[*Opino}– Según diversos estudios, tus amigos de Facebook son idiotas

18-02-2016

Carlos M. Padrón

No uso ninguna red social, y, por lo que he visto y sabido de Facebook, ésta, como ya he dicho muchas veces aquí, es un centro de chismografía, narcicismo y ostentación.

Y ahora, según el artículo que copio abajo, resulta que, además, también lo es de idiotas.

Y en gran medida creo que esto es cierto, pues, por ejemplo, eso de las frases profundas ya me causó urticaria cuando los e-mails eran la moda y de repente aparecieron miles de “filósofos de agua dulce” que usando las tales frases trataban de impresionar con su tremenda sabiduría.

Y lo de estar todo el día conectado es una adicción de quien no anda muy equilibrado emocionalmente, pero sí necesitado de algo que, en realidad, no parece sano, como tampoco parece sano el afán de coleccionar cientos de amigos, algo que me hace recordar una frase que no necesita ser profunda para reflejar una gran verdad: “El amigo de todos no es amigo de nadie”.

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17 FEB 2016

Enrique Alpañés 

Tus amigos de Facebook son idiotas, según diversos estudios

Recopilamos los mejores estudios psicológicos para analizar tus amistades en las redes sociales, y el resultado es claro

“Tenemos que acabar con esto”, bramó el cómico Tom F. Tompkins.

“Tengo un amigo cuyos estados en Facebook son exclusivamente quejas sobre Facebook. ¿Qué está pasando? ¿En qué tipo de mundo estamos viviendo?”, espetó ante una audiencia que no sabía muy bien si reírle la gracia o abalanzarse sobre sus celulares para compartirla en sus redes sociales.

Era el 31 de julio de 2012. Tres años después de ser pronunciada, la perorata de Tompkins tiene hoy más vigencia que nunca. A pesar de las quejas, los titulares llamativos y la supuesta migración de los millennials a prados virtuales más verdes (y con menos padres), Facebook sigue siendo el ágora virtual más multitudinaria: más de 1.350 millones de personas continúan volcando aquí sus reflexiones y fotografías sin pensarlo demasiado.

Pero en estos diez años de liderato 2.0 muchos otros han vigilado y analizado esas frases. No hablamos de la NSA y de las empresas de publicidad online, que también; sino de los psicólogos, que han encontrado en la red social de la gran F un filón para publicar estudios, cuanto menos, llamativos.

Hay cientos de estudios y conclusiones, pero si tienes que quedarte con uno, quizá el más importante sea el siguiente: “Lo que publican nuestros contactos en Facebook puede afectar a nuestro estado de ánimo”, aseguraron desde la red social después de llevar a cabo un experimento durante más de un año.

Esta afirmación no sólo reviste de autoridad científica los sabios consejos de tu abuela (eso de “Quien duerme con niños, amanece mojado”), sino que sirve de guía para interpretar el resto de estudios. Así que, tenlo en cuenta al leer las siguientes conclusiones, y prepárate para hacer limpieza en tu agenda de contactos. Esto es lo que dicen los psicólogos de tus amigos de Facebook.

El maniaco del selfi es un maniaco a secas

A la cuarta autofoto en escorzo con morritos aumentan las ganas de matarlos, pero no te precipites porque igual son ellos los que te matan a ti. Según la Universidad de Ohio, los hombres que se hacen muchos selfis son más proclives a ser psicópatas.

El estudio, realizado entre 800 varones de entre 18 y 40 años, concluía que publicar muchos selfis denotaba una mayor tendencia al comportamiento antisocial. Una breve ojeada a las redes sociales valdría para poner en tela de juicio esta afirmación, o para correr frenéticamente a la comisaría más cercana para poner una denuncia contra James Franco.

Menos alarmistas son otros estudios que aseguran que de la publicación de muchos selfis sólo se puede concluir una necesidad de validación importante y un narcisismo insoportable.

El que pone frases profundas es idiota

Lo decimos sin acritud, sólo reproducimos la conclusión de cinco expertos en psicología y filosofía de la Universidad de Waterloo (Canadá) que aseguran que las redes sociales se han convertido “en un hervidero de idioteces”. Tal cual. Las frases intensas de Paulo Coelho y las tazas cuquis con mensajes positivos han hecho mucho daño, y se han trasladado al muro de Facebook sobreimpresas en imágenes de playas, atardeceres y famosos random.

