Antes de que en mayo de 2006 naciera Padronel, me dediqué por un tiempo a recabar y publicar anécdotas vividas por exIBMistas durante su permanencia en esa compañía.
A una mención hecha por Ramón López acerca de la máquina IBM/1620 (foto más abajo), contestó Pedro Mazzei, y luego Leonardo Masina, y después Antonio Lalaguna,… y así me fueron llegando más y más anécdotas que yo enviaba por e-mail.
El 15-08-2003 Leonardo (Leo) Masina se tomó el trabajo de ordenarlas en la forma en que tuvieran más sentido al leerlas todas.
Lo que sigue es el ensamblaje hecho por Leo de e-mails cruzados entre varios exIBMistas y yo en el verano de 2003.
Al comienzo de cada aportación puse el nombre del autor de la misma.
Y, repito, a menos que se indique lo contrario, todo lo que sigue fue trasegado vía e-mails hace 8 años, o sea, en agosto de 2003.
Carlos M. Padrón
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Computadora IBM/1620
Foto cortesía de Ramón López que inició la cadena de e-mails arriba mencionada, y que, al final, Leonardo Masina ensambló como sigue.
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Pedro Mazzei
La IBM/1620 estaba instalada en la Escuela de Física y Matemáticas de la Facultad de Ciencias de la UCV (Universidad Central de Venezuela). Mario Esquivel y yo desarrollamos allí, allá por los años 65-66, nuestros primeros programas en FORGÓ, que era un compilador didáctico para aprender FORTRAN.
En ese equipo se programó una aplicación del Ing. Fortoul, sobre cálculo de estructuras, que fue muy famosa en la Caracas de esa época. (Después este Ing. contrató una IBM/1130). Cuando la corrían en la IBM/1620, la obtención de resultados tomaba más de tres días.
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Ramón López
De la escuela de Física y Matemáticas de la UCV estaba a cargo el profesor Domingo (argentino). Era muy amigo mío y atendió un curso de HW que di y al que también asistió Jean Sicot (q.e.p.d.).
El profesor Domingo creó un compilador al que le puso el nombre de PUC (Programa Universidad Central). La IBM/1620 tenia 20K de memoria, que era la básica, pero podía llegar a 60K, como la del MOP (Ministerio de Obras Públicas). Creo que aún podría programarla, pues me acuerdo de los códigos.
El profesor Domingo creó un compilador al que le puso el nombre de PUC (Programa Universidad Central).
La IBM/1620 tenia 20K de memoria, que era la básica, pero podía llegar a 60K, como la del MOP). Creo que aún podría programarla, pues me acuerdo de los códigos.
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Leonardo Masina
En la UCV debió quedar una reliquia de la IBM/1620, que era la IBM/1627, un plotter de tambor largo que estaba conectado a una unidad de cinta de CALCOMP.
Un día, mi jefe me dijo que habían reportado un problema y que fuera yo a ver lo que pasaba. Yo ni sabía que tal máquina existía, y el plotter me lo habían presentado una vez en CYPECA ya que lo tenían conectado a la IBM/1130.
Como de costumbre, cuando uno iba por primera vez a alguna dependencia de la UCV, antes de dar con el sitio perdía dos horas.
Al final llegué a un despacho donde vi ese engendro de plotter IBM/1627 al lado de una unidad de cinta, y me dijeron que ya vendrían a atenderme. Esperé un rato mientras para mis adentros pensaba: «¡Hay que ver que soy imbécil! ¿Por qué me dejaré siempre enrollar en estos líos?”.
Al rato apareció un señor, un profesor, un poco raro, y empezó a hablarme del plotter, que era, dijo, una reliquia de no sé qué año y que trabajaba muy bien, pero que ahora tenía un problema: ya no dibujaba bien.
Me enseñó algunos dibujos, pero en realidad yo no veía en ellos nada de raro. Entonces el señor puso a funcionar la unidad de cinta, y a los pocos minutos me dijo «Acaba de fallar».
