[Hum}– Un perro realmente adorable

Un hombre, vecino de una zona próxima a un cementerio. estaba desayunando un día, como a las 11 de la mañana, sentado en la cocina de su casa y mirando distraídamente hacia la calle, cuando vio que rumbo al camposanto avanzaba lentamente un cortejo fúnebre muy poco usual: Un largo ataúd negro era seguido como a 50 pasos por un segundo ataúd, también largo y negro. Detrás del segundo ataúd caminaba un hombre solitario llevando de la correa a un perro pitbull. Y detrás del hombre y el perro caminaban, en una sola fila, unos 200 hombres más.

El vecino no pudo aguantar la curiosidad, y, con mucho respeto, se aproximó al hombre que llevaba al perro y le dijo:

—Señor, sé que éste es un muy mal momento para molestarle, pero, aunque vivo cerca del cementerio y veo muchos cortejos fúnebres, nunca había visto uno como éste. ¿De quién es este sepelio?

El hombre respondió:

—Bueno, en el primer ataúd está mi esposa.

—¿Qué le pasó a ella?—, preguntó el vecino.

El hombre respondió:

—Mi perro la atacó y la mató.

Y el vecino volvió a preguntar:

—Lo siento, señor, pero ¿y quién está en el segundo ataúd?

El hombre respondió:

—Mi suegra. Ella intentó ayudar a mi esposa y el perro se volvió contra ella y también la mató.

Siguió un solemne silencio, y entonces el vecino, previo carraspeo, preguntó:

—Señor, ¿puedo pedirle prestado el perro?

—Haga la cola—, dijo el hombre, apuntando con su dedo hacia atrás.

[Hum}– ¿Dónde está Belle?

Una niñita, que quería mucho a Belle, la perrita de la familia, le preguntó a u mamá:

—Mami, ¿puedo sacar a pasear a Belle alrededor de la cuadra?

Replicó la mamá:

—No, porque está en celo.

—¿Qué significa eso?—, preguntó la niña.

—Ve a preguntarle a tu padre. Creo que está en el garaje.
La niña fue al garaje, encontró allí a su padre y le preguntó:

—Papi, ¿puedo sacar a pasear a Belle alrededor de la cuadra? Le pregunté a mi mami, pero me dijo que Belle está en celo y que viniera a preguntarte a ti.

El padre dijo:

—Tráeme a Belle.

Siendo él, como de hecho era, de la vieja escuela, tomó un trapo, lo empapó de gasolina y lo frotó en la parte trasera de la perra para así disimular el olor propio del celo, y entonces le dijo a la niñita:

—OK, ya puedes llevarla al paseo. Pero no la sueltes; mantenla siempre con la correa, y da sólo una vuelta a la cuadra.

Pocos minutos después, la niñita llegó al garaje sin correa y sin perra. Sorprendido, el padre le preguntó:

—¿Dónde está Belle?
La niñita respondió:

—A medio camino de la vuelta a la cuadra se quedó sin gasolina, y un perro la está empujando de vuelta a casa.

Courtesy of Bob Meehan

[*Opino}– Más sobre la supuesta condición doméstica de los gatos

31-12-13

Carlos M. Padrón

En el artículo que copio abajo se cuenta cuán peligrosos son los que llaman gatos «asilvestrados», un adjetivo que para mí es sólo un eufemismo para no reconocer que esos felinos son, por naturaleza, fieras.

Los «no asilvestrados» serían los que nacieron en un ambiente doméstico, o sea, en una casa habitada por humanos, y mantuvieron constante contacto con éstos.

De no ser así, se comportarían como lo hicieron unos gatos que, si bien nacieron y se criaron a escasos metros de una casa de familia, en El Paso (isla de La Palma, Canarias), se comportaron como fieras, según ya conté en el artículo «No creo que a los gatos se les pueda considerar a priori animales domesticados«.

Este artículo recibió un comentario diciendo que los perros se comportarían igual de fieras si hubieran nacido y se hubieran criado en similares condiciones, pero discrepo porque, en el supuesto rarísimo caso de que una perra doméstica —como eran todas las que había en la isla— pariera dentro de unas tuneras tan próximas a una casa habitada, vendría a esa casa a solicitar comida, y traería con ella a sus cachorros en cuanto éstos pudieran caminar. La gata del cuento, aunque supuestamente «doméstica», no hizo nada de eso.

