22-07-12
Carlos M. Padrón
Es refrescante ver que hay algunos con sesera suficiente para detectar las llagas y poner el dedo en ellas.
Pero ésos son una privilegiada minoría que no puede acabar con la ley de que, por ejemplo, un gobierno es el reflejo de la mayoría de los ciudadanos que lo eligieron, y de la mayoría de los rasgos que imperan en su país o, dicho de otro modo, de su idiosincrasia. Es lo que pasa, por ejemplo, en Venezuela.
En el caso que denuncia el excelente artículo que sigue, que creo importante destacar estas frases:
• Se excusaba en el origen internacional de la crisis
Y los españoles seguirán haciéndolo porque, para ellos, el trabajo es castigo y su aspiración es vivir sin trabajar, sin esfuerzo y sin sacrificios, en un país en el que impere el Estado de Bienestar, que, si bien es algo que funciona, por ejemplo, en los países nórdicos, en España se entiende como vivir sin dar golpe y sin pagar impuestos. Para los más de los españoles, los equivocados son los otros, ellos no.
• España no ha construido un modelo productivo dinámico
Ni veo cómo pueda hacerlo. Eso exige trabajo.
• Nos hemos contado una historia de país rico, innovador y dinámico, que no es cierta
Algo que se ha dicho muchas veces y que a mí ya me da vergüenza ajena, pues cuando algún español destaca en algo, que generalmente es intranscendente, la prensa española —al menos la digital, la que reviso cada día— lo anuncia, por semanas, a bombos y platillos como si de la cura definitivamente del cáncer se tratara.
• Ambición reformista
No, como son los otros los equivocados, son ellos —esos otros— los que deben cambiar su actitud.
• España no tiene mimbres para competir en este entorno tan competitivo; o se reforma o languidecerá
Ni los tendrá; ergo: languidecerá. Una golondrina no hace verano, y voces como las de quien escribió este excelente artículo son una golondrina solitaria y, además, vista como peligrosa.
• Dominado por las grandes empresas, en connivencia con los poderes públicos
Es lo que denunció César Vidal en uno, o tal vez más, de la serie de artículos España. Las razones de una diferencia, que publiqué en el blog. Una costumbre ancestral que podrá cambiarse con la urgencia que el caso requiere, pues no cuenta con la empatía de la idiosincrasia nacional.
• Reformar la Administración
Es lo que todos claman ahora, pero, ¿quién le pone el cascabel al gato? Conviene ver este documento para hacerse idea de la magnitud del problema.
• Acabar con el corporativismo conservador del alto funcionariato
Esto me hace recordar lo que un consultor que conocí mientras yo vivía en Madrid me dijo un día: «El problema de España es que es un funcionariato«. Fue la primera vez que escuché esta palabreja.
• Culpabilización de Europa
Repito: los equivocados son los otros, que no saben vivir.
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21-07-12
Prólogo del libro «¿Qué nos ha pasado?»
En menos de cuatro años España ha pasado de ser uno de los países de mayor crecimiento de la UE, a sufrir una profunda depresión nacional, con más de cinco millones de parados, y una reducción de la riqueza que amenaza con llevar a una década perdida.
Durante la última legislatura, el país ha transitado de la euforia a una intensa crisis económica y social. Y el PSOE pasó de revalidar su victoria en marzo de 2008 a cosechar en noviembre de 2011 el peor resultado de su historia, permitiendo al PP acumular más poder, central y territorial, que ninguna otra formación en la democracia.
El mundo también ha cambiado, acelerándose el desprestigio de la globalización y del modelo económico imperante, el
desplazamiento, de Occidente a Oriente y al Sur, del poder y riqueza, el declive relativo de los EE UU, y una crisis sin precedentes del euro y de la Unión Europea.
Las explicaciones han oscilado entre la personalización, en Rodríguez Zapatero, de todos los males, y una visión acrítica que se excusaba en el origen internacional de la crisis, cuando lo que ha habido es un fallo de país en plena transformación europea y global.
Los autores han vivido esta transmutación desde dentro, desde el Departamento de Análisis y Estudios del Gabinete de la Presidencia del Gobierno, y aportan las claves para entender este naufragio nacional, y cómo superarlo.
