[*Opino}– España y su ‘cultura del almuerzo’

20-04-14

Carlos M. Padrón

Nótese que en el extracto que copio abajo se reproducen las declaraciones de alguien que trabaja en un restaurante ubicado en un importante edificio de oficinas de Madrid.

De esas declaraciones cabe deducir que los más de los comensales que acuden a ese restaurante trabajan en las oficinas del tal edificio o de otros cercanos y, por tanto, deberían cumplir con el horario laboral.

Pero, si hay que ‘echarles de la mesa’, ¿no será que están alargando mucho el tiempo que la empresa en que trabajan les para almorzar y, por tanto, están reduciendo —o, cuando menos, alterando— su jornada laboral y su rendimiento en el trabajo?

Mi respuesta, basada en el tiempo que residí en Madrid, es que así es, y que esa alteración no sólo ocurre por causa del almuerzo sino que también por causa del desayuno, pues en vez de desayunar en sus casas, como seguramente hicieron los más de los latinoamericanos y asiáticos abajo mencionados, llegan al trabajo sin desayunar —y muchas veces después de la hora establecida—, a las 10:00 salen a desayunar, y en eso tal vez se tomen una hora.

Luego, entre las 14:00 y 15:00 salen a almorzar —aunque al almuerzo lo llaman ‘comida’, yo insisto en llamarlo ‘almuerzo’ porque ‘comida’ es todo: desayuno, almuerzo, merienda y cena—, y cuando regresan pronto lo hacen sobre las 16:00, cuando ya está próxima la hora de salir, hora que sí respetan mucho mejor que la de entrar.

Éste es uno de los varios motivos por lo que en otros países —y hasta en España, como lo ha hecho César Vidal— se critica la posición que con respeto al trabajo tienen los españoles; posición que se menciona en estos artículos:

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17 ABR 2014

Extracto del artículo «¿Nos conviene almorzar fuerte?»

Thiago Ferrer Morini

La hora de comer es uno de los momentos en los que las diferencias culturales son más notables.

En un restaurante al pie de un importante edificio de oficinas de Madrid, los camareros aprestan el local para recibir a los primeros clientes del día. Es la una de la tarde, y en muchos países del mundo el local estaría lleno a esta hora.

Detrás de la barra, José comenta las diferencias entre los comensales extranjeros y españoles.

«Los del norte de Europa y muchos latinoamericanos no hacen tertulia: llegan a primera hora, picotean, comen un segundo plato, se levantan y se van. Los asiáticos también terminan enseguida y ni siquiera piden postre. Y los españoles comen, toman postre, copa, café, puro, y hay que echarles de la mesa».

Mientras que en algunos países un bocadillo de queso y un jugo de naranja son un almuerzo más que razonable, en otros el comensal no se levanta de la mesa hasta terminar con dos platos, postre, y una copa de vino.

Fuente

[*Opino}– España y los premios Nobel de Ciencias

13-10-13

Carlos M. Padrón

Nací, crecí y estudié Bachillerato en El Paso (Canarias), en un medio familiar y local en el que recibía más atención América que España.

Unos tres años después de esos estudios vine a América y descubrí que el valor que a España se le concedía era casi nulo, y que cuando se le llamaba «Madre Patria» era con marcado acento de sarcasmo.

Después de ejercer en IBM por tres años un cargo gerencial que me llevó a trabajar con todos los países de América situados al sur del Río Grande, descubrí que ese sentimiento era más o menos común en los más de ellos, variando sólo a nivel personal, y que a mí me lo revelaban después de saber que yo era Canario, pues. al igual que en Venezuela, para muchos de esos países, españoles y Canarios son gentilicios e idiosincrasias diferentes, que comienzan por la forma de hablar.

Cuando, siempre en IBM, en 1993 fui a trabajar en Europa con base en Madrid, con la misión de buscar en Europa aplicaciones bancarias que pudieran servir a la banca de América Latina, visité varias veces algunos de los países que más desarrollo en informática para Bancos tenían, e IBM de España me pidió que promocionara entre tales países algunas aplicaciones «made in Spain«.

Para mi sorpresa, la respuesta que a esto último recibí de esos países puede resumirse así: «Carlos, ¡por favor!: de España tráenos comida, vino y fútbol, pues Ciencia y España son términos excluyentes».

Para más inri —como se dice en España—, durante los 2.5 años que viví en Madrid me percaté del poco apego que en España se le tiene al trabajo y al esfuerzo que implique la búsqueda de la excelencia. Al respecto, es mucho lo que ya he puesto en este blog, sobre todo cuando he descubierto que varios autores reconocidos, como César Vidal, han declarado lo mismo.

Por todo ello, vayan mis observaciones al artículo que sigue.