En el artículo que sigue se dice que el gato doméstico ha establecido poblaciones asilvestradas en islas de todo el mundo cuya extensión es inferior a los 290 km², y su población no supera los 900 habitantes.

Pues bien, la isla de La Palma tiene una extensión de 708,32 km², en sus montes no hay especies peligrosas para el hombre, y estoy convencido de que si alguien abandonara en ellos a una pareja —macho y hembra— de perros domésticos (en realidad, allá no hay de otros), éstos no tardarían en acercarse a la casa más próxima y quedarse en ella, si se lo permitieran, o seguir tras del primer humano que en el monte encontraran.

Sin embargo, los gatos del artículo que sigue fueron abandonados en islas mucho más pequeñas, se quedaron en los montes de éstas y vivieron allí como las fieritas que son.

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31/12/2013

Los gatos asilvestrados, el azote de las especies amenazadas en las islas

Un equipo internacional liderado por investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha examinado el papel de los gatos asilvestrados en el contexto de la crisis de biodiversidad que sufren las islas.

El equipo ha determinado que estos invasores han contribuido a la extinción de al menos 33 especies de vertebrados endémicos. Los resultados, publicados en la revista BioScience, recogen que 13 especies se encuentran en peligro crítico en 12 islas de dimensiones reducidas.

Los investigadores han identificado aquellas islas donde existe una gran probabilidad de que acontezcan las próximas extinciones causadas por esta especie invasora. Para ello han tenido en cuenta datos sobre la alimentación, los impactos sobre la conservación de especies amenazadas y la experiencia de las campañas de erradicación ya realizadas.

Según estos resultados, dos reptiles, nueve aves y dos mamíferos se encuentran en peligro crítico, de acuerdo con la catalogación de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.

«Los datos que hemos obtenido pueden ser de gran utilidad a la hora de dedicar los escasos fondos de que disponen las agencias de conservación, a nivel nacional o internacional, a la vez que se priorizan la erradicación de gatos asilvestrados, además de otras especies invasoras, en un contexto global», destaca Manuel Nogales, investigador del CSIC en el Instituto de Productos Naturales y Agrobiología, ubicado en Tenerife.

La introducción de especies invasoras, particularmente de mamíferos depredadores, es uno de los principales factores que contribuyen a la extinción en las islas.

Desde la domesticación del gato salvaje africano, hace unos 9.000 años, el hombre ha dispersado ampliamente el gato doméstico, que ha establecido poblaciones asilvestradas en islas de todo el mundo, incluso en los archipiélagos más remotos.

  • Siete de las 12 islas que albergan especies de vertebrados en peligro crítico se encuentran en el océano Pacífico: Alejandro Selkirk (Chile), Guadalupe (Baja California), Floreana (Islas Galápagos), Socorro (Islas de Revillagigedo), Fatu Hiva (Polinesia francesa), Robinson Crusoe (Chile), y San Lorenzo Sur (Baja California)
  • Tres de ellas en el Caribe: Cayo Pine (Islas Caicos), Pequeña Caimán (Islas Caimán), y Anegada (Islas Vírgenes Británicas)
  • Una en el Índico, Ámsterdam (Tierras Australes y Antárticas Francesas), y
  • Una en el Mediterráneo (Baja California).
  • Todas ellas tienen una extensión inferior a los 290 kilómetros cuadrados y su población no supera los 900 habitantes.

Fuente

[*Opino}– Perros y cerdos, una desafortunada comparación

24/12/2013

Carlos M. Padrón

No veo que el título, «Por qué queremos a los perros pero nos comemos a los cerdos», del artículo que copio abajo tenga que ver con su contenido.

Tal vez lo escogieron para llamar la atención del lector hacia un artículo destinado a promocionar un libro.

Un artículo que cuestiona el consumo que hacemos de carne animal, un cuestionamiento con el que estoy de acuerdo, y pienso que algún día, tan lejos en el tiempo que sospecho que no lo vean ni mis bisnietos, ya los humanos no comeremos carne.

Aunque mi padre fue alguna vez cazador, y mi hermano mayor pescador, no estoy de acuerdo con estas prácticas.

Pero volviendo a ese título, creo que la comparación entre perros y cerdos es desafortunada porque si bien un perro puede ser —y de hecho es— una excelente mascota, un cerdo no.

