Carlos M. Padrón
Según algunos, Miami es ahora un paraíso en comparación a como era antes de 1959.
En mi opinión —y todo lo que sigue es mi opinión muy personal—, eso es discutible, pues creo que antes de 1959 estuvo Miami más cerca de ser un paraíso que después de que comenzó el exilio de que trata el PPS.
Y esa posibilidad «paradisiaca» se alejó tanto más cuanto más aumentó ese exilio,… a menos, claro, que una condición para ser paraíso sea la de tener mucha población, mucha construcción, mucho tráfico automotor y aéreo, y mucha actividad comercial, algo muy lejos de la condición tranquila, apacible, rodeada de naturaleza y casi bucólica, que siempre se ha asociado con un sitio paradisiaco.
Independientemente de que ese exilio haya sido de cubanos o de otros latinos, su llegada convirtió a Miami —a.k.a. Plastaforma*, que es como la llamo— en una ciudad que no parece que fuera parte de EE.UU, país que, con el cuento del melting pot, aflojó en demasía la mano, y una prueba de ello —vergonzosa, por cierto— es que en algunos locales comerciales se exhiba el letrero «We speak English».
Tal vez mi opinión esté influenciada porque al viajar a otro país me gusta encontrarme rodeado de naturales de él, y no me resulta agradable ir a una ciudad supuestamente de USA —país en que se habla inglés, y donde debería verse aflorar por todos lados la idiosincrasia y costumbres useñas—, para encontrarme rodeado de latinos e inmerso en un medio en que mayoritariamente se habla spanglish, y se han impuesto costumbres latinas en todos los órdenes sociales.
Prueba de que el melting pot no ha funcionado en este caso.
(*) Miami es un lugar liso que parece una plasta sobre el mar. Un lugar tan plano que en él no se consigue ni un solo montículo que sirva de referencia topográfica para uno orientarse.
Me parece una plataforma artificial colocada en órbita de algún cuerpo sideral, y destinada a que las naves hagan escala en ella antes de continuar viaje hacia un lugar o ciudad que sean reales.
A mí, que nací, me crié y he vivido siempre en lugares montañosos, esa planicie, desde la que ni siquiera en el horizonte se divisa aunque sea un pequeño promontorio, me resulta asfixiante y casi antinatural.