  1. La sequía de premios Nobel no sólo ha afectado a España sino a la mayoría de otros países.
  2. En un país que tiene hacia el trabajo y hacia la búsqueda de la excelencia —que requiere esfuerzo sostenido en el tiempo— el poco apego que España tiene, no puede darse el ecosistema que se considera requisito para que surja un Nobel en Ciencia.
  3. Un país así no puede aspirar a atraer talento del resto de Europa.
  4. Por tanto, no es de extrañar que los cerebros españoles —indudablemente los hay— que cuentan con la materia prima para alcanzar el Nobel se hayan ido de España y estén trabajando en otros países, en especial en EE UU, que sí cuenta con ese ecosistema.
  5. Entonces, luce razonable, y probable, pensar que si un español recibe un Nobel de Ciencia, sería un español que esté desarrollando su trabajo fuera de España.
  6. Por algo, Santiago Ramón y Cajal, a quien se menciona dn el artículo que sigue, dijo que «Al carro de la cultura española le falta la rueda de la Ciencia». Tal parece que, después de tantos años, persiste esa carencia.

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13/10/2013

N. Ramírez de Castro

¿Por qué tenemos en España tan pocos premios Nobel en Ciencia?

Semana Nobel, semana de sequía de galardones españoles.

La Academia Nobel anunció la semana pasada los premios que reconocen el trabajo de los científicos por su contribución a la Medicina, la Física y la Química. Y el jurado, un año más, no ha pronunciado ningún nombre español.

Estados Unidos sigue a la cabeza del ranking con 242 premios en Ciencias, seguido a larga distancia por Reino Unido (77) y Alemania (68).

Los investigadores españoles publican más que nunca en revistas científicas de gran impacto, y nunca han tenido tanto reconocimiento internacional como ahora. Pero algo falla si se asume que el premio Nobel es un termómetro válido para medir la salud de la Ciencia de un país.

El primer investigador español honrado por la Academia sueca fue Santiago Ramón y Cajal en 1906. Casi cincuenta años después llegó el reconocimiento a Severo Ochoa, en 1954, y se le concedió por sus trabajos en ADN realizados en Estados Unidos. Desde entonces, ningún científico español ha ascendido al Olimpo de los Nobel.

Hace dos años, cuando Cristina Garmendia era ministra de Ciencia, vaticinó que nuestro país tendría un premio Nobel «a medio plazo». No era sólo un deseo, la ministra reproducía una reflexión de otros Nobel que habían participado en el programa Severo Ochoa, encargado de seleccionar los centros y unidades de excelencia científica en España. Dijeron que teníamos las condiciones y las capacidades para acceder al preciado galardón.

Apuesta sostenida en el tiempo

Emilio Lora-Tamayo, presidente del CSIC, el organismo investigador más importante de España, es hoy menos optimista que Garmendia.

En un momento como el actual, con grandes descubrimientos, ya no basta una idea feliz ni el trabajo en solitario de un solo investigador, como el de Ramón y Cajal.

«Para que haya un descubrimiento de la categoría de un Nobel se necesita un caldo de cultivo propicio durante años para hacer buena Ciencia. Una esfuerzo sostenido en el tiempo, un ecosistema apropiado, buenas estructuras, trabajo en equipo, formación… Todo esto lo habíamos alcanzado con mucho trabajo durante los últimos 30 años. Hoy lo seguimos teniendo, pero se está deteriorando poco a poco, y podemos alcanzar un punto de no retorno»,

aclara Lora-Tamayo.

El liderazgo de Estados Unidos

Su gran tamaño y ese ecosistema más sensible a la Ciencia que se reclama en España es lo que ha convertido a Estados Unidos en el gran triunfador de los Nobel de Ciencia.

Hasta la Segunda Guerra Mundial, Alemania era el país que dominaba el galardón sueco. Hitler provocó el exilio judío, y los nazis hicieron el mayor regalo de talento científico a Estados Unidos, que después han sabido mantener el liderazgo.

«Los estadounidenses sacan partido de su tamaño, pero también tienen una magnífica capacidad para atraer y retener talento. Más de la mitad de sus Nobel pertenecen a investigadores que residen en el país pero no son estadounidenses. Tienen un mercado científico muy competitivo, estratificado por talento, y las mejores condiciones para los investigadores»,

explica Rafael Pardo, director de la Fundación BBVA, una de las organizaciones filantrópicas que más apoyo dan a la Ciencia española.

Faltan recursos y una mejor gestión

Pardo reconoce que hoy la falta de recursos económicos para investigación es «innegable», aunque no es el único problema.