A pesar de que hay gente que tiene cerdos —sobre todo unos muy pequeños— como mascotas, las diferencias entre éstos y los perros son muchas y muy grandes.

Toemos la higiene, sólo por usar una. Si bien los más de los perros mascota que viven en casas van instintivamente a buscar un jardín o terreno baldío para hacer sus necesidades, dudo mucho que un cerdo, si tenido como mascota en iguales condiciones, haga lo mismo de forma instintiva.

Además, el excremento de los perros apenas hiede si se le compara con el de los cerdos,…. a menos que para los cerdos mascota se invente una comida especial.

Por otra parte, desde hace siglos el perro ha buscado la compañía humana, no así el cerdo. El perro se caracteriza por la fidelidad a su dueño, ¿sería fiel un cerdo?

En fin, que aunque los chinos coman carne de perro con el mismo desparpajo con que nosotros comemos la de cerdo, sigo sin aceptar esa costumbre de los chinos, en especial porque, por lo dicho arriba y por mil motivos más, queremos a los perros porque nos han acompañado por siglos como fieles amigos y defensores de nuestra vidas y casas, cosa que los cerdos no han hecho ni creo que pudieran hacerlo,… lo cual no justifica que nos los comamos.

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16/12/2013

Teresa Guerrero

Por qué queremos a los perros pero nos comemos a los cerdos

Imagine que unos amigos le invitan a su casa a cenar. El plato principal es un estofado de carne que huele fenomenal y está delicioso.

Mientras lo disfruta le pregunta a sus anfitriones por la receta. «Coges un kilo de carne de Golden retriever, marinada desde la noche…», le contesta su amigo. «¿¡Golden retriever!? «Si usted es como la mayoría de las personas que viven en Occidente, probablemente se sentirá mal ante la idea de estar comiéndose un perro cocinado». Incluso sentirá asco, «porque los perros no se comen».

Si sus anfitriones le dicen que es una broma, y que en realidad han servido un estofado de ternera ¿seguiría comiendo? ¿se sentiría mejor?

Probablemente sí, porque «si usted es como la mayoría de las personas, cuando se sienta ante un estofado de ternera no ve la imagen del animal del que procede la carne. Sólo ve «comida», por lo que se centra en el sabor, en el aroma y en la textura».

Así comienza la psicóloga estadounidense Melanie Joy su reflexión sobre por qué nuestra cultura nos permite comer algunos animales sin contemplaciones, mientras nos insta a que consideremos otras especies como mascotas y, como consecuencia de ello, la idea de causarles sufrimiento nos causa malestar.

Una reflexión que resume bien el título de su libro, que acaba de ser publicado en español, y recoge las investigaciones que la autora realizó durante su tesis doctoral. «Comer animales o no hacerlo es una tema de justicia social».

La decisión de comer carne

Melanie Joy ha acuñado un término, el carnismo, para denominar «el sistema de creencias que nos condiciona a comer unos animales determinados». Y es que, según sostiene, «en la mayor parte del mundo actual las personas no comen carne porque lo necesitan, sino porque deciden hacerlo. Y las decisiones siempre se derivan de las creencias».

«El carnismo es un sistema de creencias invisible, y el trabajo de Melanie Joy está permitiendo darle visibilidad. Una vez que conocemos este sistema, tenemos la libertad de decidir», explica Javier Moreno, de Igualdad Animal, la organización de defensa de los derechos animales a la que irán destinados los beneficios de la venta de esta obra.

Joy, profesora de psicología y sociología en la Universidad de Massachusetts (Boston, EEUU), es vegana, es decir no consume ningún producto de origen animal (ni alimentos ni prendas de vestir ni asiste a espectáculos en los que se usen animales).

Pero no siempre fue así. Según confiesa, cuando era adolescente disfrutaba comiendo todo tipo de alimentos y era una fanática de la pizza con cuatro tipos de carne y extra de queso. «Como la mayor parte de la gente, me gustaban los animales y no quería que sufrieran aunque yo misma participaba en un sistema que cometía atrocidades y que iba en contra de mis valores. Cuando comía animales dejaba atrás la empatía», reflexiona.

Allá por 1999, cuando tenía 23 años, se puso enferma tras consumir una hamburguesa en mal estado. Tal fue la indigestión que acabó en el hospital: «A partir de entonces dejé de comer carne, me empezó a dar asco. Poco a poco comencé a interesarme por la información que siempre había estado ahí, y supe que hay millones de animales que están sufriendo de manera completamente innecesaria. Me di cuenta de que yo había contribuido al problema y quise ser parte de la solución», recuerda.

