[*IBM}– Anécdotas y personajes: Fernando Lacoste, un personaje diferente / Juan Fermín Dorta

12-09-10

Juan Fermín Dorta

Su cara era inexpresiva,… cuando él quería. Sus ojos azules se tornaban vacíos y parecían estar viendo a través del interlocutor; te estaba atendiendo, pero por su mente debían estar pasando, simultáneamente, muchos recuerdos.

Esos ojos habían visto mucho como para concentrarse en solo una situación y en solo un interlocutor. Habían visto a su madre dando a luz a su hermana en medio de un bombardeo.

Los B-26 dale que dale, aquella mujer pujando, y el niño Fernando sin poder hacer nada.

Viene la invasión, y seguro que, como muchos italianos, fue guía improvisado y, de camino, aprendiendo inglés. Al igual que con el castellano, llegó a dominar el inglés, pero ¡cómo gozaba cuando algún visitante de USA le hablaba y él contestaba en perfecto inglés pero con una marcada entonación a lo Vittorio de Sica! Le faltaba el bigotito y el panamá. Y los gringos al borde el éxtasis.

Emigra a la Argentina y, ya muchachón, se emplea en un bar. Pocas veces le oímos reírse a carcajadas como cuando nos contaba que de un limón sacaba una docena de limonadas; por supuesto, “recargándolo” bajo el grifo de agua.

Y los que alguna vez fuimos a Argentina, y en frías noches de otoño salíamos de El Viejo Almacén cantando tangos pero con dólares en el bolsillo, pudimos darnos cuenta de cuán triste debía ser sobrevivir en ese país sin los suficientes medios de vida.

Por cierto, entre los tangueros estuvo Don Ramón Lander Santana (qepd).

Y así seguían sus anécdotas, hasta que un día nos contó que su mujer le leyó un anuncio en que IBM pedía gente, y le dijo “Prepárate, tú puedes”. No llegó al detalle de si fue con libros o en una academia, pero el tío pasó el examen (1) y se unió a aquel grupo de argentinos que aterrizaron en Venezuela, por supuesto previos cursos y más cursos.

Y aquí está nuestro personaje, en su segunda emigración, esta vez a un país sabroso, guapachoso, caliente, en el que, como dijo el propio Fernando, ”Éramos felices y no lo sabíamos”.

Y, cómo muchos medios días, almorzando en el Phelps se espepitaba a hablar en voz alta de “Este pobre país, bla, bla, bla”. Y no era raro que en la mesa de enfrente estuviera un grupo de japoneses mandándose ¾ lbs. de carne, medium rear, en pleno éxtasis por la calidad y el pre$io.

Fernando, siempre fuiste un pesimista de profesión —perdón, por hardware— pero con un software exquisito que hizo que los que te conocimos y tratamos te recordemos con amor y gran respeto.

Creo que, excepto Delia, nadie supo si Fernando lo quería, pero, de verdad, ¡a ti sí te queríamos y te queremos, viejo regañón!

Te imagino ahora en pleno Brickell, donde viven los ricos, rascándote los cataplines todo el día, huevas de esturión por medio, y quejándote,… ¿ahora de qué, querido?

Chao, viejo, hasta la próxima.

***

(1) NotaCMP

La historia de cómo Fernando Lacoste entró en IBM fue así:

Su esposa de entonces —quien, como dice JF, encontró el aviso puesto por IBM en el que se solicitaba personal— tuvo que obligarlo a ir a presentar el examen ya que él pensaba que no tenía el menor chance de aprobarlo porque trabajaba de ebanista.

Finalmente, compró un libro (usado) de electricidad elemental, en un fin de semana se lo caletreó, fue a IBM, presentó el examen,… y salió primero de entre 500 aspirantes.

Cosas de genio, … digo yo.

Por supuesto, IBM lo contrató.

6 comentarios sobre “[*IBM}– Anécdotas y personajes: Fernando Lacoste, un personaje diferente / Juan Fermín Dorta

  1. Juan Fermín, lindo relato sobre el personaje don Fernando Lacoste. Es una de las personas que conocimos en el trabajo y con quienes tuvimos la oportunidad de convivir en ese medio.

    Mis sinceras congratulaciones.

    Manny.

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  2. Yo conocí a Fernando. Fue en la década de los ’50s, yo con mis 20 abriles y él un poco más.

    Éramos dos lindos jóvenes, y teníamos en común la pasión por la literatura, la música, y la cultura en general. Hay que tener en cuenta que, en aquella época, de nosotras sólo se esperaba que encontráramos un partido para casarnos.

    Nos unían muchas cosas, pero nos separó la terrible igualdad de nuestros caracteres, anticonformistas y pesimistas los dos, aunque él me ganaba dada sus vivencias.

    Cobardemente hui para (yo creí) tratar de salvarme, pero el gran amor que nos tuvimos es algo que llevo siempre conmigo.

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