15-09-2003
Leonardo Masina
IBM de Venezuela y sus clientes fueron siempre un circulo bastante cerrado y lleno de chismes. Con sólo ir de visita a un cliente podía uno enterarse de la vida de medio mundo, tanto de IBM como de los propios clientes. Y eso lo aprendí cuando estaba todavía en el curso básico, y me marcó por el resto de mi vida en IBM.
Unos de mis «estrenos», siempre estando en el curso básico, fue en SINGER.
Reconozco que allí estuve por caer, pues las perforistas estaban de rechupete y la tentación fue grande, pero jamás mezclé mi trabajo con mi vida privada,….. excepto en el caso de unas «monjitas«. Pero ésas eran especiales, pertenecían a otro mundo y no se comunicaban con el resto de los clientes.
Había una perforadora 029 que tenía un problema con el teclado. Las teclas de la 029 eran como unas varitas que entraban en el teclado. Arriba estaba la tecla, que tenía un resorte para mantenerla levantada, y abajo había un hueco, como el de una aguja, por donde pasaba un hilo de nylon que evitaba que la tecla se saliera.
Cuando había que arreglar una tecla, con muchísimo cuidado había que ir deslizando el hilo e ir pasándolo por la tecla que quedaba suelta, hasta llegar a la que había que reparar.
Prácticamente había terminado yo de hacer uno de estos minuciosos arreglos, y ya era la hora de concluir la jornada de la tarde, cuando se me acercó la perforista para preguntarme si me quedaba mucho todavía. Y cuando vio el hilo empezó a halar de él, e inocentemente me preguntó: «¿Y esto para qué sirve?».
¡Era para matarla! Ya la mitad de las teclas habían saltado, el suelo estaba lleno de resortitos y yo no sabía qué hacer. Ella, más asustada que yo, empezó a llorar. Luego se acercó, me pidió disculpas y me soltó un señor beso.
Dijo que se quedaría acompañándome para que yo pudiera terminar, ya que no me parecía lógico dejarlo para que otro técnico tuviera que ir al día siguiente, pues yo debía seguir en el curso.
Terminé cuando eran casi las 10 de la noche. En todo ese tiempo ella no dijo ni una palabra. Salimos, ella cerró la oficina y me pidió si podía llevarla hasta la Av. Rómulo Gallegos para tomar allí un carrito porque, de noche, Boleíta Norte no era un sitio muy agradable.
Sin problemas, la acompañé. Luego le pregunté dónde vivía, porque no me costaba nada llevarla hasta su casa, y se me ocurrió inclusive invitarla a cenar.
Al principio no quería, pero luego aceptó con gusto. Con la comida nos fuimos tranquilizando los dos, y empezó a contarme historias y anécdotas de técnicos IBM.
La muchacha era encantadora. No sé si era igual que las otras, pero cuando empezó a soltar una serie de nombres de técnicos que habían sido «pasados por el aro» en SINGER, entonces me di cuenta de que, al día siguiente, posiblemente yo estaría también en esa lista, así que me frené a tiempo y quedamos amigos, pero de ahí no pasó la cosa.
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Esta otra historia también se divulgó más rápido que la luz.
Estaba yo en CARD BLANCHE arreglando un sistema, cuando vi a una perforista —que yo sabía que era la mujer del jefe de operadores en otro cliente— intentando cambiarle la cinta a una perforadora. Ya tenía todas las manos sucias y no lograba montarla.
Entonces me le acerqué y le dije que me dejara montar la cinta a mí.
Cuando yo intentaba desenrollar la cinta —pues la perforista prácticamente le había hecho nudos— y me había puesto las manos negras, ella estaba casi encima de mí para ver cómo yo arreglaba aquello y, como me hacía sombra, «sin querer» la aparté con mi mano, con tan mala suerte que ella llevaba un suéter blanco y yo le estampé mi mano, completamente embadurnada y negra de tinta, en toda un seno. ¡Y tengo que reconocer que era una señor seno!
No sé quién de los dos se puso más rojo, si ella o yo, pero en un instante todos empezaron a murmurar y, cuando levanté la vista, vi la huella de mi manaza estampada completa en todo el centro del precioso seno.
Aquello fue de risa para todo el mundo, pero no habían pasado 5 minutos cuando me llamaron por teléfono. Era su marido, preguntándome qué había ocurrido.