Su transición hacia el veganismo, relata, fue paulatina: «Primero dejé de comer carne, luego huevos y leche…» Hasta que con los años se convirtió en vegana. «No necesitamos carne para sobrevivir, ni siquiera para mantenernos sanos», asegura Joy, que en su libro pone como ejemplo «a los millones de vegetarianos sanos y longevos que así lo han demostrado», y defiende una dieta variada y la ingesta de proteínas de origen vegetal para satisfacer las necesidades nutricionales del cuerpo. A sus ojos, beber leche o comer huevos es tan desagradable como para cualquier occidental puede resultar comer carne de perro.

Nada menos que 10.000 millones de animales mueren cada año sólo en EEUU para el consumo humano, una cifra que se doblaría si incluimos las especies animales marinas destinadas a la alimentación. En su obra, Joy también denuncia las duras condiciones de trabajo a la que están sometidos muchos de los trabajadores de explotaciones ganaderas y de la industria cárnica en EEUU, a los que denomina «las otras víctimas del carnismo».

Durante la investigación que realizó para su tesis doctoral, la psicóloga entrevistó a todo tipo de personas: veganos, vegetarianos, carniceros, personas que trabajaban en la industria de la carne… Todos ellos, afirma, compartían una experiencia parecida sobre la consideración de especies como animales de compañías o aptos para el consumo.

Las tres N: Normal, natural y necesario

«El carnismo nos enseña a no pensar, a no sentir nada hacia estos animales. Comer carne se considera un hecho, no una elección», asegura.

Y este convencimiento, continúa, se ha logrado gracias a un sistema que justifica el consumo de carne a través de la repetición de lo que ella denomina las tres N: comer carne es normal, natural y necesario. Las mismas N que, según denuncia, se han usado a lo largo de la Historia para permitir y justificar la esclavitud, el racismo o la dominación masculina. Y es que para Joy «el carnismo es una ideología violenta, un sistema de presión, un mecanismo que distorsiona nuestra relación con los animales».

«La mayoría de nosotros creemos que comer carne es natural porque el ser humano caza y consume animales desde hace miles de años. Y ciertamente, la carne ha formado parte de nuestra dieta omnívora durante al menos dos millones de años. Pero el infanticidio, el asesinato, la violación y el canibalismo son, como mínimo, tan antiguos como el consumo de carne y, por tanto, podríamos argumentar que también son naturales. Pero no apelamos a la historia de estas conductas para justificarlas», defiende en su libro.

Naturalmente, en otros países la percepción que tienen sus ciudadanos sobre qué animales son comestibles es distinta a la nuestra, y para ellos también sería impensable ingerir algunas de las especies habituales en nuestra dieta. Por ejemplo, la vaca es sagrada en India, mientras que en otros países los insectos se consideran una importante fuente de proteínas y su consumo es habitual.

En algunas zona de Asia, como China y Vietnam, muchos ciudadanos comen perros sin miramientos, a pesar de que también allí es frecuente tenerlos como animal de compañía. Como destaca Javier Moreno, «distinguen entre los perros que van a destinarse al consumo humano y los que se consideran mascotas».

Joy, que lleva tres años viajando por el mundo y explicando en foros internacionales qué es el carnismo, está convencida de que la mayor parte de la gente no es consciente de las terribles condiciones en las que viven los animales destinados a convertirse en alimentos.

Por ello, la autora se muestra satisfecha por el descenso del consumo de carne que se ha registrado por primera vez en EEUU, donde cada ciudadano come aproximadamente 100 kilogramos de carne al año. No obstante, en su opinión este descenso no es sólo atribuible a una mayor concienciación sobre el sufrimiento de los animales, sino también a que la gente cada vez es más consciente de los contaminantes que ingiere cuando toman carne: «Suele estar aderezada con hormonas sintéticas, dosis masivas de antibióticos, pesticidas, herbicidas y fungicidas tóxicos», denuncia en su libro.

La autora confía en que su obra, que ha sido traducida a nueve idiomas, contribuya a que la gente se detenga unos instantes y reflexione sobre por qué comemos algunas especies animales y otras no.

