[LE}– Palabras muy problemáticas

22-12-14

Amando de Miguel

La operación rescate de palabras olvidadas nos ayuda mucho.

Mariano León nos presenta esta adquisición: entenado. Dícese del hijo de uno de los cónyuges en relación con los hijos de ambos. Es un clásico de los conflictos familiares, los más acerbos.

Hoy es una situación muy frecuente, puesto que la mayoría de los nuevos matrimonios con algún de hijo de uno de los cónyuges no se dan por viudedad sino por divorcio.

Juan José Carballal se irrita con la expresión dar misa, que tantas veces se oye por la tele. «Y no señor; la misa se reza, se canta, se dice, se celebra…, pero no se da». Sólo falta que digan «echar misa».

Añado que la palabra misa ha sido proscrita del lenguaje público, incluso eclesial (ya no se dice eclesiástico). En su lugar, se habla de eucaristía. No creo que sean voces equivalentes. Originariamente, la misa es el acto litúrgico completo, del que la eucaristía (= acción de gracias) es sólo una parte. La voz misa ha quedado como genérico del acto que termina con la frase ritual «ite, missa est» (= podéis ir en paz, ésta es la despedida).

A propósito, un amigo de San Pedro de Alcántara (Málaga) me cuenta que en su pueblo la misa dominical se celebra a las 10. Terminada la cual, el sacristán despoja el altar y lo deja libre para el servicio de la misa anglicana en beneficio de los feligreses de esa denominación.

Es más, en la ceremonia anglicana se pasa el cestillo (el fisco se decía antes) y el contenido se dona al párroco católico para que lo distribuya a través de Cáritas.

El argumento es que la colonia anglicana no cuenta con una logística tan bien acondicionada como la de Cáritas. Me parece una historia magnífica. Habría que contársela al papa Francisco.

Beltane comenta que no le gusta nada el adjetivo circense. Su parecer es que debería decirse «cirquense«. Pero circense se halla troquelado por el uso. No es una terminación tan extraña en nuestra lengua, acaso por influencia del francés. Así, amanuense, ateniense, castrense, cisterciense, forense, gerundense, liliputiense, londinense, trapense.

José María Navia-Osorio se pregunta por la identidad de los nombres de ciertos refranes y dichos: Bartolo, el Tostado, Pichote, Picio, Cagancho, etc.

Unos pocos existieron, aunque agrandados por la leyenda. La mayor parte de ellos se citan por comodidad. Son epónimos anónimos que no hacen mal a nadie. Lo de «la flauta de Bartolo con un agujero solo» es un dicho un tanto obsceno.

José Til me pregunta por el gentilicio correcto de los habitantes de la India: ¿son indios o hindúes?

En buena ley son indios, aunque con la posible confusión con los indios de América. Como es sabido, todo se debió a un error de Colón. No deben confundirse los indios de la India con los hindúes, que son los fieles de una religión mayoritaria en ese país. La confusión se da mucho en inglés.

A través de la señora Google se pueden encontrar los gentilicios de pueblos, ciudades y naciones. Habría que recordar la historia del ministro de Franco, José Solís. Una vez comentó con su colaborador, Adolfo Muñoz Alonso, qué utilidad podía tener la enseñanza del latín en las escuelas. El filósofo comentó: «El latín resulta utilísimo. Por ejemplo, tú, que naciste en Cabra, puedes decir que eres egabrense».

Don José se queja de lo tópicas que se han hecho algunas expresiones, como «hay que ponerse las pilas» o «con la que está cayendo». El primero que recurrió a esas metáforas seguramente fue un poeta, pero su repetición, con afán de originalidad, resulta un tanto pesada.

Si la lluvia es copiosa, los ingleses dicen que «llueven gatos y perros». Nuestra imagen es también muy atrevida: «Llueven chuzos de punta».

