Vale más una imagen….

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Mi esposa y yo estábamos ya listos para irnos a una fiesta que duraría hasta la madrugada. Encendí la lucecita de noche y la contestadora del teléfono. Tapé la jaula del loro, y saqué a la gata al patio.
Entonces pedí un taxi al sitio más cercano, y llegó rápido.
Al abrir la puerta para salir a la calle, la gata, que estaba en el patio, se metió como un bólido en la casa, y, como no podemos dejarla dentro porque siempre anda tratando de comerse al loro, regresé a la casa para atraparla y sacarla nuevamente al patio. Subió como una bala las escaleras, y tuve que perseguirla.
Mientras tanto, mi esposa fue y se sentó en el taxi, y como no quiso que el taxista supiera que al salir nosotros no quedaría nadie en la casa, le dijo al chofer:
—Mi marido viene enseguida; subió a despedirse de mi mamá.
Unos minutos después, llegué yo, ¡por fin!
—Perdón por la tardanza—, dije, mientras el taxi arrancaba—. La muy estúpida estaba escondida debajo de la cama, y tuve que enlazarla con una soga para sacarla. Trató de escaparse pero la agarré por el cuello, y cuando le di unas sacudidas para que se calmara comenzó a revolverse como loca. Tuve que envolverla con una cobija porque la desgraciada me quería rasguñar, ¡y funcionó!
Para evitar que se escapara la arrastré de culos por toda las escalera, y al fin la tiré en el patio. ¡De verdad que es una tragedia tener que batallar con ella cada vez que salimos!
Los ojos de mi mujer se abrieron desmesuradamente, y el taxista chocó contra un auto que estaba estacionado.
Cortesía de Esteban Zajía