[*IBM}– Del baúl de los recuerdos de IBM: La fuente de Fuen-mayor

26-10-2011

El artículo que sigue lo envié por e-mail a varios exIBMistas en septiembre de 2003, cuando aún no existía el blog Padronel.

Uno de estos exIBMistas fue el amigo Alberto López Tabares quien murió en Madrid el 28/05/2010. Q.e.p.d.

Al ahora poner este artículo en blog hago constar que no hay por mi parte ninguna intención peyorativa hacia el exIBMista Enrique Fuenmayor quien, dada su afección cardíaca y la edad que tenía a comienzos de los ’70s, supongo que ya murió. Si es así, que en paz descanse.

Al respecto de esta fuente publiqué ya en Padronel el articulo Anécdotas y personajes de IBM: La fuente de Fuenmayor, escrito por Juan Fermín Dorta.

La lectura del texto y los varios comentarios complementa, documenta y amplía lo que relato a continuación.

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09-09-2003

Carlos M. Padrón

Enrique Fuenmayor era ya eso, “mayor”, cuando yo entré a IBM. Usaba peluquín, y como había sufrido un infarto, se lo pasaba haciendo ejercicio.

Para él, los ascensores eran “descensores” pues sólo los utilizaba para bajar porque siempre subía por las escaleras.

A los del Entry Level nos dijeron que había sido vendedor en los tiempos de los equipos de registro unitario (unit record), y que luego, tal vez por el infarto, lo pusieron a remodelar oficinas, y parece que se tomó lo del acondicionamiento de IBM-Capriles como su “opera prima”.

Fuenmayor

(Izq.: Enrique Fuenmayor)

Antes de mudarnos allá, Enrique Fuenmayor nos dio una especie de presentación durante la cual dijo que todo el mobiliario y tabiquería de las dependencias de IBM-Capriles los había hecho en blanco porque con eso se había propuesto conseguir que la gente que allí trabajara y usara lentes correctivos terminara por desecharlos porque ese color blanco a todo su alrededor les corregiría los defectos de la vista.

Por cierto que conmigo sufrió un gran fiasco porque me conoció siendo yo usuario de lentes (me los puse cuando yo tenía apenas 10 años de edad) y un buen día, en 1971, me vio sin ellos y comentó alborozado que ya su idea había dado resultado. Pero su alegría se tornó en desilusión cuando le dije que me había puesto lentes de contacto.

Así como la Sucursal Finanzas tenía su salón en IBM-Capriles, a su lado norte lo tenía la Sucursal Gobierno, y a su lado sur el Dpto. Técnico y creo que también OP.

A los tres se accedía por un largo pasillo que nacía en la recepción, doblaba a la izquierda y, en dirección norte-sur, tenía por su lado derecho las entradas a Sucursal Gobierno y Sucursal Finanzas, y al final las del Dpto. Técnico y OP. Y por su lado izquierdo tenía una pared lisa cuya monotonía era rota a la mitad por una especie de nicho o hueco rectangular, como de dos metros de alto por dos de ancho y uno de profundidad.

No sé si ese nicho lo mandó a hacer Enrique a propósito o ya estaba allí, pero el caso es que él montó en el nicho una fuente porque, según nos contó en la mencionada presentación, el dulce rumor del agua tranquilizaría nuestros espíritus y nos permitiría trabajar mejor y rendir más.

Pero tal parece que el efecto fue el contrario, pues desde el comienzo la tal fuente fue objeto de la “atención” de muchos, que botaban cosas (colillas, papeles, etc.) en ella, o desviaban los grifos y el agua caía en el pasillo ocasionando resbalones y hasta caídas que dieron lugar a serias protestas que llegaron a la presidencia.

Pero Enrique defendía su fuente contra viento y marea.

Un lunes en la mañana, a poco de estar yo en la oficina y cuando era la hora en que la fuente se activaba, oí que desde el pasillo llegaban voces alteradas.

Salí, y por poco me “aplasta” una inmensa nube de blanca espuma que lo cubría todo y que crecía y crecía. Aunque apagaron la fuente, el trabajo de sacar la espuma y limpiar el pasillo y las entradas a los diferentes accesos no fue poco.

¿Qué había ocurrido? Que alguien había puesto jabón líquido en el agua de la fuente estando ésta apagada, y cuando la prendieron esa mañana, el movimiento creado por los surtidores en el agua agitó el jabón y comenzó la producción de espuma en cantidades industriales.

Nunca se supo —o al menos no lo supe yo— quién había sido el de la “jabonosa” idea que por poco le ocasiona a Enrique Fuenmayor un nuevo infarto, pues con esto el futuro de la fuente se veía muy precario.

Y ocurrió lo que era de esperar, que terminaron clausurándola y poniendo en su lugar no recuerdo qué otra cosa.

Un día, ya clausurada la fuente, estaba Enrique Fuenmayor frente a ella —como rememorando, con cara de nostalgia, lo que había sido su sueño de arquitectura decorativa—, cuando pasó por allí Aníbal Vivanco, un IBMista chileno muy circunspecto y ceremonioso pero con un humor muy cáustico. Se detuvo junto a Enrique y, con toda seriedad, le preguntó:

—Y ahora, Enrique, ¿qué pondrás ahí?

Enrique, que tenía buena agilidad mental, le devolvió la pregunta:

—¿Qué pondrías tú?

Error fatal, pues Aníbal se hizo el pensativo y contestó:

—Bueno, yo pondría un ofidiario,… para que esté acorde con el ambiente.

La reacción de Enrique no se hizo esperar, y allí se armó otra sampablera.

Hasta que dejamos Capriles, en 1974, no hubo más fuente.

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12-09-2003

Leonardo Masina

Leo Masina, 1972

Ya que comentaste lo de IBM-Capriles, ¿te acuerdas de que, casi frente a la puerta de entrada de Ventas, a mano izquierda por el pasillo que llevaba a OP y al Departamento Técnico, había una fuente con unos chorros que apuntaban hacia la pared interna?

Ésa, aparentemente, fue idea de un «arquitecto» que había en IBM en esa época. No recuerdo el nombre, pero sí un detalle: me crucé con él una vez en el pasillo —que, de paso, era bastante largo y estrecho— y ocurrió lo de costumbre, que uno empieza a ir a la derecha, luego a la izquierda y así para no chocar con el otro que viene de frente, pero siempre se hace desincronizado, o sea, siempre los dos en el mismo sentido. Y luego de varios intentos fallidos de pasarnos, nos paramos, y salió él con una frase muy suya: «Si me concedes otro baile,… ¡pero esta vez conduzco yo!».

Esa fuente arrancaba automáticamente todas las mañanas como a las 08:15 y se paraba por la tarde, poco antes de la salida.

No duró mucho tiempo, porque se había vuelto el basurero de las oficinas: colillas de cigarrillo, papeles de caramelos, chicles masticados y toda cosa superflua que uno no sabía dónde echar y cuando llegaba frente a la fuente conseguía el lugar apropiado.