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16/07/2012
Angel Pascual-Ramsay
España debe salvarse a sí misma
Europa no salvará a España; ni puede ni debe. Pero sí que ayudará, si asumimos nuestra responsabilidad de modernizar el país. De hacerlo no sólo depende el futuro de España sino incluso la supervivencia del proyecto europeo. La falta de perspectivas de crecimiento de las economías del sur, y especialmente España, está haciendo dudar a la Europa del norte de la viabilidad del euro.
Si mostramos que España puede crecer, con verdaderas reformas y no sólo con brutales recortes, daremos a nuestros socios
europeos la confianza que necesitan para apoyar una mayor integración fiscal y económica, y ayudaremos a Europa a salvarse a sí misma.
Hoy Europa es el problema, y España —puede ser— la solución. Pero, lejos de responder al reto, este país parece empeñado en buscar culpables externos; nada bueno vendrá de esta actitud. España no funciona bien, la responsabilidad es nuestra y, en el fondo, lo sabemos; por tanto, urge asumir la gravedad de la situación y la necesidad de afrontarla colectivamente.
Un primer paso es desmontar varios mitos exculpatorios que dominan hoy la conversación pública española:
1. La culpa es de Merkel y de Alemania
Falso. La postura de Alemania es racional y razonable. Se le está pidiendo a un país, que tiene grabado a fuego por su historia el peligro de la laxitud fiscal, que ponga el dinero para financiar un proyecto que —piensan, y con razón— que puede ser un cubo sin fondo y que puede acabar quebrándoles a ellos también.
Pedimos disparar con pólvora alemana, y Merkel, presionada por su preocupada opinión pública, lógicamente se niega. Antes quiere garantías de que las economías del sur pueden repagar sus deudas, y que la UE es económicamente viable.
2. El problema es el BCE
No; la negativa del BCE a comprar deuda española, y la incapacidad de España para acceder a los mercados, es un problema acuciante, pero no el de fondo, que es nuestra falta de potencial de crecimiento. La prima de riesgo es síntoma, no causa, del problema.
Si el BCE comprara masivamente nuestra deuda, o actuara como prestamista de última instancia, el paciente España seguiría enfermo, y una mayor rebaja de tipos de interés apenas tendría impacto, pues en una recesión de endeudamiento la prioridad es reducir deudas, no obtener crédito barato para inversión o consumo.
En el Reino Unido, el Banco de Inglaterra hace lo que se pide al BCE, pero el país sigue en deflación.
3. Los responsables son la UE y su política de austeridad
Es cierto que la UE sigue inexplicablemente colonizada por una política económica neoliberal que la crisis ha desacreditado y que las desastrosas políticas de reducción del déficit —que toda evidencia empírica muestra que son suicidas en una recesión de endeudamiento como la que vivimos— nos están llevando a una tercera recaída económica.
Pero nada de lo que le estamos pidiendo a Europa nos sacaría de nuestro agujero particular.
El problema es la falta de dinamismo de nuestra estructura económica, y no la falta de estímulo, que, aunque sí evitaría
que las cosas fueran a peor, apenas generaría crecimiento, como vimos con el Plan E.
4. El origen del problema es el mal diseño institucional de la UE
Sólo a medias. Efectivamente, hay desequilibrios entre regiones, y no existen mecanismos de ajuste e instituciones que los gestionen.
Pero las transferencias de la UE no subsanarían el problema de base: tras dos décadas de fondos de cohesión y estructurales, España no ha construido un modelo productivo dinámico que produzca crecimiento y empleo de calidad.
5. España no va tan mal; en las crisis siempre cunde el desanimo.
España va mal, y negarlo es tan irresponsable como contraproducente. Nos hemos contado una historia de país rico, innovador y dinámico, que no es cierta.
Nuestra economía es poco competitiva, está concentrada en sectores de baja productividad, y las empresas no invierten lo suficiente en I+D y formación. No tenemos recursos naturales ni ventajas competitivas en sectores de alto crecimiento y empleo. Muchos mercados están protegidos de verdadera competencia por un ancestral corporativismo. Nos enfrentamos al siglo XXI con estructuras del siglo XX e incluso del XIX.
6. Es culpa de los políticos y su falta de liderazgo
Los principales responsables son, sin duda, los políticos, e igual, o más, la élite empresarial y financiera, que ha llevado al país al borde de la quiebra.