Los enumera:

«Hay que saber gestionar mejor lo que tenemos para atraer talento del resto de Europa a nuestro país, incentivar la competencia entre instituciones, acabar con la endogamia en las universidades, y recompensar con recursos a los mejores».

Y a toda esta batería de consejos añade «más flexibilidad».

«Si no podemos evitar que un investigador superexcelente se vaya a otro país con una oferta mejor ¿por qué no le ofrecemos una colaboración para tenerle al 20 o al 30%?»,

se pregunta.

La Fundación ha creado los Premios Fronteras del Conocimiento, un galardón que se ha convertido en varias ocasiones en la antesala de los Nobel. Investigadores que han sido premiados por la Fundación, años más tarde han recibido el galardón de la Academia sueca. Entre sus premiados españoles está, por ejemplo, el físico Ignacio Cirac, uno de los nombres que más suenan en la lista de futuros Nobel.

¿Qué premia el Nobel?

Podría ser Cirac y otros grandes científicos que han cosechado éxitos. Pero el Nobel es un premio esquivo. No sólo se busca un gran hallazgo sino un descubrimiento original que haya cambiado el paradigma de un área de la Física, la Química o la Ciencia.

La Academia se toma su tiempo, y rara vez lo concede hasta que, a lo largo de los años, se ha podido demostrar que ese hallazgo sigue siendo válido. Tampoco se premia a más de tres investigadores por categoría, aunque sean merecedores otros que también han participado del avance.

En los años 80 los trabajos del biólogo español Antonio García Bellido fueron claves para entender el desarrollo embriológico que pudo haberse traducido en un Nobel, recuerda César Nombela, rector de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) y jurado de los Príncipe de Asturias.

«¿Por qué no se lo dieron, y lo obtuvieron tres investigadores por un trabajo parecido? Tal vez aquí sí cabe la respuesta que si hay que seleccionar a tres científicos entre cinco o seis, no va a ser el español».

El oncólogo Mariano Barbacid también estuvo en ese selecto grupo de aspirantes cuando trabajaba en Estados Unidos, y logró aislar por primera vez un oncogén, un gen humano mutado implicado en el cáncer de vejiga. «Puede que aún lo consiga», apunta.

En cualquier caso, el rector de la UIMP no descarta que surja algún español en breve con el Nobel, en España, o más bien algún español que esté desarrollando su trabajo fuera de nuestras fronteras. Pero tampoco cree que conseguir un Nobel sea un proyecto nacional.

«Sí lo es asentar nuestra Ciencia, y pone como ejemplo Holanda, un país con muy pocos nobeles y un sistema científico muy sólido».

Fuente

[*Opino}– España. Acerca de horarios, almuerzo, desayuno y otros afectados

09-10-12

Carlos M. Padrón

Por fin, una propuesta razonable.

En ella aplaudo que se use el término ‘almorzar’, que tanto me criticaron en España porque, me decían, lo correcto es ‘comida’.

Mi respuesta era —apegándome a la claridad y a las acepciones únicas, siempre que esto sea posible— que ‘comida’ es un sustantivo que tiene varios usos, mientras que ‘almuerzo’ tiene sólo uno.

En cambio, me permito poner en duda el éxito de 45 minutos —en vez de casi dos horas— para almorzar, la eliminación del desayuno a media mañana —algo que creeré cuando lo vea—, y el que sea cierto que se madrugue demasiado. Si así fuera, no se llegaría tarde al trabajo, cosa que ya he explicado en varios post de este blog

Por supuesto, como en toda ponencia que en España se haga, y que aspire a ser exitosa, no podía faltar la mención al machismo, que ahora, por lo visto, son reos de él los varones que no se presenten en casa temprano.

Tal vez no lo hagan porque deben librarse antes del riesgo de soltar en casa un pedo inoportuno, no vaya a ser que les ocurra algo como lo aquí descrito:

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09/10/2012

El Congreso de Racionalización de Horarios propone regresar al huso de Greenwich

La profesora y directora del Centro Internacional Trabajo y Familia del IESE, Nuria Chinchilla, ha propuesto este martes, en la conferencia inaugural del VII Congreso Nacional para Racionalizar los Horarios Españoles, adoptar el huso de Greenwich, es decir, retrasar los relojes una hora.

Esta medida —que tiene «coste cero», según recalcó Chinchilla—, unida a una pausa más breve para el almuerzo, puede suponer ganar una hora y media al día para la vida personal.

Pese a que el Meridiano de Greenwich atraviesa España a la altura de Castellón, nuestro país adoptó el 2 de mayo de 1942 el horario de Europa central y, desde entonces, está en el «huso equivocado», explicó la experta en su conferencia.

