[*FP}– Del baúl de los recuerdos: Un ladrón en IBM

Carlos M. Padrón

Como dije en “No me tocaba ese día” —artículo cuya lectura recomiendo para entender mejor éste— con la firma de los contratos de DataEnd alcancé como vendedor el 360% de mi cuota para 1973, y me hice acreedor a todos los premios de ventas previstos ese año por IBM de Venezuela.

Entre éstos estaba el Top Performer, que ese año consistía en un viaje a los juegos finales, a celebrarse en Munich a comienzos de julio/1974, del Campeonato Mundial de Fútbol Alemania ‘74.

El itinerario, según me recuerda mi “agendiario” —que, con ciertas irregularidades, mantengo desde 1967— fue:

El miércoles 03/07/1974, el día anterior a mi partida de Venezuela, lo dediqué a dejar ultimado todo lo relativo a mi trabajo, y después de terminar ese día las visitas a clientes, me fui a las dependencias de la Sucursal de Ventas de IBM en la que yo trabajaba.

Para entrar a esa Sucursal había que, desde el pasillo exterior, traspasar una puerta que daba acceso a una especie de pequeño hall, o antesala, al fondo del cual había, una al lado de la otra, dos puertas. La de la izquierda era la del área de esa Sucursal de Ventas, y la de la derecha era la del área administrativa que servía a ésa y a otras sucursales de ventas de IBM.

Internamente, esas dos áreas estaban separadas por un tabique de madera que en su parte alta tenía una especie de romanilla, removible y también de madera, para que el aire acondicionado, común a todo ese espacio, pudiera circular.

Como era ya tarde, encontré cerradas las dos puertas que había que traspasar para llegar hasta el área donde estaba el escritorio que yo compartía con otros tres vendedores, pero usando mi llave pude entrar y me senté a trabajar.

Y en eso estaba cuando llegó la señora que hacía allí la limpieza diaria. Nos saludamos, y ella se puso a hacer lo suyo mientras yo seguía en lo mío.

De pronto, la señora me sorprendió con un “¡Señor Padróooon!”, dicho en voz trémula, bastante baja, y con un tono de entrecortada excitación que denotaba miedo.

Sorprendido miré hacia ella y la vi de pie en medio del salón del área de la Sucursal, a la altura de la oficina de Felipe Laredo, que estaba abierta, y con ojos desorbitados y cara de que no iba a decir más nada, me señalaba con su índice derecho, moviendo su mano hacia adelante y hacia atrás, el interior de esa oficina.

Cuando se percató de que yo había entendido que algo irregular estaba ocurriendo, y me levanté para ir a ver de qué se trataba, se llevó un dedo a sus labios e hizo el conocido gesto de pedir silencio.

Al llegar junto a ella y mirar en la dirección que me señaló vi que, tendido bajo el escritorio de Laredo, y obviamente escondido, había un hombre que parecía joven. Tenía pelo oscuro y corto, y estaba echado de espaldas, con las piernas recogidas casi totalmente. Vestía camiseta amarilla y un pantalón jean azul, y calzaba una especie de alpargatas. Eso era visible porque el escritorio era del tipo cuya parte trasera, la que daba hacia el exterior de la oficina, tenía un panel que no llegaba hasta el piso.

Como era obvio que él se había dado cuenta de que lo habíamos descubierto, en voz alta y con fingido tono de naturalidad, como restándole importancia a una falsa alarma, dije:

—No se preocupe, señora. Es uno de los analistas de Laredo que suelen trabajar hasta tarde y luego se acuestan un rato donde mejor pueden.

Y mientras le decía esto, regresé a mi escritorio, guardé a la carrera, sin orden alguno, lo que tenía sobre él; tranqué; eché mano de mi maletín, en el que ya tenía la documentación para el viaje; tomé del brazo a la señora; salí con ella al pasillo, cerrando y trancando con llave la puerta de la Sucursal y también la del pasillo; y al llegar frente a los ascensores le dije:

—¡Váyase de prisa y dígale a los de Seguridad del edificio que vengan inmediatamente!

Y me quedé esperando allí, y sin apartar la vista de la puerta que daba acceso al hall.

Pasados unos cinco minutos, que me parecieron horas, llegaron dos guardias de la Seguridad del edificio. Les conté lo que había pasado y, por supuesto, dijeron que tenían que entrar al área de la Sucursal, así que, caminando delante de ellos, les abrí la puerta del pasillo, y, al abrir luego la propia de la Sucursal, con un gesto de mi brazo los invité a pasar y me quedé en el hall, pues no quería yo ser el primero en entrar allí.

Desenfundaron sus pistolas y, visiblemente temerosos, entraron al área en la que estaba la oficina de Laredo, pero a los pocos segundos salieron diciendo que allí no había nadie.

Extrañado entré, y en presencia de los dos guardias revisé todo. Efectivamente, el hombre que yo había visto echado bajo el escritorio de Laredo no estaba ya en ese sitio ni en ningún otro de ese área. ¡Se había esfumado!

Molesto por lo que podría ocurrir —retrasos incluidos, y en peligro mi viaje— y temiendo que los de Seguridad pensaran que se les había gastado una broma pesada y presentaran una queja, me puse a pensar cómo pudo haber salido de allí aquel hombre sin que yo lo viera, y entonces recordé la romanilla en lo alto del tabique divisorio entre el área de la Sucursal y el área administrativa. Miré hacia arriba y vi que un tramo de ella estaba claramente mal puesto y con señales de haber sido forzado.