Lo tomó en broma, como lo que había sido, pero, por varios días, cuando yo iba a un cliente las perforistas me decían: «Si me vas a tocar una teta, primero ponte los guantes».
Se referían a unos guantes de plástico que suministraba IBM justo en los casos en que había que remplazar cintas o cosas que pudieran manchar.
¡Fue ésa fue una MANCHA que tardé bastante en poder limpiar!
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16-09-2003
Pepsi-Cola, Sydney Ross, Avón y La Previsora
En general, los técnicos éramos todos bastante bromistas y, cuando podíamos, siempre intentábamos jugarle a un compañero alguna mala pasada.
Una vez fui a Los Cortijos de Lourdes, a la Pepsi-Cola, que tenía unas oficinas (exChrysler) preciosas, y en el hall había varias máquinas que expendían refrescos gratis.
Yo había ido a ayudar a un técnico, y éste, una vez terminada la tarea y como haciendo de dueño de casa, me invitó, todo orgulloso, a tomar un refresco.
Le dije que tenía que ir a otro cliente que estaba muy cerca —a Sydney Ross, siempre en Los Cortijos— porque allí había otro técnico con un problema. Como él no tenía nada que hacer, dijo que se acercaría allá también.
Al ratito de estar yo en el cliente llegó él. En eso pedí permiso para ir al baño; al minuto salí con un vaso en la mano, y al técnico que estaba en la Pepsi le dije: «¡Esto sí que es una buena limonada, no el refresco que me ofreciste tu allá!”.
Él, todo curioso, me preguntó dónde la había conseguido, y le dije que en el baño había un enfriador con un botellón encima, y que estaba buenísima.
A paso ligero se fue hacia el baño, y, a mi señal, los demás que estábamos allí lo seguimos, nos acercamos a la puerta del baño y, de repente, adentro se escuchó un rugido espeluznante seguido de una vulgaridad que casi no se pudo entender, ¡parecía un gallo cacareando! Afuera estábamos todos cuajados de la risa.
El tipo salió todo rojo y, con apenas un hilo de voz, parecido más a un gallo, dijo: «Coño, Leo, esto no es limonada, ¡es LISTERINE! ¿Dónde está el botellón de la limonada?».
El pobre, con la garganta quemada por el trago bestial de Listerine que se había echado, todavía no se había percatado de la broma.
Sydney Ross era un laboratorio farmacéutico que en su edificio tenía como una torreta con el símbolo de Cafenol y, entre otras cosas, distribuía Listerine.
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Otra de las bromas muy comunes que le hacían a los técnicos nuevos tenía lugar en AVÓN, donde prácticamente los bañaban con varias colonias que olían a demonio, y la mezcla a veces resultaba inaguantable, y cuando el técnico salía de AVÓN olía más a puta barata que a persona normal.
Más de un técnico tuvo problemas al volver a casa, ya que su mujer no se creía el cuento.
Recuerdo que una vez a uno no le gustó la broma, se arrechó bastante y le pusieron el apodo de «MAPURITE ARRECHO». A ése mismo, en otro cliente lo llamaban «DON LIMPIO», que era el nombre de un limpiador, porque la primera cosa que hacía al llegar a una instalación era pasar la aspiradora.
Otra instalación con historia era SINGER, en Boleíta. Tenía varias perforadoras, y las perforistas estaban todas a cual mejor. La jefa, muy famosa, se llamaba Milagros.
Cada vez que aparecía por allá un técnico nuevo, se le sentaba enfrente una perforista y empezaba a cruzarle las piernas y enseñarle «nombre y apellido». Creo que más de uno perdió su virginidad allí.
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En LA PREVISORA empezaron a incrementarse de pronto las llamadas al servicio técnico de IBM, y resultó que la mayoría eran falsas. Pero cada vez que para atenderlas mandaban a un par de técnicos específicos, siempre se resolvía el problema.
Para entender lo que podía estar pasando, en la oficina del jefe se montó un intercomunicador que permanecía siempre abierto y por él se escuchaba todo lo que decían las perforistas y, de paso, los comentarios y opiniones que ellas tenían acerca de cierto técnico de IBM.
Así supimos que las perforistas amigas de los dos técnicos antes mencionados utilizaban el sistema de llamadas para citarse con ellos.