El «estropicio» se remonta a un par de años antes, cuando los nazis invadieron Francia e impusieron su huso horario a este país, con el que hasta entonces Alemania tenía una hora de diferencia. España y Gran Bretaña se sumaron después a ese horario europeo central, pero mientras los británicos regresaron en 1945 al huso europeo occidental, los españoles permanecimos en el mismo que Francia y Alemania.

Ello hace que España esté desubicada respecto a su hora solar. Geográficamente, se encuentra muy lejos de Europa central, de modo que en Levante hay una hora de diferencia con respecto a lo que le correspondería en invierno, y dos en verano, y que en Galicia llegue a haber hasta dos en invierno y tres en verano.

Esto condiciona los horarios que los españoles adoptamos a lo largo de la jornada. En este sentido, almorzamos más tarde que el resto de los europeos, ya que damos más importancia a la hora solar. Es decir, comemos a la una, según la hora solar, pero a las dos según la hora oficial de invierno, y a las tres según la de verano.

Y lo mismo con las cenas: lo hacemos a las ocho, según la hora solar, pero a las nueve según la oficial de invierno, y a las diez según la de verano.

Si comemos a las dos o tres de la tarde y cenamos a las nueve o diez, lo lógico sería que empezáramos a trabajar a las diez u once de la mañana. Según la experta en racionalización de horarios, eso no sucede y, en cambio, «madrugamos demasiado, dormimos 50 minutos menos de lo recomendado por la OMS, no alargamos la jornada por la tarde, ¡sino por la mañana!, y nuestra jornada laboral resulta interminable».

Lo lógico sería, según Nuria Chichilla, que en las dos únicas fechas del año en que el día y la noche tienen la misma duración —el 21 de marzo y el 21 de septiembre— el sol se levante a las seis de la mañana y se ponga a las seis de la tarde. Pero en España vamos con una hora de desfase, de modo que, en esos días, a las siete de la tarde en Castellón es de día, mientras que en Praga o Nápoles, donde rige el mismo huso horario, ya ha anochecido.

Además de la desubicación en el huso horario, la actual distribución del tiempo de los españoles tiene otra razón histórica: el pluriempleo al que se vieron abocados muchos ciudadanos en la posguerra, que obligaba a tener un trabajo completo por la mañana, hasta las dos de la tarde, y otro por la tarde, hasta entrada la noche.

«Bastarían 45 minutos para almorzar»

Pero ahora que no hay pluriempleo, señala Chinchilla, «dedicamos dos horas al almuerzo, cuando bastarían 45 minutos»; hay una cultura del presentismo en el trabajo que es «tercermundista» y una «mentalidad machista» que hace que el varón no se presente en casa temprano, y que ser madre requiera renunciar al propio desarrollo profesional.

Por todo ello, propone que el Gobierno apruebe por decreto el cambio al huso de Greenwich aprovechando el próximo cambio al horario de verano, de modo que los relojes no cambien. Pero también considera que se deben adelantar una hora acontecimientos socialmente relevantes, como los telediarios o los partidos de fútbol, y fomentar la jornada continua, suprimiendo el desayuno de media mañana y reduciendo el almuerzo a una hora como máximo, entre otras medidas.

Ello supondría desplazar una hora y media del ámbito laboral al personal, lo que supone dos semanas al año y un 10% del tiempo que permanecemos despiertos. Entre otras ventajas, destaca que generaría mayor productividad, permitiría conciliar la vida laboral y personal, reduciría el fracaso escolar y los accidentes laborales y de tráfico, además de mejorar el descanso y la salud.

Y frente a los que puedan mostrarse críticos y piensen que podemos ir desfasados en el horario con el resto de europeos, señala que en la actualidad ya lo estamos, porque «cuando ellos comen, los españoles trabajamos», y viceversa, y recuerda que en Estados Unidos tienen hasta siete husos distintos desde Puerto Rico hasta Hawái.

Fuente: ABC

[*Opino}– Acerca de ‘España debe salvarse a sí misma’, de Ángel Pascual-Ramsay

22-07-12

Carlos M. Padrón

Es refrescante ver que hay algunos con sesera suficiente para detectar las llagas y poner el dedo en ellas.

Pero ésos son una privilegiada minoría que no puede acabar con la ley de que, por ejemplo, un gobierno es el reflejo de la mayoría de los ciudadanos que lo eligieron, y de la mayoría de los rasgos que imperan en su país o, dicho de otro modo, de su idiosincrasia. Es lo que pasa, por ejemplo, en Venezuela.

En el caso que denuncia el excelente artículo que sigue, que creo importante destacar estas frases:

• Se excusaba en el origen internacional de la crisis

Y los españoles seguirán haciéndolo porque, para ellos, el trabajo es castigo y su aspiración es vivir sin trabajar, sin esfuerzo y sin sacrificios, en un país en el que impere el Estado de Bienestar, que, si bien es algo que funciona, por ejemplo, en los países nórdicos, en España se entiende como vivir sin dar golpe y sin pagar impuestos. Para los más de los españoles, los equivocados son los otros, ellos no.