Con un gesto de mi mano hice notar esto a los dos guardias, y con otro gesto los invité a que me siguieran; todo en silencio. Los llevé frente a la puerta del área administrativa, la abrí, y a los dos segundos escasos de haber entrado ellos, pistola en mano, escuché que uno gritó: “¡Manos arriba! ¡No se mueva!”.

Di media vuelta y me fui como alma que lleva el Diablo, pues no quería que los de Seguridad me pidieran que me quedara para dar declaraciones a la Policía que, de seguro, ellos llamarían.

Al llegar a la planta baja comencé a caminar tan rápido como pude. En esta casi huida me crucé con Jesse Alfonso, el gerente de la Sucursal, que salía de una cervecería que había en esa zona del edificio. Sin aminorar la marcha, para no darle oportunidad de hacerme preguntas, le dije “Arriba en la Sucursal te espera alguien”, y continué mi marcha aún más rápido que antes.

Mientras ya en mi casa preparaba el equipaje me sobresalté todas las veces que sonó el teléfono, pues temía que me llamaran de IBM para que me presentara a dar declaraciones, y perdiera yo con eso mi viaje.

Pero no, no llamaron, ni tampoco llamé yo, aunque estuve tentado de hacerlo en la mañana del día siguiente, jueves 04/07/1974, cuando estando ya en el aeropuerto de Maiquetía esperando la salida de mi vuelo, no dejaba de preguntarme quién sería aquel hombre, qué buscaba en nuestra Sucursal, qué habrían hecho con él, etc.

***

Terminado el Mundial de Fútbol —que, en mi opinión, habría ganado Holanda de no haberse disputado en Alemania esa final entre Kruyff y Beckenbauer— continué mi viaje según el itinerario.

El vuelo Münich-Zürich lo hice en compañía de otros varios amigos de IBM de Venezuela. Como Pérez-Pina, uno de ellos, no tenía vuelo de conexión entre Zürich y Caracas, al salir de inmigración y pasar al área de recogida de equipajes, me dio las llaves de su maleta y me pidió que, por favor, se la recogiera, y se fue a toda prisa a ver de conseguir sus vuelos.

Cuando tuve en mi mano su maleta y la mía, puse rumbo a la salida del área, y al pasar por un pasillo una de cuyas paredes era totalmente de vidrio, en ella se abrió de pronto una misteriosa puerta por la que salió un individuo que se plantó delante de mí, impidiéndome el paso, y con gesto enérgico me pidió que entrara al área de la cual él había salido.

Apenas entrar vi que se trataba de un recinto de vigilancia, cuyas paredes de vidrio permitían ver en una sola dirección. Y desde ese recinto varios inspectores de aduana, sentados detrás del tabique de vidrio que daba al área de recogida de equipajes, veían todo lo que en esa área ocurría.

Uno de ellos vio cómo Pérez-Pina me dio las llaves y se fue deprisa, y eso me hizo sospechoso ante los de aduana, así que, una vez adentro, me llevaron a un pequeño cuarto, me sometieron a un largo interrogatorio, y me hicieron abrir las dos maletas, lo cual me puso a temblar porque yo no tenía idea de qué podría haber en la de Pérez-Pina. Y, para colmo, en ese momento recordé que otro compañero de IBM de Venezuela, que por años había trabajado en la misma Sucursal de Ventas en la que, también por años, había trabajado y trabajaba todavía Pérez-Pina, había sido detenido por tráfico de drogas y nunca más supimos de él.

Por suerte salí airoso del interrogatorio y la requisa, y después de darme una reprimenda por haber recibido algo de otra persona, los de aduana me dejaron ir.

Del resto de ese viaje, lo que con el tiempo ha sobrevivido en mi memoria, además del incidente causado por la maleta de Pérez-Pina, es la conversación que el lunes 15/07/1974 sostuve en La Laguna (Tenerife) con quien entonces era mi suegro, pues lo que él, tal vez porque se sentía ya enfermo, me dijo ese día, último en que lo vi con vida, fue profético. Murió en diciembre de 1975.

El jueves 18/07/1974 volví de nuevo al trabajo, y apenas me vio Milena Micasa, la secretaria de la Sucursal, me contó, emocionada, que en el área administrativa habían sorprendido los de Seguridad a un individuo aparentemente árabe que no hablaba español y que no tenía identificación alguna; sólo tenía, en uno de sus bolsillos, un billete de 20 bolívares. Y que en la PTJ (la hoy desaparecida Policía Técnica Judicial) había confesado que había entrado a nuestra Sucursal porque le ofrecieron dinero para que robara el OEI.

El OEI —Order Equipment Inventory = Inventario de órdenes y equipos— era un libraco grande y pesado que, en grandes hojas removibles del papel llamado “formas continuas”, tenía, hasta el mínimo detalle (fechas, nombres de clientes, valor en dólares, etc.), la historia de todos los equipos y programas IBM instalados en el país, en renta o venta, y de todos los equipos, partes o programas ordenados pero no instalados aún. Todo esto era, por supuesto, información confidencial y valiosa para la competencia.

Dándome cuenta de que ni la señora de la limpieza ni Jesse Alfonso habían dicho nada de mi participación en el incidente del ladrón, opté por mostrarme altamente sorprendido de todo lo que Milena me contaba.

Por un tiempo, y cuando pude, hice preguntas al respecto, pero nunca supe si al final se averiguó quién estaba tras el intento de robo del OEI. Supongo que sí lo averiguaron pero no consideraron conveniente divulgarlo porque, tal vez, no había forma de demostrarlo ya que el frustrado ladrón era, a todas luces, un pobre diablo cuyo testimonio no resultaba fiable.