Yo, estupefacto, no entendía cómo podía decirme eso cuando yo estaba fijándome en la plumilla del plotter pero él no, que más bien estaba de espaldas al plotter.
Pero el plotter seguía dibujando, y otra vez el señor me dijo «Ha vuelto a fallar», y esta vez yo estaba superseguro de que él no había estado mirando a la máquina.
Ya me tenía tan desconcertado, y hasta acojonado, que le pedí si tenía una lupa, y de un cajón sacó la lupa más grande que yo había visto en mi vida. Aquello no era una lupa, era más bien medio lente de un telescopio; tan grande era que había que sujetarla con las dos manos.
Mirando, con ayuda de la lupa, las dos partes donde el señor dijo que el plotter había fallado, en efecto noté una imperceptible desviación de la línea.
Destapé el plotter y me di cuenta de que las cuerdas (en realidad eran unos cables tipo eléctrico en cuyo interior había una malla de acero) que hacían mover la plumilla en sentido horizontal, y la hacían levantar o bajar para escribir, se entrelazaban y solapaban en esa especie de carrete en el cual se enrollaban.
Conseguí unas cuerdas nuevas, las cambié, con muchísima paciencia, para evitar de que se doblaran, y le pedí a la secretaria si podía hacer venir a la persona que había estado antes conmigo, la que sabía manejar el plotter, para probarlo.
Al rato llegó el señor de marras, y cuál no sería mi sorpresa al darme cuenta de que era ciego. O sea, que una persona ciega me decía cuando el plotter fallaba, pero yo, que estaba vigilando cuidadosamente la máquina, no veía la falla.
El señor probó el plotter y me felicitó por el trabajo. ¡No tuve el valor de preguntarle cómo sabía cuándo el plotter fallaba!
En mis elucubraciones al respecto he llegado a pensar que él tenía el sentido del oído muy desarrollado, y cuando el hilo que guiaba la plumilla saltaba, él lograba percibirlo. No he encontrado otra explicación lógica
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Antonio Lalaguna
Había otra máquina igual en el MOP, piso 10.
La IBM/1130 de Fortoul estaba en Cypeca, en la torre Polar, y fue la causa de los malestares del técnico IBM asignado, quien vivió un calvario hasta que entrenaron, entre otros, a Leo Masina.
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Leonardo Masina
Para Antonio Lalaguna («Lala»), gracias a Dios sigo vivito y coleando, y para mí la IBM/1130 de CYPECA fue más que un dolor de cabeza, un trampolín que me ayudó a subir.
Reconozco que no era una máquina fácil de entender, y creo que, en ciertos casos, ni Dios sabía cómo arreglara, pero para eso estaba Ramón López. Gracias a lo bien que él me la enseñó, todavía hoy en día no tendría yo ningún problema en programarla en su lenguaje Assembler, un lenguaje al que tengo que reconocerle los méritos de haberme ayudado muchísimo en mi carrera como diseñador en el laboratorio de Glendale.
Esa gran ayuda fue porque era un lenguaje que te hacía razonar, y para poder aplicarlo tenias que saber cómo funcionaba realmente la máquina.
Cuando fui a estudiar la IBM/370-125, el Assembler que esta máquina tenía parecía un juego de niños porque no era un «lenguaje de máquina» como el de la IBM/1130 —en el que uno tenía que tomar en cuenta todo, hasta manejar los interrupts de los I/Os—, sino que el de la IBM/370 ya hacía todo.
Era como un programa de segundo nivel, ya que cada instrucción no era ejecutada directamente por el hardware, como sí ocurría en la IBM/1130, sino por las unidades lógicas con que estaba formada la IBM/370, que eran del tipo del IPU > Channel > Service Processor > Memoria que, aunque eran como las de la IBM/1130, en la IBM/370 las llamaban microprocessor, y al lenguaje microcode.
Éstos son ya hoy en día sistemas obsoletos, pero si alguien fuese a ver los microprocesadores, y su código de microinstrucciones, de los canales ESCON (fibra óptica) de la IBM/9121 e IBM/9221, descubriría una mini IBM/1130 con algo de IBM/Sistema 7.
