[*ElPaso}– «Espejo de la Vida» / Poesías de Pedro Martín Hernández y Castillo: Parte 2-XIV

– XIV –

Te he visto tan amble en ocasiones,
que sincero en verdad me parecías;
mas pude comprender que así fingías,
halándote en periodo de elecciones.

Has hecho por tu mal que nunca crea
en cariño que nace en un instante:
yo quiero la amistad perseverante,
no al necio en quien se engendra falsa idea.

[*ElPaso}– «Espejo de la Vida» / Poesías de Pedro Martín Hernández y Castillo: Parte 2-XIII

XIII

¿Recuerdas —un amigo me decía—
lo que lloré al dejarme aquella hermosa
que, con aire soberbio do alta diosa,
en hacerme sufrir se complacía?

Y cuando en tu amistad me consolabas,
disipando de mi alma las heridas
que sangraban amor, penas sentidas,
por desengaño vil cicatrizadas?

Pues la bella mujer que por ventura,
mi pasión despreció con despotismo,
entre otras mil, del vicio en el abismo,
para siempre cayó. ¡Triste hermosura!

[*ElPaso}– «Espejo de la Vida» / Poesías de Pedro Martín Hernández y Castillo: Parte 2-XII

– XII – 

Al pasar junto a ti, te he saludado
con respeto debido,
y muchas veces tú no has contestado,
quizá por distraído.

Así llegué a pensar la vez primera,
mas vi que continuabas
y que al pasar por otros en la acera,
atento saludabas.

No obstante tu doctrina es la igualdad
y el respeto al obrero,
¡cuando eres de esa ley de caridad,
en faltar el primero!

[*ElPaso}– «Espejo de la Vida» / Poesías de Pedro Martín Hernández y Castillo: Parte 2-X

X

¿Recuerdas aquel baile, hermosa impía,
en que al compas de música armoniosa,
te admiraba y amores te ofrecía,
y en el cual tú juraste ser mi esposa?

¿Y aquél en que de blanco ibas vestida,
de rosas y azahares adornada,
celebrando gozosa y decidida,
con otro joven el estar casada?

¿Recuerdas aquel baile, hermosa impía?
Aquél en que ostentabas tus proezas?
Pues desde entonces hizo tu falsía,
que del mundo no crea en las promesas.

[*ElPaso}– «Espejo de la Vida» / Poesías de Pedro Martín Hernández y Castillo: Parte 2-IX

IX

Empezando a escribir
de mi pecho el sentir,
a la imprenta de un pueblo conocido
un escrito entregué,
el cual me devolvieron corregido
sin saber el por qué;
pues que más tarde, en culta capital,
un diario lo insertó,
idéntico al primer original.
¿Allí también me conocían? ¡No!

[*ElPaso}– «Espejo de la Vida» / Poesías de Pedro Martín Hernández y Castillo: Parte 2-VIII

VIII

Al casarte elegiste a una mujer
tan sólo por riqueza;
sin buscar para nada en aquel ser,
de su alma la pureza.

Mas fuiste a Cuba el vil metal buscando
y en tu casa quedaba
aquella que tu ausencia traicionando,
a otro hombre se entregaba.

Tú no extrañes, amigo, la torpeza
de su inmensa traición;
porque en ella buscaste la riqueza,
pero no el corazón.

NotaCMP.- Aquí expresa mi tío Pedro una opinión personal y sesgada en la cual está equivocado.

[*ElPaso}– «Espejo de la Vida» / Poesías de Pedro Martín Hernández y Castillo: Parte 2-VII

– VII –

¡Oh, sí! Te vi bañar
de la playa en las aguas nacaradas,
y con tu ser de formas delicadas,
allí jugaba el mar.

Cual soñada sirena,
que está en la mente de inspirado artista,
formabas una estela como arista
llegando hasta la arena.

Entre blancas espumas,
cuando bajo las olas te creía,
tu cara angelical aparecía,
cual Febo entre las brumas.

Quedo el mar un momento,
tendida entre sus aguas reposabas,
y en éxtasis profundo contemplabas
el bello firmamento.

Figura vaporosa
o ninfa, de los mares parecías.
Nadando, muchas veces emergías
en forma caprichosa.

De nuevo tu cabeza
aparecía en las inquietas olas,
y entusiasmado contemplaba a solas
de tu ser la belleza.

Mas, en lapso apacible,
en reposo la mar, en un instante,
te vi sobre sus aguas, arrogante
como un ser intangible.

De fragancias esencia,
y extracto de lo bello en la hermosura,
de tu alto ser tal era la figura,
que sólo era inocencia.

Las líneas cabalísticas
y los perfiles de tu ser sonado,
le daban a tu cuerpo delicado
direcciones artísticas.

Ya en pie sobre la arena,
y envuelta en blanco manto, te enjugabas;
el oleaje extática mirabas,
con reto de sirena.

Más que ninfa dichosa,
angélica visión me parecías,
cuando sobre tus carnes extendías
tu cabellera hermosa.

Allí lo acariciaba
el aura, y por tu cuerpo seductor,
en mis ansias pletóricas de amor,
ansioso te miraba.

Y cuando a tu retiro
tornabas leda, de ventura en pos,
tenues olas enviábante un adiós,
y mi alma un fiel suspiro.

¡Oh, sí! Tu gran belleza
hizo en mi pecho el corazón latir,
y en mi cerebro un ideal surgir,
basado en tu grandeza.

Y además completaba
el valor do tu física hermosura,
la existencia de un alma bella y pura
que en tu faz reflejaba.

Dones que te dio el Cielo,
que en ti desde aquel día he contemplado,
y este sencillo canto han inspirado,
ansioso en mi desvelo.

Porque ores, bella flor,
el hada en quien pensaba con delirio;
por ti seguí el sendero del martirio,
la ruta del amor.

¡Oh, sí! Te vi bañar
de ribera en las aguas nacarinas,
y alcé para tus gracias peregrinas
en mi pecho un altar.