España no ha construido un modelo productivo dinámico

Ni veo cómo pueda hacerlo. Eso exige trabajo.

Nos hemos contado una historia de país rico, innovador y dinámico, que no es cierta

Algo que se ha dicho muchas veces y que a mí ya me da vergüenza ajena, pues cuando algún español destaca en algo, que generalmente es intranscendente, la prensa española —al menos la digital, la que reviso cada día— lo anuncia, por semanas, a bombos y platillos como si de la cura definitivamente del cáncer se tratara.

• Ambición reformista

No, como son los otros los equivocados, son ellos —esos otros— los que deben cambiar su actitud.

España no tiene mimbres para competir en este entorno tan competitivo; o se reforma o languidecerá

Ni los tendrá; ergo: languidecerá. Una golondrina no hace verano, y voces como las de quien escribió este excelente artículo son una golondrina solitaria y, además, vista como peligrosa.

• Dominado por las grandes empresas, en connivencia con los poderes públicos

Es lo que denunció César Vidal en uno, o tal vez más, de la serie de artículos España. Las razones de una diferencia, que publiqué en el blog. Una costumbre ancestral que podrá cambiarse con la urgencia que el caso requiere, pues no cuenta con la empatía de la idiosincrasia nacional.

• Reformar la Administración

Es lo que todos claman ahora, pero, ¿quién le pone el cascabel al gato? Conviene ver este documento para hacerse idea de la magnitud del problema.

• Acabar con el corporativismo conservador del alto funcionariato

Esto me hace recordar lo que un consultor que conocí mientras yo vivía en Madrid me dijo un día: «El problema de España es que es un funcionariato«. Fue la primera vez que escuché esta palabreja.

• Culpabilización de Europa

Repito: los equivocados son los otros, que no saben vivir.

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21-07-12

Prólogo del libro «¿Qué nos ha pasado?»

En menos de cuatro años España ha pasado de ser uno de los países de mayor crecimiento de la UE, a sufrir una profunda depresión nacional, con más de cinco millones de parados, y una reducción de la riqueza que amenaza con llevar a una década perdida.

Durante la última legislatura, el país ha transitado de la euforia a una intensa crisis económica y social. Y el PSOE pasó de revalidar su victoria en marzo de 2008 a cosechar en noviembre de 2011 el peor resultado de su historia, permitiendo al PP acumular más poder, central y territorial, que ninguna otra formación en la democracia.

El mundo también ha cambiado, acelerándose el desprestigio de la globalización y del modelo económico imperante, el

desplazamiento, de Occidente a Oriente y al Sur, del poder y riqueza, el declive relativo de los EE UU, y una crisis sin precedentes del euro y de la Unión Europea.

Las explicaciones han oscilado entre la personalización, en Rodríguez Zapatero, de todos los males, y una visión acrítica que se excusaba en el origen internacional de la crisis, cuando lo que ha habido es un fallo de país en plena transformación europea y global.

Los autores han vivido esta transmutación desde dentro, desde el Departamento de Análisis y Estudios del Gabinete de la Presidencia del Gobierno, y aportan las claves para entender este naufragio nacional, y cómo superarlo.

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16/07/2012

Angel Pascual-Ramsay

España debe salvarse a sí misma

Europa no salvará a España; ni puede ni debe. Pero sí que ayudará, si asumimos nuestra responsabilidad de modernizar el país. De hacerlo no sólo depende el futuro de España sino incluso la supervivencia del proyecto europeo. La falta de perspectivas de crecimiento de las economías del sur, y especialmente España, está haciendo dudar a la Europa del norte de la viabilidad del euro.

Si mostramos que España puede crecer, con verdaderas reformas y no sólo con brutales recortes, daremos a nuestros socios

europeos la confianza que necesitan para apoyar una mayor integración fiscal y económica, y ayudaremos a Europa a salvarse a sí misma.

Hoy Europa es el problema, y España —puede ser— la solución. Pero, lejos de responder al reto, este país parece empeñado en buscar culpables externos; nada bueno vendrá de esta actitud. España no funciona bien, la responsabilidad es nuestra y, en el fondo, lo sabemos; por tanto, urge asumir la gravedad de la situación y la necesidad de afrontarla colectivamente.

