[*IBM †}– Rafael Eduardo Montealegre Martín

  • Fecha: 27/05/14
  • Lugar: San José de Costa Rica
  • Causa: Diabetes
  • Edad: 72
  • Posición en IBM: Dpto. Técnico
  • Nació en: Costa Rica el 13/10/1941
  • Reposa en: San José de Costa Rica

Información adicional

Trabajó en IBM de Venezuela desde 1971 a 1975. Agradeceré que si alguien tiene alguna foto suya me la envíe.

Datos suministrados desde Costa Rica por Manuel Alberto Gutiérrez.

[*Opino}– Una magistral lección de vida

25-05-14

Carlos M. Padrón

Como muchos millones de personas ya saben, sean o no aficionadas al fútbol, ayer el Atlético de Madrid y el Real Madrid disputaron en Lisboa la final de la Champions de este año.

En este blog, y también en e-mails y conversaciones personales, había yo dicho que me gustaría que ganara el Atlético de Madrid porque, entre otras cosas, siendo un equipo humilde en todos los aspectos, había hecho una campaña admirable que le había llevado a ganar Liga Española. Ganar la Champions habría sido para el Atlético alcanzar la gloria, en especial para su entrenador, el argentino porteño Diego Pablo Simeone, artífice del milagro de haber recibido un equipo débil y desmotivado, y haberlo elevado a cotas que le permitieron, a base de tesón, coraje, entrega, convicción y entusiasmo permanentes, lograr lo que lograron.

Creo que Simeone, apodado ‘el Cholo’, es, además de uno de los mejores —si no el mejor— entrenador del momento, un excelente psicólogo. Sin embargo, ayer, en el último momento, la gloria se le escapó de las manos, a él y a todos los de su excelente equipo.

Según cuenta el artículo que sigue —basado en ese partido de fútbol, y que el autor, a quien de veras felicito, dedica a un hijo suyo, no sé si real o imaginario—, ante tal derrota, el porteño Simeone exclamó «Lo tenés todo, tenés nada«, frase que sirve de título a este excelente artículo que copio porque contiene una magnífica lección de vida aplicable a cualquier derrota, a cualquier revés o contratiempo que amenace con liquidar nuestras esperanzas y fuerzas para seguir adelante.

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25/05/2014

Lorenzo Silva

«Lo tenés todo, tenés nada»

Sabes, hijo, que no considero que el fútbol sea importante, o desde luego no tan importante como parecen creer todas esas personas, incluidos jefes de estado y de gobierno, que le dedican un entusiasmo tan sincero e intenso como no ponen en otras cuestiones, a lo mejor más dignas de su atención y entrega. Sin embargo, en cualquier aspecto de la vida, por insignificante que sea, te aguarda una lección. Y cualquier hombre, por poco que esperes de él, puede ser el maestro que te la imparta.

 

Fíjate, por ejemplo, en ese hombre de negro que comparece ante los periodistas, después de haber perdido en el minuto 93 una copa de Europa que lo habría catapultado a la gloria. Fíjate, en primer lugar, en cómo admite que su equipo falló en la segunda parte, en la que el rival lo arrinconó hasta hacerle encajar en el tiempo de descuento ese gol lacerante y demoledor.

Primera lección: no responsabilices de tus fracasos, jamás, a otro antes que a ti mismo; ni siquiera aunque tengas pretextos. No cargues contra los árbitros, aunque te parecieran adversos; no despotriques contra el rival, aunque la fortuna haya estado de su parte; no mires al cielo para quejarte de que en el momento decisivo no decidiera inclinar la balanza de tu lado sino del contrario.

Siempre pudiste hacer más, hacerlo mejor. Hazte dueño de tus derrotas, porque ellas, algún día, servirán para hacerte dueño de tus triunfos; si es que está en tu mano, tu condición y finalmente tu suerte llegar a alcanzarlos.

Es amargo, sí, tenerlo todo en la mano y, al instante siguiente, ver ese todo en las manos de otro, y las tuyas aferrando solamente el vacío. El hombre de negro, con el golpe recién encajado, lo resume a la perfección: «Tenés todo, y tenés nada».

Merece la pena que lo recuerdes, así, con su giro porteño, porque probablemente es la frase más trascendente y significativa de la noche. Mucho más trascendente y significativa, desde luego, que las declaraciones de los vencedores, que no aciertan a salir —tampoco hay que reprochárselo mucho— de los lugares comunes. Todo lo que un día creas poseer, todo lo que sientas que es tuyo, no es más que una ilusión que en cualquier momento se lleva el viento. Lo único que será tuyo de veras es el modo en que lo tengas, mientras te toque llevarlo, y la forma en que lo pierdas, ese día que, más temprano o más tarde, puedes estar seguro, acabará llegándote, tal y como el hombre de negro dice, sin transición ni previo aviso. Y entonces, afróntalo con serenidad. Un hombre es la contención que sabe aplicar a sus emociones.