Resulta que los del Dpto. Técnico hacíamos guardia de noche; la llamábamos segundo turno. Prácticamente era de un técnico para cada tipo de máquina, o sea, éramos unos 5 ó 6, más uno que era el jefe de guardia.

Empezábamos a las 15:30 y duraba la guardia hasta las 23:30. Y el sábado era de 8:00 a 12:00. Cuando de noche no teníamos trabajo, muchas veces nos reuníamos allí para no andar deambulando por Caracas.

Una vez que se terminaba el trabajo de oficina, y como a las 6 de la tarde, venía una empresa de limpieza —creo que la Fuller— y limpiaba todos los departamentos.

Recuerdo que una tarde estaba yo todavía en la oficina cuando llegaron los de la limpieza, y alguien había derramado en el piso el contenido completo de un termo de café, que ya se había secado.

Los de la limpieza sacaron un liquido que hizo un montón de espuma y lo dejaron todo limpio, pero eso a mí me dio una idea que no tardé nada en poner en práctica.

Mientras ellos estaban limpiando aquí y allá, agarré el frasco y lo medio vacié en la fuente, que ya estaba apagada, volviéndolo a poner en su carrito.

Pareciéndome poco, me acerqué hasta otra oficina donde había otra persona limpiando e hice lo mismo. Pero no conforme, me fui hasta el Dpto. de Educación, donde también estaban los de la limpieza, y agarré otro frasco.

Al final, en la fuente eché tres buenos medios frascos de ese líquido.

Esa misma noche me avisaron que tenía que irme al exterior, creo que a Santo Domingo, para una asistencia. Total que a la mañana siguiente, a primera hora, pasé por Ultramar Express, donde Urbina, para retirar el pasaje. y me fui al aeropuerto.

Estuve fuera una semana más o menos, y a mi vuelta, y aunque nadie me comentó nada, al llegar a la oficina sí noté que la fuente ya no funcionaba, aunque no se me ocurrió preguntar por qué. Luego, aquel hueco fue cerrado e hicieron un almacén.

Con el tiempo me enteré de que aquella mañana fue de película. La fuente llena de espuma que desbordaba hasta el pasillo, y la gente resbalándose como si fuera una pista de hielo. La culpa se la encasquetaron a unos pobres estudiantes de los cursos que se impartían en Educación.

Bien, sí, lo admito después de más de 30 años: ¡El culpable de aquella broma pesada fui yo! 

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10-09-2003

Alberto López Tabares

Alberto López

Gracias, Leonardo, ¡por fin supe quién fue el del jabón en la fuente!

Lamento que uno de los gerentes técnicos de OP de la época, el Sr. Itsban Bertha Molnar (q.e.p.d), cuyas iniciales curiosamente eran IBM, no pueda saber de esta confesión tuya.

No sé si ustedes se acuerdan de él. Era húngaro, tenía una cicatriz en la nariz, había llegado al país cuando la Segunda Guerra Mundial, y entró en IBM junto con el Sr. Csaba Barany, y, al igual que el Sr. Barany, también le decía a todo el mundo «Chica».

Pues bien, él y otros gerentes técnicos siempre creyeron y perjuraron que si no había sido yo el del jabón, había sido idea mía, ya que, como dice el dicho, “Cría fama y échate a dormir”.

Por supuesto, esto había llegado a oídos del Sr. Enrique Fuenmayor, y cada vez que me lo tropezaba me miraba con cara de pocos amigos ya que, supuestamente, yo había sido el causante de la eliminación total de la dichosa fuente.

Si mal no recuerdo, creo que en ese espacio, como dice Leo, pusieron un depósito o agrandaron el cuartico donde estaba la fotocopiadora.

No recuerdo el nombre del «Isleño» que la operaba, pero sí que era un jodedor de primera y jugaba muy bien a las damas. Nosotros lo jodíamos mucho con su hobby de la crianza de las palomas mensajeras.

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10-09-2003

Carlos M. Padrón

El “Isleño” que menciona Alberto se llamaba Daniel Correa, era de La Gomera y, como se diría ahora, “muy pilas”.

Los gomeros son en Canarias lo que los gochos en Venezuela,… pero resulta que son más listos que el hambre.

Siempre he dado importancia a la persona que se cruza en mi vida, por una u otra razón y por poco o mucho tiempo, y me invade una especie de extraña inquietud cuando pasan años y no vuelvo a saber más de esa persona, o cuando alguien la menciona y caigo en cuenta de que yo la había olvidado.

A Correa, tal vez por paisano, no lo he olvidado. Al contrario, a cada rato lo recuerdo y me preguntó qué habrá sido de su vida, pues creo que desde que nos mudamos a IBM-Chuao, en 1974, no he vuelto a saber más de él.

Si alguien tiene alguna pista, agradecería que me diera detalles al respecto.

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11-09-2003

Leonardo Masina

Leo Masina (Caricatura)

Tienes razón, Carlos, hay personas que uno nunca olvida aunque pase mucho tiempo.

De Daniel Correa recuerdo que era una persona excelente, muy colaborador, y sabía distinguir muy bien entre cuando uno le pedía un favor sinceramente, o cuando se lo pedía sólo para colarse y conseguir que le sacara su fotocopia antes, cosa que era muy común cuando en toda IBM-Capriles había una sola fotocopiadora.

Luego pusieron otra en el Dpto. de Educación.

Nunca tuve mucha relación con él; justo el trato normal entre personas educadas y compañeros de trabajo.

Recuerdo que cuando yo iba a preparar cursos le preguntaba con antelación para cuándo podía sacarme fotocopias de los manuales, y él siempre me los tenía a tiempo, ordenados y separados. Encomendarle un encargo era tener la seguridad de que lo cumpliría cabalmente.

En nuestro camino se nos han cruzado algunas «PERSONAS» y muchísimos «personajes». ¡Daniel Correa era una PERSONA!

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 11-09-2003

Carlos M. Padrón

Muy pocas veces escuché a Juan Llorens hablar mal de alguien, pero un día cierto gerente de los que había en IBM-Capriles, y que estaba entre el grupo de personas que Daniel Correa debía atender, comentó, delante de Juan Llorens, de mí y de otros, algo negativo acerca de Daniel.

Al salir de la oficina de ese gerente Juan me dijo: “¡Pendejo! ¡Si Correa es un rato más inteligente que él!”.

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COMENTARIOS

juan fermín dorta h.

  1. Hay “consejas de viejas”, leyendas urbanas, y con ellas se hace la historia.

    Bueno, el hecho es que varias personas se adjudican el acto “heroico” de embochincharle la fontana di Fontemaiore. Que si yo, que si fue… ¡Hoy todo el mundo estuvo en las guerrillas!

    POR ÚLTIMA VEZ LES REPITO QUE EL QUE SE ATREVIÓ A JUGARSE LA VIDA Y LA SALUD DEL CITADO FUE DORTA. ÉL VIVÍA EN SAN ANTONIO, POR LO QUE ERA EL PRIMERO EN LLEGAR A CAPRILES y muchas veces se tuvo que calar las teorías arquitectónicas del mesmo.