Un primer paso es desmontar varios mitos exculpatorios que dominan hoy la conversación pública española:

1. La culpa es de Merkel y de Alemania

Falso. La postura de Alemania es racional y razonable. Se le está pidiendo a un país, que tiene grabado a fuego por su historia el peligro de la laxitud fiscal, que ponga el dinero para financiar un proyecto que —piensan, y con razón— que puede ser un cubo sin fondo y que puede acabar quebrándoles a ellos también.

Pedimos disparar con pólvora alemana, y Merkel, presionada por su preocupada opinión pública, lógicamente se niega. Antes quiere garantías de que las economías del sur pueden repagar sus deudas, y que la UE es económicamente viable.

2. El problema es el BCE

No; la negativa del BCE a comprar deuda española, y la incapacidad de España para acceder a los mercados, es un problema acuciante, pero no el de fondo, que es nuestra falta de potencial de crecimiento. La prima de riesgo es síntoma, no causa, del problema.

Si el BCE comprara masivamente nuestra deuda, o actuara como prestamista de última instancia, el paciente España seguiría enfermo, y una mayor rebaja de tipos de interés apenas tendría impacto, pues en una recesión de endeudamiento la prioridad es reducir deudas, no obtener crédito barato para inversión o consumo.

En el Reino Unido, el Banco de Inglaterra hace lo que se pide al BCE, pero el país sigue en deflación.

3. Los responsables son la UE y su política de austeridad

Es cierto que la UE sigue inexplicablemente colonizada por una política económica neoliberal que la crisis ha desacreditado y que las desastrosas políticas de reducción del déficit —que toda evidencia empírica muestra que son suicidas en una recesión de endeudamiento como la que vivimos— nos están llevando a una tercera recaída económica.

Pero nada de lo que le estamos pidiendo a Europa nos sacaría de nuestro agujero particular.

El problema es la falta de dinamismo de nuestra estructura económica, y no la falta de estímulo, que, aunque sí evitaría

que las cosas fueran a peor, apenas generaría crecimiento, como vimos con el Plan E.

4. El origen del problema es el mal diseño institucional de la UE

Sólo a medias. Efectivamente, hay desequilibrios entre regiones, y no existen mecanismos de ajuste e instituciones que los gestionen.

Pero las transferencias de la UE no subsanarían el problema de base: tras dos décadas de fondos de cohesión y estructurales, España no ha construido un modelo productivo dinámico que produzca crecimiento y empleo de calidad.

5. España no va tan mal; en las crisis siempre cunde el desanimo.

España va mal, y negarlo es tan irresponsable como contraproducente. Nos hemos contado una historia de país rico, innovador y dinámico, que no es cierta.

Nuestra economía es poco competitiva, está concentrada en sectores de baja productividad, y las empresas no invierten lo suficiente en I+D y formación. No tenemos recursos naturales ni ventajas competitivas en sectores de alto crecimiento y empleo. Muchos mercados están protegidos de verdadera competencia por un ancestral corporativismo. Nos enfrentamos al siglo XXI con estructuras del siglo XX e incluso del XIX.

6. Es culpa de los políticos y su falta de liderazgo

Los principales responsables son, sin duda, los políticos, e igual, o más, la élite empresarial y financiera, que ha llevado al país al borde de la quiebra.

Pero ellos no son sino reflejo de una dejación de responsabilidad colectiva. Como dijo Ortega en su «España invertebrada», cuando las masas dicen que no hay líderes, es que no hay masas: demasiados corruptos han sido legitimados con mayorías absolutas; demasiados españoles exigen servicios sociales pero piden pagar sin IVA.

Todo lo anterior es, por supuesto, matizable. Alemania podría estar jugando un papel más útil, y el BCE debería actuar como prestamista de última instancia. Pero lo cortés no quita lo valiente: la principal causa de nuestro actual predicamento es la falta de ambición reformista durante los últimos quince años (aquél ‘España va bien’ suena hoy a irresponsable complacencia).

Superarlo pasa por tomar conciencia del inmenso reto al que nos enfrentamos, y acometer este verdadero proyecto de regeneración nacional. Basta ya de echar la culpa a Europa.

Y es que España afronta un reto histórico. El mundo está experimentando un cambio sísmico por la eclosión de las economías emergentes. Tres quintos de la población mundial se están incorporando al sistema económico global, con ingentes reservas de mano de obra barata, y, cada vez más, innovación —China ya produce más patentes que EE UU, y más ingenieros

que el todo Occidente junto—, van a generar una dislocación económica como el mundo no ha visto en siglos.

España no tiene mimbres para competir en este entorno tan competitivo; o se reforma o languidecerá. El país necesita un verdadero shock de modernidad; no sólo recortes sociales o cambios en los márgenes, sino auténticas reformas que dinamicen el país y desmantelen intereses creados.