[*FP}– Un ladrón en IBM

Carlos M. Padrón

Como dije en “No me tocaba ese día” —artículo cuya lectura recomiendo para entender mejor éste— con la firma de los contratos de DataEnd alcancé como vendedor el 360% de mi cuota para 1973, y me hice acreedor a todos los premios de ventas previstos ese año por IBM de Venezuela.

Entre éstos estaba el Top Performer, que ese año consistía en un viaje a los juegos finales, a celebrarse en Munich a comienzos de julio/1974, del Campeonato Mundial de Fútbol Alemania ‘74.

El itinerario, según me recuerda mi “agendiario” —que, con ciertas irregularidades, mantengo desde 1967— fue:

El miércoles 03/07/1974, el día anterior a mi partida de Venezuela, lo dediqué a dejar ultimado todo lo relativo a mi trabajo, y después de terminar ese día las visitas a clientes, me fui a las dependencias de la Sucursal de Ventas de IBM en la que yo trabajaba.

Para entrar a esa Sucursal había que, desde el pasillo exterior, traspasar una puerta que daba acceso a una especie de pequeño hall, o antesala, al fondo del cual había, una al lado de la otra, dos puertas. La de la izquierda era la del área de esa Sucursal de Ventas, y la de la derecha era la del área administrativa que servía a ésa y a otras sucursales de ventas de IBM.

Internamente, esas dos áreas estaban separadas por un tabique de madera que en su parte alta tenía una especie de romanilla, removible y también de madera, para que el aire acondicionado, común a todo ese espacio, pudiera circular.

Como era ya tarde, encontré cerradas las dos puertas que había que traspasar para llegar hasta el área donde estaba el escritorio que yo compartía con otros tres vendedores, pero usando mi llave pude entrar y me senté a trabajar.

Y en eso estaba cuando llegó la señora que hacía allí la limpieza diaria. Nos saludamos, y ella se puso a hacer lo suyo mientras yo seguía en lo mío.

De pronto, la señora me sorprendió con un “¡Señor Padróooon!”, dicho en voz trémula, bastante baja, y con un tono de entrecortada excitación que denotaba miedo.

Sorprendido miré hacia ella y la vi de pie en medio del salón del área de la Sucursal, a la altura de la oficina de Felipe Laredo, que estaba abierta, y con ojos desorbitados y cara de que no iba a decir más nada, me señalaba con su índice derecho, moviendo su mano hacia adelante y hacia atrás, el interior de esa oficina.

Cuando se percató de que yo había entendido que algo irregular estaba ocurriendo, y me levanté para ir a ver de qué se trataba, se llevó un dedo a sus labios e hizo el conocido gesto de pedir silencio.

Al llegar junto a ella y mirar en la dirección que me señaló vi que, tendido bajo el escritorio de Laredo, y obviamente escondido, había un hombre que parecía joven. Tenía pelo oscuro y corto, y estaba echado de espaldas, con las piernas recogidas casi totalmente. Vestía camiseta amarilla y un pantalón jean azul, y calzaba una especie de alpargatas. Eso era visible porque el escritorio era del tipo cuya parte trasera, la que daba hacia el exterior de la oficina, tenía un panel que no llegaba hasta el piso.

Como era obvio que él se había dado cuenta de que lo habíamos descubierto, en voz alta y con fingido tono de naturalidad, como restándole importancia a una falsa alarma, dije:

—No se preocupe, señora. Es uno de los analistas de Laredo que suelen trabajar hasta tarde y luego se acuestan un rato donde mejor pueden.

Y mientras le decía esto, regresé a mi escritorio, guardé a la carrera, sin orden alguno, lo que tenía sobre él; tranqué; eché mano de mi maletín, en el que ya tenía la documentación para el viaje; tomé del brazo a la señora; salí con ella al pasillo, cerrando y trancando con llave la puerta de la Sucursal y también la del pasillo; y al llegar frente a los ascensores le dije:

—¡Váyase de prisa y dígale a los de Seguridad del edificio que vengan inmediatamente!

Y me quedé esperando allí, y sin apartar la vista de la puerta que daba acceso al hall.

Pasados unos cinco minutos, que me parecieron horas, llegaron dos guardias de la Seguridad del edificio. Les conté lo que había pasado y, por supuesto, dijeron que tenían que entrar al área de la Sucursal, así que, caminando delante de ellos, les abrí la puerta del pasillo, y, al abrir luego la propia de la Sucursal, con un gesto de mi brazo los invité a pasar y me quedé en el hall, pues no quería yo ser el primero en entrar allí.

Desenfundaron sus pistolas y, visiblemente temerosos, entraron al área en la que estaba la oficina de Laredo, pero a los pocos segundos salieron diciendo que allí no había nadie.

Extrañado entré, y en presencia de los dos guardias revisé todo. Efectivamente, el hombre que yo había visto echado bajo el escritorio de Laredo no estaba ya en ese sitio ni en ningún otro de ese área. ¡Se había esfumado!

Molesto por lo que podría ocurrir —retrasos incluidos, y en peligro mi viaje— y temiendo que los de Seguridad pensaran que se les había gastado una broma pesada y presentaran una queja, me puse a pensar cómo pudo haber salido de allí aquel hombre sin que yo lo viera, y entonces recordé la romanilla en lo alto del tabique divisorio entre el área de la Sucursal y el área administrativa. Miré hacia arriba y vi que un tramo de ella estaba claramente mal puesto y con señales de haber sido forzado.

Con un gesto de mi mano hice notar esto a los dos guardias, y con otro gesto los invité a que me siguieran; todo en silencio. Los llevé frente a la puerta del área administrativa, la abrí, y a los dos segundos escasos de haber entrado ellos, pistola en mano, escuché que uno gritó: “¡Manos arriba! ¡No se mueva!”.

