Un cura y uno de sus monaguillos iban en avión en un viaje un tanto largo. El cura, que padecía de aerofobia, le preguntó al monaguillo:
“Hijo, ¿a qué altura estamos?
“A 3.000 pies, Padre”, respondió el monaguillo.
Y el cura le pidió a la aeromoza que, por favor, le trajera un vino. La aeromoza le trajo una de esos botellines que dan en los aviones. Al rato el cura vuelve a preguntarle al monaguillo:
“Hijo, ¿a qué altura estamos?”
“A 6.000 pies, Padre”, respondió el monaguillo.
El cura pidió otro vino y le trajeron otro botellín. El avión siguió subiendo y los hechos repitiéndose, hasta que el cura se rascó y le preguntó al monaguillo:
“Hijo [hip], ¿a qué altura estamos [hip[?”
“A 12.000 pies, Padre”
El cura quedó en pensativo silencio, ante lo cual el monaguillo le preguntó:
“Padre, ¿no va a pedir otro vino?”
Y el cura le respondió:
“¿Qué quieres, que se entere San Pedro?”