“La vida siempre te ofrecerá una nueva oportunidad de ser feliz, se llama mañana”, reza una. “La esperanza es desear que algo suceda, la fe, creer que va a suceder, y la valentía es hacer que suceda”, pontifica otra. Ya que estamos definiendo conceptos proponemos éste: la desesperación es seguir leyendo estas frases inspiradoras. Basta.

El yonki de la felicidad es un falso

Son múltiples los estudios que señalan que en las redes sociales tendemos a mostrar lo mejor de nosotros mismos, ocultando si hace falta la realidad, una tendencia aplicable también a la vida offline, pero que en la red se multiplica exponencialmente.

Asumámoslo: nadie es tan feliz. El resumen anual de muchos usuarios de Facebook es un compendio de bacanales orgiásticas, sonrisas profident y fotos de pies en la playa, cuando la realidad se asemeja más a jornadas laborales maratonianas, problemas para llegar a fin de mes y a fines de semana que basculan entre la resaca y el consumo masivo de televisión. O sea, la vida misma.

El fotógrafo amateur es un inadaptado

Ese típico amigo que de un desayuno en el bar puede sacar un editorial que ríete tú de una revista de moda, ése cuyas vacaciones se resumen en un álbum con más de 300 fotos (incluyendo instantáneas del suelo, borrosas y desenfocadas) no es un artista frustrado: es un paria social.

Es lo que asegura un estudio realizado conjuntamente por la Universidad de Birmingham, la Universidad de West of England y la Universidad de Edimburgo. Los ponentes llegaron a la conclusión de que aquellos usuarios que suben números ingentes de fotografías a Facebook podrían estar sufriendo problemas para disfrutar de sus relaciones en la vida real.

El que se pasa el día conectado es tímido

El estudio que así lo asegura es de 2009, cuando la explosión de las redes sociales comenzaba, pero aún no era el pan nuestro de cada día, así que igual conviene poner esta afirmación en cuarentena.

En cualquier caso, los psicólogos afirman que, mientras que las personas más sociables tenían muchos amigos en Facebook pero pasaban poco tiempo en él (algo bastante lógico), los tímidos e introvertidos dedicaban muchas horas a ver lo que publicaban sus pocos amigos, lo cual nos lleva al siguiente punto.

El que tiene más de 354 amigos va a acabar deprimiéndose

He aquí una razón extra para que hagas limpieza en tu agenda. La psicóloga india Mundra Mukesh fijó en este el número de amistades máximo antes de que las buenas noticias que sin duda van a compartir (que recuerda, son falsas) acaben por minar tu autoestima.

Según Mukesh cada vez que añadimos a un nuevo amigo en Facebook sentimos una pequeña satisfacción, pero ésta va decreciendo al hasta llegar a los 354 amigos, punto de inflexión a partir del cual, es mejor ir borrando amistades.

Cabe añadir que en caso de hacerlo, mejor empezar por los sujetos descritos en apartados anteriores.

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[LE}- Se reforestan zonas, no árboles

18/02/2016

El verbo reforestar significa ‘repoblar un terreno con plantas forestales’, por lo que no es adecuado decir que se reforestan árboles.

Pese a ello, en las noticias se leen ocasionalmente frases como

  • «El plan consiste en reforestar árboles autóctonos en la zona»,
  • «Una empresa riojana de calzado crea un bosque para reforestar 6.000 árboles» o
  • «Reforestarán un millón de árboles en los terrenos recuperados».

Si se emplea ese verbo, lo adecuado es decir que se reforesta un área, una zona, un terreno… con árboles u otras plantas forestales.

También es posible reformular la frase con los verbos plantar o replantar, que sí admiten sustantivos como árboles o plantas como complemento directo: «Se plantarán/replantarán árboles».

Así, en los casos anteriores, lo adecuado correcto habría sido escribir

  • «El plan consiste en reforestar la zona con árboles autóctonos»,
  • «Una empresa riojana de calzado crea un bosque para replantar 6000 árboles» o
  • «Reforestarán los terrenos recuperados con un millón de árboles».

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[LE}– ‘Desistir de algo’, no ‘desistir algo’ ni ‘en algo’

17/02/2016

Desistir de algo, con la preposición de, y no desistir en algo, es la expresión adecuada.