Lo malo del invento del intercomunicador fue que se dejó instalado y siguió utilizándose para escuchar los comentarios entre las perforistas,…. y se volvió un instrumento peligroso porque salieron a relucir cosas que habría sido mejor no saber.
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17-09-2003
M. Alberto Gutiérrez
Sobre SINGER, OCAT, y el MOP
Yo recuerdo a Pepsi-Cola como OCAT.
Y las fallas de las perforadoras 026/029 en Singer se debían, con mucha frecuencia, a que las perforistas mejor dotadas de senos apoyaban éstos, sin darse cuenta, sobre la barra espaciadora del teclado, con lo cual se movían los campos.
Esto también sucedió en el MOP, pero aquí fue a propósito,… para que llegara Lalaguna a ver qué sucedía.
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18-09-2003
“El brujo”, “El compadre”, y los enanos
Creo que “El Puty” está confundido, pues nunca atendí el MOP.
Pero sí recuerdo el cuento de la “falla de teta” que resolvió con un cojín “el brujo” Julio Cesar Viera, y que tuvo lugar en Identificación y Extranjería, o tal vez en otro sitio.
Parece que la chica perforista era enana y pechugona, y cada vez que se inclinaba para pasar la hoja de los documentos que estaba transcribiendo, con su seno derecho golpeaba la barra espaciadora y provocaba el error.
Otra falla memorable fue con “El compadre” Pedro Luis Desiderio.
Existía una chica verificadora tan superrápida que iba más deprisa que la máquina verificadora IBM-056 y lograba que ésta diera error donde no lo había. Eso fue un cementerio de técnicos hasta que “El compadre” llegó y se «levantó» a la susodicha. Hasta allí llegó la falla.
Otra actuación de “El compadre” fue en la OCEI, cuando ésta estaba en el edificio de la Cervecería Caracas.
Allí había una tabuladora IBM-421, y una tarde, cuando “El compadre” ya se retiraba, para hacer más fácil su vida le dijo a la señora que limpiaba: “Comadre, échele una lavaíta a la máquina, que yo se lo agradeceré”.
Y la señora, ni corta ni perezosa, le lanzó a la 421 varios tobos de agua y la enjabonó perfectamente, después de lo cual la máquina quedó bastante limpia pero no funcionaba.
Un cliente famosos era CUSA* (Computaciones Unión, S.A.), que tenía sus instalaciones en el edificio Centro Empresarial, de la Av. Universidad.
El arquitecto que construyó este edificio pensó instalar en ese local un cine o un anfiteatro, lo cual hizo que el piso real tuviera un desnivel que el piso falso corrigió, pero de forma tal que, en un extremo, el piso falso era 1,2 metros más alto que el piso real.
Un día, Fernando Ortas (Mr. Magoo), para arreglar algo se metió debajo del piso falso, y un chistoso colocó en su lugar la losa que Ortas había sacado para bajar, con lo cual quedó él atrapado allá abajo, y por un tiempo bastante largo.
Ya podrán imaginarse lo florido del lenguaje usado por nuestro personaje cada vez que intentaba salir y le pisaban la losa par que no pudiera hacerlo. Además del frío que estaba pasando, lo que más le dolía era que se sentía muy a gusto con su tamaño (pues hasta saltar podía), y las burlas del personal.
Siguiendo con CUSA, un día llegó el pana Lorenzo Centeno y se encontró al DP Mgr, Magoo, Cadillo (q.e.p.d.) y D’Angelo, el jefe de operadores, todos ellos con estatura promedio de 1,5 metros. Y a Centeno se le ocurrió preguntar por Blanca Nieves.
El vivo del DP Mgr preguntó que por qué, a lo cual contestó Centeno: “Porque aquí ya están los enanos”.
Inmediatamente el DP Mgr llamó a IBM para que sacaran a Centeno porque no lo quería más en CUSA.
(*) NotaCMP. Al momento de registrar CUSA (siglas que, como muy bien dice Lalaguna, corresponden a Computaciones Unión, Sociedad Anónima) se quiso, por conveniencia mercantil, darle la figura de compañía anónima, pero se desistió de hacerlo,…. por obvias razones «acrónimas».





En los ’60s, las perfoverificadoras eran realmente un peligro para los tècnicos de IBM.