Di media vuelta y me fui como alma que lleva el Diablo, pues no quería que los de Seguridad me pidieran que me quedara para dar declaraciones a la Policía que, de seguro, ellos llamarían.

Al llegar a la planta baja comencé a caminar tan rápido como pude. En esta casi huida me crucé con Jesse Alfonso, el gerente de la Sucursal, que salía de una cervecería que había en esa zona del edificio. Sin aminorar la marcha, para no darle oportunidad de hacerme preguntas, le dije “Arriba en la Sucursal te espera alguien”, y continué mi marcha aún más rápido que antes.

Mientras ya en mi casa preparaba el equipaje me sobresalté todas las veces que sonó el teléfono, pues temía que me llamaran de IBM para que me presentara a dar declaraciones, y perdiera yo con eso mi viaje.

Pero no, no llamaron, ni tampoco llamé yo, aunque estuve tentado de hacerlo en la mañana del día siguiente, jueves 04/07/1974, cuando estando ya en el aeropuerto de Maiquetía esperando la salida de mi vuelo, no dejaba de preguntarme quién sería aquel hombre, qué buscaba en nuestra Sucursal, qué habrían hecho con él, etc.

***

Terminado el Mundial de Fútbol —que, en mi opinión, habría ganado Holanda de no haberse disputado en Alemania esa final entre Kruyff y Beckenbauer— continué mi viaje según el itinerario.

El vuelo Münich-Zürich lo hice en compañía de otros varios amigos de IBM de Venezuela. Como Pérez-Pina, uno de ellos, no tenía vuelo de conexión entre Zürich y Caracas, al salir de inmigración y pasar al área de recogida de equipajes, me dio las llaves de su maleta y me pidió que, por favor, se la recogiera, y se fue a toda prisa a ver de conseguir sus vuelos.

Cuando tuve en mi mano su maleta y la mía, puse rumbo a la salida del área, y al pasar por un pasillo una de cuyas paredes era totalmente de vidrio, en ella se abrió de pronto una misteriosa puerta por la que salió un individuo que se plantó delante de mí, impidiéndome el paso, y con gesto enérgico me pidió que entrara al área de la cual él había salido.

Apenas entrar vi que se trataba de un recinto de vigilancia, cuyas paredes de vidrio permitían ver en una sola dirección. Y desde ese recinto varios inspectores de aduana, sentados detrás del tabique de vidrio que daba al área de recogida de equipajes, veían todo lo que en esa área ocurría.

Uno de ellos vio cómo Pérez-Pina me dio las llaves y se fue deprisa, y eso me hizo sospechoso ante los de aduana, así que, una vez adentro, me llevaron a un pequeño cuarto, me sometieron a un largo interrogatorio, y me hicieron abrir las dos maletas, lo cual me puso a temblar porque yo no tenía idea de qué podría haber en la de Pérez-Pina. Y, para colmo, en ese momento recordé que otro compañero de IBM de Venezuela, que por años había trabajado en la misma Sucursal de Ventas en la que, también por años, había trabajado y trabajaba todavía Pérez-Pina, había sido detenido por tráfico de drogas y nunca más supimos de él.

Por suerte salí airoso del interrogatorio y la requisa, y después de darme una reprimenda por haber recibido algo de otra persona, los de aduana me dejaron ir.

Del resto de ese viaje, lo que con el tiempo ha sobrevivido en mi memoria, además del incidente causado por la maleta de Pérez-Pina, es la conversación que el lunes 15/07/1974 sostuve en La Laguna (Tenerife) con quien entonces era mi suegro, pues lo que él, tal vez porque se sentía ya enfermo, me dijo ese día, último en que lo vi con vida, fue profético. Murió en diciembre de 1975.

El jueves 18/07/1974 volví de nuevo al trabajo, y apenas me vio Milena Micasa, la secretaria de la Sucursal, me contó, emocionada, que en el área administrativa habían sorprendido los de Seguridad a un individuo aparentemente árabe que no hablaba español y que no tenía identificación alguna; sólo tenía, en uno de sus bolsillos, un billete de 20 bolívares. Y que en la PTJ (la hoy desaparecida Policía Técnica Judicial) había confesado que había entrado a nuestra Sucursal porque le ofrecieron dinero para que robara el OEI.

El OEI —Order Equipment Inventory = Inventario de órdenes y equipos— era un libraco grande y pesado que, en grandes hojas removibles del papel llamado “formas continuas”, tenía, hasta el mínimo detalle (fechas, nombres de clientes, valor en dólares, etc.), la historia de todos los equipos y programas IBM instalados en el país, en renta o venta, y de todos los equipos, partes o programas ordenados pero no instalados aún. Todo esto era, por supuesto, información confidencial y valiosa para la competencia.

Dándome cuenta de que ni la señora de la limpieza ni Jesse Alfonso habían dicho nada de mi participación en el incidente del ladrón, opté por mostrarme altamente sorprendido de todo lo que Milena me contaba.

Por un tiempo, y cuando pude, hice preguntas al respecto, pero nunca supe si al final se averiguó quién estaba tras el intento de robo del OEI. Supongo que sí lo averiguaron pero no consideraron conveniente divulgarlo porque, tal vez, no había forma de demostrarlo ya que el frustrado ladrón era, a todas luces, un pobre diablo cuyo testimonio no resultaba fiable.

[*Drog}– La Ciencia alerta contra el drogamor

Buenas noticias.

