[LE}– Origen de dichos y expresiones: A Zaragoza o al charco

27/11/2014

Mónica Arrizabalaga

Un cuento baturro está en el origen de este dicho sobre la tozudez que se les atribuye a los aragoneses.

No busquen en Zaragoza ningún charco que resista impertérrito el sofocante calor del verano ni el helado cierzo que sopla en la capital aragonesa. El dicho de «A Zaragoza o al charco» nada tiene que ver con la orografía maña ni tampoco es una elección entre ésta y la localidad argentina de El Charco.

La expresión «proviene de un antiguo cuento baturro en el que se escenifica la proverbial tozudez que se atribuye a los aragoneses», según explica José Luis García Remiro, autor de «A buen entendedor…».

Felipe Pérez y González ya relataba por 1883 en «La Ilustración Española y Americana» que un día San Pedro, aburrido por no tener que abrir las puertas del cielo a nadie, pidió a Dios volver al mundo para ver qué pasaba allí abajo «que ni un mortal viene a vernos en tantos años y tantos». Con el beneplácito divino, San Pedro bajó a la Tierra de un salto y, apenas hubo llegado, camino de Zaragoza se encontró con un baturro al que preguntó a dónde se dirigía.

—A Zaragoza—, respondió el maño.

—Si Dios quiere—, replicó San Pedro.

Pero el aragonés insistió sin corregirse:

—Que quiera o no, voy a Zaragoza.

Esto según la versión del relato del brigadier don Romualdo Nogués, que firmaba como «Un soldado viejo, natural de Borja» en «El Averiguador Universal» (1882).

Malhumorado el Pescador, y con las plenas atribuciones que de Dios tenía, convirtió al aragonés en rana y lo arrojó violentamente a un charco vecino. Y allí lo tuvo algunos años, obligándole a sufrir las inclemencias del tiempo, las pedradas de los chicuelos y otras mil calamidades, prosigue la narración de Pascual Millán en la página 155 del libro «Caireles de oro. Toros e historia» (1899).

Cuando, terminada su misión, San Pedro se disponía a subir a los cielos, regresó al camino de Zaragoza para devolver al baturro a su ser, y le volvió a preguntar sobre a dónde se dirigía.

—Ya lo sabes, a Zaragoza—, dijo firmemente, más firmemente que la vez primera, el interpelado.

—Si Dios quiere, hombre, si Dios quiere—, insistió San Pedro dulcemente.

—Qué Dios ni qué… suplicaciones; ya te lo he dicho: ¡A Zaragoza o al charco!

«Y viendo el Apóstol que era inútil dominar aquel carácter, dejó al zaragozano seguir tranquilamente su camino», finalizaba Pascual Millán.

La revista «Madrid Cómico» escenificó el cuento con unas ilustraciones publicadas el 5 de septiembre de 1885 aunque en esta versión sólo se presenta a un delegado celestial indeterminado.

La fórmula «Si Dios quiere» se introdujo en el cristianismo tras la recomendación de Santiago en su carta: «Debíais decir: Si el Señor quiere y vivimos, haremos esto o aquello» (4,15). Es una de tantas expresiones religiosas que impregnaron el lenguaje como «Adiós», «Dios se lo pague», «Vaya usted con Dios» o «Gracias a Dios».

«Nuestra cultura popular discurrió durante siglos por los cauces de la comedia y el sermón», afirma García Remiro en su análisis «De cómo la vida monástica impregnó el lenguaje del pueblo con formas de hablar y expresiones que todavía perduran en nuestro idioma».

Al hablar de futuro, la gente necesitaba añadir alguna fórmula pía como temiendo que, si afirmaba rotundamente una acción sin reconocer explícitamente que el futuro está en manos de Dios, esto despertaría los celos divinos, explicaba en su informe el profesor experto en refranes, expresiones y frases hechas.

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[LE}– Origen de dichos y expresiones: De Madrid al cielo

19/08/2014

En su origen, esta frase se usaba para recalcar lo orgullosos que se encontraban los madrileños por las reformas desarrolladas en la capital del reino por Carlos III, quien fue denominado como «El alcalde de Madrid» por las grandes mejoras urbanísticas que ordenó realizar durante su reinado.

Con el paso del tiempo, esta expresión ha adquirido cierto tono chovinista y suele ser vista con algo de recelo por los habitantes del resto de España debido a su presunto tono centralista.

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[Hum}– Cuidando la entrada al Cielo

San Pedro llamó a un ángel y le dijo:

?Esta mañana tengo que ir a hacer un par de trámites a una nube, así que te dejo cuidando las puertas del Cielo.

El ángel, aterrado, respondió que no tenía idea de a quién debía dejar pasar y a quien o, pero San Pedro lo tranquilizó:

?Mira, por hoy vamos a simplificar. Aquí tienes una Biblia y un fajo de billetes de cien euros. Dale a elegir a los que lleguen. Si cogen la Biblia, les dejas pasar; y si cogen un billete, los mandas al Infierno. Aquí tienes mi número de celular por si hay algún problema.

San Pedro se fue y estaba enfrascado en sus cosas cuando de pronto sonó su celular. Era el ángel, que le dijo:

?Mire, San Pedro, hasta ahora todo iba bien, pero acaba de llegar un tío que cuando le di a elegir me dijo: «¿Puedo ver un poco?». Se puso a hojear la Biblia, y cada tanto decía: «¡Uhm, qué interesante!», y cogía un billete de cien euros y marcaba la página; y así siguió hasta quedarse con la Biblia y con todos los billetes. ¿Qué tengo que hacer?

?Déjalo pasar, hijo, que ése es del Opus.

Cortesía de Natividad Recio