Cuando salimos de técnicos en 1960, yo fui asignado a la zona del Sr. Morales (el «Viejo Morales», q.e.p.d). El primer día, él me dijo: «Espere un momento mi hijito, ya viene Lacoste, para que se me vaya con él para CANTV».
Por supuesto, al llegar a CANTV con Fernando Lacoste, después de que él me presentó ante Alvarado —que era el Jefe del Departamento IBM, como era conocido aquel recinto—, me dijo: «Como eres nuevo, te encargarás del acuario», que así era conocida el área de las perfoverificadoras.
Y allí, empezó mi «calvario». Lo primero que hice fue preguntar qué era «el acuario», a lo que Fernando respondió: «¿Ves donde están las mujeres?, eso es el acuario».
Entre perforistas y verificadoras, eran 30, de todos los colores, alturas, etc.
Nuevo al fin, yo quería arreglar todo al mismo tiempo, y ratifico que muchas veces tenías que ingeniártelas con algunas de las operadoras porque, de verdad, eran tremendas.
La anécdota.
Pasados como 5 meses, cuando ya tenia yo carro y todo, un día recibí una llamada del Sr. Morales que me dijo: «Mijito, vaya a Tránsito para que me le haga un quite a Zambelli, que esté enfermo y hay allá una verificadora dañada».
Me fui a Tránsito, que quedaba en Villa Zoila. Allí había cerca de 20 perfoverificadoras y, apenas llegué, me gritaron «¡Mecánico!, pues así era como se conocía en esa época a los técnicos.
Me acerqué, como ya era costumbre por la parte posterior de la máquina y dándole el frente a la operadora, y le dije: «Por favor, ¿me ayuda a probar para ver la falla?».
Ella empezó a trabajar; enseguida la máquina hizo un ruido extraño y falló, y la operadora me dijo: «Eso es, ahí me da error».
Le respondí: «Déjemela para probar».
Cuando la operadora se iba a retirar de su sitio de trabajo, se hizo hacia atrás y allí ocurrió lo grande: cuando se retiraba, se subió la falda hasta donde era posible y, mostrándome lo que se podía ver del NOMBRE Y APELLIDO, me dijo: «¿Te gusta?», y se bajó su falda tan rápido como se la había subido.
Lo colosal —imagínense que yo tenía 19 años, era nuevo viendo esas cosas y en una instalación de IBM— es que me puse rojo y quedé boquiabierto, sin palabras, y lívido y aterrado.
No es necesario que lo diga, pero fui a Tránsito muchas veces más.
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En 1967, antes del terremoto, estaba en yo Caracas haciendo el curso de IBM/360-20, junto a Cavallini y Ventura Garcia.
Una tarde en que Carvallo tuvo que ausentarse a arreglar la 7070 de Shell, el Sr Morales (q.e.p.d), quien a la postre fue casi mi mentor, me dijo: «Mijito, ya que el curso está suspendido esta tarde, ¿por qué no va Singer, ahí en Boleíta, y me arregla unas dos 024 que están fallando?». Y, dicho esto, y sacó un maletincito que tenía en su escritorio.
Me fui a Singer y, de verdad, era de película. Allí había una debilidad, manifiesta y sin precedentes, por los técnicos IBM. Debo recordar a la muy gentil y amable Milagros, la persona que me recibió y que siempre estuvo a mi lado hasta que yo terminé de arreglar las máquinas.
Me sentí muy importante cuando me dijo: «Voy a llamar para que te asignen como Técnico de Singer».
Lo colosal es que después me enteré de que, si le atendías bien, siempre te despedía de esa manera.
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José, ¿o sea que te refieres al «besito»? (no especifico cual de ellos…)
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Carlos, lo de antes es referente a Milagros de Singer…
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Creo haber visto varias instalaciones de perforistas en Caracas, normalmente su nivel era aceptablemente bueno, de media, pero las muchachas que había en Singer creo que salían del concurso de Miss Venezuela, o por ahí, pues cada una era mejor que la otra. Y creo que Milagros, la supervisora, la más veterana pero muy potable, en su despacho debía de tener la lista de todos los técnicos de perforadoras de IBM, y, cuando aparecía uno nuevo, tenía que marcarlo a fuego, como los caballos,… para su record personal.
El único problema que le vi era que para «soltar lastre y agarrar cuota», iba largando nombres y hazañas, cosa que no me pareció ni correcto ni ético.