Sin embargo, en los medios informativos es habitual encontrar frases como

  • «El organismo invitó a quienes desean cruzar la frontera de manera ilegal a desistir en su intención» y
  • «Barcelona, a punto de desistir en contratar a Juan Guillermo Cuadrado».

Tal como indica el Diccionario Panhispánico de Dudas, desistir, en el uso general, es un verbo intransitivo y, cuando lleva un complemento, éste aparece introducido por la preposición de: «Aspiraba a recuperarse para el ciclismo profesional, pero ha decidido desistir (de su empeño)».

Así pues, en los ejemplos anteriores lo recomendable correcto habría sido escribir

  • «El organismo invitó a quienes desean cruzar la frontera de manera ilegal a desistir de su intención» y
  • «Barcelona, a punto de desistir de contratar a Juan Guillermo Cuadrado».

El mismo diccionario señala que en países como México y Chile se utiliza también —y se trata de un uso válido— como pronominal: 

  • «Angélica Fuentes pide a Vergara desistirse de acusaciones y negociar».

Todo ello no quita para que desistir pueda ir seguido de en si el complemento que esta preposición introduce no viene regido o exigido por el verbo, sino que es un complemento circunstancial, como en «¿No iban a desistir en primera instancia?», equivalente a

«¿No iban a desistir entonces?», donde no se especifica aquello que se abandona, sino el momento en que se desiste.

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[LE}– ‘Remover’ también es ‘destituir’

16/02/2016

El verbo remover puede utilizarse para aludir a la destitución de alguien de su cargo o empleo.

En los medios es posible ver frases como

  • «Piden remover al juez acusado de abuso de menores»,
  • «El senador dijo que no era viable remover al gobernador» o 
  • «Sospechan del INE por remover consejeros en Veracruz».

Contrariamente a la creencia que se ha extendido sobre su mal uso, las numerosas definiciones incluidas en los principales diccionarios del español incluyen para el término remover el significado de ‘deponer o apartar a alguien de su empleo o destino’ o ‘destituir (a alguien) o apartar(lo) de su cargo’. De hecho, en el Diccionario Académico de 1817 ya aparecía remover como ‘deponer a alguno de su empleo o destino’.

De este modo, además de las acepciones usuales que se le atribuyen a ese verbo, como ‘pasar o mudar algo de un lugar a otro’ o ‘mover algo, agitándolo o dándole vueltas’, se encuentra la ya mencionada, por lo que los ejemplos anteriores son válidos.

Asimismo, el sustantivo derivado remoción es frecuentemente utilizado, sobre todo en el ámbito del derecho, para aludir a la ‘privación de cargo o empleo’ («Katopodis exigió la remoción de toda la cúpula policial del municipio»).

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[*Drog}– San Valentín y las películas románticas

15-02-2016

Carlos M. Padrón

Me resulta muy reconfortante descubrir que es una mujer quien escribe el artículo que copio abajo, en el que se denuncian varias de las nefastas consecuencias que, según he dicho varias veces en este blog, tiene el drogamor.

Por ejemplo, recuerdo haber dicho que “Pretty woman” es la más pornográfica de las películas que he visto; y tanto que debería ser prohibida.

Y sí, estoy de acuerdo en que, como dice Yolanda Domínguez —a quien felicito— esas películas que enfatizan e insisten en vender como indiscutibles verdades el «para toda la vida», el «más allá de la muerte», el “vivieron por siempre felices”, el “es el amor de mi vida”, el “no puedo vivir sin él/ella” y otras mentiras de igual calibre, deberían estar prohibidas porque, como dice Yolanda, perjudican gravemente la salud —o, lo que es peor, pueden arruinar toda una vida— y, cuando menos, deberían llevar por ley la misma pegatina (calcomanía) que las cajetillas de tabaco, advirtiendo de su peligro.

Pero no, desgraciadamente hay y seguirá habiendo millones de personas ingenuas, y no todas adolescentes, que siguen drogados con ideas como éstas, basadas todas en la creencia de que el drogamor es natural, válido, el camino seguro para formar pareja y, por supuesto, para alcanzar la felicidad. ¡Pobre gente!

Insisto en que dentro de todos los programas de educación debería haber por ley, desde los últimos años de Primaria, educación pormenorizada, social y científicamente documentada, sobre los peligros del drogamor, igual que se hace, o debería hacerse, sobre los peligros de la cocaína, heroína y los muchos otros venenos que arruinan millones de vidas.

