06-10-12
Carlos M. Padrón
Quienes han seguido por tiempo este blog saben que soy casi un fan de Amando de Miguel, pero a veces él hace afirmaciones —algunas sorprendentes— que, sencillamente, no acepto, como es el caso de propugnar que no se ponga acento a los pronombres posesivos (éste, ése, aquél) y sus derivados, y tampoco se ponga en el adverbio ‘sólo’.
En el artículo que copio más abajo creo que se pasó de la raya con eso de que «El uso de la coma es más bien potestativo».
¿Cómo que potestativo? ¿Es que el señor de Miguel se ha sumado a la pléyade de «periodistas» que sólo saben escribir frases cortas y separadas por punto? ¿Para qué, entonces, está la coma?
Y del punto y coma mejor no hablar, pues tal parece que es especie en avanzada vía de extinción.
Véanse estos dos ejemplos que estaban en el texto original del tal artículo y, como en él puede verse, todos en la transcripción de una misma respuesta dada en una entrevista.
- Que atienda las necesidades expresadas por su «elemento». Y que apenas mire otros reductos en donde buscar. ¿Por qué el punto después de «elemento»? Lo que sigue a «elemento» es una clara continuación del sentido de la frase previa, por tanto debieron escribir esto: «Que atienda las necesidades expresadas por su «elemento», y que apenas mire otros reductos en donde buscar».
- Existe un consenso generalizado en el sentido de que el «elemento» es aquello que le hace vibrar a uno. Y en lo que le gustaría estar metido toda la vida. Puede ser el surfing, puede ser hacer el amor, puede ser profundizar en el conocimiento de la ciencia… Sólo puede ser aquello que te hace vibrar.
Debieron escribirlo así: «Existe un consenso generalizado en el sentido de que el «elemento» es aquello que le hace vibrar a uno, y en lo que a uno le gustaría estar metido toda la vida. Puede ser el surfing, puede ser hacer el amor, puede ser profundizar en el conocimiento de la Ciencia,… pero sólo puede ser aquello que te hace vibrar».
Para más ejemplos, tómese de aquí el artículo original y compáreselo con éste que copio a continuación, ya corregido.
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05-10-12
Amando de Miguel
Casi todos los nuevos empleos que ahora se ofrecen, públicos o privados, mantienen esta exigencia: una de las tareas principales es la de tener escribir un papel, con sentido.
Además, muchas veces hay que exponer su contenido delante de una pequeña audiencia de colegas, colaboradores o subordinados, en cuyo caso bueno será que los solicitantes de los nuevos empleos se preparen a esa tarea de escribir un papel, sin faltas de ortografía y con ideas bien expuestas.
Esta seccioncilla no pretende ser pedagógica, pero sí podríamos convenir en ciertas normas de estilo para escribir ese hipotético papel. Apunto sólo unas cuantas.
- Hay que tener mucho cuidado para evitar ciertas palabras que son más bien perezosos comodines; han perdido su significado auténtico y ya no dicen nada, por repetirse mucho. Por ejemplo, contundente, ámbito o configurar y sus derivados. Suelen ser modas que van y vienen.
- Conviene evitar algunas falsas concordancias, no por corrientes menos irritantes. Por ejemplo, «detrás mío», «un antes y un después» o «el día después».
- Si el papel pretende una cierta seriedad profesional, absténgase el autor de jugar con palabras pseudocientíficas. Cito: parámetros (para referirse a los indicadores o medidas), ratio (más bien razón, proporción o cociente; y no digamos si se dice «el ratio»), prerrequisitos (basta con requisitos).
- Aquí hemos hablado muchas veces del extraño prestigio de las palabras sesquipedálicas. Se comprende ese sesgo en inglés, un idioma con demasiadas voces monosilábicas, pero en español resulta un vicio estragante. Cito las siguientes, muy comunes ahora: funcionalidades (en lugar de funciones), condicionalidades (en lugar de condiciones), influenciar (en lugar de influir).
- Cuidado con los números escritos. De cero a nueve es mejor ponerlos en letras; a partir de 10 deben preferirse las cifras.
- Los años no deben separarse con el punto de los miles. Es mejor «en 2012» que «en el 2012».
- Un billón no es mil millones, como en Estados Unidos, sino un millón de millones. A veces se dice millardos para los mil millones, pero ese término no ha entrado mucho.
- Aparte de las normas contenidas en las gramáticas y lexicones, hay otras que yo suelo aconsejar. Por ejemplo,
- Las frases no deben superar las 30 palabras; los párrafos no deben contener más de 30 líneas. Tampoco son efectivos los párrafos de una sola frase.
- El uso de la coma es más bien potestativo, aunque el principio es que con ese dispositivo se separen frases. (Hay más reglas sobre el asunto; mírese lo que dicen los lexicones y gramáticas). Si la separación es más terminante hay que acudir al punto.
- Por favor, no se diga nunca «punto y final». Basta con «punto final».
- Debe rescatarse alguna vez el punto y coma.
- Otro olvido muy frecuente es que los verbos también tienen modo subjuntivo. No se confunda debe ser (= obligación moral) con debe de ser (= probabilidad, estimación de un suceso futuro).
- Respecto a la tipografía óptese por la austeridad. Las frases interrogativas o admirativas deben ser pocas, pero exigen los respectivos signos (¿?, ¡!) al principio y al final. No deben ponerse nunca varios signos juntos de admiración o de interrogación.
- El uso de las mayúsculas debe ser también contenido. Sólo empiezan con mayúscula las palabras que designan personas físicas o morales, aunque sea de modo simbólico. Un nombre común, por relevante que sea, no exige la mayúscula inicial. Las frases con todas mayúsculas sólo sirven para los títulos o ladillos, nunca para el cuerpo del texto.
- No debe abusarse de las siglas y acrónimos; baste con esos comprimidos cuando todos los entiendan.
- Lo anterior se refiere al texto escrito; cuando se exponga oralmente, es mejor no leerlo. En la expresión oral se permiten algunas licencias (por ejemplo, coloquialismos) que no figuran en el escrito.
- No se abuse del power point. Es un recurso que sirve bien para gráficos o imágenes, pero no para textos.
Fuente: Libertad Digital
