y con ello herí su orgullo de veterano, sentí cómo apuraba el paso tratando de alcanzarme. Pero yo, animado por la cercanía de la meta, apuré más el mío, y así se estableció entre nosotros una muda competencia.

Aunque resbalé un par de veces, pues mi calzado no era tan bueno como el suyo, y aunque otras veces logró él situarse a mi nivel y caminamos cabeza a cabeza sin decirnos palabra, puse el pie en la cima primero que mi competidor. Y al verme en la meta final, miré hacia atrás y lo vi parado, mirándome con expresión de entre asombro e ira. Luego reanudó la subida y llegó junto a mí tal vez 10 ó 15 segundos después. En buen inglés me dijo algo así como “Congratulations! You are a real walker!”. Mal sabía él que por muchos años me había entrenado yo en El Paso subiendo como una exhalación, varias veces al día, la empinada cuesta entre La Plaza y mi casa, o entre mi casa y La Cruz Grande.

Eso sí, tuvo la cortesía de tomarme esta foto:

.
Poco a poco fueron llegando los demás, y entre ellos Pepe y Eleuterio.

José Quirantes, Eleuterio Sicilia y Carlos M. Padrón en la cima del Teide.
.
Al ver desde la cúspide del Teide que la tierra firme de todo el perímetro de la isla salía del mar y confluía en nuestros pies, nos dimos cuenta de que el Teide no está en Tenerife, sino que Tenerife es el Teide.

Aunque se veía una extraña luminosidad, entre claridad y penumbra, el Sol no había salido aún, y cuando esperábamos que asomara y comenzara a subir lentamente —como siempre hacía,… según creíamos— nos sorprendió ver que asomó de un solo golpe y se ubicó a una altura que, dada la distancia y el efecto óptico, podría decirse que era de unos 4 metros sobre la línea del horizonte, y a partir de ahí comenzó su ascenso normal.

Apenas terminó el Sol su extraño salto, giramos 180° y nos quedamos impactados al ver proyectada contra el cielo la sombra perfectamente cónica de ese gigante de más de 3.700 metros que es el Teide. ¡Algo sobrecogedor!

Todos los que teníamos cámaras tomamos fotos de ese insólito espectáculo. De las que tomé, ninguna sirvió, pero Eleuterio si logró ésta:

No hay que olvidar el año en que fue tomada y la calidad de las cámaras que entonces podían comprar muchachos como nosotros.

Después de tal vez casi una hora en la cúspide, bajamos hasta el refugio —de culo muchas veces porque resbalábamos en la arena volcánica y caíamos sentados—, y durante la bajada tomamos estas fotos:

José Quirantes y Carlos M. Padrón. Al fondo, el cono final del Teide.

Y estas otras, ya de vuelta en el refugio:

De izquierda a derecha: Carlos M. Padrón, José Quirantes y Eluterio Sicilia.
.

José Quirantes y Carlos M. Padrón, cambiados de ropa y listos para bajar.

Al rato iniciamos el descenso, y nos tomamos un par más al llegar al punto en que el camión nos había dejado la noche anterior, o sea, junto al mapa para excursionistas que ya mencioné antes.

Carlos M. Padrón.

En ésta puede apreciarse cuán “gordo” estaba yo:

De izquierda a derecha: Eleuterio Sioilia, José Quirantes y Carlos M. Padrón.

Para el regreso, otro camionero accedió a llevarnos hasta La Orotava, y desde allí usamos la guagua (autobús) hasta Santa Cruz.

Eleuterio Sicia y José Quirantes dentro del camión que nos llevó hasta la Orotava. Por lo que veo, la foto, cortesía de Eleuterio —al igual que muchos de los detalles arriba dados, que yo ya había olvidado— la tomé yo con su cámara.

Y así culminó nuestra excursión.

He subido al Teide otras dos de veces, en teleférico y luego caminando hasta sólo un poco más arriba de la estación terminal, pero nunca con la emoción de aquella primera vez, de aquellos tiempos de veinteañeros en que excursiones como ésta eran una verdadera aventura.

***

Mi primo Antonio Pedro Dorta Martín me ha enviado desde Tenerife algunas fotos espectaculares, como ésta,

Esta muestra la sombra del Teide contra el cielo y demuestra que lo que dije de que esa sombra era “perfectamente cónica” no es metáfora, y que la foto no es montaje, pues lo prueba la tomada en 1959 desde el mismo sitio —no hay otro mejor— y que repito aquí para facilitar la comparación:

Y esta otra maravillosa foto del Teide fue tomada al amanecer de no sé qué día por Alfredo Lafee, un fotógrafo amateur y jubilado que vive en Santa Cruz de Tenerife.