    Un día esperó estar solo y soltó un puño de ACE en la fuente. El tío que llega y prende la vaina y la fuente, cual perro rabioso.

    El sujeto era un personaje pintoresco. Su teoría de porqué IBM Chuao recordaba una tarjeta perforada era un poema a Praxiteles.

    By the way, hace unos días vi en Puerto Azul al mentado Vivanco. Caray ¡qué feíto y protestón se ha puesto! De aquella cohorte de sistematizadores bellos de los que se rodeaba Ferdinando.

  2. CMP

    Que yo recuerde, el fenómeno de la fuente escupiendo espuma se dio más de una vez. ¿Por qué no aceptas que pudo haber sido otro quien le echó ACE una de esas otras veces?

    Y hablando de Puerto Azul, este fin de semana bajé y llevé tres puros para que un tal JF no me los mendigara más, y vea usted que el tipo no apareció. Ergo, ¡me los fumé a su salud!

  3. Leonardo Masina

    Como ya comenté en anterior ocasión en este blog y, además, la fecha en que escribí esto (12-9-2003) es muy anterior a cualquier artículo sobre el tema, no sé realmente cuántas veces se “manipuló” la Fuen-Mayor.

    El caso es que yo nunca me enteré, pues por motivos de viajes para cursos o asistencias, por lo visto siempre eso ocurrió estando yo fuera del país, y así también fue la vez que yo lo hice, pues esa misma mañana, temprano, tomé un vuelo hacia República Dominicana y después no iba yo a preguntar, si nadie me lo comentaba, porque automáticamente me autodescubriría como autor o cómplice.

    Esa noche sólo hubo en Capriles un testigo presencial (Q.E.P.D.) que no me vio hacerlo y que, si él no había sido, sabría en quien sospechar, pero jamás hizo un comentario al respecto, cosa que siempre le agradecí. Y tampoco creo que avisara para que se tomasen medidas preventivas ya que era un jodedor tanto o más que yo.

    El hecho de que todos nos callásemos, por solidaridad, es porque sabíamos que nos jugábamos la cabeza y el puesto.

    Después de casi 40 años, tengo que reconocer que, estando en Capriles, hice varias trastadas más, pero unas fueron circunscritas al entorno más próximo del Departamento Técnico y otras a un círculo de Mezzanina IBM que ahora no vienen al caso porque de algunas ni sé qué resultado o efecto tuvieron ya que siempre evité estar presente pues, de lo contrario, automáticamente me delataría.

    La que sí sé que tuvo efecto, pero no puedo hacerme acreedor a ello, fue cuando movieron los chorros de la fuente, que normalmente apuntaban hacia la pared interna, y los dirigieron hacia el pasillo de modo que cuando por la mañana arrancó la fuente, todo el pasillo, que iba de la entrada hasta el final, donde estaban los Departamentos Técnicos, era un torrente inundado. Y esa vez creo que fue la última que la fuente funcionó.

  4. juan fermín dorta

    Cuando llegamos a IBM ya había pasado la era de los useños, los argentinos se habían esfumado también, y se iniciaba la de los cubanos.

    Dios les libre de pensar que esta referencia la hacemos en tono despectivo; muy por el contrario, ahí llegó el nunca bien ponderado Don Salvador, y el tipazo de Jaime… Pero también llegó un Rolando, siempre cobrando peaje, rebanando su tajada de DC a los de DP.

    Pero de épocas anteriores ya estaba a bordo una pléyade de criollos de pura cepa, trabajadores como nadie. Díganme mi Profe en la UCV, José Avendaño Araque. Pero entre ellos estaba un individuo de actividades misteriosas, con despacho gerencial y todo, que nunca supimos a qué se dedicaba. Siempre visitando, rondando, opinando, con una aureola de sabio que… ¡buen, pues!

    Estaba yo luchando por ganar la licitación del MOP, cuando en una visita a Capriles, el interfecto se me acerca, indaga, huronea, y desaparece. En la tarde recibo una llamada de Covelo que me dice “Contáctate con fulanito, te puede ayudar mucho”.

    Siempre me gustó rodearme de profesionales, así que agradecí el gesto pero nadie iba a meterse en MI PROYECTO y menos “expertos” de los que siempre contaban añejas anécdotas como “Cuando instalamos una tabuladora en…”. Pero el tío, dale que dale, como trompa’e cochino, queriendo meterse en el proyecto.

    Para hacerles el cuento corto, cerramos el negocio más grande, aparte de los de las petroleras de la época, y ¡fuera cachos! Me ayudaron compañeros que aportaron lo mejor de sí, pero eso de se pusiera ponerse escapulario ajeno —en este caso, principalmente mío— un histórico de tarjeta perforada, ¡no jorobes!

    Otro día contaré de la ola de españolitos, lindos, traje a la medida, bien portaditos ellos, a los que nunca oímos emitir una opinión ni de contabilidad ni de gerencia ni de nada. Pero, eso sí, nunca se olvidaban del pañuelito en solapa, del regalo navideño de juegos de teteras de plata a los jefes,… Y los tipos, escala que te escala.

    Hasta que llegó la horda de los jóvenes “verdugos” —profesionales todos, bachilleres, universitarios, agudos especímenes como Chuchú (cuchillo en boca siempre), el Charlie Brown (con su mirada taladrante), etc.— que los barrieron a punta de vientos anales y que, para desgracia de IBM y de todos sus admiradores, al cumplir su función “dieron un paso al frente, difuminándose en la niebla de la historia”. (General en Jefe, 5 soles, ganados en Filipinas, Batán, Islas Marianas, Douglas McArthur).

  5. CMP

    Vamos a ver, JF. Al menos para mí hay dos puntos que ameritan mención:

    1• El bien poderado Don Salvador no era cubano, y eso se le notaba a leguas.

    2• Cuando dices que «para desgracia de IBM y de todos sus admiradores, al cumplir su función “dieron un paso al frente, difuminándose en la niebla de la historia”», a quiénes te refieres, ¿a los españolitos o a la horda de los jóvenes “verdugos”?

  6. Juan Fermín Dorta H.

    1. Mírate al espejo y verás la faz de uno de esos que denomino “horda de jóvenes verdugos”.

    2. Don Salvador era, según él, leonés de Valladolid, pero lo considero de origen cubano. Es como si a mi ahora, con más de 50 años en el país, me dijeran “Oye, tú pareces español”.

    Ya me lo han dicho, pero ¿qué vas a esperar tú de una cuerdita de marginales que no saben si vienen del Níger, del Senegal, y que llenan el Metro con publicidad donde un afrodescendiente dice “estoy orgulloso, soy ADescendiente?

    ¿Es que, acaso, el que te digan “Tú eres europeo, yo sí soy criollo” no es una nota de discriminación?

[*Otros}– Un volcán de 100 metros dormita bajo las aguas de El Hierro

26/10/2011

M. Á. Montero

El equipo de científicos desplazado a la isla de El Hierro a bordo del buque «Ramón Margalef», ha visualizado al fin el volcán submarino que mantiene en vilo a la población desde hace semanas.