Cada vez son más las voces autorizadas que se hacen sentir contra el drogamor, y las buenas noticias al respecto, como las que traen los dos artículos que copio más abajo.

¿Qué otra cosa sino una droga o una enfermedad congénita, puede causar el surgimiento de fobias, causar trastornos de la personalidad y hasta ataques de pánico, un estado demencial, un estado obsesivo compulsivo que ocupa todas las neuronas y no se puede sino pensar en el ser amado, con, además de la enfermedad, la consiguiente pérdida de productividad y de libertad porque uno se vuelve dependiente de otra persona?

Por si algún día me animo a contar mis experiencias personales como víctima de esa droga, y sobre cómo me zafé de ella, anticipo que sé muy bien que es cierto eso de que el drogamor hace sentir, por lo menos, pérdida de productividad, palpitaciones, temblores, hormigueos o entumecimiento, dificultades gastrointestinales, sudoración, sensación de ahogo o de atragantamiento, dificultades en la concentración, atención y memoria, sensación de mareo, vértigo o inminente desmayo. Y que durante el periodo en que fui presa de él me enfermé más veces, y de afecciones más variadas, que en los 50 años precedentes.

Y también puedo dar fe de que es cierto que es imposible detenerlo inmediatamente, que los drogamorados no pueden jerarquizar adecuadamente cada uno de los niveles de importancia, es decir, la intensidad de la preocupación es la misma, independientemente de las causas que la originan.

Así de bueno es el drogamor. ¡No se lo pierda!

Pero, tal vez por ponerse a salvo de las críticas de las personas, sobre todo jóvenes, que aún creen que el drogamor no sólo no es malo sino que es lo mejor de la vida, remataron el artículo con esta contradictoria salida: “Hay que estar atentos para distinguir el simple y sano enamoramiento del cuadro de ansiedad, ya que, básicamente, las sensaciones corporales, en ambos casos, tienen el mismo origen fisiológico, y son completamente inofensivas para la salud”.

¿Cuál enamoramiento es simple y sano, si se sabe que, para empezar, todo enamorado se vuelve imbécil? Aeemás, si el desamor libera, cuando se está drogamorado no se es libre, ¿es eso sano?

Puede ser que si el drogamorado se entrega a las delicias del drogamor y tiene la mala suerte de ser correspondido, el asunto no pase de la sensación de caminar como entre las nubes. Pero cuando se acabe esa etapa, como de seguro ocurrirá —pues “el cerebro no podría resistir tanto desgaste si se mantuviera así constantemente”— vendrán los problemas serios. Y si la buena suerte de cobrar conciencia del hueco en que ha caído, y lucha para salir de él, tendrá que pasar el calvario arriba descrito, no tal vez con todas sus secuelas sino posiblemente con algunas más. Pero hayq eu tenr presente que

O sea, que de todas, todas, es una desgracia.

Carlos M. Padrón

***

11.02.08

(PD/Agencias).- La romántica fantasía que el común de la gente suele tener por causa del enamoramiento ha sido puesta en duda por recientes estudios científicos, y es que el amor puede provocar daños a quienes sufren trastornos de ansiedad.

Así lo han afirmado médicos del Centro de Estudios Especialista en Trastornos de Ansiedad de Argentina, cuyos profesionales aseguraron que el enamoramiento puede causar el surgimiento de fobias, trastornos de la personalidad y hasta ataques de pánico.

“Estar enamorado, además de ser uno de los estados más deseados, es costoso, sobre todo para aquellas personas que sufren algún trastorno de ansiedad», indicaron desde el centro médico.

En el Centro de Estudios Especialista en Trastornos de Ansiedad (CEETA), aseguraron que “Muchas sensaciones corporales que se suscitan durante el enamoramiento coinciden con las sensaciones corporales aumentadas que padecen muchas personas que sufren de ciertos trastornos de ansiedad».

Por ello, la llegada de Cupido puede venir en algunos casos acompañada por “trastornos de pánico, trastornos por fobia social y trastornos por ansiedad generalizada», explicó Gabriela Martínez Castro, psicóloga especialista en trastornos de ansiedad y directora del CEETA.

Temores y sensaciones

Las sensaciones más frecuentes que sufren estas personas son palpitaciones, temblor, hormigueos o entumecimiento, dificultades gastrointestinales, sudoración, sensación de ahogo o de atragantamiento, suspiros, dificultades en la concentración, atención y memoria, sensación de mareo, vértigo o inminente desmayo, y la sensación de caminar como entre las nubes.

Para el caso de quienes sufren de ansiedad social, el temor más grande radica en ser rechazado o ser avergonzado en público, lo que puede elevar la ansiedad hasta alcanzar una crisis de pánico propiamente dicha.

“A aquéllos que padecen Trastorno por Ansiedad Generalizada, además de sensaciones corporales aumentadas, sensación de ahogo, mareos y otros síntomas, se les agrega la excesiva preocupación por todo tipo de posibles inconvenientes que pudieran ocurrir», indicó Martínez Castro.

Estos temores pueden ir desde “no ser correspondido por el ser elegido, pensar en la posibilidad de llegar un poco tarde a la cita, qué vestimenta usar para la misma, o temer padecer un accidente al dirigirse al lugar de encuentro».

Es que los ansiosos enamorados no pueden “jerarquizar adecuadamente cada uno de los niveles de importancia, es decir, la intensidad de la preocupación es la misma, independientemente de las causas que la originan», precisó la especialista.

En algunos casos puede llegarse al extremo de sufrir un trastorno de pánico, donde aparecen el temor a morir, a descontrolarse o a enloquecer, durante la aparición de una crisis.