Mi amigo Juan Antonio Pino, que tuvo la gentileza de enviármela, me cuenta que el día en que don Alfredo, vecino suyo, la tomó, se fue a el Teide a las 4 de la mañana, y cuando regresaba lo pararon los policías y le advirtieron que estaba prohibido pasar sin autorización.

Don Alfredo les contestó que cuando él pasó no había nada ni nadie que lo prohibiera, y como prueba les mostró en su cámara la hora en que había hecho la foto,… hora en que, a falta de carteles, la Policía debió estar donde ahora estaba si quería controlar el acceso.

[*Otros}– Canarios en América: La fundación de San Antonio (Texas, USA)

[1]

El asentamiento en las orillas del río San Antonio (Texas, USA) puede citarse entre los poblamientos isleños más singulares en América.

El actual estado useño de Texas se corresponde a grandes rasgos con el territorio llamado, durante la dominación española, la Nueva Filipinas: una tierra fronteriza cuya escasa población se agrupaba en torno a las misiones franciscanas y algunos puestos militares.

Temiendo el avance de los franceses desde Louisiana, la Corona española y sus autoridades planearon la colonización de Nueva Filipinas. Para llevar a cabo esta empresa, desde el principio se pensó en los Canarios por su laboriosidad y adaptación al suelo americano.

Y así, en 1723, la metrópoli decidió que doscientas familias canarias pasaran a poblar Tejas.

Después de varios planes que no se llevaron a ejecución, quince familias (un total de cincuenta y siete hombres, mujeres y niños) partieron del puerto de Santa Cruz de Tenerife, a bordo del navío “Nuestra Señora de la Trinidad y del Rosario», en marzo de 1730, y llegaron finalmente a Veracruz en junio de 1730. Desde allí los pobladores siguieron por sus propios medios hacia Texas, y casi nueve meses más tarde, el 9 de marzo de 1731, llegaron al presidio de San Antonio de Béjar. Allí se estableció esta colonia de isleños que puso la primera piedra de la que hoy es la ciudad de San Antonio de Tejas, una gran urbe de un millón de habitantes.

De las quince familias que fundaron San Antonio siete procedían de Lanzarote, dos (Antonio Rodríguez y Manuel Niz) de Gran Canaria, tres (Juan Álvarez Travieso, y Felipe y José Antonio Pérez) de Tenerife, y dos (Francisco Arocha y José Padrón) de La Palma. Así que la mitad de los fundadores procedían de una isla —Lanzarote— que en los años precedentes había atravesado grandes penurias, y que desde 1730 conocía las grandes erupciones volcánicas que se prolongaron hasta 1736.

Sin pérdida de tiempo, los colonos Canarios se repartieron las tierras y comenzaron a trabajarlas. Introdujeron las técnicas canarias de regadío, y trazaron las calles de una pequeña población. Así nació la villa de San Femando de Béxar. Sus fundadores recibieron de la Corona el título de Hidalguía, y conformaron la élite social y política de la región, cuyas señas de identidad se han transmitido hasta sus actuales descendientes, orgullosos mantenedores de su herencia.

La fundación del asentamiento civil de San Fernando de Béxar tuvo lugar junto al río San Antonio, entre ese río y el San Pedro, frente a la Misión franciscana de San Antonio de Valero, más conocida como El Álamo.

Misión de San Antonio de Valero, El Álamo, en San Antonio de Texas.

El 1 de agosto de 1731, se produjo la constitución del primer gobierno municipal de la villa de San Femando de Béxar, el Cabildo fue formado por los varones casados del contingente de fundadores, quienes eligieron como primer alcalde a Juan Leal, natural de Lanzarote.

La villa creció, convirtiéndose en 1772 en la capital de Texas.

Con el fin de la dominación española, Texas formó, junto a Coahuila, uno de los Estados de México. Durante el periodo de existencia de la República de Texas (1836-1845) se estableció el condado de Béxar, y la ciudad recibió su actual nombre de San Antonio de Texas.

A partir de 1846, el condado de Béxar y la ciudad de San Antonio se integraron en los Estados Unidos de America..