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[LE}– Palabras precisas: suripanta, farfolla, pelafustán

2014-11-04

Amando de Miguel 

José Luis García Valdecantos alude a la magnífica expresión «se jodió la marrana» para indicar disgusto o contrariedad cuando se echa a perder un asunto.

Don José Luis precisa que no se trata de una frase obscena y graciosa, ya que la marrana es aquí el eje de la noria. Se trata de una rotura que debía de ocasionar graves trastornos a los campesinos de antes. Hoy nadie sabe qué sea eso de la marrana, ni siquiera la noria movida por un paciente borrico.

Hablando de obscenidades graciosas, don José Luis propone revitalizar dos viejas palabras:

Sicalipsis (= referido a lo pornográfico, erótico o picante, principalmente de un espectáculo), y

Suripanta (= corista, putilla, normalmente relacionada con un espectáculo erótico).

Son dos voces que se inventaron hace más de un siglo, precisamente para referirse a la nueva realidad de entonces: los espectáculos eróticos para caballeros. Hoy son tan comunes que ya no necesitan términos un tanto secretos o pícaros. Me remito a mi libro «El sexo de nuestros abuelos» para una exposición del carácter sicalíptico de las suripantas.

Don José Luis opina que deberíamos sacar más partido de la palabra farfolla. Es la hoja que cubre la mazorca de maíz y, por extensión, algo inútil, insustancial.

Un pariente es farfulla (= algo confuso, engorroso). Está claro el sentido onomatopéyico del sonido repetido <f>.

Otro término reivindicado por don José Luis es pelafustán. Se dice también pelagatos, referido de forma despectiva a una persona insignificante, anodina, mediocre. Me parece que son descripciones útiles.

Ángel Fajardo me envía una lista larguísima de palabras olvidadas, que habría que poner otra vez en circulación. Antes de proceder a esa labor redentora, tendríamos que explorar por qué se han ido arrinconando. Veamos algunas:

— Alacena: armario de la cocina o comedor para guardar alimentos y utensilios de cocina. Ha sido sustituida por el frigo y los varios muebles y cajones que existen en las cocinas actuales. Ya no hay lugar para la fresquera, un armario con respiradero exterior para conservar frescos los alimentos.

— Lumbre: fuego de la cocina o la chimenea. En su día se asoció a la función de cocinar o calentar la comida, hoy superada por otros procedimientos. También es el dispositivo para encender un cigarrillo, una pipa o un puro, más allá de las cerillas.

Por cierto, las cerillas ya no son de papel encerado. El fuego de la chimenea proporciona un sentimiento de intimidad, pero su uso ha decaído mucho. El presidente de los Estados Unidos se deja fotografiar junto a sus nobles invitados delante de la chimenea de la Casa Blanca, pero ya ni se enciende, supongo que por estúpidas razones de seguridad.

Almorzada 1: medida de capacidad, la que cabe aproximadamente en el hueco de las dos manos juntas. Se trata de una medida tan poco precisa que ha perdido vigencia. Pasa lo mismo con 

— Jeme (= distancia entre el pulgar y el índice con la mano extendida). Nadie se acuerda ya de la pulgada (una duodécima parte del pie, unos 2,5 cm.). Equivale a la distancia que abarca la primera falange del dedo pulgar.

Por cierto, se llamaba así porque servía para matar pulgas. Hoy ha descubierto una nueva función: marcar el teclado de los teléfonos celulares.

(1) NotaCMP.- En El Paso decíamos almozada.

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[LE}– Palabras en busca de diccionario

05 OCT 2014

Álex Grijelmo 

Estaribel, viejuno, cotolengo, vallenato, ojiplático, cabreante, pifostio…

Miles de palabras seguirán existiendo aunque no figuren en el nuevo diccionario, que ya llega, pero casi todos hemos caído alguna vez en la calamidad de decir “esa palabra no existe”, cuando el mero hecho de haberla oído certifica lo contrario.

