David W. Fernández
Francisco Díaz-Pimienta y Pérez de Mendizábal
(1594-1652)
En la sublevación de Cataluña, durante el asedio de catorce meses que sufrió Barcelona, fue Díaz-Pimienta el jefe de la escuadra que por mar estrechaba el bloqueo de Ia plaza, y en aquel sangriento sitio una bala de arcabuz le hirió en el pecho y le quitó la vida a bordo de la nave capitana, el 1° de septiembre de 1652. Hacia poco que había cumplido los 58 anos de edad. Había testado el 26 de mayo de 1652, a bordo de la Capitana de Nápoles, que servía de Capitana del Mar Océano, surta en Barcelona. Sus restos fueron sepultados en la ermita de San Andrés, de Barcelona, propiedad y patronato de la casa de los Marqueses de Villarreal de Burriel.
File autor de importantes dictámenes acerca de construcción naval, así:
• En 1645, sobre consulta que se le hacía por la superioridad, lo hizo acerca de las “Medidas y fortificaciones que al General Francisco Díaz-Pimienta le parecen deben fener los galeones que el capitán Agustín de Barahona se obliga a fabricar y entregar en el puerto de Cartagena a quien Su Magestad mandase”, y aquí, con toda minuciosidad y detalle, expone las medidas que deben tener los galeones y las dimensiones y clases de maderas que debieran emplear en las fortificaciones de los galeones y navíos para Cartagena de Indias.
• En 1650 también dictamina sobre la “lnstrucción reglamentada para los navíos que haíian de hacerse en el Astillero de Guarnizo (Santander)”.
Aunque era de carácter enérgico y poco acomodadizo, nadie le negaba sus relevantes dotes de marino, por lo que su muerte causó general aflicción entre los suyos, y el generalísimo don Juan José de Austria, en carta al Rey, su padre, manifestó el sentimiento de esta muerte, la que juzgaba una gran pérdida para la Corona por la extraordinaria experiencia y capacidad de que era poseedor Díaz-Pimienta.
Como ya vimos, después de su muerte, su esposa se vio honrada con el título de Castilla de primera marquesa de Villarreal de Burriel. De su matrimonio dejó cuatro hijos que fueron:
A. Don Martín Díaz-Pimienta y Vallecillo. Caballero de la Orden de Calatrava y Colegial Mayor de Cuencía, en Salamanca, que se casó en Nápoles.
B. Reverendo Padre Fray Nicolás, Religioso de la Orden de la Merced.
C. Sor Teresa, Monja profesa de uno de los monasterios de Sevilla, y,
D. Don Francisco Díaz-Pimienta y Vallecillo, natural de Portugalete, Caballero de la Orden de Santiago y segundo Marqués de Villarreal de Burriel, que se estableció en Bilbao (Provincia de Vizcaya), donde contrajo matrimonio.
En memoria suya y de la de su padre, ambos ilustres marinos de igual nombre, que dieron gloria a su isla natal de La Palma (Canarias), el Excelentísimo Ayuntamiento de la Muy Noble y Leal Ciudad de Santa Cruz de La Palma, capital de dicha isla, tomó el acuerdo, en sesión del 3 de marzo de 1894, de rotular con el nombre de «Díaz-Pimienta» la antigua calle de la Cuna, de dicha ciudad, por ser tradición que en la casa marcada con el número 14, de dicha calle, vivió el soldado de Lepanto, aunque en documento del siglo XVI consta que tenía su domicilio en la calle Real del Puerto, número 20, de la misma ciudad.
Para Canarias es timbre de gloria ser cuna de quien ha sido llamado «el oficial más sobresaliente de la Armada de Felipe IV», y «verdadera gloria nacional» por haber sido el mejor marino de su tiempo, por su conducta, experiencia, valor y arrojo, además de competente constructor naval, llegando a sobresalir por sus revolucionarias ideas en esta clase de construcciones, las cuales hicieron variar las dimensiones y tipos de barcos que se venían fabricando, y, muchos años después de su muerte, todavía se tenian en cuenta las reformas que propuso. También para los pueblos bañados por las aguas del mar Caribe, es digno del recuerdo y de la difusión de su vida y de su obra, la del glorioso marino Díaz-Pimienta, que supo limpiar sus costas de los ataques filibusteros en la primera mitad del siglo XVI].
De Díaz-Pimienta se ha dicho «… Su nombre, querido y respetado de los suyos, fue temido de las demás naciones de Europa, porque el pabellón de Castilla ondeó siempre con gloria en el mástil de su buque. No hubo combate naval ni hecho alguno de Armas en su tiempo, en los que nuestro general-almirante no tuviera parte activa y saliera vencedor…”.
