Un cura en la iglesia dice:
—Hoy confesaré a todas las devotas.
Se levanta la rubia y pregunta:
—Y a las que vinimos en sandalias, ¿cuándo nos toca?
Un cura en la iglesia dice:
—Hoy confesaré a todas las devotas.
Se levanta la rubia y pregunta:
—Y a las que vinimos en sandalias, ¿cuándo nos toca?
29-10-12
Una de las misiones encomendadas a los religiosos —y, en este caso, a los sacerdotes— era la de prestar asistencia a los enfermos y desvalidos, pero, sobre todo, el “cuidar de las almas” de sus feligreses.
La palabra cura proviene del latín, y su significado es “cuidado” “solicitud”.
Todo parece indicar que fue sobre el año 1330 cuando se empezó a aplicar esta denominación al párroco por tener a su cargo la cura de almas, o cuidado espiritual de las personas. El sacerdote es el “médico de las almas”, el que está al cuidado (cura) de las almas de sus fieles.
Fuente: diocesisdecanarias
Un cura aragonés va destinado a una parroquia de Cataluña. En el sermón del domingo se expresa así:
—Amados feligreses, hoy vamos hablar de Adán y Eva, y lo que les ocurrió en el Paraíso. Tenemos, en primer lugar, a Adán, hombre honrado, noble, sincero, como no podía ser de otra forma dado que era aragonés. A su lado tenemos a Eva, mujer pérfida, envidiosa, avara y traidora… lo cual es normal puesto que era catalana,…
Los feligreses, cabreados, se largan de la iglesia, y al día siguiente van a presentar sus quejas al obispo, el cual manda a llamar al cura y le amonesta severamente, prohibiéndole que en futuros discursos haga más menciones de catalanes y aragoneses.
El siguiente domingo, el cura empieza un nuevo sermón:
—Amados feligreses, hoy vamos hablar de Caín y Abel. Tenemos, en primer lugar, a Abel, un ser sano, inocente y puro, un buenazo lleno de virtudes que, por cierto, era de Huesca. Por el contrario, su hermano Caín era malvado, traidor, rencoroso y mezquino. Dicho sea de paso, había nacido en Sabadell.
Se repite el cabreo entre los feligreses, que presentan una nueva queja al obispo. Éste manda a llamar otra vez al cura y le da un ultimátum, asegurándole que la próxima vez que se repita la historia, hablará con el Papa para que le echen de la Iglesia.
Llegado el tercer domingo, el cura empieza así su sermón:
—Amados feligreses, hoy vamos a hablar de «La última cena». Estaba Jesucristo con sus discípulos y dice: «Hijos míos, esta noche uno de vosotros, el que moje su pan en mi vino, me va a traicionar».
Se levanta San Pedro y pregunta: «¿Seré yo acaso, maestro?». Y a continuación es San Juan quien pregunta: «Maestro, ¿acaso soy yo quien te va a traicionar?».
Y así hasta que se levanta Judas y pregunta: «Mestre, ¿em deixeu sucar una mica de pà en el vi, siusplau?».
Cortesía de Charo Bodega
Un cura decidió mostrar ejemplos concretos para ilustrar su sermón dominical. Para ello, y a la vista de todos los feligreses, puso cuatro lombrices en cuatro frascos:
— La primera lombriz, en un frasco de alcohol,
— La segunda, en un frasco lleno de humo de cigarrillo,
— La tercera, en un frasco lleno de semen; y, finalmente,
— La cuarta y última, en un frasco lleno de agua pura y cristalina.
Y entonces procedió con su sermón, en el que habló de los pecados y de la vida licenciosa. Al final pidió a los feligreses que miraran en todos y cada uno de los frascos, y así pudieron ver que:
Entonces, el cura preguntó a todos:
— ¿Qué enseñanza podemos sacar de esta demostración, ah?
En el fondo del templo se oyó la voz de una viejita que dijo:
— Que mientras bebamos, fumemos y forniquemos, no tendremos lombrices.
Cortesía de Charo Bodega
Cortesía de Natividad Recio