Eso nos permitió adelantar en dos años, con respecto al diseño de Poughkeepsie, el diseño de los canales serie, y eso hizo que todos los laboratorios de periféricos (discos, cintas, impresoras, etc.) integrasen nuestra interfaz, lo cual, por supuesto, representó un buen premio del C.O.B., del cual yo, modestamente, me llevé mi parte.
El ingeniero Fortoul, a quien tuve el placer de conocer personalmente, era uno de los socios fundadores de CYPECA (junto a SAÍZ y SOSA) que había contratado una IBM/11130.
Recuerdo todavía que el serial era 00021, o sea, una de las primeras que se fabricaron. Por supuesto, el que la instaló fue también Ramón López.
Yo, desde 1969, año en que entré en IBM, fui técnico de CYPECA, con cuya gente tuve siempre una óptima relación. Ramón había sido el me había enseñado la IBM/11130.
La fama de CYPECA se dio a conocer a raíz del terremoto de 1967, ya que con el programa de Fortoul había calculado, en la IBM/1130, dos edificios, innovadores para la época: el Centinela y el Farallón, que se encontraban en Bello Monte, junto a la autopista y casi frente a SEARS.
Y, por suerte para los de CYPECA, con el terremoto los edificios no sufrieron nada en absoluto, ni una grieta, y con ello pudieron demostrar que se podían hacer cálculos estructurales, optimizando al máximo el diseño y con el consecuente ahorro en materiales y tiempo.
De ahí le salió a CYPECA el cálculo de la Torre Phelps, en Plaza Venezuela, donde ellos se quedaron con una planta entera, que fue donde yo los conocí.
Una particularidad de la IBM/1130 de CYPECA eran sus larguísimas horas de cálculo. Vi aplicaciones en las la máquina estuvo hasta 60 horas seguidas calculando la estructura de un edificio.
El proceso de cálculo era muy peculiar. La máquina empezaba leyendo tarjetas por medio de la 1442 (a veces hasta 8 a 10 cajas de 2.000 tarjetas cada una), luego empezaba a calcular, y se podía tirar así hasta una hora.
Luego imprimía una líneas en la 1132 (el mecanismo de impresión era el de una tabuladora convertida a impresora), de vez en cuando leía una que otra tarjeta, y así se pasaba horas, hasta que empezaba a escupir papel.
Dependiendo del trabajo, hasta 3 ó 4 cajas de papel continuo, y así hasta que se terminaba el trabajo.
Para mí, en esa época de recién incorporado en IBM, representó muchísimo dinero ya que normalmente esas aplicaciones largas solían hacerlas de noche y en fin de semana, y a mí me tocaba casi siempre estar de stand-by para atender los posibles casos de emergencia.
Afortunadamente, nunca tuve problemas tan gordos que conllevaran la pérdida irrecuperable de un trabajo, y eso me dio muy buena fama con el cliente.
Recuerdo haberle sugerido una vez al cliente que en lugar de leer con el programa las tarjetas asíncronas, que las leyeran todas y las guardaban en disco, e igual con la impresión: que fueran guardando en disco.
Esto lo hice porque la “desgracia” de esa máquina no era la CPU —creo que una de las más fiables que ha fabricado IBM— sino sus I/Os. La 1442 era una desgracia de máquina porque parecía un tanque de guerra, pero cuando le daba por encender la luz de Read Check, ahí se armaban gordas; y la impresora era otro fósil, un dinosaurio hecho para escribir unas pocas líneas y no el volumen de impresión que CYPECA necesitaba.
Al poco tiempo recuerdo que el cliente contrató una segunda IBM/1130 con más unidades de disco, y una impresora 1403, y el rendimiento incrementó notablemente.
PD-1.