Toma ejemplo del hombre que reconoce la amargura de haber perdido, mientras reivindica el orgullo de haber luchado, incluso cuando las fuerzas ya no estaban con los suyos y el oponente era superior. Que te venzan, pero que nunca te rindan.

Y, hablando de emociones y vencedores, tampoco dejes que te alteren las exhibiciones que puedan hacer quienes entre ellos no sepan contener las suyas, incluso quienes den en caer en la arrogancia. Piensa que quien se quita la camiseta para lucirse, aunque en ese acto pierda la elegancia en la victoria, hizo un esfuerzo y logró algo que tú no supiste impedir. Ofenderte por ello es mezquindad y resentimiento, algo en lo que no debes caer: el estilo consiste, también, en saber convivir con los excesos de los demás, sin hallar pie en ellos para los excesos propios.

En esta noche de mayo de 2014, algunos han llenado un poco más sus ya repletas vitrinas. Otros, no han conseguido nada que poner en ellas, pero han sido dignos perdedores.

No es plato de gusto la amargura, y menos la derrota, pero sazonada así, no mengua sino que hace crecer. Siento que pierdas esta oportunidad. Siento que seas madridista. Con todo el cariño de tu padre, enhorabuena por esa merecida Décima.

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[LE}– Uso correcto de los signos ortográficos de interrogación y exclamación

27/05/2014

Ante las dudas que se plantean a menudo con respecto a los signos de interrogación y exclamación, así como acerca del empleo de las mayúsculas en las preguntas e interjecciones, se ofrece una serie de claves sobre su ortografía.

1. En español las preguntas directas y las exclamaciones requieren dos signos: el de apertura y el de cierre. Se considera falta de ortografía omitir el signo de apertura, aunque sí es válido escribir entre paréntesis sólo el de cierre para mostrar extrañeza «(?)» y sorpresa «(!)».

2. La pregunta o la interjección puede ir seguidas de otro signo de puntuación: «La ciencia y la técnica, ¿quién lo duda?, necesariamente progresan». Si no va seguida inmediatamente de otro signo porque coincide con el final de la oración, se sobrentiende que hay un punto, que no se escribe tras la interrogación o la exclamación de cierre: «¿Cuál es el futuro del juez en excedencia? La primera opción es convertirse en europarlamentario» (y no «… en excedencia?. La primera…»).

3. Las mayúsculas y las minúsculas son las que corresponden a la oración en la que está la pregunta. En particular, cuando el comienzo de ésta no coincide con el de la frase, lo apropiado es la minúscula: «Siempre se plantea la misma duda: ¿qué comer?», «Pero ¿cuál es su futuro?».

4. Cuando se yuxtaponen varias preguntas, éstas puede ir separadas por los signos de coma, punto y coma, punto. o incluso dos puntos, según se considere más apropiado, aplicando la mayúscula y la minúscula como corresponda: «¿Cómo lo hizo? ¿Cuándo?», «¿Cómo lo hizo?; ¿cuándo?», o «¿Cómo lo hizo?, ¿cuándo?».

5. Por la misma razón, en citas directas se siguen las pautas ortográficas que les son propias: mayúscula inicial y punto tras las comillas (este ejemplo está en cursiva y no entrecomillado para que se vea la puntuación): El papa le preguntó: «¿Cómo está Cristina?».

6. Se pueden repetir los signos como énfasis, recurso que es habitual en la prensa deportiva: «¡¡¡Olé!!!». También se pueden combinar los de interrogación con los de exclamación: «¿¡Entró!?» o «¡¿Entró?!»; los signos de cierre han de ser simétricos con los de apertura, por lo que no son apropiadas las grafías «¡Olé!!!», ¿¡Entró?!» ni «¡¿Entró!?», aunque sí se considera válido abrir solo con exclamaciones y cerrar solo con interrogaciones o a la inversa: «¡¡Entró??», «¿¿Entró!!».

7. Se recuerda finalmente que la acentuación de las voces qué, cómo, cuál, dónde, cuándo, etc., depende de si tienen sentido interrogativo o exclamativo, y no del mero hecho de que estén en un pregunta directa o una interjección: «¿Que ha perdido dinero en la bolsa? Le explicamos en qué invertir ahora».

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