El lexicón académico dejará fuera muchos términos cuyo uso, sin embargo, no suena extraño. Si alguien dice “esto es cabreante” no se nos ocurrirá corregirle: “Cabreante no está en el Diccionario”, aunque no esté (que no está). Se trata de una creación legítima, igual que “ilusionante” o “escuchante” (ambas entran ahora), o “murmurante” (que sigue fuera); formas todas ellas derivadas de “cabrear”, “ilusionar”, “escuchar” y “murmurar” (y que se han llamado “participios presentes”, “participios activos” o “adjetivos verbales”).

No estarán algunas en el Diccionario, pero sí en la gramática. Porque la lengua tiene recursos creativos. Si de “anónimo” deriva “anonimato”, ¿cómo no dar validez a “seudonimato” a partir de “seudónimo”?

El idioma nos sirve para comunicarnos, y todas sus herramientas son buenas o malas en función de los interlocutores. Muchos vocablos expresan lo que tanto el emisor como el receptor entienden; y su ausencia del Diccionario no les resta eficacia.

El director del diario As, Alfredo Relaño, se refería en su periódico el 24 de agosto de 2013 al “estaribel” montado en el estadio Bernabéu (y luego desmontado) para la presentación del galés Gareth Bale.

Muchos lectores se estarán extrañando ahora al saber por estas líneas que la voz “estaribel” no ha sido bendecida por la Academia como instalación provisional que se destina a un fin perecedero: por ejemplo, los tenderetes de feria, el escenario del grupo verbenero o el tingladillo que se monta en el estadio madridista en días de fichaje. Sin embargo, otros no la habrán oído nunca, porque no ha logrado un uso muy amplio.

Han escrito “estaribel” autores como Pérez Galdós, Valle-Inclán, Luis Mateo Díez, o Juan Madrid, pero ni siquiera los significados que le otorgan todos ellos parecen coincidentes, pues el vocablo puede interpretarse en unos casos como referencia a una instalación provisional, y en otros como un lío o un embrollo.

El sentido que le dio Relaño quizás sea el más extendido, y no resultaría mala alternativa esa palabra ante el anglicismo stand que se va colando en las distintas ferias comerciales.

“Pifostio” tampoco ha entrado en el nuevo Diccionario, y sin embargo miles de lectores entenderán la oración “se montó un pifostio”. Y no figuran igualmente “trantrán” (“ese camarero trabaja al trantrán”, es decir, sin correr demasiado, dejándose llevar) o “bocachancla”, expresión inventada para definir a la persona charlatana, indiscreta, cuya boca se abre y se cierra como la chancla en su chasquido contra el pie.

Otras palabras que siguen en su busca de diccionario pueden sorprendernos también desde sus rinconcillos: “Rompesuelas” (amante del senderismo), “vallenato” (género musical colombiano), “cotolengo” (asilo), “ojiplático” (sorprendido), “escaldasono” (calientacamas, palabra ésta que tampoco ha sido recogida), “analema” (fotos hechas desde un mismo punto para reflejar el movimiento del Sol), “viejuno”…

García Márquez lamentaba en 1997 que la voz “condoliente” (el que sufre junto a otro) aún no se hubiera inventado. Y tenía razón; no estaba documentada entonces, según se verifica en los bancos de datos académicos; pero era una palabra posible. De hecho, el corpus del siglo XXI ya registra cinco usos literarios (en autores de España, Ecuador, México, Guinea y Colombia).

El Diccionario, pues, no debe ser la única referencia para criticar el empleo concreto de una palabra. También se ha de analizar si las personas a quienes nos dirigimos la entenderán o no. Y eso resulta más fácil cuando el neologismo lo forman cromosomas reconocibles. Por ejemplo, en esta expresión oída a un adolescente: “Jo, tengo la pantalla de la tableta muy dedoseada”.

Tal sentido de “tableta” ya ha sido consagrado por la Academia. El verbo “dedosear” quizás deba acreditar todavía un mayor uso. Pero se entiende de maravilla.