Hay que aclarar una cosa. Inicialmente, yo no era el técnico de CYPECA, era otro compañero que tenía más años de experiencia pero que tuvo la desafortunadísima desgracia de que, una vez que el cliente le llamó por un problema, la máquina llevaba 24 horas calculando, y él, no sé por cuál motivo —pues nunca me lo aclaró ni me lo aclararon— fue al tablero de luz y bajó el breaker principal.
Lo sacaron del cliente, y recuerdo que Uwe Petersen, mi jefe, me llamó y me dijo que dejara lo que estaba haciendo y me fuera URGENTEMENTE a CYPECA.
Cuando llegué allá lo único que hice fue volver a subir el breaker, encender la máquina y pisar la tecla de Start (en aquella época las memorias eran de core magnético y los registros estaban ubicados en las primeras direcciones de ella), y, milagrosamente, la máquina empezó a andar como si no hubiera pasado nada.
En mis 12 años de técnico de IBM/1130 en Venezuela, intenté muchísimas veces apagar una IBM/1130 en marcha, volver a encenderla y darle start, pero nunca arrancó de nuevo. ¡Después dicen que no existen los milagros!
Desde aquel día, CYPECA exigió que yo fuera su técnico y, paralelamente, inició el afortunado despegue de mi carrera en IBM de Venezuela.
PD-2.
En honor a la verdad, mi objetivo desde mis comienzos fue de algún día llegar a ser como Ramón López, quien para mí fue siempre mi ejemplo y mi meta.
Dicen que le llegué muy cerca, pero nunca le alcancé, y me alegro muchísimo de eso porqué para mi Ramón fue único y le debo todo lo que llegué a ser en IBM, tanto en Venezuela como en USA o España.
Su filosofía y modo de ser me han servido siempre de ejemplo hacia los clientes y demás compañeros. Para el cliente «su problema era lo más importante», y para los compañeros «jamás hacerlos quedar mal ni delante de los clientes ni de los jefes o demás compañeros».
Lo que me tenía que decir o criticar, era cosa que quedaba siempre entre nosotros.
Hay que ver, ¡han pasado más de 30 años desde aquello!
NotaCMP.- Pues, Leo, a fecha de hoy, 31/07/2011, ¡ya han pasado casi 40!
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Pedro Mazzei
Aprovechando la mención que hizo Ramón del Prof. Carlos Domingo, les voy a narrar una anécdota de la que se habló mucho en esos tiempos.
Antes, déjenme explicarles quién era el Prof. Domingo.
Era un argentino de una personalidad excepcional. Menudo de cuerpo, era el alma de la Escuela de Física y Matemáticas, y luego de la de Computación.
Además de excelente profesor, de porte científico, era deportista (de los que subían al Ávila solo, ida por vuelta en media mañana), divertido (podía lanzarse rodando por una escalera para hacerle un show a sus amigos), poeta, inspirado en recetas de cocina, dibujante fino, de excelente humor y muy solidario. Y a pesar de sus probablemente 80 años, todavía sigue impartiendo sus conocimientos como profesor en la ULA.
Y viene la anécdota.
En la Escuela de Física y Matemáticas se contaba por esos tiempos que Carlos Domingo, en una visita que hizo el técnico de IBM para chequear la IBM/1620 (a lo mejor fue Ramón el técnico y estoy develando una historia), el Prof. Domingo lo acompañó mientras revisaba el equipo, y le pidió al técnico que le permitiera ver los manuales IBM CONFIDENTIAL de la IBM/1620 mientras el técnico se iba a almorzar.
Y quizás por el tono afectuoso del Prof. Domingo, el técnico accedió a su petición.
En ese corto tiempo, Carlos Domingo fotocopió todos los manuales, y se hizo un operativo con apoyo de otros profesores —y seguramente también estudiantes— para reproducir luego la copia en la quizás única copiadora grande que había en la UCV, y que estaba en la Biblioteca Central.
Cuando regresó el técnico, le devolvió los manuales sin que éste se percatara de la «OPERACIÓN COPIADO» que había ocurrido durante su ausencia.
Se los cuento como me lo contaron.