Según avanzó ayer el Ministerio de Ciencia e Innovación, el «edificio volcánico» que dormita bajo las aguas del Mar de las Calmas, al sur de la más pequeña de las Islas Canarias, mide 100 metros y se asienta en una base de 700 metros de diámetro.

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El cráter del volcán submarino ha sido fotografiado por el IEO

El equipamiento del «Ramón Margalef» —que llegó el sábado a aguas del archipiélago, y que comenzó su misión un día después— ha permitido al grupo de expertos, que dirigen Juan Acosta y Francisco Sánchez, descubrir un volcán cuyo cráter mide 120 metros de ancho y está ubicado a 300 metros de profundidad.

En suma, pues, la erupción que tiñó de verde el mar de El Hierro —a consecuencia de la desgasificación del magma— ha levantado una estructura «de nueva creación y de forma cónica» con un diámetro en la base de 700 metros, una altura de 100 metros y un cráter de unos 120 metros de anchura.

Los científicos localizaron además las columnas de gases y fluidos que expulsa el volcán y las restantes fisuras, focos o «puntos de emisión» abiertos en los fondos marinos de El Hierro.

Pese a las críticas hacia la actuación de la Administración, fundadas en la falta de previsión de los gobiernos regional y estatal, y en la ausencia de un barco oceanográfico totalmente equipado en aguas Canarias —el «Profesor Ignacio Lozano», del Instituto Canario de Ciencias del Mar, no dispone de robot submarino—, el grupo que lideran Acosta y Sánchez subrayó el carácter pionero de su trabajo:

«Es el primer hallazgo que se consigue en estas condiciones en todo el mundo, dado que se ha investigado el volcán y las actividades volcánicas asociadas en el momento óptimo de su actividad eruptiva».

Ello contribuirá, agregaron, a la «interpretación» y el «conocimiento» del fenómeno volcánico en la región, si bien no pocos de sus colegas, fundamentalmente quienes desarrollan su trabajo en las islas, como el geólogo Juan Carlos Carracedo, han lamentado la pérdida de información que, a su juicio, ha supuesto la tardanza en la recogida de datos.

Cabe recordar, no obstante, que el «Ramón Margalef» debuta en misión oficial en El Hierro, adonde arribó el domingo tras partir el martes 18 desde Vigo y previa parada en Tenerife.

Riesgo en La Restinga

Respecto de la situación de los vecinos de La Restinga, la pequeña localidad costera de El Pinar que fue evacuada en el momento de mayor actividad volcánica, el cabildo insular informó ayer de que una veintena de personas siguen pernoctando en la residencia escolar de Valverde, «temerosos aún» del riesgo latente.

La corporación herreña advirtió también de que se está ahora pendiente de la zona de Puerto Naos, nuevo foco de temblores de tierra.

Fuente: ABC

[*Opino}– España y el trabajo

Carlos M. Padrón

«Los españoles salen del trabajo hasta dos horas más tarde que el resto de los europeos».

Este titular aparece hoy en casi todos los medios digitales de España, pero si tuviera que ceñirse a la realidad debería decir «Los españoles salen de su lugar de trabajo hasta dos horas más tarde que el resto de los europeos», pues estar en el lugar de trabajo no implica necesariamente que se esté trabajando.

Y hablo desde mi experiencia de 2.5 años trabajando con base en Madrid.

En referencia a Alemania, Bélgica, Francia, Finlandia, Italia, Luxemburgo, Reino Unido y Suecia se dice que «en ninguno de estos países aparece el horario continuo o jornada intensiva, excepto en España».

Y la mencionada experiencia me enseñó que eso de «jornada intensiva» es un sarcasmo, pues es cuando menos se trabaja y, además, se la quiere justificar porque en verano hace «mucho» calor.

Otro dato muy «interesante», siempre en la comparación entre España y los países antes citados, es que «El estudio también revela que el periodo de tiempo dedicado a la comida oscila mayoritariamente entre los 30 y los 60 minutos, mientras que en España este lapso llega hasta la hora y media o las dos horas».

Y sospecho que en esa «hora y media a dos horas» no contaron la hora que en España se toman para desayunar porque, claro, ¡no pueden venir desayunados de sus casas!

[*IBM}– Del baúl de los recuerdos: Perfovericadoras (máquinas y mujeres) – Rel. 1 / L. Masina, M. A. Gutiérrez, y A. Lalaguna

15-09-2003

Leonardo Masina

 Singer y Card Blanche

IBM de Venezuela y sus clientes fueron siempre un circulo bastante cerrado y lleno de chismes. Con sólo ir de visita a un cliente podía uno enterarse de la vida de medio mundo, tanto de IBM como de los propios clientes. Y eso lo aprendí cuando estaba todavía en el curso básico, y me marcó por el resto de mi vida en IBM.

Unos de mis «estrenos», siempre estando en el curso básico, fue en SINGER.

Reconozco que allí estuve por caer, pues las perforistas estaban de rechupete y la tentación fue grande, pero jamás mezclé mi trabajo con mi vida privada,….. excepto en el caso de unas «monjitas«. Pero ésas eran especiales, pertenecían a otro mundo y no se comunicaban con el resto de los clientes.

Había una perforadora 029 que tenía un problema con el teclado. Las teclas de la 029 eran como unas varitas que entraban en el teclado. Arriba estaba la tecla, que tenía un resorte para mantenerla levantada, y abajo había un hueco, como el de una aguja, por donde pasaba un hilo de nylon que evitaba que la tecla se saliera.

Cuando había que arreglar una tecla, con muchísimo cuidado había que ir deslizando el hilo e ir pasándolo por la tecla que quedaba suelta, hasta llegar a la que había que reparar.

Prácticamente había terminado yo de hacer uno de estos minuciosos arreglos, y ya era la hora de concluir la jornada de la tarde, cuando se me acercó la perforista para preguntarme si me quedaba mucho todavía. Y cuando vio el hilo empezó a halar de él, e inocentemente me preguntó: «¿Y esto para qué sirve?».

¡Era para matarla! Ya la mitad de las teclas habían saltado, el suelo estaba lleno de resortitos y yo no sabía qué hacer. Ella, más asustada que yo, empezó a llorar. Luego se acercó, me pidió disculpas y me soltó un señor beso.

Dijo que se quedaría acompañándome para que yo pudiera terminar, ya que no me parecía lógico dejarlo para que otro técnico tuviera que ir al día siguiente, pues yo debía seguir en el curso.

Terminé cuando eran casi las 10 de la noche. En todo ese tiempo ella no dijo ni una palabra. Salimos, ella cerró la oficina y me pidió si podía llevarla hasta la Av. Rómulo Gallegos para tomar allí un carrito porque, de noche, Boleíta Norte no era un sitio muy agradable.

Sin problemas, la acompañé. Luego le pregunté dónde vivía, porque no me costaba nada llevarla hasta su casa, y se me ocurrió inclusive invitarla a cenar.

Al principio no quería, pero luego aceptó con gusto. Con la comida nos fuimos tranquilizando los dos, y empezó a contarme historias y anécdotas de técnicos IBM.