Pero ellos no son sino reflejo de una dejación de responsabilidad colectiva. Como dijo Ortega en su «España invertebrada», cuando las masas dicen que no hay líderes, es que no hay masas: demasiados corruptos han sido legitimados con mayorías absolutas; demasiados españoles exigen servicios sociales pero piden pagar sin IVA.
Todo lo anterior es, por supuesto, matizable. Alemania podría estar jugando un papel más útil, y el BCE debería actuar como prestamista de última instancia. Pero lo cortés no quita lo valiente: la principal causa de nuestro actual predicamento es la falta de ambición reformista durante los últimos quince años (aquél ‘España va bien’ suena hoy a irresponsable complacencia).
Superarlo pasa por tomar conciencia del inmenso reto al que nos enfrentamos, y acometer este verdadero proyecto de regeneración nacional. Basta ya de echar la culpa a Europa.
Y es que España afronta un reto histórico. El mundo está experimentando un cambio sísmico por la eclosión de las economías emergentes. Tres quintos de la población mundial se están incorporando al sistema económico global, con ingentes reservas de mano de obra barata, y, cada vez más, innovación —China ya produce más patentes que EE UU, y más ingenieros
que el todo Occidente junto—, van a generar una dislocación económica como el mundo no ha visto en siglos.
España no tiene mimbres para competir en este entorno tan competitivo; o se reforma o languidecerá. El país necesita un verdadero shock de modernidad; no sólo recortes sociales o cambios en los márgenes, sino auténticas reformas que dinamicen el país y desmantelen intereses creados.
Hay que desmontar el mito de que las reformas son necesariamente sinónimo de sacrificio. Las verdaderas reformas estructurales rompen privilegios y benefician a la mayoría. La fiscalidad progresiva y la creación del estado del bienestar son buenos ejemplos.
El equivalente en la España de hoy deben ser reformas que democraticen la innovación; que den acceso a los instrumentos que permiten innovar a una base mucho mayor de ciudadanos y empresas, y liberen así todo el potencial creativo del país.
Debemos para ello liberalizar la economía, rompiendo el corporativismo que la tiene atenazada, y que resulta en un mercantilismo plutocrático dominado por las grandes empresas, en connivencia con los poderes públicos y en detrimento de la mayoría de empresas y emprendedores.
Debemos reformar la Administración para acabar con el corporativismo conservador del alto funcionariato y su práctica monopolización de la vida política. Y debemos construir una sociedad civil pujante y más cívica, que vigile a sus líderes y alumbre una cultura fiscal más responsable que haga viables los servicios sociales que demandamos.
Pero nada de esto será posible si se arrastra a España a un ajuste demasiado rápido y socialmente inviable con imposibles exigencias de austeridad. La única solución pasa por pedir a la UE un gran pacto por el que demos garantías de reforma y crecimiento cediendo aún más soberanía en política económica, a cambio de financiación del BCE y mayor flexibilidad en el
ajuste fiscal, pues las reformas no generan crecimiento a corto plazo.
Necesitamos espacio para el estímulo y para implementar políticas de crecimiento, empezando por una nueva política industrial.
Ante todo, y sobre todo, debemos sustituir la cada vez más preocupante culpabilización de Europa por empatía y diálogo; entender las razones de nuestros socios, que las tienen, y explicar las nuestras, que también las tenemos; y superar la dinámica acusatoria y nacionalista que tan desastrosa ha sido para Europa en el pasado y que tan peligrosamente parecemos estar
repitiendo.
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- Ángel Pascual-Ramsay (Madrid, 1973).
- · Titulado en Ciencias Empresariales Europeas (ICADE) y en Ciencias Políticas y Sociales por la Universidad de Cambridge.
- · Máster en Administración (Universidad de Harvard).
- · Dedicó el año 2003 a viajar y escribir en India.
- · Ha trabajado en los sectores público y privado.
- · Entre 2008 y 2011 fue asesor de tendencias económicas y geopolíticas globales del Departamento de Análisis y Estudios del Gabinete de la Presidencia del Gobierno.
- · Formó parte del grupo de trabajo para el Foro de Davos.
- · Es Asesor en el Gabinete del Presidente del Gobierno.
- · En la actualidad es Director of Global Risks del ESADEgeo-Center for Global Economy and Geopolitics.
- · Es autor de varias publicaciones de política económica e internacional.
Fuente: El País
Cortesía de Adolfo Blanco