Hay que desmontar el mito de que las reformas son necesariamente sinónimo de sacrificio. Las verdaderas reformas estructurales rompen privilegios y benefician a la mayoría. La fiscalidad progresiva y la creación del estado del bienestar son buenos ejemplos.

El equivalente en la España de hoy deben ser reformas que democraticen la innovación; que den acceso a los instrumentos que permiten innovar a una base mucho mayor de ciudadanos y empresas, y liberen así todo el potencial creativo del país.

Debemos para ello liberalizar la economía, rompiendo el corporativismo que la tiene atenazada, y que resulta en un mercantilismo plutocrático dominado por las grandes empresas, en connivencia con los poderes públicos y en detrimento de la mayoría de empresas y emprendedores.

Debemos reformar la Administración para acabar con el corporativismo conservador del alto funcionariato y su práctica monopolización de la vida política. Y debemos construir una sociedad civil pujante y más cívica, que vigile a sus líderes y alumbre una cultura fiscal más responsable que haga viables los servicios sociales que demandamos.

Pero nada de esto será posible si se arrastra a España a un ajuste demasiado rápido y socialmente inviable con imposibles exigencias de austeridad. La única solución pasa por pedir a la UE un gran pacto por el que demos garantías de reforma y crecimiento cediendo aún más soberanía en política económica, a cambio de financiación del BCE y mayor flexibilidad en el

ajuste fiscal, pues las reformas no generan crecimiento a corto plazo.

Necesitamos espacio para el estímulo y para implementar políticas de crecimiento, empezando por una nueva política industrial.

Ante todo, y sobre todo, debemos sustituir la cada vez más preocupante culpabilización de Europa por empatía y diálogo; entender las razones de nuestros socios, que las tienen, y explicar las nuestras, que también las tenemos; y superar la dinámica acusatoria y nacionalista que tan desastrosa ha sido para Europa en el pasado y que tan peligrosamente parecemos estar

repitiendo.

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  • Ángel Pascual-Ramsay (Madrid, 1973).
  • · Titulado en Ciencias Empresariales Europeas (ICADE) y en Ciencias Políticas y Sociales por la Universidad de Cambridge.
  • · Máster en Administración (Universidad de Harvard).
  • · Dedicó el año 2003 a viajar y escribir en India.
  • · Ha trabajado en los sectores público y privado.
  • · Entre 2008 y 2011 fue asesor de tendencias económicas y geopolíticas globales del Departamento de Análisis y Estudios del Gabinete de la Presidencia del Gobierno.
  • · Formó parte del grupo de trabajo para el Foro de Davos.
  • · Es Asesor en el Gabinete del Presidente del Gobierno.
  • · En la actualidad es Director of Global Risks del ESADEgeo-Center for Global Economy and Geopolitics.
  • · Es autor de varias publicaciones de política económica e internacional.

Fuente: El País

Cortesía de Adolfo Blanco

[*Opino}– Los españoles prefieren una pensión más baja a trabajar durante más años

02-07-12

Carlos M. Padrón

Este título, que corresponde al artículo que copio más abajo, me resulta insólito, pues si me hubieran permitido trabajar en IBM hasta, por ejemplo, los 75 años —que aún no tengo—, habría aceptado de buen grado, ¡a pesar de que entonces no sabía yo lo mala que es la vida de jubilado, o sea, quedarse sin trabajo, quedarse sin algo en lo que uno se sienta útil y productivo!

Esto choca de frente con eso de que el 48% de los españoles encuestados creen que no debería ampliarse la edad de jubilación (la última reforma de pensiones elevaba hasta 67 años la edad), y explica, como ya conté en este post, por qué mi opinión sobre las bondades del trabajo, que manifesté públicamente en la radio española cuando aún ni sospechaba yo que me jubilarían antes de los 65 años, no la compartían la mayoría de los españoles con los que hablé al respecto, aunque es algo de lo que tratan otros artículos de plumas mucho más autorizada que la mía.

Igualmente me resulta insólito que muchos españoles consideren que «De trabajar más, nada de nada; es preferible, incluso, afrontar recortes de prestación como mal menor», y encima digan que no piensan que ahorrar para la jubilación sea prioritario en este momento.

Sospecho que el motivo es que siguen apegados al bendito Estado de Bienestar y piensan que Papá Estado se hará cargo de mí y, por tanto, ¿qué sentido tiene ahorrar para mi jubilación?

Mejor sería que hicieran caso a lo de que, según desvela el informe, «España está por debajo de la media europea en el denominado índice de preparación para la jubilación», y, cuanto antes, comenzaran a tomar medidas, como la del ahorro o planes alternos, para cuando al fin les llegue la jubilación.

La medida de prepararse anímicamente para ese trance no la menciona porque me temo que no la necesiten quienes quieren rebajar la edad de jubilación.

