Padre José de Arce y Rojas
(1640-1715)
Don José Francisco de Arce y Rojas nació en Santa Cruz de La Palma (Canarias) en el seno de una familia piadosa y de nombre ilustre, que gozaba del aprecio de los palmeros por su trato franco y conciliador, por su caridad siempre dispuesta a favorecer al desvalido, y por la protección eficaz que dispensaban a cuantos, con justa razón, demandaban su ayuda.
Este hogar desahogado fue celoso de la educación de sus hijos. Sabemos que los tres hermanos se educaron en el convento de Santo Domingo, de Santa Cruz de La Palma, donde, como ya vimos, al concluir la enseñanza superior fueron enviados los dos mayores, Juan y José, a la Península a fin de instruirse en derecho en el Colegio de San Hermenegildo de Sevilla, donde fueron persuadidos por los jesuitas para que dejasen dicha carrera y tomasen el hábito de su Compañía.
Parece ser que José cursó también estudios en la Universidad de Salamanca, en el Colegio de cuya ciudad fue recibido el 3 de julio de 1669, pasando luego a tener el noviciado en Villa García. Tenía entonces 18 años, era blanco, de pelo castaño, alto cuerpo, con un lunar en el carrillo derecho, y de naturaleza ardiente y viva que pronto dulcificó. Después de cumplir su noviciado pasó a los estudios mayores. Al igual que su hermano fue destinado a la enseñanza y al púlpito, destacándose ambos por su fácil elocuencia y alcanzando envidiable reputación en Sevilla, Valencia, Valladolid y Salamanca.
Deseoso de pasar a las misiones de las Indias, y aprovechando la llegada a España del Procurador General de la provincia del Paraguay, R. P. Cristóbal Altamirano, S. J., pidió licencia para pasar al Paraguay. El Padre General, R. P. Juan Pablo de Oliva, remitió la licencia correspondiente al Padre Provincial de Castilla, R. P. Pedro Jerónimo de Córdoba.
Llegó a Buenos Aires (Argentina) en 1674, formando parte de una misión de 30 religiosos y 3 hermanos coadjutores de su orden que, a costa de la Real Hacienda, llevaba al Paraguay el padre Altamirano en el navío “Santa Maria Lubeque», a cargo del maestre Mateo Lozano. Durante un trienio fue Rector del Colegio de la Villa de Tarija, actual ciudad universitaria de Bolivia, capita] del Departamento del mismo nombre.
Siendo el padre Arce, en el Paraguay, Padre Superior de las reducciones de indios, estaba señalado por Carlos II para entrar a la tierra de los patagones, pero le fue cambiado el destino y, previa orden del Padre Provincial del Paraguay, R. P. Gregorio de Orozco, fue destinado a reconocer los chiriguanas, en compañía del padre Juan Bautista Zea. Hallándose en los preparativos para esta empresa vino del río Pilcomayo un cacique con seis vasallos pidiéndole que los evangelizase. Le pareció al padre Arce conveniente fundar una reducción de estos indios, por lo que los remitió acompañados de cuatro guaraníes, dándoles órdenes a éstos de explorar la voluntad de aquel pueblo y de recorrer las rancherías situadas en la orilla del Pilcomayo, anunciándoles que pronto los seguiría. Al disponerse a partir quiso el padre Arce hacerse acompañar de don Diego Porcel, caballero de gran estimación entre aquellos infieles, a fin de que tuviese refrenados a los caciques del río Bermejo, pero éste no pudo realizar el viaje, siendo sustituido por el hijo de don Diego.
Se inició la expedición en mayo de 1690. Al llegar el padre Arce a las rancherías halló que los indios lloraban la muerte de los suyos, que habían perecido en las discordias entre los caciques Cambaripa y Tataberiy. Intentó la paz entre ambos contendientes, y lo logró el 26 de septiembre de 1690.
Los jesuitas deseaban conocer el territorio de la provincia antes de asentarse en lugar alguno, y con este objeto recorrían los lugares próximos al río Guapay. Aquí fueron bien recibidos por los indios, y sus caciques les pedían que los evangelizase, ofreciendo hacerles iglesia y casa para su habitación. El padre Arce les ofreció volver para hacer asiento en estas tierras, pero como la hermana del cacique Tarnbacura le pidió que intercediese por su hermano que había sido ordenado prender por el gobernador de Santa Cruz de la Sierra, que lo era entonces don Agustín de Arce de la Concha, partió para este lugar y logró su deseo.
Allí fue disuadido por este gobernador del propósito de evangelizar a los chiriguanás, empresa que estimaba difícil dada la idolatría de estos indios, aconsejándole que en su lugar lo hiciera con los chiquitos, que confinaban con aquéllos y ya habían hecho la paz con los españoles y deseaban ser evangelizados, a lo que no podían acudir los misioneros de la provincia del Peni por estar ocupados en la evangelización de los mojones, muy distantes de los chiquitos y cerca de las misiones de itatines.
Convencido el padre Arce por los razonamientos del Gobernador, se decidió a evangelizar a los chiquitos. Para ello, el Gobernador le dio cartas para el Padre Provincial, R. P. Gregorio de Orozco, y para el Padre General, R. P. Tirso González, pidiéndoles que la provincia del Paraguay tomase a su cargo la conversión de los chiquitos. Con estas esperanzas partieron los padres Arce y Zea de Santa Cruz de la Sierra, acabaron de reconocer la tierra de los chiriguanás, que se extiende unos 500 kilómetros y regresaron a Tarija. De regreso, al pasar el rio Guapay los indios le pidieron que fundara en aquellas riberas una reducción. Así lo hizo, levantando un rancho, celebrando misa y consagrándola a la Presentación en el templo de la Virgen, por ser aquel dia 21 de noviembre. Luego siguió rumbo a Tarija.
Entrando ya en el año 1691 partió el P. Arce al valle de las Salinas, donde acudían muchos infieles que intentaron darle muerte, de lo cual fueron disuadidos por los indios de Tariquea, los cuales luego convocaron una asamblea el 31 de julio, día de San Ignacio, en la que resolvieron permitir la predicación del Evangelio, y de lo cual enviaron aviso al padre Arce. Así se fundó la reducción de San Ignacio, en el valle de Tariquea, que media entre Tarija y el río Guapay.


