[LE}– ‘Les dijo a ellos’, no ‘le dijo a ellos’

26/05/2015

El pronombre le debe ir en plural si el complemento al que se refiere también es plural:

  • «El funcionario les dijo a los asistentes que se fueran» y no «el funcionario le dijo a los asistentes que se fueran».

Es común encontrar en la prensa casos en los que se descuida esa concordancia, como los siguientes: 

  • «A diferencia de Rajoy e Iglesias, yo no le voy a decir a los españoles lo que quieren escuchar» o
  • «Yo no le voy a decir a los publicitarios cómo comunicar».

Se escribe le cuando el complemento al que se refiere es singular («le dijo a él»), y les cuando el complemento es plural («les dijo a ellos»), tal como lo explica el Diccionario Panhispánico de Dudas.

En consecuencia, en los ejemplos citados lo adecuado correcto habría sido escribir:

  • «A diferencia de Rajoy e Iglesias, yo no les voy a decir a los españoles lo que quieren escuchar» y
  • «Yo no les voy a decir a los publicitarios cómo comunicar».

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[LE}– El o la tiroides, no el o la tiroide

25/05/2015

El término tiroides se puede emplear tanto en masculino como en femenino (el/la tiroides), y termina siempre en ese, por lo que se aconseja no escribir tiroide.

En los medios de comunicación pueden encontrarse frases como

  • «Día Mundial de la Tiroide: Estiman que el 5 % de las mujeres tiene hipotiroidismo»,
  • «Precisamente el tiroides en la infancia es uno de los órganos más susceptibles a estas secuelas» y
  • «Los investigadores plantean abiertamente que hay nuevos indicios que vinculan a estos compuestos químicos con efectos sobre la tiroides».

Tal como puede apreciarse en todos los diccionarios, el sustantivo tiroides termina en s aún en su forma singular, por lo que, en el primero de los ejemplos anteriores, lo apropiado habría sido escribir 

  • «Día Mundial de la Tiroides: Estiman que el 5 % de las mujeres tiene hipotiroidismo».

En este sentido, dado que sólo hay una de estas glándulas en cada persona o animal, lo adecuado es decir el/la tiroides, en vez de los/las tiroides, de modo que en

  • «Inmediatamente, se sometió a una operación para quitarse las tiroides», habría sido mejor escribir
  • «… para quitarse la tiroides».

Por otra parte, cabe señalar que el vocablo tiroides puede utilizarse como adjetivo (la glándula tiroides) o como sustantivo: el tiroides o la tiroides. En este sentido, respecto al género, el Diccionario de Dudas y Dificultades de la Lengua Española, de Manuel Seco, recuerda que este término se usa frecuentemente como sustantivo masculino, pero que hay quien lo feminiza por sobrentenderse la referencia a la glándula, que es voz femenina.

Por su parte, el Diccionario Panhispánico de Dudas señala que en España se utilizan ambos géneros, con preferencia por el masculino, mientras que en América prevalece el femenino: la tiroides, criterio ratificado en la vigesimotercera edición del Diccionario Académico.

Así pues, los dos últimos ejemplos pueden considerarse igualmente válidos.

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[LE}– Palabras prestadas del español al árabe

22/05/2015 

El lingüista español Alberto Gómez Font disertó en Rabat sobre los préstamos de palabras del árabe al español.

Pero especialmente las llegadas del español al árabe dialectal de Marruecos, extremo este menos conocido y que sorprendió al público del Instituto Cervantes.

Gómez Font, que residió en Rabat durante dos años (2012-14) en que fue director del Cervantes, sacó a relucir primero las palabras ya caídas en desuso en España para designar antiguamente las «comidas o afeites de moros» como el alcuzcuz, hoy más conocido como cuscús, o la alheña, que todo el mundo llama henna.

Sacó a colación el kohl con el que las árabes se maquillan los ojos, que es la misma palabra que alcohol o la alhóndiga (patio de huéspedes con dos pisos), palabra ya olvidada para lo que también se llamó fonda o que los árabes siguen llamando funduk.

Pero lo que sin duda más divirtió a los asistentes a la conferencia, realizada con motivo de las Semanas de Amistad Hispano-marroquí, fue la cantidad de palabras de uso corriente en el árabe dialectal prestadas del español, o más bien «robadas —matizó Gómez Font— pues no se devolvieron».

Así los marroquíes calzan sabbat (zapatos), montan en coche o carro que tienen ruedas, y si tienen mala suirti y enferman, se sanan en el sbitar (hospital).

Algunos incluso se enteraron de que, cuando comen su sopa, llamada bufartuna, están comiéndose su buena fortuna, y que sus sabrosos pocadeos son una deformación local del castizo bocadillo.