A partir de ese momento, desafortunadamente, empecé a calificar compañeros según lo que había escuchado. Inicialmente con cautela, pero, con el pasar del tiempo, tuve que confirmar que lo que había contado Milagros era verdad.
Técnico que como a las 3:00 ó 3:30 de la tarde estaba en Singer, no volvía a pegar golpe ese día.
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Leo, no seas tan bien pensado; tú también fuiste parte.
Recuerda bien: estabas en Caracas, y Singer era parte de tu territorio. En cambio, yo sólo estaba haciendo un quite.
Un saludo
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Bueno, Leo, eso depende de lo cómo se interprete lo de «pegar golpe» 🙂
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José, te puedo asegurar que en Singer no me comí ni un «rosco», y eso por un motivo que no es ético que divulgue, ya que involucraría a tercera persona.
Carlos, después de que «te marquen a fuego», creo que pocos golpes puedes dar, a lo sumo ¡BRINCAS!
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Por supuesto, tú sabes que hay un dicho, el «Picao de culebra, cuando ve bejuco brinca».
Sí, eran otros tiempos, definitivamente.
Había que andar con pies de plomo para no enredarse, pero a veces se podría correr el riesgo, dependiendo de….
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¿Y solamente eran mujeres perforistas?
Pues yo sé que en el DCS de IBM de Venezuela hubo hombre(s)s perforistas,… aunque no lo(s) llegué a ver.
Sé, por terceras personas, que teníamos un programador que no enviaba a perforar las hojas en que había escrito sus programas sino que él mismo lo hacía. Cuando comenté sobre esto me dijeron «Es que empezó trabajando de perforista».
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Javier, no tuve mucha «cultura sobre perfoverificadoras», pero no recuerdo haber visto hombres en ese trabajo.
En cambio, sí recuerdo a Camila, una perforista del Bacno Francés e Italiano (Av. Urdaneta), que con su espectacular culo traía de cabezas a más de uno que a veces pasaba por el Bacno sólo para ver la popa de Camila.
Por supuesto, había sido reclutada por Claudio Santilli.
Mi única experiencia con una perforista ya publicaré en breve.
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Hay una anécdota «antigua», o sea, de la época de las 024-026-056 —me la contaron tanto el «Viejo Morales» (q.e.p.d.) como Julio Cesar Viera (q.e.p.d.)— y era que se le sacaba a esas máquinas el cajetín frontal donde caían los chips perforados; se abría la tapa trasera y el gate de los relés, para permitir mayor visibilidad; se cambiaba la punta del cautín (soldador) por una bombilla; y se apuntaba bien hacia donde debía estar el cajetín.
Luego se le decía a la perforista que empezara a perforar y, cuando ya estaba ella probando la máquina a toda pastilla, se provocaba un corto. Y el chispazo, como reacción, hacía que la perforista abriese sus piernas, dejando ver todos sus «atributos» escondidos…
Contándole esto a un compañero, me comentó que una vez quiso ponerlo en práctica con una perforista que lo tenía loco. Con nervios preparó toda la faena y, cuando dio el chispazo, ¡OH SORPRESA!, ¡la muchcha tenía pantalones¡ Era que él con los nervios, no se había dado cuenta de que ese día no había venido ella con falda
Otro compañero también me dijo que, al escuchar la historia, quiso poner el práctica el truco pero, por más que lo intentaba, no había manera de ver nada. Era que lo estaba intentando hacer en una 029, que ya no tenía visibilidad entre la parte trasera y donde encajaba el cafetín.
Y, para chascos, el que se llevó otro técnico que, una vez preparado, le dijo a la perforista que probara la máquina y, cuando va a dar el corto, vio por el hueco del cajetín la cara de la perforista y ésta le dijo: «Oye, que esta broma ya es viejísima».
Y de estas historias y anécdotas hay muchísimas más que los que trabajaron más con perforadoras podrían contar mejor.
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Hola, Leo. Un placer encontrarte y saludarte.
Te recuerdo por los cursos que me diste junto con Ragazzoni. Me di un paseo de recuerdos con varios de los que mencionas, en especial a Henry Meza que fue mi gerente, y de las fiestas que tú mencionas.
También a Julio Viera, que fue quien me hizo el examen para entrar a IBM y, como para probarme, me lo hizo con circuitos a válvulas cuando ya estaban de moda los de transistores.