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[LE}– El olor de la lluvia sobre la tierra seca, y otras 28 cosas que no sabías que tenían nombre

25 de septiembre de 2014

Jaime Rubio Hancock

Hasta ahora, cada vez que te ponías a coser botones, clavabas las agujas que no utilizabas en lo que tú llamabas “cojincico” o “la cosa ésa de las agujas”.

Gracias a esta lista, podrás usar el nombre correcto tanto de esta almohadilla (que es un acerico) como de otras 28 cosas imprescindibles para tu vida diaria o para tus partidas de scrabble, como la espuma de la cerveza o ese maravilloso olor que deja la lluvia después de caer en un lugar seco.

  1. Acerico. Almohada pequeña. Y también la almohadilla que sirve para clavar alfileres o agujas.
  2. Agrafe. Pieza de metal para sujetar el cierre de botellas y frascos. Por ejemplo, el alambre y la chapa de las botellas de cava.
  3. Ampersand. El signo &.
  4. Ápice. Acento o cualquiera de los signos que se colocan sobre las letras, como el punto de las íes. Eso sí, el acento de la eñe se llama virgulilla.
  5. Carúncula. La cresta de gallos y pavos.
  6. Crencha. Raya del pelo, y cada una de las partes en las que la crencha divide el cabello.
  7. Criptomnesia. Fenómeno que consiste en creer que se te acaba de ocurrir algo que en realidad sólo lo estabas recordando, aunque no recuerdes que ya lo sabías. Por ejemplo, cuando plagias involuntariamente un tuit.
  8. Diastema. Espacio entre los dientes.
  9. Estepicursor. El matojo rodante típico de las películas del oeste o de cuando cuentas un chiste en un bar. También se llama rodamundos, sorrasca, calamino, boja, salicón, salicor, salicornio, salicornia, barrilla, corredora del desierto, bola del oeste, apretaculos, capitana, malvecino, alicornio, cardo ruso, planta rodadora, bruja, chamizo, cachanilla, maromera, salsola, y rodadora.
  10. Filtrum. Surco subnasal, es decir, la ranura situada debajo de la nariz y encima de los labios.
  11. Fosfenos. Las manchas luminosas que se ven al frotar los párpados.
  12. Ginecomastia. Volumen excesivo de las mamas de un hombre, producido por alteración hormonal.
  13. Giste. La espuma de la cerveza.
  14. Guedeja. Cabellera larga, y también la melena del león.
  15. Herrete. Cada una de las puntas de plástico o metal de los cordones.
  16. Jeme. Distancia que hay desde la punta del pulgar a la del índice, separando el uno del otro todo lo posible. Unidad de medida equivalente a “un cacho así”.
  17. Lemniscata. Curva plana de forma semejante a un 8. Es el término correcto del símbolo de infinito.
  18. Lúnula. El espacio blanquecino semilunar de la raíz de las uñas.
  19. Óbelo. Signo de división. El de multiplicar es una más común: aspa.
  20. Petricor. El olor de la lluvia en sitios secos.
  21. Pie de Morton, o pie griego. Cuando el segundo dedo del pie es más largo que el gordo. (¿Estas personas son alienígenas infiltrados? Este sería otro debate).
  22. Quincunce. Disposición como la figura de un cinco en un dado, con cuatro puntos formando un rectángulo y otro punto en el centro.
  23. Recazo. La parte del cuchillo opuesta al filo.
  24. Sangradura. La parte hundida del brazo opuesta al codo.
  25. Telson. La cola de los crustáceos. Ejemplo: “¿Tú te comes el telson de los langostinos? Yo sí. Soy un poco bruto”.
  26. Tenesmo. Ganas frecuentes de ir al baño.
  27. Vagido. Gemido o llanto del recién nacido.
  28. Virola. Es una abrazadera de metal que se coloca en algunos instrumentos, incluyendo la anilla metálica que une el lápiz con la goma de borrar, y la punta de un paraguas, por ejemplo. No confundir con “vitola”.
  29. Vitola. La anilla de los cigarros puros.

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