El lingüista demostró lo viajeras que son algunas palabras: la naranja, por ejemplo, fue llamada así en España por un vocablo de origen árabe (laranya), pero luego llegaron desde China variedades más dulces que los españoles llamaron naranjas de la China, y aún hoy, en Puerto Rico y en el norte de Marruecos, se siguen llamando chinas.

En el dialectal marroquí, curiosamente, la palabra más corriente para la naranja es limún, mientras que nuestras mandarinas viajaron por el mundo anglosajón con la denominación de tangerinas, por haberse aclimatado con tanta facilidad al clima de Tánger.

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[LE}– La concordancia

21/05/2015

Inés Izquierdo

Es muy frecuente escuchar, más de lo que suponemos, errores de concordancia en casos como: la gente, la mayoría, etc.

Debemos recordar que, según la norma general, cuando en una oración simple el sujeto es «la gente», tanto el verbo como cualquier otro elemento referido a «gente» deben ir en singular, por ejemplo: «La gente opina que no es bonito ese paisaje».

Lo que sucede con gente es que siempre nos asalta la duda cuando el nombre y el verbo están separados por algún elemento, y entonces la tendencia es usar el verbo en plural, pero eso es un error, no podemos decir: «La gente opinan que no es bonito ese paisaje».

Se preguntarán cuándo está permitida la concordancia en plural. Pues eso ocurre cuando hay dos oraciones, porque se entiende que el sujeto del segundo verbo es en plural (ellos): «La gente acudió a la plaza y allí empezaron a gritar».

También en oraciones copulativas con el verbo «ser» cuando el atributo es sustantivo, la concordancia se hace en plural. «La gente que ves son hermanos».

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[Hum}– Monks in a monastery

A man is driving down the road and breaks down near a monastery. He goes to the monastery, knocks on the door, and says,

—My car broke down. Do you think I could stay the night?

The monks graciously accept him, feed him dinner, and even fix his car. As the man tries to fall asleep, he hears a strange sound: a sound like no other that he has ever heard.

The next morning, he asks the monks what the sound was, but they say,

—We can’t tell you because you’re not a monk.

The man is disappointed but thanks them anyway and goes about his merry way. Some years later, the same man breaks down in front of the same monastery. The monks again accept him, feed him, and even fix his car.

That night, he hears the same strange mesmerizing sound that he had heard years earlier. The next morning, he asks what the sound was, but the monks reply,

—We can’t tell you because you’re not a monk.

The man says,

—All right, all right. I’m dying to know. If the only way I can find out what that sound was is to become a monk, how do I become a monk?

The monks reply,

—You must travel the Earth and tell us how many blades of grass there are and the exact number of sand pebbles. When you find these numbers, you will become a monk.

The man sets about his task. Some forty-five years later, he returns and knocks on the door of the monastery. He says,

—I have travelled the Earth and devoted my life to the task demanded and have found what you had asked for. There are 371,145,236,284,232 blades of grass and 231,281,219,999,129,382 sand pebbles on the Earth.

The monks reply,

—Congratulations! You are correct, and you are now considered a monk. We shall now show you the way to the sound.

The monks lead the man to a wooden door, where the head monk says, the sound is behind that door. The man reaches for the knob, but the door is locked. He asks,

—May I have the key?

The monks give him the key, and he opens the door. Behind the wooden door is another door made of stone. The man requests the key to the stone door. The monks give him the key, and he opens it, only to find a door made of ruby.

He demands another key from the monks, who provide it. Behind that door is another door, this one made of sapphire. And so it went on until the man had gone through doors of emerald, silver, topaz, and amethyst.

Finally, the monks say,

—This is the key to the last door.

The man is relieved to be at the end. He unlocks the door, turns the knob, and behind that door he is astonished to find the source of that strange sound. It is truly an amazing and unbelievable sight… 

…. but I can’t tell you what it is because you’re not a monk.

I’m still hunting for the bastard who started this!

Courtesy of Bob Meehan

[Hum}– La lucidez que da el alcohol

Un policía le pregunta a un borracho a las 3 de la mañana: 

—¿Hacia dónde se dirige, ciudadano? 

El borracho le responde: 

—Voy a una charla sobre el abuso del alcohol y sus efectos letales en el organismo, el mal ejemplo para los hijos, las consecuencias nefastas para la familia, el problema que causa en la economía familiar, y la irresponsabilidad absoluta. 

El policía lo mira incrédulo y le dice: 

—¿En serio? ¿Y quién va a dar esa charla a esta hora?

El borracho le contesta: 

—¿Quién va a ser? ¡La bruja de mi mujer cuando yo llegue a casa!

[*Opino}– Los hombres, las mujeres y Darwin. Entrevista con el neurobiológo Gerald Hütter

19-05-2015

Carlos M. Padrón

No soy científico ni he leído completa la teoría de Darwin.