Tener información sobre las condiciones en las que viven millones de animales destinados al consumo humano, sostiene, les ayudará a decidir de forma consciente y con libertad:

«Sin conciencia no hay elección libre», afirma. Porque, como dice la cita de Mahatma Gandhi que ha escogido como apertura de su libro, «podemos medir la grandeza y el progreso moral de una nación por el modo en que trata a sus animales».

Fuente

[*Opino}– No creo que a los gatos se les pueda considerar ‘a priori’ animales domesticados

23-12-13

Carlos M. Padrón

Pecaré de osado, pero me permito dudar de la afirmación de que, según el artículo que copio abajo, los gatos pueden considerarse un animal domesticado.

Mientras viví en mi casa natal, hubo gatos en ella, como también los había en las casas de todos los vecinos. Uno adoptaba a esos animales desde que nacían, y ellos se acostumbraban a la cercanía humana y a la casa donde se les daba cobijo.

No se los tenía como mascotas sino porque cazaban ratones, y en «su» casa permanecían hasta que morían, bien por viejos o, a veces, ahogados en algún embalse.

Sin embargo, a escasos metros de la casa de uno de nuestros vecinos había un banco de lo que llamábamos tuneras, y en el interior de él parió una gata que. No se supo por qué vino a parir ahí ni por qué no se llevó a sus crías a la casa a la que ella pertenecía.

El caso es que las crías crecieron en ese lugar y sin tener contacto alguno con humanos. Si los habitantes de esa casa dejaban abierta en las noches alguna ventana, los gatos se colaban por ella y hacían destrozos buscando comida, Y, cuando cansados de ellos, los vecinos se les acercaban para ver de echarlos de las tuneras, los «mininos» se defendían como las auténticas fieras que son, y lejos de huir atacaban en grupo y con todo.

¿Podría decirse que eran animales domesticados?

Hasta donde sé, con los perros no pasa eso.

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17/12/2013

Judith de Jorge

Los gatos fueron domesticados en China hace 5.300 años

El gato que duerme sobre nuestro sofá, se calienta junto al radiador o nos pide insistentemente de comer, nuestro gato casero, tiene unos exóticos orígenes orientales.

Arqueólogos de la Universidad de Washington en St. Louis creen que los mininos fueron domesticados por primera vez hace 5.300 años por agricultores del antiguo pueblo chino de Quanhucun, y no en Egipto, como se creía hasta ahora. Su hipótesis aparece publicada en la revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias (PNAS) de EE.UU.

Raramente se encuentran restos de gatos en los antiguos yacimientos arqueológicos, y se sabe poco sobre la forma en la que fueron domesticados. Hasta ahora, se creía que este proceso ocurrió por primera vez en el antiguo Egipto, hace unos 4.000 años, pero investigaciones más recientes sugieren que esta estrecha relación pudo haber surgido mucho antes. Incluso se ha encontrado un gato salvaje enterrado con un ser humano en Chipre hace casi 10.000 años.

Sin retrotraerse tanto en el tiempo, la nueva investigación sitúa la domesticación de los gatos en las antiguas aldeas agrícolas de China.

«Los gatos se sentían atraídos por los antiguos pueblos agrícolas en los que había pequeños animales, como roedores que vivían del grano que los agricultores cultivaban, comían y almacenaban», explica Fiona Marshall, coautora del estudio. «El pueblo de Quanhucun era una fuente de alimento para los gatos hace 5.300 años, y la relación entre humanos y gatos tenía beneficios mutuos, aunque era ventajosa para los gatos», dice.

La idea de que los gatos se domesticaron ellos mismos en los primeros asentamientos agrícolas no es nueva, pero había pocas evidencias para sostener la teoría. El nuevo estudio las ha encontrado en ocho huesos de al menos dos gatos recuperados del yacimiento de Quanhucum por científicos de la Academia China de Ciencias.

Utilizando la datación por radiocarbono y los análisis isotópicos de huellas de carbono y nitrógeno en los huesos, demostraron cómo una raza de gatos salvajes encontró un hueco en una sociedad que se nutría del cultivo extensivo del grano de mijo.

Los isótopos de carbono indican que roedores, perros y cerdos domésticos de la antigua aldea comían mijo, pero no los ciervos. Sin embargo, los gatos se aprovechaban de los roedores que vivían en el mijo cultivado y que daban problemas a los agricultores, como se aprecia en señales en las ollas de almacenamiento de grano.

