[LE}– Los neologismos en el politiqués avanzado

2013-07-05

Amando de Miguel

La adopción de neologismos es un proceso que no tiene fin, casi por definición.

Se aceptan para presumir, para no herir susceptibilidades. Por ejemplo, no está bien que en la parla politiquesa se refiera uno a los «pobres». Queda mejor hablar de los «empobrecidos».

La jerga de los hombres públicos cuida mucho las metáforas.

Una particularmente feliz en los últimos tiempos es suponer que las cosas, los conceptos, las instituciones, los razonamientos tienen «patas». Queda muy anticuado decir que tienen facetas o aspectos. Lo de «la primera pata», «la segunda pata”, etc., deja embobado al auditorio. Son argumentos “multipódicos”, si se puede decir así.

Otro hallazgo de la nueva lengua (al estilo de la acuñada por George Orwell) es el circunloquio.

Hay términos que pueden resultar ofensivos, hirientes, tabúes; en su lugar se da un rodeo para decir lo mismo con más palabras. Por ejemplo, hace pocos días destituyeron a la directora de la Agencia Tributaria por un lamentable error que podía afectar a una infanta.

Pero la voz destituir ha sido proscrita del diccionario politiqués; ni siquiera se recurrió a la palabra dimisión, tan digna. Se habló con naturalidad de que se había realizado un «relevo a petición propia» de la citada directora, sin siquiera aducir sus causas.

Los más viejos recordamos que, durante la larga cuarentena franquista, se recurría igualmente a ese circunloquio del «relevo a petición propia» para ocultar la indigna destitución; es un rasgo autoritario que pervive en nuestra cultura democrática. Lo de relevo tiene un aire entre militar y deportivo que lo hace más digno.

El politiqués gusta de periodos ampulosos, frases largas y muletillas que hagan las frases más redondas.

Para ello se necesitan algunas fórmulas de entrada. Por ejemplo, «yo suelo decir…», «yo soy de los que dicen…» (o peor, “yo soy de los que digo…”), “estamos hablando de…”.

Queda muy bien iniciar un argumento con “en primer lugar”, aunque ya no haya más lugares. Ese tipo de introducciones dialécticas vienen muy bien a una variedad del politiqués, que es el tertulianés, sea de radio o de televisión.

No se olvide el hombre público, sea o no tertuliano, que lo «transparente» es siempre mucho mejor que lo «opaco»; lo «profundo», mejor que lo «superficial»; lo «global», mejor que lo «particular».

No hay ninguna razón lógica para que eso sea así, pero la convención funciona. La acción de profundizar da mucho prestigio; no tanto la de levantar, erigir.

Diríase que estamos en una cultura troglodítica. La crisis económica va a resolverse porque «hemos tocado fondo». Claro que no se dice que es el momento de empezar a escarbar.

Fuente: Libertad Digital

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2013-01-21

Amando de Miguel

Tengo ya una libretilla rebosante de nuevas adquisiciones del politiqués.

No se trata sólo de desmesuras léxicas. Simplemente los políticos gustan de introducir en sus discursos y declaraciones palabras rimbombantes, grandilocuentes, cultistas. De esa forma parecen muy leídos.

Adelanto algunos de esos vocablos para impresionar al personal: paradigma, pluridimensional, multipolar, espacio (en sentido figurado), enormemente, gestionar, intangible, reflexión, herramienta (en sentido figurado), entorno, proactivo, compartir, priorizar.

Lo fundamental no es dejar caer algunas de esas palabras sino repetirlas todo lo posible, vengan o no a cuento, hasta el hartazgo.

Jesús Laínz (nunca sabré si es Lainz o Laínz) se ha convertido en el principal trujimán de vocablos politiqueses. Ahora ha registrado en un restaurante este rótulo: «Menú sostenible». Es decir, el politiqués ha llegado al pueblo.

Desde luego, lo emplean a placer los economistas, según el montañés. La prueba es que ha oído decir a un economista prominente lo de «investimento» (= inversión).

Añado que puede haber un contagio entre el neologismo investir y el castizo embestir. Ambas acciones son decididas, violentas incluso. En la iconografía useña se maneja la imagen del toro para los inversores. No debe confundirse el toro con el buey (= toro castrado).

Blas de Lezo (un seudónimo) me envía un dolorido memorial en el que compara la sociedad española con «un buey al que se le puede conducir enganchado a un aro que le atraviesa la nariz». Supongo que sería mejor decir una argolla. La imagen es típicamente regeneracionista, como todas las organicistas. El origen está en el Leviatán de Hobbes o quizá en Santo Tomás, el Aquinate. Vaya usted a saber. Pero la sociedad no es un organismo.

Ignacio Frías me comunica que Aurelio Arteta tiene la misma afición que yo, coleccionar lo que él llama archisílabos y yo sesquipedalismos.

He elegido esa última voz precisamente por la ironía que supone ser una palabra más larga. Me congratulo de la afición de don Aurelio.

Mi siempre admirado Don Ignacio ha encontrado un sesquipedalismo en el ABC, de jugosa significación. En lugar de jurar un cargo público, los abecedarios ponen juramentar. Como es más largo, impresiona más. Pero juramentar es otra cosa, equivale a tomar el juramento a alguien, dice don Ignacio.

No estoy muy de acuerdo. Existe el verbo juramentarse (= comprometerse a algo mediante un juramento). Por tanto, los altos cargos juran su cargo y, en consecuencia, se juramentan a cumplir lo jurado. Bueno, en la realidad ni juran ni se juramentan. Ahora prometen, como dicen los niños.

Sobre los sesquipedalismos tengo algunas propuestas más. Ahí van: contextualización, interactuaccionar, transversalidad, sensibilizacionar. Por sílabas, que no quede.

El politiqués ama el cero

Lamento que a mí me guste mucho decir lo de «suma cero»; reconozco que es politiqués puro. Aunque tendría que decir «puro y duro». Lo mejor es «tolerancia cero», «coste cero», «crecimiento cero». Cero al cociente o cero patatero, vaya.

Eso que ahora está prohibido que los profesores pongan un cero a los alumnos ignaros. Podrían herir las sensibilidades de los pupilos y de sus progenitores.

Fuente: Libertad Digital