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Cortesía de Roberto González Rodríguez
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29/07/2014
Cuando aparece un vocativo después de palabras como gracias, felicidades, hola, adiós o bienvenido, se escribe siempre entre comas: «Gracias, maestro», en vez de «Gracias maestro».
En los medios de comunicación es habitual encontrar frases en las que el vocativo no está entre comas:
donde Putin, campeones, libro de papel, y libro electrónico son vocativos.
En este sentido, la Ortografía de la Lengua Española señala que vocativo es «la palabra o grupo de palabras que se refieren al interlocutor y se emplean para llamarlo o dirigirse a él de forma explícita».
Además, respecto a la puntuación, señala que «se escriben siempre entre comas, incluso cuando los enunciados son muy breves, como en estructuras del tipo No, señor; Sí, mujer».
Así pues, en los ejemplos anteriores lo apropiado habría sido escribir
Esto mismo afecta, por cierto, a los encabezamientos de cartas o mensajes electrónicos, en los que lo apropiado es escribir «Hola, Ana:», «Buenos días, compañeros:», en lugar de «Hola Ana:» o «Buenos días compañeros:», pues Ana y compañeros son en estos casos vocativos.
Distintas serían frases como
en las que el hablante no se dirige directamente a Putin, ni a los campeones ni al libro, sino que los menciona en tercera persona. En ellas, estas mismas palabras dejan de ser vocativos y, por tanto, no se escriben entre comas.
Un hombre, vecino de una zona próxima a un cementerio. estaba desayunando un día, como a las 11 de la mañana, sentado en la cocina de su casa y mirando distraídamente hacia la calle, cuando vio que rumbo al camposanto avanzaba lentamente un cortejo fúnebre muy poco usual: Un largo ataúd negro era seguido como a 50 pasos por un segundo ataúd, también largo y negro. Detrás del segundo ataúd caminaba un hombre solitario llevando de la correa a un perro pitbull. Y detrás del hombre y el perro caminaban, en una sola fila, unos 200 hombres más.
El vecino no pudo aguantar la curiosidad, y, con mucho respeto, se aproximó al hombre que llevaba al perro y le dijo:
—Señor, sé que éste es un muy mal momento para molestarle, pero, aunque vivo cerca del cementerio y veo muchos cortejos fúnebres, nunca había visto uno como éste. ¿De quién es este sepelio?
El hombre respondió:
—Bueno, en el primer ataúd está mi esposa.
—¿Qué le pasó a ella?—, preguntó el vecino.
El hombre respondió:
—Mi perro la atacó y la mató.
Y el vecino volvió a preguntar:
—Lo siento, señor, pero ¿y quién está en el segundo ataúd?
El hombre respondió:
—Mi suegra. Ella intentó ayudar a mi esposa y el perro se volvió contra ella y también la mató.
Siguió un solemne silencio, y entonces el vecino, previo carraspeo, preguntó:
—Señor, ¿puedo pedirle prestado el perro?
—Haga la cola—, dijo el hombre, apuntando con su dedo hacia atrás.