Por fortuna, yo había hecho mi proyecto de grado con válvulas, por lo que el famoso «Caimán» sólo dijo: «Ajá, salió muy bien. Empieza el lunes».
Un cordial saludos.
P.D.: A ver si alguien recuerda también a Juan León.
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Hola, Víctor.
Si te soy sincero, me acuerdo de ti por tu nombre pero no te ubico, o sea ,que te conozco pero que en este momento no logro recordar qué cursos te dicté. Además, te confundo con otro compañero al que llamábamos “Romerito” pero, intentando hacer memoria, creo que ése era de Valencia y se llamaba Felipe; por eso me ha entrado en mi cabeza esa confusión de personas.
Es que, en honor de la verdad, éramos muchísimos y trabajé con tantos que he llegado al punto que confundo los semblantes con los nombres.
Con el grupo de Henry Meza —y creo que no podía disimularlo mucho— era con el que mejor me llevaba, porque erais todos muy responsables y con ganas de aprender, y, como me pasó con Henry, cuando lo conocí siempre que iba a ayudarles o les dictaba un curso, Henry, aparte de lo formal, quería mi opinión sincera sobre vosotros y sé que me creía.
Espero haberte dado bien los cursos y que los hayas sabido aprovechar. Dicen que yo era muy exigente, y Julio Viera, medio en broma y medio en serio, decía que a mí me gustaba dictar bien los cursos, para que la gente aprendiera y no me estuviese luego llamando para que les fuese a ayudar.
¿Qué fue de tus compañeros del grupo de Henry? En mi opinión, eran todos muy válidos y con una carrera prometedora. Es que a finales de 1982 me fui de Venezuela y nunca supe nada más de que fue de vuestro grupo.
Sobre Juan León poco y nada puedo contarte, porque pertenecíamos a dos grupos diferentes. Él venía de Urapal, atendía tabuladoras, y cuando nos juntamos en Capriles, pasó a reportar a César Illeras.
Yo entré en Mene Grande, trabajaba con Uwe Petersen y ya entré atendiendo los sistemas 1130.
Por años, nuestros caminos nunca coincidieron; en realidad lo conocí una vez que fui a Puerto La Cruz por un problema de la UDO y él estaba haciendo suplencia por las vacaciones de Atance. Luego, años después, coincidimos trabajando en el FSG con Carvallo.
Voy a ver si me acuerdo de alguna anécdota de las que se puedan contar, y la escribo para que Carlos la publique.
Saludos y seguiremos en contacto.
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Víctor, en tu nota hay algo que me confunde: haces referencia a Ragazzoni pero yo no recuerdo haber dictado cursos con ninguno de los dos hermanos, ni Renato ni Renzo.
¿No te estarás refiriendo a Cavallini?
Es que Renato pasó en 1973 a analista, y, como un par de años después, Renzo se fue de IBM para volverse a Italia.
Sin embargo, Paolo Cavallini, que se había ido de IBM allá por 1972, como al año reingresó y estuvimos trabajando juntos unos 3 años, pues luego él se fue definitivamente.
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Hola, Leo; yo también tengo algo de confusión. Creo que me diste el curso de 3274 (grabadora de dkt). Yo estaba con Meza en esa época y usaba una gran barba (a la moda).
Déjame revisar si era el mismo Raggazoni. Sé que él se fue de IBM, igual que tú, y después, en una oportunidad, te ubiqué por España cuando yo tenía el cargo de ECPOC, del que recibí un curso de las primera minicomputadoras, creo que con él.
A Atance también lo recuerdo, pero no trabaje con él. Con apellido Romero conocí a Hernán y a Felipe.
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Si fue la 3274, entonces el curso te lo dio Cavallini, ya que él era el especialista en esa máquina. Yo posiblemente le ayudé, o le hiciese suplencia algún día.
Esa máquina yo nunca la estudié, pero me la encasquetaron, como de costumbre, cuando alguna quedaba «huérfana» de su especialista.
Di cursos de 1130, S/7, Teleproceso, Series/1, System/32, System/38 y algunos engendros e I/O’s —como discos, impresoras, etc.—, aunque, como ya te comenté, di otros cursos de máquinas que ni conocía, sólo basado en mi experiencia.