La muchacha era encantadora. No sé si era igual que las otras, pero cuando empezó a soltar una serie de nombres de técnicos que habían sido «pasados por el aro» en SINGER, entonces me di cuenta de que, al día siguiente, posiblemente yo estaría también en esa lista, así que me frené a tiempo y quedamos amigos, pero de ahí no pasó la cosa.

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Esta otra historia también se divulgó más rápido que la luz.

Estaba yo en CARD BLANCHE arreglando un sistema, cuando vi a una perforista —que yo sabía que era la mujer del jefe de operadores en otro cliente— intentando cambiarle la cinta a una perforadora. Ya tenía todas las manos sucias y no lograba montarla.

Entonces me le acerqué y le dije que me dejara montar la cinta a mí.

Cuando yo intentaba desenrollar la cinta —pues la perforista prácticamente le había hecho nudos— y me había puesto las manos negras, ella estaba casi encima de mí para ver cómo yo arreglaba aquello y, como me hacía sombra, «sin querer» la aparté con mi mano, con tan mala suerte que ella llevaba un suéter blanco y yo le estampé mi mano, completamente embadurnada y negra de tinta, en toda un seno. ¡Y tengo que reconocer que era una señor seno!

No sé quién de los dos se puso más rojo, si ella o yo, pero en un instante todos empezaron a murmurar y, cuando levanté la vista, vi la huella de mi manaza estampada completa en todo el centro del precioso seno.

Aquello fue de risa para todo el mundo, pero no habían pasado 5 minutos cuando me llamaron por teléfono. Era su marido, preguntándome qué había ocurrido.

Lo tomó en broma, como lo que había sido, pero, por varios días, cuando yo iba a un cliente las perforistas me decían: «Si me vas a tocar una teta, primero ponte los guantes».

Se referían a unos guantes de plástico que suministraba IBM justo en los casos en que había que remplazar cintas o cosas que pudieran manchar.

¡Fue ésa fue una MANCHA que tardé bastante en poder limpiar! 

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16-09-2003

Leonardo Masina

Pepsi-Cola, Sydney Ross, Avón y La Previsora

En general, los técnicos éramos todos bastante bromistas y, cuando podíamos, siempre intentábamos jugarle a un compañero alguna mala pasada.

Una vez fui a Los Cortijos de Lourdes, a la Pepsi-Cola, que tenía unas oficinas (exChrysler) preciosas, y en el hall había varias máquinas que expendían refrescos gratis.

Yo había ido a ayudar a un técnico, y éste, una vez terminada la tarea y como haciendo de dueño de casa, me invitó, todo orgulloso, a tomar un refresco.

Le dije que tenía que ir a otro cliente que estaba muy cerca —a Sydney Ross, siempre en Los Cortijos— porque allí había otro técnico con un problema. Como él no tenía nada que hacer, dijo que se acercaría allá también.

Al ratito de estar yo en el cliente llegó él. En eso pedí permiso para ir al baño; al minuto salí con un vaso en la mano, y al técnico que estaba en la Pepsi le dije: «¡Esto sí que es una buena limonada, no el refresco que me ofreciste tu allá!”.

Él, todo curioso, me preguntó dónde la había conseguido, y le dije que en el baño había un enfriador con un botellón encima, y que estaba buenísima.

A paso ligero se fue hacia el baño, y, a mi señal, los demás que estábamos allí lo seguimos, nos acercamos a la puerta del baño y, de repente, adentro se escuchó un rugido espeluznante seguido de una vulgaridad que casi no se pudo entender, ¡parecía un gallo cacareando! Afuera estábamos todos cuajados de la risa.

El tipo salió todo rojo y, con apenas un hilo de voz, parecido más a un gallo, dijo: «Coño, Leo, esto no es limonada, ¡es LISTERINE! ¿Dónde está el botellón de la limonada?».

El pobre, con la garganta quemada por el trago bestial de Listerine que se había echado, todavía no se había percatado de la broma.

Sydney Ross era un laboratorio farmacéutico que en su edificio tenía como una torreta con el símbolo de Cafenol y, entre otras cosas, distribuía Listerine.  

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Otra de las bromas muy comunes que le hacían a los técnicos nuevos tenía lugar en AVÓN, donde prácticamente los bañaban con varias colonias que olían a demonio, y la mezcla a veces resultaba inaguantable, y cuando el técnico salía de AVÓN olía más a puta barata que a persona normal.

Más de un técnico tuvo problemas al volver a casa, ya que su mujer no se creía el cuento.

Recuerdo que una vez a uno no le gustó la broma, se arrechó bastante y le pusieron el apodo de «MAPURITE ARRECHO». A ése mismo, en otro cliente lo llamaban «DON LIMPIO», que era el nombre de un limpiador, porque la primera cosa que hacía al llegar a una instalación era pasar la aspiradora.

Otra instalación con historia era SINGER, en Boleíta. Tenía varias perforadoras, y las perforistas estaban todas a cual mejor. La jefa, muy famosa, se llamaba Milagros.

Cada vez que aparecía por allá un técnico nuevo, se le sentaba enfrente una perforista y empezaba a cruzarle las piernas y enseñarle «nombre y apellido». Creo que más de uno perdió su virginidad allí.

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En LA PREVISORA empezaron a incrementarse de pronto las llamadas al servicio técnico de IBM, y resultó que la mayoría eran falsas. Pero cada vez que para atenderlas mandaban a un par de técnicos específicos, siempre se resolvía el problema.

Para entender lo que podía estar pasando, en la oficina del jefe se montó un intercomunicador que permanecía siempre abierto y por él se escuchaba todo lo que decían las perforistas y, de paso, los comentarios y opiniones que ellas tenían acerca de cierto técnico de IBM.

Así supimos que las perforistas amigas de los dos técnicos antes mencionados utilizaban el sistema de llamadas para citarse con ellos.

Lo malo del invento del intercomunicador fue que se dejó instalado y siguió utilizándose para escuchar los comentarios entre las perforistas,…. y se volvió un instrumento peligroso porque salieron a relucir cosas que habría sido mejor no saber.

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17-09-2003

M. Alberto Gutiérrez

Sobre SINGER, OCAT, y el MOP

Yo recuerdo a Pepsi-Cola como OCAT.

Y las fallas de las perforadoras 026/029 en Singer se debían, con mucha frecuencia, a que las perforistas mejor dotadas de senos apoyaban éstos, sin darse cuenta, sobre la barra espaciadora del teclado, con lo cual se movían los campos.

Esto también sucedió en el MOP, pero aquí fue a propósito,… para que llegara Lalaguna a ver qué sucedía.

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18-09-2003

Antonio Lalaguna

 

“El brujo”, “El compadre”, y los enanos

Creo que “El Puty” está confundido, pues nunca atendí el MOP.

Pero sí recuerdo el cuento de la “falla de teta” que resolvió con un cojín “el brujo” Julio Cesar Viera, y que tuvo lugar en Identificación y Extranjería, o tal vez en otro sitio.