***
[2]

José Padrón, fundador de ciudades

Saro Díaz

El palmero José Padrón fundó la ciudad de San Fernando de Béjar, en Texas (USA), allá por 1730.

Este fundador de asentamientos nació en La Palma (Canarias) en 1708 y contrajo matrimonio en Lanzarote con María Francisca Sanabria. Y a Texas se fueron su esposa y él dispuestos no a amoldarse a una ciudad sino a hacerla a la medida de sus deseos y de sus medios.

¡Qué tremendo sueño!: Hartarse del mundo conocido y partir hacia una tierra nueva sobre la que edificar y organizar, sobre la que sufrir y gozar, sabiendo que si se está ahí es porque nuestras propias energías lo han hecho posible.

Nada más sabemos de José Padrón, pero para desentrañar su vida bien podemos guiarnos de las crónicas de otros fundadores Canarios, pues San Antonio de Texas también fue fundado por isleños.

Corría un día de marzo de 1730 cuando de Canarias partía rumbo a EEUU un barco ocupado por unas veinte familias procedentes de Lanzarote, Las Palmas, Tenerife y, por supuesto, La Palma, cuando en Texas no existía aún una ciudad que luego se llamaría San Antonio.

Eran un puñado de Canarios que vivían bajo las estrellas, acechados por las tribus de pieles rojas, atentos a los ruidos y a los movimientos de los caballos, y con la mano siempre presta a empuñar el arma para defenderse.

La fundación de ambas ciudades prueba que los palmeros, los Canarios en general, no fueron meros buscadores de fortuna material sino que también instauraron organización humana donde antes sólo soplaba el viento.

María Francisca, alargando una mano por bajo la manta tendida al sereno, preguntó a su marido:

—José, ¿qué nos pasará?

—Calla, mujer, que no pasará nada. Ya verás que cuando llegue el día se espanta esta inquietud.

Llegar a fundar una ciudad es similar, salvando la distancia y el esfuerzo, a abrir la puerta de una casa nueva, pero destartalada y fría, a la que hay que llenar de calor, de risas, de olores de comida y de conversación para ahuyentar los fantasmas del vacío. Abrir las cajas llenas con los pertrechos que nos sirvieron para la vida en el lugar que hemos abandonado. Hacer de las dificultades un reto diario, y ver, poco a poco, cómo la ciudad-casa se va convirtiendo en el lugar al que ya siempre se desea volver a descansar el cuerpo y el ánimo de los azares exteriores.

José Padrón, ya envejecido, sentado en el porche de su casa en San Fernando de Béjar, contempla las otras edificaciones recordando cómo fueron levantadas; las dificultades y las victorias; cuando al fin lograron que manara agua de un pozo; cuando se erigió la iglesia tratando de acotar los pecadillos que cada viernes y sábado se tejían en el salón; y cuando María Francisca, su esposa, en aquella lejana noche, estando ambos a la intemperie, necesitó tocar a su marido para confiar en el futuro.

Y luego,

—¡Ay, María, ¿qué será de mi gente allá en La Palma?

Y un silencio estremeciéndoles la distancia y esa vejez de fundadores..

***
[1]

11.02.2003

EL DÍA – S/C de Tenerife (Canarias)

Canarias posee ya documentación sobre la vida de los colonos isleños en Texas

Los archivos provinciales pondrán a disposición de los investigadores la copia microfilmada de más de 250.000 manuscritos y 4.000 documentos impresos procedentes del archivo de Béxar, que relatan la colonización de San Antonio de Texas por parte de diez familias isleñas.

Este amplio legado documental, “El tiempo de la colonia», ya podrá ser consultado en los archivos históricos provinciales de Santa Cruz de Tenerife y de Las Palmas, según explicaron ayer el viceconsejero de Acción Exterior y Relaciones Institucionales del Gobierno de Canarias, Francisco Aznar, y la directora general de Cultura, Rosa Delia Suárez, quienes firmaron el acto de recepción de la copia microfilmada de los citados documentos, cuyos originales están depositados en la Universidad de Austin desde 1889.

Este material manuscrito e impreso constituye la fuente más completa y detallada para el estudio de la vida civil, política y militar de la entonces provincia española, denominada la Nueva Filipinas, y se corresponden a la presencia de canarios en dicha zona entre 1717 y 1836.