Sin embargo, el artículo que copio abajo contiene varias afirmaciones que en este blog, y de mi cosecha —en las secciones Opino y Drogamorhe escrito varías veces, como éstas:

  1. Los hombres somos, y en varios campos, el sexo débil.
  2. Son las mujeres las que eligen pareja.
  3. Salvo que estén dedicadas a la caza de algún varón, se arreglan y emperifollan para presumir ante a otras mujeres, no para deslumbrar a los hombres.
  4. Como, además y a diferencia de los hombres, cuentan con un órgano —el clítoris— cuya única función es dar placer, y son multiorgásmicas, para el sexo pueden arreglárselas entre ellas mucho mejor que los maricones entre sí.

O sea, que hay que tenerles miedo porque, además, son marionetas del más fuerte de los instintos: el maternal. Por eso es que, en su sabiduría ancestral, muchos pueblos, algunos de origen árabe o ligados al Islam, las tienen anuladas: poder para compensar la debilidad, como establece el artículo de abajo. Y con la ablación anulan el punto 4.

También he dicho que a la Naturaleza no le importa para nada nuestra felicidad; sólo le importa la perpetuación de la especie.

En lo que sí no estoy de acuerdo es en eso de que, cuando un padre dedica tiempo a las tareas que han sido por siempre responsabilidad de la madre, como son las de cuidar a sus bebés, aprenderá a tratar mejor a las personas. Si eso fuera cierto, las mujeres que han sido madres deberían dar demostraciones de ese buen trato, peeroooo……

Artículo(s) relacionado(s):

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18/05/2015

Pilar Quijada

«Para compensar su debilidad frente a las mujeres, los hombres buscan el poder»

Así lo asegura el neurobiológo Gerald Hütter, de la Universidad de Gotinga, que de la obra de Darwin se ha hecho una lectura sólo parcial.

“Se ha adoptado la idea de que la competencia es el motor esencial en el desarrollo de todas las formas de vida. Y, dado que la competencia coincidía con la forma de pensar analítica y diseccionadora de las ciencias naturales clásicas y con las nociones de una buena parte de la población [de la Inglaterra del XIX], no hubo para los herederos de Darwin ninguna razón de peso para salir en busca de otro principio evolutivo de los sistemas vivos”.

Sin embargo, asegura, se ha desatendido la parte de la obra de este naturalista inglés que proporciona una fuerza no competitiva, una fuerza que une: el amor. Lo explica en su libro “La evolución del amor”, editado por Plataforma actual, un ensayo que da cuenta de “lo que Darwin ya sospechaba, y los darwinistas se niegan a aceptar”.

Hütter visitó Madrid invitado para dar una conferencia sobre el papel del amor en la investigación evolutiva.

—¿Qué sospechaba Darwin sobre el amor?

—Darwin tenía la intuición de que debería existir una segunda fuerza, además de la selección natural, que contrarrestara ésta y permitiera que las formas de vida se puedan encontrar y fusionar. Y escribió sobre la selección sexual y su importancia para la perpetuación de la especie. Proponía que en la mayoría de las especies eran las hembras las que elegían a su pareja, y esto no fue apreciado en un mundo gobernado por hombres, era algo inaceptable, por lo que esta idea cayó en el olvido.

—Ambas cosas siguen ocurriendo aún…

—Sí, los hombres creemos que elegimos, pero no es cierto… Y en el colegio se estudia la teoría de la evolución, y se enseña que va moldeando las especies. Pero el otro enfoque de Darwin, el de la selección sexual, se ha dejado de lado, el de la fuerza cohesión. Es un ejemplo que demuestra que el conocimiento científico lo utiliza la sociedad de manera selectiva, y lo que no encaja en los modelos imperantes simplemente se obvia. Eso no ha cambiado mucho desde entonces.

Para contextualizar, conviene recordar que, cuando recopilaba evidencias sobre su teoría de la selección natural y la evolución de las especies, Darwin observó que ciertos caracteres que aparecían en los machos de muchas especies, lejos de servirles para cazar mejor o escapar de sus depredadores, en definitiva servían para ayudarles a sobrevivir, podían hacerles más vulnerables.

Por ejemplo colores muy llamativos, apéndices o protuberancias, que resaltan su presencia, o comportamientos de exhibición o “pavoneo”, que les llevan a hacerse visibles en lugares abiertos y donde pueden convertirse en un bocado fácil. Por el contrario las hembras, más discretas en sus coloraciones y ornamentos, se limitaban a mirar el desfile “masculino”.

Darwin pensaba que estas estructuras y comportamientos no cuadraban con la “supervivencia del más apto”, sino que conferían una mayor vulnerabilidad. Fue entonces cuando cayó en cuenta de que en realidad lo importante no era la supervivencia del individuo, sino la de la especie, a través de la reproducción.