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13/02/2016

Yolanda Domínguez

Las películas de amor perjudican gravemente la salud

Cuidado con celebrar San Valentín haciendo maratón de películas románticas. La mayoría de estos films deberían llevar la misma pegatina que las cajetillas de tabaco, advirtiendo de su peligro. Acudimos en tropel a las salas de cine y nos exponemos, a pelo y sin ningún tipo de protección, a escenas de amor cuyas consecuencias son más nefastas que los rayos de sol a las tres de la tarde. Somos unos temerarios.

Algunas mentes rápidas ya estarán objetando que la ficción no tiene ninguna influencia en nuestra vida real. Lo cierto es que el cine es una fuente de conocimiento, creencias y educación, igual que lo son los juegos, el colegio o las relaciones sociales. El problema, como casi siempre, no es el vehículo sino el contenido, que reproduce sistemáticamente ideas falsas sobre el amor con las que luego medimos nuestros idilios.

Éstas son sólo algunas de las perlas que nos tragamos, junto a las palomitas dulces, en los romances blockbusterianos:

El éxito social pasa por estar en pareja

La realización, el culmen de la historia, llega cuando el protagonista deja de ser uno y se convierte en dos. La princesa prometida, “Desayuno con diamantes” o “Pretty woman” cierran con la técnica del fundido en beso, reforzando esta idea de final feliz. La realidad es que ser single está penalizado: en los restaurantes no suele haber mesas para un solo comensal, y las habitaciones de hotel individuales son mucho más caras.

La durabilidad

El «para siempre» y «más allá de la muerte». Cuántos berrinches nos habríamos ahorrado si alguien nos contara que las relaciones no son eternas y que tener varias parejas a lo largo de la vida es recomendable.

Películas como “Ghost” o “Carta de amor” difunden la idea de que el amor verdadero es capaz de traspasar las barreras del tiempo y de la muerte. Con el listón tan alto, es imposible no sentirse fracasado cuando termina una relación de años, meses o incluso de días.

La sumisión de la mujer

Desde los primeros cuentos, las niñas ya sabemos que conseguir el amor romántico es prioridad en nuestra vida. Para ello hay que estar dispuesta a todo: sacrificarse, sufrir e incluso morir. “Cincuenta sombras de Grey”, “Crepúsculo” o “Rompiendo las olas” son ejemplos de mujeres resignadas a pasar a segundo plano y renunciar a todo en nombre de su amado.

Luego nos escandaliza no saber nada de nuestras amigas cuando se echan novio, o que permanezcan impasibles cual postes de tendido eléctrico en relaciones que no las hacen felices. Violencia de género y amor es una mezcla que debería levantar de la butaca a cualquier espectador.

La monogamia

Más de uno, pero menos de tres: la fórmula de la felicidad no entiende de ecuaciones complejas. La atracción por una tercera persona es fuente de caos, sufrimiento y desastres. “Los puentes de Madison”, “El paciente inglés” o “Closer” alertan del alto coste de los idilios fuera de la pareja. Como para lanzarse a la aventura…

La heteronormatividad

Chico conoce a chica, o chica conoce a chico. Faltan películas que normalicen otro tipo de relaciones y que no sean historias tristes o atormentadas. “Brokeback Mountain” o “La vida de Adèle” visibilizan historias homosexuales pero tienen desenlaces trágicos. Son lo contrario al fundido en beso, es decir, amores imposibles.

Él lleva la iniciativa

Los hombres son los eternos galanes, los que dan el primer paso, los que declaran su amor a la chica. Los tiempos han cambiado, y el cine se ha quedado atrás en este aspecto. Hoy nosotras también proponemos citas y nos llevamos alguna que otra cobra. Las que aún no se han puesto las pilas, continúan en bucle refrescando Facebook a la espera de un mensaje nuevo.

Cantidad vs. calidad

O los ubicuos estereotipos. Las películas de adolescentes universitarios tipo “American Pie” y “Chicas malas” valoran en ellos la cantidad: tirarse a muchas; y en ellas, la calidad: elegir al bueno. La versión moderna de estas cintas son las de relaciones abiertas basadas en el sexo (“Amigos con derecho a roce”, “Sin compromiso”, “Y de repente tú”), pero acaban tirando su propia teoría por la borda finalizando con la pareja feliz en modo tradicional.