Parece que la chica perforista era enana y pechugona, y cada vez que se inclinaba para pasar la hoja de los documentos que estaba transcribiendo, con su seno derecho golpeaba la barra espaciadora y provocaba el error.

Otra falla memorable fue con “El compadre” Pedro Luis Desiderio.

Existía una chica verificadora tan superrápida que iba más deprisa que la máquina verificadora IBM-056 y lograba que ésta diera error donde no lo había. Eso fue un cementerio de técnicos hasta que “El compadre” llegó y se «levantó» a la susodicha. Hasta allí llegó la falla.

Otra actuación de “El compadre” fue en la OCEI, cuando ésta estaba en el edificio de la Cervecería Caracas.

Allí había una tabuladora IBM-421, y una tarde, cuando “El compadre” ya se retiraba, para hacer más fácil su vida le dijo a la señora que limpiaba: “Comadre, échele una lavaíta a la máquina, que yo se lo agradeceré”.

Y la señora, ni corta ni perezosa, le lanzó a la 421 varios tobos de agua y la enjabonó perfectamente, después de lo cual la máquina quedó bastante limpia pero no funcionaba.

Un cliente famosos era CUSA* (Computaciones Unión, S.A.), que tenía sus instalaciones en el edificio Centro Empresarial, de la Av. Universidad.

El arquitecto que construyó este edificio pensó instalar en ese local un cine o un anfiteatro, lo cual hizo que el piso real tuviera un desnivel que el piso falso corrigió, pero de forma tal que, en un extremo, el piso falso era 1,2 metros más alto que el piso real.

Un día, Fernando Ortas (Mr. Magoo), para arreglar algo se metió debajo del piso falso, y un chistoso colocó en su lugar la losa que Ortas había sacado para bajar, con lo cual quedó él atrapado allá abajo, y por un tiempo bastante largo.

Ya podrán imaginarse lo florido del lenguaje usado por nuestro personaje cada vez que intentaba salir y le pisaban la losa par que no pudiera hacerlo. Además del frío que estaba pasando, lo que más le dolía era que se sentía muy a gusto con su tamaño (pues hasta saltar podía), y las burlas del personal.

Siguiendo con CUSA, un día llegó el pana Lorenzo Centeno y se encontró al DP Mgr, Magoo, Cadillo (q.e.p.d.) y D’Angelo, el jefe de operadores, todos ellos con estatura promedio de 1,5 metros. Y a Centeno se le ocurrió preguntar por Blanca Nieves.

El vivo del DP Mgr preguntó que por qué, a lo cual contestó Centeno: “Porque aquí ya están los enanos”.

Inmediatamente el DP Mgr llamó a IBM para que sacaran a Centeno porque no lo quería más en CUSA.

(*) NotaCMP. Al momento de registrar CUSA (siglas que, como muy bien dice Lalaguna, corresponden a Computaciones Unión, Sociedad Anónima) se quiso, por conveniencia mercantil, darle la figura de compañía anónima, pero se desistió de hacerlo,…. por obvias razones «acrónimas».

[*ElPaso}– «Espejo de la Vida» / Poesías de Pedro Martín Hernández y Castillo: Parte 2-VIII

VIII

Al casarte elegiste a una mujer
tan sólo por riqueza;
sin buscar para nada en aquel ser,
de su alma la pureza.

Mas fuiste a Cuba el vil metal buscando
y en tu casa quedaba
aquella que tu ausencia traicionando,
a otro hombre se entregaba.

Tú no extrañes, amigo, la torpeza
de su inmensa traición;
porque en ella buscaste la riqueza,
pero no el corazón.

NotaCMP.- Aquí expresa mi tío Pedro una opinión personal y sesgada en la cual está equivocado.

[*IBM}– Del baúl de los recuerdos de IBM: Respigues de los ’80s

Carlos M. Padrón

Volvemos atrás, a 1980 y a otros años de esa década o anteriores.

Si en una foto aparece más de una persona, las mencionaré de izquierda a derecha, o en el sentido de las agujas del reloj cuando las personas estén en círculo. Si no sé ni el nombre ni el apellido de alguna de las personas en la foto, pondré un signo ‘?’ después del número; y si no sé el nombre o no sé el apellido, pondré una ‘X’ en el lugar en que éstos deberían ir,… y, con gracias anticipadas, espero que alguien me «despeje» las ‘?’ y las ‘X’.

Foto 1. Cortesía de Oscar del Barco, tomada en el Macuto Sheraton durante el ELT de 1977-78.

La divido en dos mitades para mejor identificar a los que en ella aparecen.

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Foto 1a.– Mitad izquierda.

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De delante hacia atrás y de izquierda a derecha.

  • Fila 1 (la delantera):  1, Ramón Lander †;  2, Edgar Yéspica;  3, Jorge Merchán;  4, Manuel Álvarez Domínguez;  5, Néstor Vera;  6, Diana Agard
  • Fila 2: 1 , Freddy Perozo;  2, Juan Fermín Dorta
  • Fila 3:  1, Lu Shao;  2?;  3, Luis Argüello;  4; Juan Reyes
  • Fila 4:  1, David Riddick;  2, José Canabal;  3, Alberto Rodríguez
  • Fila 5:  1, David Lemoine;  2, Carlos? Rocha
  • Fila 6:  1, Malcolm Shaw;  2, Mike Gribben
  • Fila 7:  1, Daniel Lucas;  2, X. McQuard †

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Foto 1b.- Mitad derecha.

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Fila 1: 1, Norma Mata;  2, Mela Martorano;  3, Tomás Godoy;  4, Joel Sandia;  5, Oscar del Barco

Fila 2; 1, Víctor Alvarado;  2, Mimón Amrán;  3, Juan Obach 

Fila 3: 1, Freddy Winckelman;  2, X. Medina;  3, Jesús Saltés

Fila 4: 1, Alberto Lema;  2, Luis Martín;  3, Alberto Pucci

Fila 5: 1, Jorge Castillo;  2, Nelson Fermín; 3, Roberto Mispireta

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Foto 2. De mi colección. Tomada entre 1980 y 1981,… aunque también podría ser de 1979.

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1, Jesús Alonso;  2, Carlos M. Padrón;  3, Luis Martín

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Foto 3.- Tomada de una revista interna de IBM de Venezuela.

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1, Alberto Lema Santos,…. con expresión casi seria, ¡increíble! 🙂

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Foto 4.- Creo que tomada de la misma revista que la foto 3.

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Nelson Fermín

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Hay muchas ‘?‘ y una ‘X‘. Como siempre, agradeceré la ayuda para reemplazarlas con los nombres correctos.

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COMENTARIOS

Javier Palacios
Hablando de parecidos, el de FOTO 1a, Fila 3, N° 2, parece un clon de Yéspica

CMP
padronel.netx
padronel@padronelpaso.net
186.92.155.99
En respuesta a Leonardo Masina.

Leo, si supiera quién es el tal Anthony podría opinar, peeerooo… de farándula sé poco.

Leonardo Masina
Sé que no va con el tema, pero ya lo había notado yo en otras fotos; en en este caso sería la 1a-3.