Alimentado por humanos

Los científicos creen que la relación entre los gatos y los seres humanos se hizo cada vez mayor. Uno de los gatos analizados era viejo, lo que demuestra que sobrevivió mucho tiempo en el pueblo. Además, se aprecia que había comido menos ratones y más mijo de lo esperado, lo que sugiere que hurgaba entre la comida humana o era alimentado.

Estudios recientes de ADN indican que la mayoría de los aproximadamente 600 millones de gatos domésticos que viven actualmente en todo el mundo son descendientes de gatos salvajes del Cercano Oriente, una de las cinco subespecies de gato salvaje Felis sylvestris lybica que todavía se encuentran en todo el Viejo Mundo.

Actualmente no hay pruebas de ADN para demostrar si los gatos de Quanhucun son descendientes de este gato salvaje del Cercano Oriente, una subespecie no nativa de la zona. Si los gatos de Quanhucun resultan ser cercanos descendientes de este gato, esto sugeriría que fueron domesticados en otro lugar y posteriormente introducidos a la región.

«Todavía no sabemos si estos gatos llegaron a China desde el Cercano Oriente, ya sea porque se cruzaran con especies silvestres de gato chinas o incluso porque los gatos procedentes de China tuvieran un papel insospechado en la domesticación», dicen los investigadores.

Fuente

[*Opino}– Alguien cree haber hecho un gran descubrimiento sobre los perros

17-09-12

Carlos M. Padrón

El trabajo al que se refiere el artículo que copio abajo otro de esos estudios que me causan risa. ¿Es que no tienen temas más enjundiosos que estudiar?

Cualquier familia que haya tenido un perro y lo haya tratado con la regla de las 5 Cs —Casa, Comida. Cariño, Compañía y Cuidados— sabe que ése, el mejor amigo del hombre, goza de la alegría de los miembros de la familia con la que convive, y sufre con sus dolores, hasta llegar al extremo de negarse a comer, como en una oportunidad hizo Sam, el labrador retriever que entonces teníamos, y tuve que hospitalizarlo.

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17/09/2012

¿Pueden los perros sentir el dolor humano?

Nueva evidencia científica que viene a corroborar el dicho popular que asegura que «el perro es el mejor amigo del hombre».

Científicos de la Universidad de Goldsmiths, en Londres, aseguran en una investigación que los cánidos son capaces de distinguir cuándo las personas están tristes. El estudio sugiere que los perros domésticos expresan empatía cuando se enfrentan a seres angustiados.

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La Dra. Deborah Custance, y la investigadora Mayer Jennifer, ambas del Departamento de Psicología de dicha universidad, desarrollaron un procedimiento innovador para examinar si los perros domésticos pueden identificar y responder a los estados emocionales de los seres humanos.

Según el estudio, dieciocho perros, que abarcan una amplia gama de edades y razas, fueron expuestos durante 20 segundos a cuatro situaciones experimentales en las que el propietario del perro, o una persona desconocida, fingían llorar, hacer un zumbido extraño, o llevaban a cabo una conversación normal.

Los perros demostraron comportamientos compatibles con una expresión de preocupación empática. Significativamente los perros mostraron más atención a las personas que estaban llorando que al resto de comportamientos. La mayoría de los perros en el estudio respondieron de una manera sumisa a la persona que lloraba.

«El zumbido fue diseñado para provocar la curiosidad de los perros. El hecho de que los perros diferencien entre llorar y dicho zumbido indica que su respuesta al llanto no fue impulsada puramente por la curiosidad. Más bien, el llanto provoca una mayor respuesta emocional en los perros», explicó la Dra. Custance.

El estudio también encontró que los perros respondieron a la persona que estaba llorando, independientemente de si se trataba de su propietario o de un desconocido.

Fuente: La Vanguardia

[*Opino}– El mejor tributo al mejor amigo del hombre

31-07-12

Carlos M. Padrón

Por cortesía de Charo Bodega he recibo un archivo PPS que contiene el más emotivo tributo que en defensa de los perros haya yo leído jamás.

De ser cierto lo que en ese archivo se cuenta —y tiene toda la pinta de serlo—, mis felicitaciones póstumas para el abogado George Graham Vest, y todo lo contrario para el criminal Leonidas Hornsby cuyo nombre pasó a la posteridad gracias al abominable acto que cometió.

Ver/bajar el PPS Tributo a un perro.