Hay muchas más perlas, que darían para siete posts, pero el conflicto que plantean es siempre el mismo: la falta de variedad, el discurso dominante. Al ser todas las tramas tan similares, lo que no se ajusta a ese relato lo consideramos defectuoso o anormal.

La ficción sí nos influye, porque lo que sentimos al ver esas imágenes es real, y son las emociones las que nos guían a la hora de tomar decisiones y crear mapas de comportamiento. Por supuesto, el grado de impacto en cada persona es diferente y depende de más factores, como la personalidad, aspiraciones, experiencias… A veces el cine sólo refuerza creencias que ya tenemos instaladas por otros medios.

Lo fácil es dar más de lo mismo. Lo valiente es ofrecer alternativas diferentes para que podamos reorganizar nuestras expectativas con otros referentes. Lo mejor es dejarnos de historias prefabricadas y lanzarnos a vivir nuestra historia sin esquemas (y aplicarnos protección 70 antes de encender el proyector).

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[LE}– ‘Hándicap’, adaptación adecuada de ‘handicap’

15/02/2016

La palabra hándicap, con tilde en la primera a, es la adaptación adecuada del inglés handicap con el sentido de ‘desventaja o circunstancia desfavorable’.

Y como tal se recoge en la vigesimotercera edición del Diccionario Académico.

Sin embargo, el término inglés aparece con frecuencia en los medios de comunicación: 

  • «En sus respectivas intervenciones todos ellos coincidieron en poner de manifiesto el fuerte handicap que representa la marca España» o
  • «Cuenta con el apoyo de parte de la afición por su esfuerzo y entrega, pero tiene el handicap de la edad».

Aunque en el Diccionario Panhispánico de Dudas, publicado en 2005, se ofrecían alternativas apropiadas al término inglés y a su adaptación española —como desventaja, obstáculo, inconveniente o impedimento, opciones que siguen considerándose válidas—, el abundante uso de la forma adaptada ha favorecido su inclusión en el Diccionario Académico con este sentido.

Por ello, en los ejemplos anteriores podría haberse optado por utilizar tanto estas últimas alternativas españolas ya asentadas como la adaptación del anglicismo.

El plural de la forma española adaptada es hándicaps.

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[LE}– ‘Bikini’, mejor que ‘biquini’

12/02/2016

La forma bikini es preferible a la grafía biquini, aunque esta también es válida.

La Ortografía Académica recomienda utilizar la grafía bikini para referirse al nombre de este traje de baño utilizando una k —en lugar de qu—, como en su grafía originaria, el topónimo Bikini, un atolón del océano Pacífico.

Asimismo, el Diccionario Panhispánico de Dudas, no considera inadecuada la grafía adaptada biquini, aunque ésta es minoritaria en el uso.

Por lo tanto, en frases como

  • «Valerie Trierweiler no ha conseguido impedir la publicación de unas imágenes en las que aparece en biquini»,

lo recomendable habría sido optar por

  • «Valerie Trierweiler no ha conseguido impedir la publicación de unas imágenes en las que aparece en bikini».

Cabe recordar, además, que es una palabra de género masculino en todos los países hispanohablantes, excepto en Argentina, donde es femenino.

Idéntico criterio se puede aplicar a otras voces formadas con el falso sufijo -kini, como trikini o microkini, mejor que triquini y microquini

El vocablo tankini es preferible escribirlo en cursiva por estar formado del inglés tank top bikini o, mejor, traducirlo como bikini camiseta, mientras que fatkini podría pasar a maxikini.

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[*Opino}– Cuestionada la psiquiatría y la utilidad de lo que recetan los psiquiatras

11-02-2016

Carlos M. Padrón

Excelente el artículo que sigue, que trata sobre las investigaciones que acerca de la psiquiatría y su uso ha hecho un periodista.

Es especial me gustó la afirmación de que lo que los useños exportaron al resto del mundo (o el mundo los imitó en esto, como lo ha hecho en mil otras cosas, no muy buenas en su mayoría) «… fue una nueva forma de vivir. La nueva filosofía era: debes ser feliz todo el tiempo, y, si no lo eres, tenemos una píldora. Pero lo que sabemos es que crecer es difícil, se sienten todo tipo de emociones y hay que aprender a organizar el comportamiento».