Jorge Merchán, ¿no se parece a Mark Anthony, el ex de Jennifer López? No es, pero a mí se me parece mucho.

CMP
En respuesta a Alberto Lema S..

Está bien, Alberto. Entiendo que como gerente tenías que poner cara de ídem, pero ¿de qué año es esa foto?

CMP
En respuesta a Alberto Lema S..

Gracias, Alberto. Batiste record despejando incógnitas.

Ya puse todos los nombres excepto el de Yéspica, pues, como bien dices en el otro comentario, no es el que señalaste. Yéspica está en la Fila 1 al lado de Ramón Lander.

Creo que el nombre de Rocha es Carlos, pero no estoy seguro.

Alberto Lema S.
Carlos, me pelé el Foto 1a – Fila 3. El 4 no es Yéspica, creo que es alguien que salió de IBM antes de finalizar el ELT.

Respecto a mi foto seria, es que para esa época ya era gerente y la pose era de rigor en IBM.

Saludos y Abrazos.

Alberto Lema S.
Carlos, ¡gracias!

Esa FOTO 1 es de nuestro Grupo del ELT 1977-78. Veamos los nombres faltantes:

FOTO 1a
Fila 1.- 6, Diana Agard, Secretaria del curso.
Fila 2.- 2, Juan Fermín Dorta, Coordinador del ELT.
Fila 3.- 1, Lu Shao; 4, Edgar Yéspica.
Fila 5.- 2, X. Rocha.
• Fila 7.- 1, Daniel Lucas; 2, X. McQuard (†). Se mató en un accidente de moto vía Higuerote.

FOTO 1b

Fila 1.- 3, Tomas Godoy; 4, Joel Sandia.
Fila 2.- 2, Víctor Alvarado; 3, Juan Obach, Gerente Sistemas de la sucursal Gobierno/Proceso.
Fila 4.- 1, yo mismo, Alberto Lema.
Fila 5.- 3, Roberto Mispireta.

La foto fue tomada en la famosa escalera del hotel Macuto Sheraton. Por allí tengo otra foto de hace poco con el hotel en ruinas, pero la escalera sigue firme en sus bases.

[*Otros}– Fallece Javier Cobiella, el cámara del volcán Teneguía

18 de octubre de 2011

A diez días de que se cumpla el cuarenta aniversario de la erupción del Volcán Teneguía, ha fallecido Javier Cobiella (q.e.p.d.).

Fue el cámara de TVE que filmó, no sin riesgo para su vida, las primeras imágenes, en cine y a todo color, de la erupción volcánica de Fuencaliente (La Palma) de 1971, la última registrada en España hasta que comenzó la reciente crisis volcánica de El Hierro que mantiene en vilo a la población herreña.

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Erupción del Volcán Teneguía (1971). Foto del Instituto Geográfico Nacional.

Aquellas imágenes captadas por Javier Cobiella dieron la vuelta al mundo, y hoy vuelven a estar de plena actualidad y reproducidas cientos de veces por los medios de comunicación del mundo entero debido, precisamente, a la erupción del volcán submarino de La Restinga, en El Hierro.

A esas imágenes, propiedad de TVE, lamentablemente no las rotulan con el nombre del «intrépido» periodistas que las filmó.

Javier Cobiella —hermano del músico, escritor y pensador Luis Cobiella— era una persona muy involucrada en la vida social y cultural de la Isla de La Palma.

Fuente: El Apurón

Cortesía de Antonio Pedro Dorta Martín

[*FP}– La secuela de dos tragedias

Carlos M. Padrón

En El Paso de la segunda mitad de la década de los años ’40s, y en la zona en que estaba mi casa natal, en la que yo vivía con mi mis padres y hermanos, el alumbrado público casi no existía —sólo había algunas farolas en el centro del pueblo y alrededores cercanos—, y en las casas tampoco se dejaba encendida en las noches ninguna luz que alumbrara la entrada, pues la energía eléctrica era muy cara y la situación económica muy precaria.

Sólo las estrellas y la Luna alumbraban las noches, cuando las nubes lo permitían.

Es posible que por el recuerdo aún fresco de la cruel Guerra Civil y de las tragedias con ella asociadas, en mi pueblo las desgracias se notaban mucho más que las alegrías, y entre mis familiares y vecinos cercanos —me atrevería a decir que entre un alto porcentaje de pasenses— destacaba un ánimo lúgubre que ante una enfermedad grave exteriorizaba preocupación; ante un accidente, angustia incontrolable; y ante la muerte, un brutal impacto cuando era por causas naturales. Pero cuando venía por suicidio, paralizaba, y cuando por asesinato producía todo eso más un estupor, incredulidad y desesperación que duraban mucho tiempo.

Tal vez gran parte de esto esté sólo en mi mente, y tal vez lo percibo así porque en muchas oscuras noches invernales, cuando el viento ululaba y la lluvia azotaba techos y ventanas, algunos de los vecinos más próximos se reunían en mi casa para jugar cartas, lotería o armar una tertulia, y desde mis apenas 8 años de edad escuché, aterrado, relatos hechos con pelos y señales de horrendos crímenes cometidos durante la tal guerra; relatos en los que se daban los nombres y se explicaban los sufrimientos de personas que yo conocía y que en esos crímenes perdieron a algún ser querido.

La secuela de la muerte era muy larga, sobre todo en madres y esposas y, hasta que a la edad de 18 años me fui de El Paso, sólo supe de una viuda que se casó en segundas nupcias.

Las otras que conocí se embutieron en vestimentas de color negro y se recluyeron en sus casas de por vida.

Como mucho, solían acudir a la iglesia o iban a faenar en los campos, pero nunca se las veía en festejos, y a veces ni en procesiones religiosas.

Inmerso, como estuve desde que nací, en este medio social, me marcó de por vida el incidente de la muerte en Caracas de un joven pasense de 20 años, vecino nuestro muy cercano, ocurrida apenas semanas después de haber llegado él a Venezuela.

Con los 11 años que entonces yo tenía recuerdo que la terrible noticia llegó por telegrama dirigido a un tío mío y también vecino. Éste se puso de acuerdo con mi padre y otros vecinos más, y entre ellos decidieron traer a mi casa, de madrugada, al padre del joven muerto, y darle allí la brutal noticia.

Tal vez mi padre o mi madre tomaron precauciones con mi hermana menor, que para entonces tenía 4 años, y, de haber sido así, supongo que hicieron que mi hermana mayor, que tendría unos 20, se la llevara a otra casa.

Pero nadie se ocupó de mí, y yo, con el corazón en un puño y asustado como nunca antes lo había estado, presencié la espantosa reacción de aquel hombre que, con sus tal vez más de dos metros de alto se me antojaba un gigante, cuando entendió que su primogénito, a quien con grandes sacrificios había logrado enviar a Venezuela, había muerto.

Ése fue mi primer encuentro con la tragedia.

Creo que los gritos de padre profundamente herido deben haberse escuchado en más de un kilómetro a la redonda. Y unos gritos tan desgarradores, rompiendo el oscuro silencio que al momento había, despertaron a todos los vecinos y angustiaron a muchos de ellos.