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Leonardo Masina
Sin querer interrumpir una historia que empezó Ramón con la IBM/1620, y que veo que tiene y tendrá secuela, entre los recuerdos y anécdotas de mis primeros tiempos en IBM (1969-1982) me han venido a la mente varios, y uno de ellos está ligado a la UCAB (Universidad Católica Andrés Bello), que para entonces estaba en El Paraíso.
Allí tenían instalada una 1130 en la que Ramón López nos daba las prácticas. En el verano de 1969 éramos Mario Atance, un veterano, y tres novatos y jóvenes: Luis Argüello, Azaola (que se fue muy pronto de IBM), y yo.
Recuerdo que había cuatro perforistas, una ya mayorcita y tres muy jóvenes y muy guapas, y una de las recomendaciones de Ramón fue que tuviéramos en cuenta que estábamos en una institución católica, que cuidáramos el lenguaje y mejor pensáramos en la máquina.
Y nosotros, los novatos, nos cuidamos bastante de desobedecer a Ramón. De paso, aquellas mujeres parecían medio monjas y nosotros creíamos que lo eran.
Al terminar el curso, la UCAB me fue asignada como cliente, y ya que no tenían demasiado trabajo, era el cliente donde me pasaba mi tiempo libre. Y como de verdad aquellas muchachas parecían unas monjas, yo practicaba con la máquina.
Al poco tiempo, como había que montar los BMs (1), a mi jefe, Uwe Petersen, se le ocurrió la idea de que Eduardo Camblor fuera conmigo a enseñarme cómo se montaban, para que así fuese yo practicando. Recuerdo que había un montón de BMs por montar; más de 150 horas.
Cuando en la sede principal de IBM me presentaron a Eduardo, recuerdo que Rogelio Edreira, que fue quien lo hizo, le dijo a Camblor: “¡Muchísimo cuidado cómo hablas! Recuerda que ésa es la universidad de los curas”
Yo no conocía a Eduardo, pero en el viaje con él hacia la UCAB comprendí perfectamente el sentido de la recomendación que le habían hecho, pues, para quien no lo haya conocido, Eduardo era español y usaba un lenguaje muy “castizo», o sea, 4 palabras decentes y 5 groserías.
Hasta que conocí a Eduardo yo no sabía que cagar podía decirse de tantas formas distintas.
Hay que reconocer que los primeros días Eduardo se portó muy bien, pero luego ocurrió lo que ya conté en Del baúl de los recuerdos de IBM: Eduardo Camblor y su florido lenguaje / por Leonardo Masina.
Unos años después, estaba yo en el cliente, solo, haciendo mantenimiento, y recibí aviso de la secretaria de la biblioteca diciéndome que tenía una llamada para mí pero que no podía pasármela. La biblioteca estaba justo al otro extremo del pasillo.
Saliendo por la puerta del centro de computación y tomando a la izquierda, lo primero que se encontraba, también a la izquierda, eran los baños, que estaban, pared con pared, con la sala de máquinas. Después, y siempre a la izquierda, estaba la escalera, y siguiendo recto se entraba en la biblioteca.
Cuando llegué al teléfono no me contestó nadie, dije “Aló” un par de veces y, de repente, un tremendo estruendo y el edificio tembló; parecía un terremoto. Los libros se cayeron de las estanterías, y había tanto polvo que parecía una niebla espesa.
Habían puesto en los baños una bomba que hizo que volara todo por los aires. El tabique voló, el desplazamiento de aire reventó el ventanal, y algunas de las máquinas cayeron a la calle. Evidentemente querían hacer un atentado, pero sin que hubiera víctimas.
La centralita telefónica quedó cortada, y todo quedó incomunicado.
Sin decir palabra, agarré mi carro y me fui a la oficina IBM que estaba en Capriles. Cuando entré recuerdo que había una agitación tremenda, todo el mundo sobresaltado. Le pregunté a Uwe Petersen qué pasaba, y me dijo: «Pusieron una bomba en la UCAB, y ¡Leo estaba ahí y ha quedado desintegrado!».