Esto me recuerda que M. Scott Peck comienza su formidable libro, “The road less traveled” —el mejor y para mí más importante que he leído—, con la frase «La vida es un problema”, algo que no gusta a quienes creen que vinieron a este mundo para ser felices.

Y, claro, si «… nos han hecho estar alerta todo el rato con respecto a nuestras emociones» y éstas no incluyen la felicidad, pues se concluye que estamos enfermos, que alguien, pero no nosotros, tiene la culpa, y recurrimos al psiquiatra y a las pastillas, porque « antes la gente sabía que había que luchar en la vida, y no se le inducía tanto a pensar en su estado emocional […]. Hemos perdido la filosofía de que el sufrimiento es parte de la vida».

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07 FEB 2016

La psiquiatría está en crisis

Todo empezó con dos preguntas. ¿Cómo es posible que los pacientes de esquizofrenia evolucionen mejor en países donde se les medica menos, como India o Nigeria, que en países como Estados Unidos? ¿Y cómo se explica, tal y como proclamó en 1994 la Facultad de Medicina de Harvard, que la evolución de los enfermos de esquizofrenia empeorara con la implantación de medicaciones, con respecto a los años setenta?

Estas dos preguntas inspiraron a Robert Whitaker para escribir una serie de artículos en el Boston Globe —finalista en el Premio Pulitzer al Servicio Público— y dos polémicos libros. El segundo, “Anatomía de una epidemia”, fue galardonado como mejor libro de investigación en 2010 por editores y periodistas useños.

En el curso de esa indagación, una cascada de datos demoledores: en 1955 había 355.000 personas en hospitales con un diagnóstico psiquiátrico; en 1987, 1.250.000 recibían pensiones en EE UU por discapacidad debida a enfermedad mental; en 2007 eran 4 millones. El año pasado, 5. ¿Qué estamos haciendo mal?

Whitaker (Denver, Colorado, 1952) se presenta, humildemente, las manos en los bolsillos, en un hotel de Alcalá de Henares. Su cruzada contra las pastillas como remedio de las enfermedades mentales no va por mal camino. Prestigiosas escuelas médicas ya le invitan a que explique sus trabajos. “El debate está abierto en EE UU. La psiquiatría está entrando en nuevo periodo de crisis en ese país porque la historia que nos ha contado desde los ochenta ha colapsado”.

—Pregunta. ¿En qué consiste esa historia falsa que, dice usted, nos han contado?

—Respuesta. La historia falsa, en EE UU y en parte del mundo desarrollado, es que la causa de la esquizofrenia y la depresión es biológica. Se dijo que se debía a desequilibrios químicos en el cerebro; en la esquizofrenia, por exceso de dopamina; en la depresión, por falta de serotonina. Y nos dijeron que teníamos fármacos que resolvían el problema como lo hace la insulina con los diabéticos.

—P. En “Anatomía de una epidemia” viene a decir que los psiquiatras aceptaron la teoría del desequilibrio químico porque prescribir pastillas les hacía parecer más médicos, los homologaba con el resto de la profesión.

—R. Los psiquiatras, en Estados Unidos y en muchos otros sitios, siempre tuvieron complejo de inferioridad. El resto de médicos solían mirarlos como si no fueran auténticos médicos. En los setenta, cuando hacían sus diagnósticos basándose en ideas freudianas, se les criticaba mucho. ¿Y cómo podían reconstruir su imagen de cara al público? Se pusieron la bata blanca, que les daba autoridad. Y empezaron a llamarse a sí mismos psicofarmacólogos cuando comenzaron a prescribir pastillas, lo que mejoró su imagen y aumentó su poder. En los ochenta empezaron a publicitar su modelo, y en los noventa la profesión ya no prestaba atención a sus propios estudios científicos. Se creyeron su propia propaganda.

—P. Pero esto es mucho decir, ¿no? Es afirmar que los profesionales no tuvieron en cuenta el efecto que esos fármacos podían tener en la población.

—R. Es una traición. Fue una historia que mejoró la imagen pública de la psiquiatría y ayudó a vender fármacos. A finales de los ochenta se vendían 800 millones de dólares al año en psicofármacos; 20 años más tarde se gastaban 40.000 millones.

—P. Y ahora afirma usted que hay una epidemia de enfermedades mentales creada por los propios fármacos.