También se refiere a la administración de la provincia y el establecimiento de poblados, presidios y misiones, además de reflejar la vida social y administrativa, las luchas y relaciones con las tribus indias, las fortificaciones que construyeron, la amenaza de los franceses y la actividad económica de la provincia, entre otros apartados.

Los fondos microfilmados toman su nombre del municipio de San Fernando de Béxar, fundado por los primeros colonos canarios, un grupo de diez familias procedentes de Tenerife, Gran Canaria, La Palma y Lanzarote, a los que se sumaron dos gomeros. Este contingente partió de Tenerife en marzo de 1730, a bordo del navío Nuestra Señora de la Trinidad y del Rosario, y llegó a su destino un año después.

En un año de viaje, las familias canarias llegaron a La Habana y desde allí partieron a Veracruz y recorrieron, a lo largo de otros doce meses, con una caravana de bueyes y mulas, el camino hacia las tierras que posteriormente formarían Texas, cien años antes de que llegasen los colonizadores británicos.

Estas familias se repartieron las tierras e introdujeron en ellas las técnicas canarias de regadío, además de trazar las calles de una pequeña población entre los ríos de San Antonio y San Pedro, que serían la futura villa de San Fernando de Béxar, localizada frente a la misión franciscana de San Antonio de Valero, que pasó a la historia como el fuerte de “El Álamo».

La documentación “rescatada” para los archivos canarios también relata cómo los isleños crearon un Cabildo, hasta la declaración de la república de Texas, en 1836, en la que se estableció el Condado de Béxar y la ciudad recibió su actual nombre de San Antonio de Texas. En 1749 fundaron la primera catedral de Estados Unidos, la de San Fernando, bajo la advocación de la Virgen de Candelaria, y en 1812 sus descendientes crearon una escuela permanente en Texas.

Los varones casados que viajaron a este territorio entre las primeras familias canarias integraron el Cabildo de San Fernando de Béxar y eligieron como primer alcalde a Juan Leal, natural de Lanzarote.

Francisco Aznar consideró asimismo que América “tiene una deuda extraordinaria” con los canarios, ya que los isleños también formaron parte de los 600 hombres que integraron el batallón de la Louisiana y abogó por recuperar la memoria de estos colonizadores, porque “un pueblo que no conoce su historia no tiene futuro».

El viceconsejero recordó que los canarios emigraron a América debido al llamado “tributo de sangre», por el que cinco familias de cinco miembros cada una debían partir de las islas por cada tonelada de mercancía recibida en los puertos isleños.
.

***
[1]

La Villa de la Orotava —más conocida como simplemente La Orotava— ubicada en la isla de Tenerife (Canarias) es famosa por las bellísimas alfombras que allí se elaboran con motivo de la festividad del Corpus Christi.

En 2005, y como parte de los preparativos para conmemorar el 275° aniversario de la llegada de los Canarios al actual San Antonio, la Fundación “Friends of the Canary Islands-San Antonio” (amigos de los Canarios de San Antonio), quiso elaborar una alfombra al estilo de éstas, y envió a los alfombristas de La Orotava esta comunicación:

San Antonio, Texas, abril 2005

Estimados Señores,

Con motivo de la celebración del 275th Aniversario de la llegada de los canarios a San Antonio Texas, a celebrarse en el año 2006, la Fundación Friends of the Canary Islands-San Antonio, presidida por el Dr. Alfonso Chiscano, le gustaría solicitar a la Comisión de Fiestas de la Villa de la Orotava y a la Asociación de Alfombristas su participación en la Semana de Fiesta durante el mes de abril de 2006, a través de la elaboración de alfombras alegóricas a tal evento alrededor de la Catedral fundada por los emigrantes canarios llegados a estas tierras en el año 1731.

Por tal motivo, se solicita que en el próximo mes de abril de 2005, un especialista en alfombras viaje a San Antonio para evaluar la viabilidad de este proyecto. La Fundación se encargará de toda la logística y ayudará con el alojamiento. Se recomienda que esta persona hable inglés.

La Semana de Fiesta tendrá lugar del 15 al 24 de abril de 2006. La Fundación coordinaría el viaje con el Ayuntamiento y/o las personas designadas para viajar.

No duden en contactar con nosotros si necesitan información adicional

Atentamente,
Dr. Alfonso Chiscano
Presidente
Fundación “Friends of the Canary Islands-San Antonio”.