Pero yo estaba en la oficina y nadie me reconocía. Al rato, cuando Uwe se dio cuenta de que yo estaba allí y de que estaba bien, me armó una gorda por no haberle dicho eso, que estaba bien.
(Un recuerdo del gran amigo y compañero Eduardo Camblor que murió en un fatal accidente de carro regresando de Barquisimeto a Valencia. A él le agradezco haberme enseñado muchas cosas, más que técnicas, de la vida y, sobre todo, cómo había que hacer las cuentas de gastos y rellenar la tarjeta de overtime).
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(1) Aclaratoria de Ramón López.
BM = Bill of Materials, o sea, conjunto de dispositivos para corregir o eliminar errores de diseño en una máquina. También, en los últimos tiempos, para llevar ésta a un nivel de ingeniería superior al que tuviera. Eduardo Camblor era uno de los campeones instalando BMs, y uno podía confiar en él. Si en la máquina surgía una falla posterior, normalmente no era por error en la instalación de BM hecha por él.
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Ramón López
Leo, es increíble cómo te acuerdas de aquellos tiempos. Algunas cosas no quedaron en mis recuerdos porque pasaron a GSD.
Pero sí recuerdo, por ejemplo, que en el MOP tenían instalada la primera IBM/1627, a la orden del Doctor Tacher, que era el jefe de la instalación.
También mi entrada en IBM fue algo parecida a la tuya.
Yo trabajaba en la Siemens con aparatos médicos y de sonido, y por las noches daba clases de electrónica en la Universidad Católica, que estaba en la esquina de Jesuitas.
Instalé todo el sistema de sonido Siemens para un auto sacramental que se hizo en Prados del Este cuando empezaban a venderse estos sistemas.
Tenía un alumno que quería entrar en IBM, y me daba la lata para que yo fuera a IBM y presentara el examen, ya que, según él, yo tenía los conocimientos frescos por estar dando clases.
Me dio tanta lata que un día pasé por IBM y presenté los exámenes, y como no me preocupaba el aprobarlos o no, pues no estaba nervioso y los hice muy bien. Luego le expliqué a mi alumno de qué se trataban, pero él no los aprobó.
Un día, tiempo después, pasaba yo por la Avenida Urdaneta y se me ocurrió entrar a IBM, y allí me encontré al Sr. Rivadeneira y al Sr. Barany.
Me dijeron que me habían estado buscando, me enseñaron la /650 que tenían recién instalada en el Data Center, y me invitaron a café (que es mi punto débil), y a los tres meses estaba yo en Lima, como empleado de IBM, haciendo el curso básico.
Tengo magníficos recuerdos de todos ustedes, pero hay que vivir en el presente.
Un saludo muy cordial de tu amigo Ramón López.
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Noel Ramírez
Recuerdo que una noche me llamó a mi casa Vicencio Díaz porque necesitaba compañía y ayuda con la misma IBM/1130 que había estado en la Torre Polar y que estaba ahora en el Centro Profesional del Este, el que está al lado del Centro CEDÍAZ.
Como yo tenia en las orejas una picazón enorme producto de una pequeña intoxicación, me unté Caladril o Calasona, y me fui a acompañar a Vicencio hasta que arreglamos el problema.
Creo que terminamos ya en de madrugada.
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Leonardo Masina
Parece que Ramón ha destapado el frasco de los recuerdos y me están volviendo a la mente varios. Aquí te va otro.
La 1130 era la máquina de las universidades: había en la UCAB (Universidad Católica Andrés Bello), en la Simón Bolívar, en la LUZ (La Universidad del Zulia, Maracaibo), otra en UCV Veterinaria (Maracay), y dos en la UDO (Universidad de Oriente): una en Puerto la Cruz y otra en Cumaná.
Este cuento también va de atentados.
Resulta que en la UDO-Cumaná había que hacerle un montón de cambios a la máquina y, aprovechando las vacaciones de verano, acordaron mandarme para allá un par de semanas.