Y esos elementos que no encajaban en su teoría eran los que incrementaban el éxito en la búsqueda de pareja. De ahí que pensara en la selección sexual como fuerza que contribuye al mantenimiento de las poblaciones.

—Aunque la sociedad está gobernada por los hombres, en general, usted sostiene que son el sexo débil…

—El mayor problema de los hombres es que, en efecto, son el sexo débil. Ser hombre significa tener una constitución corporal en desventaja porque, a diferencia de la mujer, les falta el segundo cromosoma X. Por eso nacen como promedio con peor constitución corporal.

—Pero son más fuertes y más corpulentos…

—Pero al nacer no, por eso los bebés prematuros mueren con más frecuencia si son niños. Y las mujeres saben que criar un niño es más difícil, porque son más delicados en los primeros años. Para compensar esa debilidad, los hombres buscan la estabilidad en el mundo exterior, y por eso buscan el poder. Y tienen en mente esta lucha por el poder.

—¿Y eso es difícil de cambiar?

—En algunos países, como Suecia, está cambiando ya. Se pueden ver muchos padres paseando a sus hijos por la calle en horario laboral, más hombres que mujeres. Porque tienen la posibilidad de obtener una baja durante el periodo de crianza y reciben parte de su salario, igual que las mujeres, durante un periodo de tiempo que oscila entre seis meses y un año. Y muchos padres son los que se acogen a esa posibilidad.

En Alemania también lo tenemos, pero no se utiliza tanto. En Suecia las empresas lo aprecian porque saben que, después de este periodo, el padre tendrá una nueva mentalidad, y habrá aprendido lo que puede exigir a los demás, y a ser tolerante con su hijo. Y en la compañía valoran que sabrá tratar mejor a las personas.

—Visto así, parece que los hombres son expertos en sacar ventajas de situaciones que desfavorecen a las mujeres, como tomar una baja por maternidad, que las lleva a perder oportunidades en su trabajo.

—Es porque nuestra sociedad sigue funcionando con los antiguos modelos, a diferencia de la sociedad escandinava, que ya ha aprendido que hacen falta otros tipos de relaciones para tener éxito.

Hoy en día, la vida en las empresas y en la Universidad es tan compleja que todo el mundo tiene que sentirse muy motivado para asumir responsabilidades. Para tener éxito hoy en día no se puede actuar sobre ese antiguo modelo, y la sociedad escandinava lo ha entendido antes que los demás. Las compañías con más éxito animan a los trabajadores a tener ese tipo de iniciativas.

—Habrá que cambiarse país….

—Sí, tarda en llegar, sobre todo en los que han funcionado con una estructura piramidal muy fuerte, y España es un ejemplo de ello.

—Volviendo al amor, que es el tema de su libro, ¿es una invención humana para definir esa selección sexual que planteaba Darwin?

—Las ideas que tenemos sobre el amor sí son muy humanas, lo llamamos amor pero en realidad nos referimos a un estado: el enamoramiento. Pero esta fase no tiene nada que ver con el amor.

—Entonces, ¿cómo lo definiría?

—El amor es el principio que permite desarrollarse a las distintas especies en coevolución. Para los humanos, el amor es un estado mental. Primero tenemos que sentirnos felices con nosotros mismos, y no deberíamos tratarnos como objetos cuando nos autoevaluamos; nos tenemos que querer. Y si uno tiene una buena relación consigo mismo tendrá la mente suficientemente abierta para ofrecer a otras persona ese tipo de relación amorosa, que se caracteriza porque dos personas tratan de animarse e inspirarse mutuamente para desarrollar todo su talento y su potencial de forma individual y en pareja.

Hay otras expresiones para el amor. La más científica es que el amor se produce si dos personas dejan de tratarse como objetos y se tratan como sujetos. Y en la educación de los niños el amor aparece si los padres ejercen el liderazgo, se sienten responsables y les ayudan a abrirse al mundo, sin marcarles el camino que, como padres, tienen en mente para sus hijos.

—Esa definición tan amplia de amor, ¿tiene cabida en nuestra sociedad?

—Se está perdiendo, porque nuestra sociedad estaba basada sobre pensamientos económicos, y el principio básico de la economía es la competencia. Por eso he escrito este libro. Estamos en un punto de transición y nos vamos dando cuenta de que, empujados por la competitividad, no podemos seguir mejorando lo que hemos construido. La competencia no nos permitirá llegar a muchas innovaciones, sólo iremos mejorando algo lo que ya existía.

—¿Y entonces?

—En la sociedad actual necesitamos inventar otro modo de vida, algo nuevo. Y eso es lo que sienten los jóvenes, que están cada vez más hartos de este egocentrismo y entorno competitivo en el que vivimos hoy en día, regidos por la economía. Intentan encontrar nuevas formas de estar en contacto con las nuevas tecnologías; en definitiva, intentan crear otro mundo.

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