***
[1]

SIGNIFICADO Y ESTRUCTURACIÓN DE LA ALFOMBRA
05/03/2006

La alfombra ha ocupado una superficie de 150 metros cuadrados en un espacio que se encuentra en el peatonal anexo a la Catedral de San Fernando. Para su elaboración se han llevado desde La Orotava un total de 140 kilos de tierras, de las que se extrajeron 10 colores naturales.

El tapiz se ha estructurado en tres partes representativas, intercaladas por los escudos de San Antonio y del Gobierno de Canarias. La parte central representa un momento de la fundación de la ciudad de San Antonio, con la antigua catedral de San Fernando al fondo. El lateral izquierdo es alegórico a un motivo texano, con los caballos y jinetes en un rodeo; mientras que el lado derecho hace referencia a las islas Canarias, con una vista espacial del Archipiélago y medio drago.

Esta alfombra, que fue inaugurada para la exposición al público en general en la mañana del pasado viernes por autoridades del lugar y por otras de Canarias, ha tenido una gran acogida por parte de los residentes de la ciudad, que aún no se creen que de unos sacos de tierras se pueda hacer esta maravilla como son las alfombras.

Según informa desde San Antonio el concejal de Turismo en el Consistorio villero, José Miguel Álvarez, hasta el día de ayer sábado fueron numerosos los ciudadanos que se acercaron a ver este tapiz, manifestando su sorpresa, y felicitando a los alfombristas orotavenses.

Pero hoy domingo, 5 de marzo de 2006, se cumplirá la tradición de este arte efímero, pues tendrá lugar el acto de cierre de celebración de esta efeméride, con una misa en la citada catedral de San Fernando y una posterior procesión que pasará sobre la alfombra villera, la cual posiblemente esté flanqueada por otra alfombra de flores naturales que elaboren los propios del lugar instruidos debidamente por Domingo García Expósito.

NotaCMP.- En mi opinión, en esto de la alfombra hay una discrepancia de fechas. Si los de San Antonio pidieron a los orotavenses una alfombra para las fiestas de la celebración del 275th Aniversario de la llegada de los canarios a San Antonio de Texas, y esas fiestas tuvieron lugar durante la semana del 15 al 24 de abril de 2006, ¿como es posible que el domingo 5 de marzo de 2006 tuviera lugar el acto de cierre de esa celebración durante el cual una procesión pasó sobre la alfombra?

Tratando de conseguir una explicación a esta discrepancia, a través de la página Web de la Asociación de Alfombristas de la Orotava envié a ésta, el 10/02/2008, mi pregunta al respecto, pero no he recibido respuesta. Si la recibiera, haría en este artículo los cambios que fuera oportuno hacer.

***

[1] Información cortesía de don Fabián Trujillo Plasencia.

[2] Este artículo fue publicado en “La Isla de La Palma” —no sé si diario o revista— de ignoro qué fecha, pero hace muchos años. Llegó a mí por cortesía de la Biblioteca Pérez Vidal, de Santa Cruz de La Palma.

[*Otros}– Del dialecto de Canarias

A. de Miguel

Las jergas regionales suelen ser muy expresivas. Un lector aporta algunos ejemplos del dialecto de Canarias, encrucijadas de varias corrientes léxicas.

Por ejemplo, ‘papa quinegua’, por una variedad de patata, muy apreciada por los ingleses y por todo el mundo (“papas arrugadas”). ‘Quinegua’ no es más que la simpática corrupción de King Edward. Supongo que se refiere a Eduardo VII que sucedió a la reina Victoria. La famosa patata fue la importada de Irlanda, que había superado las plagas que sufrían las patatas peninsulares.

Me dice también este lector que en las Canarias se utiliza ‘antier’ y ‘antinoche’, pero son voces que emplean los campesinos o ‘magos’, no los capitalinos, más finolis.

Me interesa mucho eso de los ‘magos’ para llamar a los campesinos. La raíz ‘mag´ en griego sirve tanto para la hechicería (magia) como para la cocina (magdalena). De ahí se colige que la cocina fuera un invento asociado a la farmacopea. Me remito a mi libro “Sobre gustos y sabores” (Alianza). Ahí se demuestra la importancia que tiene el habla en la alimentación. No en vano la lengua sirve tanto para hablar como para gustar los alimentos.