En su desesperación, al gritar clamando al cielo por su hijo, elevaba los brazos, y con sus manos casi rozaba el techo del comedor de mi casa.

Mi padre y mis tíos se vieron exigidos al máximo para sujetar a aquel gigante y evitar que escapara y cometiera una locura.

Pasado el peor momento, que me pareció eterno, alguien, mi padre o mi madre, reparó en mí, que me había refugiado en una esquina, incrustado casi en la pared, con los ojos desorbitados y llorando, y me dijo que fuera a la relva a buscar el caballo y la vaca.

Y así, totalmente traumatizado y sintiéndome perseguido por la muerte, salí caminando bajo la incipiente luz del alba, desorientado y confundido, mientras por buen rato escuché todavía los gritos del padre desesperado, y me crucé con algunos de los vecinos a quienes esos gritos habían despertado y, comentando entre ellos, trataban de entender qué los había causado.

Desde entonces desarrollé aversión a dejar la cama a esa hora del día; prefiero hacerlo mientras aún es totalmente de noche o totalmente de día. Y desarrollé también una extraña sensibilidad a las tragedias que en mi pueblo ocurrieran estando yo allí, pues la muerte no se ve igual en el silencio y en la soledad de un pueblo pequeño en el que todos resultan afectados por ella, que en el bullicio y el tráfago de una gran ciudad donde la indiferencia de la mayoría de las gentes tiende a hacerles entender que la desgracia es global, que no es sólo nuestra, y que la vida seguirá su curso.

Hace pocos días, viendo en TV una película vinieron a mi mente las desgarradoras escenas del padre desesperado por la pérdida de su hijo, cuando al final del filme la protagonista cerró con una frase lapidaria: «La muerte de un hijo es la peor de las prisiones; una de la que nunca se sale».

~~~

El 01 de diciembre de 1960 volé desde Tenerife —donde para entonces yo vivía— a La Palma para pasar la Navidad en mi casa natal, en El Paso, junto a mis padres y hermanas.

Según ya conté, de ese viaje surgió la semilla que hizo que yo viniera a Venezuela.

Aunque en diciembre solía haber frío en El Paso, en 1960 el tiempo fue muy bueno, y en la gente se notaba animación por la proximidad de la Navidad.

Pero en la mañana del día 18 una noticia activó en mí el recuerdo de todo lo antes descrito.

La noticia se extendió por todo el pueblo como un reguero de pólvora: «¡Pedro el Quico mató a la mujer!». (En nuestra jerga, «la mujer» era «su» mujer, o sea, que Pedro el Quico había matado a su esposa).

Hice memoria. Durante los 18 años que viví en El Paso ocurrieron algunos suicidios pero, que yo recuerde, ningún crimen, de ahí que aquella noticia causó los peores efectos: brutal impacto, angustia, estupor, e incredulidad.

Muchas de las para entonces casi mil familias del pueblo eran conocidas por apodos, pero yo no sabía quiénes eran los miembros de todas ésas.

En el caso de los Quicos sí sabía que eran de alguno de los barrios de la parte alta, como El Barrial, Las Moraditas, etc., pero no podía asociar el apodo con las caras de quienes lo llevaban.

Dada esta ignorancia, el caso no debió afectarme tanto, pero lo que de verdad me afectó fue que, como el cuartel de la temida Guardia Civil operaba en un caserón que estaba —y aún está, pero vacío y desvencijado— a escasos 100 metros de mi casa, cuando los guardias capturaron a El Quico lo encerraron en ese cuartel, y sabrá Dios qué le hacían que lo que de mi casa se escuchaba eran sus gritos desesperados invocando el nombre de su mujer, como si quisiera pedirle perdón por lo que él le había hecho: «¡Amelia! ¡¡Ameeelia!!».

Según se supo ese mismo día, El Quico había atado a Amelia a su cama y le había infringido quemaduras en algunas partes de su cuerpo, aunque nunca supe qué fue lo que realmente causó la muerte de la pobre mujer, a quien los vecinos encontraron en ese estado.

Una vez consumado el crimen, El Quico huyó hacia el monte, algo que resulta sarcástico porque en aquella isla y en aquellos tiempos no había modo de escapar antes de ser atrapado.

Pudo haberse escondido en La Caldera, pero habría muerto de hambre porque, si bien ese enorme cráter sirvió una vez a tal fin, en los años ’50s ya hacía mucho que a él no entraban rebaños de más de 100 cabras que podrían haber proporcionado leche y carne.

Ignoro cuál fue el destino de El Quico, pero ahora, cuando medio siglo después veo las muchas series de TV que tratan de los efectos que nos causa el medio ambiente en que uno crece, de sociópatas, pirómanos, esquizofrénicos, asesinos en serie, etc., y noto que en los motivos que llevaron a esas personas a ser criminales aparece siempre el trato recibido de uno de sus progenitores, de sus maestros, de sus compañeros de clase, o del medio social en que crecieron, viene entonces a mi mente el caso del joven muerto en Caracas a los 20 años de edad y, con rabia mal contenida, me pregunto qué habría ocurrido de no haber crecido él, como también crecí yo, en un medio social oscurantista en el que todo lo de sexo, hasta el mismo nombre, era tabú, y cualquier manifestación sexual estaba socialmente prohibida y religiosamente condenada bajo amenaza de ir al Infierno.

Esa maldita «educación» trastocó mi vida, y al menos afectó en mayor o menor grado la de muchos otros Canarios de mi generación que he conocido en Venezuela.

Sin embargo, en el caso de este joven el efecto fue letal, pues tuvo mucho que ver con que él muriera de forma fulminante cuando apenas contaba 20 años de edad.

Viene también a mi mente el caso de Pedro el Quico, y no puedo dejar de preguntarme cómo fue su infancia, y qué lo llevó a que, en un medio social donde no había violencia, él hiciera lo que hizo segando la vida de su mujer, arruinando la suya, y marcando para siempre la de sus descendientes, si es que los tuvieron.

Tampoco puedo dejar de preguntarme cómo habrían manejado el caso las autoridades que lo detuvieron si hubieran estado conscientes de que, como creo, El Quico ni siquiera fue un loco ni un victimario sino una pobre víctima de los tratos recibidos en su infancia, y tal vez acrecentados por lo que luego le tocó vivir.

Aunque haya muchos escépticos que no creen en la Astrología, está claro que cada signo tiene algunas características que le son naturales, y los Cáncer, como yo, tendemos a mirar hacia el pasado, podemos reconstruir los hechos que nos afectaron, y reactivar en nosotros los sentimientos que esos hechos nos causaron.

Tal vez por eso, cada vez que veo, aunque sea en fotografía, el viejo caserón donde en El Paso estuvo el cuartel de la Guardia Civil, no puedo evitar recordar lo ocurrido aquel 18 de diciembre de 1960, sentir compasión por quien protagonizó aquella tragedia, y escuchar en mi mente los lastimeros gritos de «¡Amelia! ¡¡Ameeelia!!».