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02/07/2012

Los españoles prefieren una pensión más baja a trabajar durante más años

¿Cómo ve la transición a la jubilación? ¿Cree necesaria una reforma de pensiones? ¿Hay que trabajar más años para compensar los costos derivados del aumento de la esperanza de vida? ¿Las futuras generaciones de jubilados estarán mejor o peor que los jubilados en este momento?

Un mar de dudas planea sobre la Seguridad Social; la crisis ha hecho mella en los ingresos y desatado un mar de dudas sobre la solidez del sistema de pensiones en el presente y en el futuro, una situación que ha vuelto a abrir el melón de nuevas reformas.

La aseguradora Aegon España ha elaborado un estudio sobre la jubilación basado en 9.000 encuestas realizadas en España, Francia, Alemania, Hungría, Holanda, Polonia, Suecia, Reino Unido y Estados Unidos, en el que se analizan también las opiniones de los trabajadores sobre el papel del Estado y el sector privado en las pensiones, así como el impacto que la crisis tiene sobre sus planes de jubilación, junto con su grado de prevención económica para la misma, que en España está bajo mínimos.

De entre todas las respuestas, una de ellas sobresale sobre las demás en el informe «la cara cambiante de la jubilación». De trabajar más, nada de nada; es preferible, incluso, afrontar recortes de prestación como mal menor.

Y es que el 48% de los encuestados en nuestro país creen que no debería ampliarse la edad de jubilación (la última reforma de pensiones elevaba hasta 67 años la edad). Un 26% piensan que sí debería aumentar la edad de jubilación salvo para trabajadores que tienen oficios de riesgo o manuales.

Pese a estos resultados, la mayoría (94%) de los encuestados (1.000 personas), consideran necesaria la reforma de las pensiones.

De ese porcentaje, un 49% son partidarios de una propuesta equilibrada con reducciones en pagos individuales y subidas de impuestos, un 30% piensan que habría que aumentar los fondos para las pensiones mediante una subida de impuestos, y el 15% optan por reducir el costo total de las pensiones mediante la reducción del valor de los pagos de la pensión individual.

Adiós «jubilación dorada»

El estudio de Aegon apunta a España como uno de los países más pesimistas sobre el futuro de su sistema de pensiones. El antiguo concepto de «jubilación dorada» desaparece para dar paso a un clima de desconfianza, en el que un 70% de los españoles consideran que las futuras generaciones tendrán una jubilación con peor calidad de vida.

Sobre su situación personal, el 29% de los encuestados confían en mantener un buen nivel de vida tras su jubilación, frente a un 45% que no lo creen así, lo que supone un índice de pesimismo mayor que la media en Europa.

Curiosamente, hay una sensación más positiva entre el grupo de edad de menores de 25 años, de los cuales un 14% creen que su jubilación será mejor que la de la generación actual. Sin embargo, el porcentaje de los que opinan que tras jubilarse conseguirán el dinero que necesitan para vivir, se reduce al 7% frente al 15% de la media europea.

Los recortes ejercen también su influencia en la planificación de la jubilación a medio o largo plazo.

Sólo un 32% de los encuestados creen que podrán dejar de trabajar por completo cuando llegue su edad de jubilación, y un 60% opinan que deberán trabajar durante más años para poder jubilarse en buenas condiciones; el mismo porcentaje que se declara consciente de que tendrán que empezar a planificar su jubilación.

Sin embargo, hay también un 55% de encuestados que, aunque creen que es importante ahorrar para la jubilación, no piensan que sea prioritario en este momento.

Poco preparados

El informe desvela que España está por debajo de la media europea en el denominado índice de preparación para la jubilación.

Este índice se ha establecido teniendo en cuenta el grado de compromiso en seis puntos básicos —responsabilidad, conocimiento, comprensión, planificación, ahorro, y expectativa— para determinar cómo se prepara la población de cada país.

Aunque un 64% de los españoles encuestados otorgaron una valoración alta a la necesidad de planificar su jubilación, esa conciencia no se traduce en una acción práctica; sólo un 26% lo están haciendo de forma activa, lo que supone la mayor brecha entre comprensión y ahorro de todos los países encuestados, a excepción de Polonia.

Esta diferencia se explica por factores como el alto índice de desempleo, las fuertes medidas de austeridad, y la confianza que se tuvo durante años en el sector inmobiliario como uno de los pilares de los planes de jubilación.

Todo ello impide a los españoles invertir tanto como querrían en sus planes de jubilación, y deja a España con un nivel de 5 puntos, tres décimas por debajo de la media europea (5,3), igualada con Polonia y solo por delante de Hungría (4,8).

Fuente: ABC