LD

[*Opino}– Lo de «Por un clavo se perdió la guerra» aplicado a los automóviles

Carlos M. Padrón

Hace meses que cuando con mi camioneta —una Ford Explorer 4×4— circulaba yo por un lugar plano, escuchaba un extraño cuido, con un tun-tun, que aumentaba de frecuencia, tanto en el tiempo como en hertzios, cuando aumentaba la velocidad. Por ello deduje que podría tratarse de un problema de cauchos (neumáticos, gomas, etc., según el país), pero cuando rodando por un lugar igualmente plano soltaba yo el volante, el vehículo continuaba en línea recta, lo que, en mi opinión, era prueba de que no se trataba ni de un problema de cauchos ni de amortiguadores.

Para salir de dudas en cuanto a los cauchos, llevé la camioneta al mismo taller al que por 30 años he llevado mis vehículos para asuntos de cauchos y cambios de aceite y filtro, y el dueño del taller, un experto en la materia, deslizó su manos por la superficie y la cara interna y externa de los cauchos, y me dijo que todos estaban bien.

Luego fui a un taller de sistemas de escape, subieron la camioneta en un puente, y esos sistemas estaban bien, pero el tun-tun era cada vez más audible.

Para el pasado 7 de diciembre se había pautado una intervención quirúrgica a Chepina, mi mujer, y se le dijo que debía estar en la clínica a las 6 de la mañana. Salimos de casa a las 05:30 y tomé la ruta más corta: la que a través de la zona conocida como Vizcaya me permitiría caer en El Cafetal, donde está la clínica.

Al salir noté que había llovido, pues el pavimento estaba mojado, pero ya no llovía.

Al comenzar a bajar la vía con muchas curvas que termina en Vizcaya, puse la segunda, pues, aunque mi camioneta tiene, desgraciadamente, transmisión automática, siempre uso la segunda, sea con el vehículo que fuere, cada vez que comienzo una bajada o debo frenar yendo a cierta velocidad, recurso por el cual no sólo los frenos de mis vehículos duran mucho sino que he evitado accidentes que pudieron ser graves.

A pesar de ir en segunda, cuando en cierto momento, y debido a lo inclinado de la vía, la camioneta alcanzó una velocidad que consideré excesiva, toqué ligeramente el pedal del freno, y de inmediato el vehículo derrapó hacia el borde del barranco que corre paralelo a esa vía. También de inmediato, Chepina me gritó “¡No toques el freno!”, advertencia muy oportuna porque, sorprendido por el derrape y aunque conocedor de esa norma, ya mi pie derecho iba camino al pedal del freno.

Varias veces estuvimos a punto o de caer al barranco o de pegar contra el cerro, pues la camioneta bandeaba como loca de un borde al otro de la vía, pero el ABS funcionó y, accionando el volante con la serenidad que pude conseguir, logré estabilizarla y continuar nuestro camino, pero con el consiguiente susto, pues gracias a que a esa hora de la mañana no había vehículos en ninguna de las dos direcciones, nos salvamos de que nos llevaran a la clínica —y no precisamente para la operación a Chepina— o la morgue.

Días después fui a un taller cercano en el que al Corolla de mi hija le había hecho un buen trabajo, y cuyo dueño me pareció competente. Le dejé la camioneta para que le hiciera entonación, le conté lo del ruido tun-tun, y le pedí que revisara la amortiguación o lo que él creyera que podría ser la causa de tal ruido.

Cuando fui a recoger la camioneta, ya debidamente entonada, el mecánico dueño del taller me dijo que el sistema de amortiguación está muy bien (cosa que habla muy bien de él porque los más de otros mecánicos me habrían dicho que estaba malo y que era necesario cambiar los amortiguadores, y sabe Dios si algo más) y que, en su opinión, el ruido se debía a problemas en el caucho delantero izquierdo.

Llevé de nuevo la camioneta al antes mencionado taller de cauchos, pero esta vez le pedí al dueño que desmontara los dos delanteros y los revisara bien.

Apenas revisó el izquierdo me hizo notar una para mí extraña anormalidad: varios de los tacos de goma —los sectores demarcados por las estrías que hay en la superficie del caucho— estaban irregularmente gastados y no alcanzaban la altura de sus vecinos. En un área en particular, había tres tacos contiguos que presentaban este problema, el mismo que la persona que ahora me lo mostraba no pudo detectar cuando, sin desmontar los cauchos, deslizó su manos por ellos.