En este sentido, la profesional aseguró que hay que estar atentos para distinguir el simple y sano enamoramiento del cuadro de ansiedad ya que, “básicamente, las sensaciones corporales, en ambos casos, tienen el mismo origen fisiológico, y son completamente inofensivas para la salud».

PD

***

14.02.08

(PD/EFE).- El amor dura máximo cuatro años y se caracteriza por ser un “estado demencial temporal».

Puede que ya esté preparando una sorpresa a su pareja para celebrar San Valentín, que piense que nunca dejará de amar a esa persona, y que compartirá el resto de su vida con ella. No obstante, ha de saber que el amor dura máximo cuatro años y se caracteriza por ser un “estado demencial temporal».

Esto es lo que asegura un grupo de especialistas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la mayor universidad de Latinoamérica, que ha analizado las implicaciones neurológicas de este sentimiento.

El amor debe distinguirse del apego y del atractivo sexual, porque el enamoramiento activa sustancias químicas en el cerebro que ocupan todas las neuronas y no se puede sino pensar en el ser amado, afirma en un comunicado Georgina Montemayor Flores, de la Facultad de Medicina de la UNAM.

Montemayor, que dirige un grupo de investigación sobre el tema, explica que cuando un individuo se enamora “se accionan las zonas que controlan emociones, como el tálamo, la amígdala, el hipotálamo, el hipocampo, el giro singulado y las partes del sistema límbico».

Este estado físico químico también acaba, asegura la especialista.

“Suele durar un máximo de cuatro años o hasta que aparece otro ser que despierta esa pasión romántica, y sólo pervive el apego o la compañía hacia una persona», afirma.

En la medida en que piensa recurrentemente en la misma persona, la condición psicológica del enamorado puede ser comparable “con un estado obsesivo compulsivo», sostiene.

Ello lleva a Montemayor a concluir categóricamente que “sólo se puede estar enamorado de una persona a la vez», al contrario del apego o del deseo sexual.

En sus inicios, el amor deviene en una obsesión de tales dimensiones “que las personas dejan de ser productivas ( … ) de hecho las grandes obras de arte nunca se crearon cuando los autores estaban apasionados, sino después, en el proceso del desamor».

La especialista en anatomía precisa que las personas entran y salen de ese estado de enamoramiento porque el cerebro no podría resistir tanto desgaste si se mantuviera así constantemente.

“Lo asombroso es que el encéfalo se acostumbra a las sustancias liberadas, por lo que, en su caso, está a la espera de que otra persona inicie este proceso. Aunque ello no tiene sustento moral, le sucede a todos los humanos “, puntualizó.

Sin embargo, advierte que el amor romántico “es tan fuerte como el impulso de ingerir alimentos o tener sed, se puede controlar en las primeras etapas, pero una vez activado es imposible detenerlo inmediatamente, aunque es temporal».

En cambio, desenamorarse de una persona, según la investigadora mexicana, se explica en que el cerebro aumenta los niveles de oxitocina, la llamada hormona del apego, “incompatible con la pasión romántica, que se convierte en el cariño familiar», asegura.

Para la experta “el amor tiene un precio. Por principio, se pierde la libertad y también se vuelve dependiente de otra persona, por ello, se debe recordar que el desamor libera».

PD

[*ElPaso}– ‘Dándole vueltas al viento’ / Poemas de Antonio Pino Pérez: Viejo molino de viento

VIEJO MOLINO DE VIENTO

Pobre molino, molido
por el viento huracanado,
que hoy, solo, mueves olvido
en tu moler angustiado.

Sin aspas, desmantelado,
ni la brisa te entretiene.
Estás del todo parado.
en el aire que va y viene.

Nos hablas con pesadumbre
de tus alas desguazadas,
por lo muñones de herrumbre
de que fueron arrancadas.

Ya no das vueltas, ni mueles;
nadie te viene a buscar;
fueron contigo crueles,
nadie te empuja a volar.

Ni la guapa molinera
que tuvo amores discretos,
ni el anciano Talavera
que gobernó tus secretos.

Ni Chu Nemesio “El Bendito”
viene a traerte en ofrenda,
con la exigencia de un rito
el costal de la molienda.

Gira que gira, molías
moliendo nuestro sustento,
gofio oloroso que hacías
dándole vueltas al viento.

Ni la comadre Fermina
con los talegos panzudos
viene ya a moler harina
para amasar los “etrudos”.

Que a lo voluble del aire
te entregabas raudo o lento
siempre con gracia y donaire,
siguiendo el ritmo del viento.

Mas todo pasó. Molino
tan sólo eres de nombre,
huye el viento en tu camino
y pasa de largo el hombre.

Y tú un fantasma pareces
de unas alas voladoras
que en ilusión nos ofreces
para moler muertas horas.

Viejo molino arruinado
en los caminos del viento:
en tu moler, torturado,
muele también mi tormento.

Que mis alas de ilusión
junto con tus aspas van
revueltas en la canción
que nos robó el huracán.

Y muele, pobre molino,
que tu destino es moler
hasta que muela el destino
polvo en que te has de volver.

Viejo molino de viento
sin canción y sin cantar,
¡en tu pesadumbre siento
todo un pasado, pasar!

1956

[*Otros}– El 100% de la electricidad de El Hierro será de origen renovable en 2010

11/02/2008

Gustavo Catalán Deus

Corren nuevos vientos para la isla de El Hierro. La más pequeña y occidental de las islas Canarias está a un paso de convertirse en autosuficiente en energía.

El viento y el agua se explotarán en combinación para lograr que toda la electricidad de la isla sea 100% renovable. Se trata del mayor proyecto mundial de autoabastecimiento.