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Señalo algo. Sí había «perforistos» en CANTV: Martínez —no recuerdo su nombre— ya había pasado de «perforisto» a verificador y, sin duda, era muy «bueno» (OjO: No se malinterprete lo de «bueno», con lo que quiero decir que era tan rápido y eficiente como la mejor de las perfoverificadoras).
En la mejor época de CANTV hubo hasta 40 perforistas en el «acuario», y uno de ellos era el amigo Martínez.
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Ahora me aclaras los recuerdos: fue Cavallini, y también me diste el curso de S/32, que después lo siguió dando Juan León.
Como anécdota recuerdo que, una vez recién llegado del curso de 029 y 059 (no he podido recordar el nombre del instructor de este curso pero siempre decía «si no es gato es gata»), me mandaron a atender una llamada de Cartografía. Fui a Camejo y no era allí; me dijeron que era en Plaza Miranda.
Llegué y conseguí una gigantesca máquina que ocupaba todo un gran salón; después supe que era un pantógrafo para hacer los mapas. Estaba conectada a otra máquina que el operador me dijo que era IBM. La revisé, encontré la placa IBM, estuve como media hora buscando como abrirla, y simulando.
Afortunadamente, entre el manual que estaba con la máquina y el operador que ayudó a duplicar la falla, conseguí ésta: un platino chamuscado de un relé.
Así hice mi curso de 024. Después fue la 026, en la que Cheo Ramírez más de una vez me ayudó, al igual que con la 082/083, que después fueron máquinas encasquetadas.
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Ahora recuerdo. Esa broma de las tipas que se levantaban la falda me la hicieron en Industrial del Perfume.
Estaba yo, tirado en el piso, cambiando una fuente de una 059 (esa bicha era pesada). Un de las perforistas, junto con otras de su grupo, se acercó a mí, casi a nivel de mi cabeza, y se puso la falda a la barriga. Yo pelé mis ojotes y quedé como condorito, y las CdM se cuajaron de la risa y decían: «¡Mira cómo peló los ojos! ¡Cua cua cua!».
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En la Creole (Lagovén después), había una gran sala de perforistas y, frente a todas ellas, estaba la supervisora.
Cuando el técnico IBM entraba, la supervisora le decía: «La máquina de fulana está fallando». Y uno debía caminar por el pasillo central hasta llegar a la máquina indicada.
La cuestión era tan seria que la supervisora llevaba nota de cuántas veces una determinada operadora se paraba, para ir al baño o a hacer cualquier otracosa.
Un día llegué y se cumplió la rutina de preguntar y llegar hasta la maquina indicada. Al cabo de un rato, la supervisora me llamó. Caminé hasta su escritorio, atravesando media sala, y al llegar me dijo, en voz bastante alta: «Tienes la bragueta abierta».
Me quedé de una pieza, sin saber qué hacer, y creo que, simplemente, no pronuncie palabra.
Al darme vuelta fui el centro de las miradas de todas las perforistas y, por supuesto, que las carcajadas eran de espanto. Baste decir que lo de la bragueta era mentira, pero como yo apenas tenía un par de días asignado a Creole, ésa fue mi bienvenida.
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José, creo que en esto debes tener tú más experiencia, ya que yo fui de la generación de la 029.
Hay una historia —creo que contada por J. C. Viera, Barriga o Tata Bato (todos q.e.p.d)— acerca de un incidente, del que se mencionaba el tema pero no el protagonista —aunque alguien dijo que podría ser el IBMista Efraín Aponte (y pido disculpas a Efraín si no es verdad—, que dice que a éste lo mandaron a trabajar en alguna instalación petrolera en Punto Fijo (posiblemente Amuay o Pta. Cardón) y que cuando, acompañado por el jefe de la instalación, entró el primer día en el centro de perforistas (todas de máquinas 024, 026 ó 056), al notar en el ambiente un cierto olor a sardina, dijo en voz alta que él venía de Caracas y que estaba acostumbrado a trabajar con personas muy limpias, y que, si esas mujeres no se bañaban, él no atendería las máquinas, cosa que, de muy mal grado, tuvo que advertir el jefe a sus perforistas e, ipso facto se fue.
Al día siguiente llegó nuestro IBMista al centro y, por supuesto, la recepción por parte de las perforistas no fue para nada cálida, y así de tensa fue la situación por algunos días.