—R. Si se estudia la literatura científica se observa que ya llevamos 50 años utilizándolos. En general, lo que hacen es aumentar la cronicidad de estos trastornos.

—P. ¿Qué le dice usted a la gente que está medicándose? Algunos tal vez no la necesiten, pero otros tal vez sí. Este mensaje, si mal entendido, puede ser peligroso.

—R. Sí, es verdad, puede ser peligroso. Bueno, si la medicación le va bien, fenomenal, pues hay gente a la que le sienta bien. Además, el cerebro se adapta a las pastillas, con lo cual retirarlas puede tener efectos severos. De lo que hablamos en el libro es del resultado en general. Yo no soy médico, soy periodista. El libro no es de consejos médicos, no es para uso individual, es para que la sociedad se pregunte: ¿hemos organizado la atención psiquiátrica en torno a una historia que es científicamente cierta o no?

El recorrido de Whitaker no ha sido fácil. Aunque su libro esté altamente documentado, aunque fuera multipremiado, desafió los criterios de la Asociación de Psiquiatría Americana (APA) y los intereses de la industria farmacéutica.

Pero, a estas alturas, se siente recompensado. En 2010, sus postulados eran vistos, dice, como una “herejía”. Desde entonces, nuevos estudios han ido en la dirección que él apuntaba: cita a los psiquiatras Martin Harrow o Lex Wunderink, y cuenta que el prestigioso British Journal of Psychiatry ya asume que hay que repensar el uso de los fármacos. “Las pastillas pueden servir para esconder el malestar, para esconder la angustia, pero no son curativas, no producen un estado de felicidad”.

—P. ¿Vivimos en una sociedad en la que necesitamos pensar que las pastillas pueden resolverlo todo?

—R. Nos han alentado a que lo pensemos. En los cincuenta se produjeron increíbles avances médicos, como los antibióticos. Y en los sesenta, la sociedad useña empezó a pensar que había balas mágicas para curar muchos problemas. En los ochenta se promocionó la idea de que, si estabas deprimido, no era por el contexto de tu vida, sino porque tenías una enfermedad mental, era cuestión química, y había un fármaco que te haría sentir mejor. Lo que se promocionó, en realidad, en Estados Unidos, fue una nueva forma de vivir, que se exportó al resto del mundo. La nueva filosofía era: debes ser feliz todo el tiempo, y, si no lo eres, tenemos una píldora. Pero lo que sabemos es que crecer es difícil, se sienten todo tipo de emociones y hay que aprender a organizar el comportamiento.

—P. Buscamos el confort, y el mundo se va pareciendo al que describió Aldous Huxley en “Un mundo feliz”…

—R. Desde luego. Hemos perdido la filosofía de que el sufrimiento es parte de la vida, de que a veces es muy difícil controlar tu mente; las emociones que sientes hoy pueden ser muy distintas de las de la semana o el año que viene. Y nos han hecho estar alerta todo el rato con respecto a nuestras emociones.

—P. Demasiado centrados en nosotros mismos…

R. Exacto. Si nos sentimos infelices, pensamos que algo nos pasa. Antes la gente sabía que había que luchar en la vida, y no se le inducía tanto a pensar en su estado emocional. Con los niños, si no se portan bien en el colegio o no tienen éxito, se les diagnostica déficit de atención y se dice que hay que tratarlos.

P. ¿La industria o la APA están creando nuevas enfermedades que en realidad no existen?

R. Están creando mercado para sus fármacos, y están creando pacientes. Así que, si se mira desde el punto de vista comercial, el suyo es un éxito extraordinario. Tenemos pastillas para la felicidad, para la ansiedad, para que tu hijo lo haga mejor en el colegio. El trastorno por déficit de atención e hiperactividad es una entelequia. Antes de los noventa no existía.

P. ¿La ansiedad puede desembocar en enfermedad?

R. La ansiedad y la depresión no están tan lejos la una de la otra. Hay gente que experimenta estados avanzados de ansiedad, pero estar vivo es muchas veces estar ansioso. Empezó a cambiar con la introducción de las benzodiacepinas, con el Valium. La ansiedad pasó de ser un estado normal de la vida a presentarse como un problema biológico. En los ochenta, la APA coge este amplio concepto de ansiedad y neurosis, que es un concepto freudiano, y empieza a asociarle enfermedades como el trastorno de estrés postraumático. Pero no hay ciencia detrás de estos cambios.

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