Los nuevos aires que inspiran a El Hierro impulsarán el tramo final del proyecto, ya concluido, que ha permitido la licitación de las obras que se iniciarán en tres meses. A mediados de 2010 la isla será la más sostenible del mundo, con una población de 10.600 personas.

Una isla como El Hierro, con grandes desniveles y azotada por los regulares vientos alisios, ha permitido proyectar una central hidroeólica, un nuevo concepto de energía limpia donde el agua y el viento se alían para producir electricidad las 24 horas del día.

«Es bastante simple en teoría. Se acumula agua a 700 metros de altitud en una caldera volcánica para dejarla caer y turbinarla cuando no haya viento suficiente», declara a EL MUNDO Gonzalo Piernavieja, director de la División de Investigación y Desarrollo del Instituto Tecnológico de Canarias.

La idea surgió hace una década cuando el Cabildo de El Hierro aprobó el Plan de Desarrollo Sostenible. Entonces surgió el proyecto, pero en estos años ha habido que concretarlo técnicamente.

Sobre el terreno

«No ha sido sencillo», señala Piernavieja. Hubo que dimensionar las instalaciones, los aerogeneradores, las turbinas, los dos depósitos de agua, la planta desaladora, las tuberías, los terrenos, y buscar la financiación.

Una caldera situada casi en la vertical de la actual central térmica, a 700 metros de altura, fue el gran hallazgo: sólo hará falta impermeabilizarla. Una ladera cercana a esa altitud, situada en la vertiente de sotavento, servirá para instalar los cinco o seis aerogeneradores de 1.500 megavatios de potencia. «Apenas se verán desde ningún punto de la isla», señala el ingeniero.

Abajo, en la orilla del océano, estarán los depósitos inferiores de 225.000 m3, y entre ellos una única tubería de un metro de diámetro, que irá enterrada y subirá agua hacia el embalse superior, y por donde se dejará caer a razón de 2,5 m3 por segundo para ser turbinada y producir electricidad. La energía se distribuirá a la red para los 10.600 habitantes de El Hierro.

Se añade al conjunto una planta desaladora dimensionada para las necesidades de los herreños, y para añadir agua a los depósitos por las pérdidas de evaporación. «El sistema está pensado para 14.000 personas. Pero como es un sistema modular que permite ampliaciones, con poner algún aerogenerador más y llenar con más agua la caldera, se solucionaría», asegura Piernavieja. La térmica actual queda disponible para situaciones de emergencia.

Con este proyecto se evitará el gasto de 6.000 toneladas de diesel que consume la térmica anualmente. Al evitar el suministro de esos 40.000 barriles de petróleo, se ahorran fletes y transportes por casi dos millones anuales. También se evitará la emisión de 18.700 toneladas de CO2, otras 100 de dióxido de azufre, otras 400 de óxidos de nitrógeno, y 7 de partículas.

Para llevar adelante el proyecto nació la sociedad Gorona del Viento, formada por el Cabildo de El Hierro (60%), el Instituto Tecnológico de Canarias (10%) y Unelco-Endesa, la empresa que suministra la energía eléctrica a la isla, (30%).

El plan costará 54 millones de euros, de los que el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía, del Ministerio de Industria, aportará 35 millones, desembolsados ya en parte.

La planta hidroeólica suministrará cerca del 90% de la energía eléctrica, y el resto se completará con instalaciones solares térmicas y fotovoltaicas distribuidas por la isla de 278 kilómetros cuadrados.

El proyecto de El Hierro ha tenido repercusión mundial. Desde hace años se suceden las visitas institucionales y privadas para la conocer la viabilidad del plan. Se calcula que unas 1.000 islas en el mundo podrían albergar instalaciones similares en esta innovadora senda de 100% renovable, autosuficiencia, independiente y sostenible.

El Mundo

[*Otros}– Los Canarios en América / José Antonio Pérez Carrión: Francisco Dávila Orejón y Gastón

FRANCISCO DÁVILA OREJÓN Y GASTÓN

Este distinguido hijo de San Sebastián de La Gomera, después de haber sido gobernador de Gibraltar, en 1615, fue nombrado gobernador y capitán general de la isla de Cuba, distinguiéndose notablemente por sus grandes dotes administrativas y bondadoso carácter.

Pero no somos nosotros los que debemos juzgarle, dejemos su apología a un ilustrado cronista, quien, refiriéndose a este hijo de las Canarias, se expresa en los siguientes términos:

«Por los años 1615 nació en la isla de La Gomera un joven llamado don Francisco Dávila Orejón, que debía alcanzar en la carrera de las armas honor y gloria, y subir hasta los más altos empleos.

Este hijo de las Canarias pasó de edad de 14 años a la Península Ibérica, entrando desde luego de portaestandarte en uno de los célebres tercios, que eran entonces la primera infantería de Europa.

Lleno de valor y ardimiento, no tardó en distinguirse en las memorables campañas de Flandes, en las que obtuvo muy rápidos ascensos.

Siendo ya maestre de campo, durante los ocios de la guarnición escribió la célebre obra titulada “Política y mecánica militar”, que fue impresa en Europa (1669-1684). Esta obra llena de excelentes indicaciones para la tropa, fue mandada observar por el marqués de Gatana, generalísimo del ejército de Flandes, y repartida con profusión entre todos los cuerpos.

En 1658 fue elegido pare el empleo de gobernador de Gibraltar, en el que permaneció cuatro anos, y en cuyo gobierno manifestó sus excelentes dotes como administrador; del mismo modo que las había manifestado como militar en las muchas campañas a las que asistió. Su gran capacidad hizo que el monarca pusiera en él sus ojos pare confiarle la Capitanía v Gobierno General de la Isla de Cuba (1650).