Ahí se me hizo claro que el derrape que pudo ser mortal fue ocasionado porque en el preciso momento en que pisé el freno, la parte del caucho en el que los tres tacos contiguos estaban tan gastados que no alcanzaban el nivel de sus vecinos, se encontraba en contacto con el pavimento mojado, y, por tanto, falló el agarre.

Compré dos cauchos nuevos y pedí que los montaran en la parte delantera, en reemplazo de los existentes.

CONCLUSIÓN: Más vale gastar en un par de cauchos nuevos, que arriesgarse a sufrir un accidente que podría ser desde los que causan un simple choque hasta los que causan una o varias muertes.

[*ElPaso}– Personaje de mi pueblo, ni disminuido ni olvidado: Julio el Gacio

18-02-2008

Carlos M. Padrón

Como pública declaración y merecido reconocimiento, aprovecho el cierre (al menos por ahora) de esta serie de artículos sobre “Personajes de mi pueblo, disminuidos pero no olvidados” para hacer público algo por lo que aún estoy agradecido, y continuaré estándolo. Y debo dejar muy claro que, como digo en el título, el personaje de este artículo nada tenía de disminuido y, con lo que acerca de él voy a contar, pretendo que tampoco lo tenga de olvidado.

Este señor, cuyo nombre era Julián Germán Pérez Hernández, era conocido en El Paso por el apodo de Julio el Gacio, pero, para mí, fue y será Don Julio.

Según me cuenta su hijo, también de nombre Julio, ese apodo familiar tuvo su origen en los ojos azules y piel blanca típicos de su parentela, pero, sobre todo, en el peculiar color de los ojos de una de las féminas de la familia, de nombre María, de quien en el pueblo decían que ese color era como el de las vainas de las llamadas gacias, un arbusto que es pariente, según parece, del tagasaste.

Don Julio tenía, si mal no recuerdo, una granja de gallinas, y un andar taciturno. Era, además de dado a la lectura, un autodidacta que había acumulado notables conocimientos acerca de agricultura, ganadería, granjas avícolas, etc., y su gesto para conmigo fue el entonces típico del hombre pasense mayor que se preocupaba por la educación de los jóvenes de su pueblo, se sabía con autoridad moral sobre ellos, y la ejercía en beneficio de éstos y de lo que él consideraba un deber para con el pueblo.

Un día, cuando yo tenía 16 años y estaba con unos amigos en el primer banco que para entonces se encontraba al borde de la carretera, en la primera curva más arriba de Monterrey donde en verano habíamos montado lo que llamábamos “El Senado” —una especie de tribunal en el que, mediante presentaciones orales, ventilábamos asuntos de ‘trascendencia y profundidad’ equiparables a la inmortalidad del cangrejo o el sexo de las nubes—, don Julio venía subiendo por la carretera en el momento en que yo, de espaldas a ella y de frente al banco, comencé mi exposición diciendo:

—Si tal cosa fuera cierta yo no hubiera hecho lo que dicen que hice.

Cuando terminé mi alegato y regresé al banco, don Julio, parado a un lado de la vía en el punto conocido como Boca de la Carretera, a unos 30 metros del banco, me llamó, y yo, por supuesto, me acerqué, un tanto preocupado porque caí en cuenta de que él había estado allí esperando a que yo terminara mi alegato. Cuando llegué a su lado, muy serio pero muy amable, me tomó por el brazo y me dijo:

—Carlos, te escuché decir “Si tal cosa fuera cierta yo no hubiera hecho…”, y eso es incorrecto porque, primero, estás usando dos veces el mismo tiempo subjuntivo del verbo: fuera y hubiera; y segundo, y más importante, no estás usando el tiempo condicional, que es el que debes usar cuando usas el ‘si’ condicional. Por tanto, debiste decir “Si tal cosa fuera cierta yo no habría hecho…”.

Durante los 51 años transcurridos desde ese día, cada vez que en forma oral o escrita he tenido que lidiar con esa construcción gramatical —y puedo asegurar que han sido muchas, pero muchas veces— he recordado aquel incidente, y mentalmente he dado gracias a don Julio por haberse tomado la molestia de enseñarme lo que ninguna otra persona me enseñó de forma tan clara y oportuna. Su noble gesto no cayó en terreno baldío.

Lo que dije en el artículo de introducción a esta serie, lo repito en el de cierre: La inmortalidad es la condición mediante la cual perduramos en el recuerdo de otras personas.