Dicen que nuestro IBMista estaba un día trabajando en una perforadora, cuando empezó a sentir de nuevo el olor a sardina.
Miró bien, y aunque a su alrededor no había próxima ninguna perforista, el olor iba aumentando,… hasta que empezó a escuchar un “PSSSSSS”, se intensificó el olor y, finalmente, vio un “rectificador al selenio” de una perforadora que se había puesto rojo, para luego quemarse.
Fue ahí cuando se dio cuenta —ya que, por su falta de experiencia, no lo sabía— de que, cuando los “rectificadores al selenio” empiezan a deteriorarse, comienzan a despedir un gasecillo de típico aroma a sardina.
No sé cómo terminaría el asunto, pero esa anécdota creo que ha pasado en los anales del historial técnico de IBM de Venezuela.
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Saludos cordiales.
Me dirijo a usted en la oportunidad como parte de los antecedentes históricos sobre el uso de medios informáticos en el sector salud de Venezuela.
Tengo algunos datos verbales sobre el uso de las tarjetas de IBM en instituciones de salud, en especial en aquellas referidas a los servicios médicos de la industria petrolera.
Sería un valioso aporte conocer detalles del mismo, si está en su manos compartirlo.
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Sr. Sanguino, me perdona pero no logro entender qué es realmente lo que usted propone.
Si se refiere al uso de tarjetas magnéticas para operar cerraduras de control de acceso, de eso no sé nada. En IBM las instaló, hace muchos años, el exIBMista Leonardo Masina, y aún siguen en operación.
Tal vez Leonardo vea este comentario y pueda decirle algo si usted da más detalles.
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Sr. Sanguino, no hay que confundir los «medios» con las aplicaciones.
Las tarjetas con banda magnética, y las respectivas lectoras, podrían definirse como un «medio magnético» del cual IBM, y otras muchas empresas informáticas, se han servido y se siguen sirviendo.
Por ejemplo, a los teclados con lectores de banda magnética los llamaríamos hardware. La otra parte es lo que se denominaría software o, en palabras más simples, el programa de aplicación.
Referente a los programas de aplicación, tanto IBM como muchísimas otras empresas han desarrollado sus propias aplicaciones, que podrían ser:
– Control de acceso
– Tarjetas de crédito
– Tarjetas de débito
– Tarjetas identificativas
– Tarjetas para estacionamientos
…y una infinidad más.
Actualmente, el sistema de “banda magnética” está tendiendo a desaparecer para ser sustituido por las tarjetas con “chip”. De hecho, la mayoría de las tarjetas de crédito utilizan ya los dos sistemas.
En España, el DNI —o Documento Nacional de Identidad— ahora incorpora un chip (DNI Electrónico) que permite y facilita a los ciudadanos poder efectuar una serie de gestiones con entes estatales —tanto en las oficinas de éstos como desde su casa, y por medio del PC y una lectora— que le facilitan las instituciones, para poder efectuar infinidad de gestiones.
Existe un tercer sistema, que sería el del “transponder”, o de “aproximación”, o sea, qie no hace falta pasar la tarjeta por un lector sino que basta con tan sólo acercarla al punto señalado, y la tarjeta es leída por transponder.
Es similar al sistema de las barreras que suenan en los grandes almacenes y tiendas, si alguien se lleva un artículo sin haber desactivado el transponder que hay en él.
Como ejemplo, en el Metro de Valencia (España) existe una tarjeta multiviaje que incorpora la banda magnética y el transponder. Esa tarjeta es recargable, o sea, uno puede ir recargando viajes, y eso queda almacenado tanto en la banda magnética como el transponder.
Seguramente la aplicación a la cual usted se refiere es una diseñada específicamente para ese usuario, y tendrá códigos y claves, aparte encriptamientos, que sólo éste conoce. Ésa el la base de seguridad de todo este sistema.
Por tanto, para obtener una respuesta a su pregunta debería usted ponerse en contacto con el departamento de ventas de IBM, o de cualquier compañía que desarrolle software, para poder informarse más específicamente acerca de la aplicación en la que usted está interesado.
Normalmente estas aplicaciones se denominan “llave en mano”, o sea, que son un paquete CERRADO y CONFIDENCIAL al cual sólo las personas involucradas podrán tener acceso.
Espero haber podido aclarar y responder su pregunta.
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