Partió, pies, para su destino en la nave de guerra San Leandro, durante cuyo viaje, y a la altura de Las Antillas, encontró dos buques de guerra holandeses a los que mandó atacar y dar caza, sin cuidarse de lo que podía acontecer, llevado sólo de su ardimiento y valor nunca desmentido ni puesto en duda.

A! fin, las naves enemigas pudieron escapar, merced a la densa oscuridad de la noche; y, viendo nuestro valiente general que toda persecución era inútil, mandó enderezar rumbo hacia La Habana, donde era ya esperado.

Su conducta en este espinoso cargo fue prueba inequívoca de su talento y buenas dotes administrativas.

El fue quien creó los cuerpos de milicias, dio protección aJ comercio, y favoreció extensamente la agricultura como una de las principales fuentes de riqueza del país, introduciendo otras mejoras materiales, entre las cuales sobresale el Hospital de Paula para mujeres pobres.

En 1666 expidió licencia para un trapiche de miel en el corral La Cidra, haciendo por último que la antigua ciudad de Puerto Príncipe, de la que era regente, evacuara una multitud de asuntos que tendían a eternizarse.

Falleció este ilustre Canario en La Habana, estando en el desempeño de sus destino».

[*Opino}– Benedicto XVI: ‘El Infierno existe y no está vacío’

No sé si a otros les ocurrirá lo mismo, pero yo me sonrojo al leer declaraciones de este tipo.

Desde muy joven tuve problemas con algunos Curas —y pendiente de publicación tengo ya escrito algo al respecto— por negarme a tragar lo que me parecían “ruedas de molino”, y ésta del Infierno era una de ellas, además de la supuesta maldad de Judas, y la infalibilidad del Papa.

Ahora, para colmo, en el tema del Infierno —que no sé si es o no es de fe— un Papa contradice a su predecesor. Entonces, ¿son ambos infalibles o es que “allá arriba” hubo elecciones, cambio de gobierno y, como ocurre “aquí abajo”, los nuevos echaron por tierra lo hecho por los que gobernaron antes?

Repito, me sonrojo o, si he de expresarlo en palabras más comunes, siento vergüenza ajena; siento vergüenza por la Iglesia Católica, una institución secular que, en otros aspectos, merece respeto.

Y bajando ahora a un plano totalmente terrenal, como es el de la lengua, en el artículo que sigue he debido corregir todas las menciones al Infierno y al Cielo, pues esas palabras estaban escritas con minúscula cuando, por tratarse de nombres propios y para diferenciarlas de las otras acepciones que ambas tienen, deben escribirse con mayúscula.

En el propio artículo se dice que el Cielo “no es un lugar físico entre las nubes». Pues bien, el lugar físico entre nubes es el cielo (con minúscula), pero el otro, el también llamado Paraíso, es el Cielo (con mayúscula).

Purgatorio y Paraíso sí venían escritos con mayúscula.

Carlos M. Padrón

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08.02.08

(PD).- Benedicto XVI contradice de nuevo a Juan Pablo II y afirma que el castigo eterno ocurre en un lugar físico y no “mental».

Benedicto XVI ha asegurado que el Infierno existe y no está vacío. No es anuncio nuevo, en 2007 ya mencionó la existencia del Infierno como lugar, algo que su antecesor en el Vaticano había rechazado.

El Papa, durante un encuentro mantenido con párrocos romanos con motivo del inicio de la Cuaresma, ha mandado un mensaje a los fieles: la salvación no es inmediata ni llegará para todos. Por eso ha querido destacar la posibilidad real de ir al Infierno.

Según informa el diario italiano La Repubblica, uno de los párrocos asistentes, el teólogo suizo Urs Von Baltasar que es buen amigo de Benedicto XVI, planteó la hipótesis de que el Infierno estuviese vacío. Pero el Papa fue categórico en su respuesta sobre el castigo eterno, “el Infierno existe».

“El Infierno, del que se habla poco en este tiempo, existe y es eterno», dijo el Pontífice romano el pasado abril de 2007. Una idea que es contraria a lo que defendió el anterior Papa, el polaco Juan Pablo II, durante su pontificado, pues Juan Pablo II corrigió el concepto tradicional del Infierno.

Fue en verano de 1999, cuando hubo cuatro audiencias para hablar sobre el Cielo , el Purgatorio, el Infierno y el Diablo. «El Cielo ─dijo entonces─ no es un lugar físico entre las nubes. El Infierno tampoco es “un lugar», sino “la situación de quien se aparta de Dios». El Purgatorio es un estado provisional de “purificación” que nada tiene que ver con ubicaciones terrenales. Y Satanás “está vencido: Jesús nos ha liberado de su temor».

Retomar viejas discusiones

Otro sacerdote le ha preguntado sobre la necesidad de la Iglesia de retomar discusiones sobe el pecado, el Infierno o la vida después de la muerte.

El Papa ha querido dejar claro sobre estos temas que la salvación no está garantizada. “No todos nos presentaremos iguales al banquete del Paraíso” por eso, ha dicho, serán muchos los que tengan que purificarse “para afrontar el Juicio Final».

El Papa ha pedido a los fieles no sólo ayuno de comida sino también de palabra, y de escuchar y ver medios de comunicación. “Se necesita un ayuno de imágenes y palabras. Tenemos la necesidad de un poco de silencio».

Benedicto XVI ha explicado que necesitaría “un semestre de teología” para responder a todas las preguntas que tenían los párrocos.

PD