En Oriente estaba como técnico Mario Atance, así que yo podría contar con su colaboración sólo cuando él estuviese libre, cosa muy difícil en una zona donde las distancias son tan grandes y había muchas máquinas instaladas.
Como siempre, la IBM de aquella época se esmeraba, y yo estaba hospedado en el hotel Cumanagoto, el mejor de la zona.
Empezamos a hacer los cambios, pero la cosa no iba como se esperaba. Había más contratiempos y dificultades de las previstas, se habían equivocado en mandarme máquinas, el sistema no estaba al nivel de ingeniería requerido, etc. Todas esas dificultades podrían resolverse en Caracas en una mañana, pero, desde Cumaná, aquello era imposible.
Pasaban los días y yo no adelantaba casi nada, así que me iba quedando siempre hasta más tarde, inclusive ya después de cenar volvía a trabajar hasta las 2 ó 3 de la madrugada para así poder mantener los tiempos prefijados.
Un día aparecieron muchos panfletos anunciando que habían puesto una bomba en la universidad. ¡Lo que me faltaba!
Me hicieron salir, y la Policía y la GN revisaron todo. Sólo por la tarde me dejaron entrar.
Yo seguí con mi trabajo, y como había perdido la mañana, decidí seguir más tiempo. Estaba trabajando solo, incumpliendo la primera norma de seguridad de IBM, pero, ¿cómo podía pedirle a alguien que se quedara de madrugada?
A eso de las 3 de la madrugada empecé a escuchar un ruido muy rítmico: ta-tak, ta-tak, ta-tak, ta-tak. Un poco preocupado comencé a apagar los aparatos de aire acondicionado y todo lo que pudiese sonar, pero ese ruido rítmico iba en aumento: TA-TAK, TA-TAK, TA-TAK, TA-TAK.
Asustado, cerré todo, apagué las luces y salí del centro de computación, que estaba en la planta baja desde donde una puerta de salida daba a un patio.
Cuando llegué al patio me encontré a dos estudiantes que, a las 3 de la madrugada, jugaban tranquilamente ping-pong: TA-TAK, TA-TAK, TA-TAK, TA-TAK…..
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Manuel Alberto Gutiérrez
Carlos, ¡lo que has desatado!
La primera computadora que programé en mi vida fue una 1130, para la empresa Parson Jurden en New York City.
Programé la planilla de la empresa utilizando Fortran IV, que nunca sumaba correctamente los decimales. Tuve que hacer una subrutina que llamé «Mr. Clean», pues el problema residía en el punto flotante.
Esa primera programación, unida a la lectura de 5 folletos de Programmed Instruction (PI) de Cobol, me sirvieron para obtener el primer puesto en una terna para viajar a Venezuela en 1969.
El puesto de Analista Programador en una empresa asesora del MOP fue, en definitiva, la razón de mi ingreso a IBM, en abril de 1970. Claro, después de lograr el cambio de una IBM/1401 (con compilador Cobol) a una IBM/360-40, y una interesante aventura con el vendedor IBM de ese entonces.
Recuerdo muy bien la 1130 de CYPECA, y otra que estaba en la Avenida Francisco de Miranda —creo que en el Edificio IESA, casi frente a Juguetelandia—, con el Ing. Aranguren.
Pregunta: ¿a la 1620 de la UCV la llamaban “Matilde”?
Saludos para todos,
“Manny”
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Pedro Mazzei
Si el ciego al que se refiere Masina en su anécdota del plotter en la UCV era especialista en computación, no tengo dudas de que se trata de Pablo Guzmán.
Pablo fue en la UCV mi compañero en algunas materias. Perdió la visión por torturas en la Seguridad Nacional, ¡lo quemaron con cigarrillos!
Pablo «construía» en su memoria el diagrama de flujo de los programas que desarrollaba para los trabajos en la Escuela de Computación. Sabia el orden de cada una de las instrucciones, y todas las referencias que había puesto, los IF, el COMMON, los GO TO y a donde ramificaban.
Sorprendía lo preciso que era al identificar el error de lógica que hubiera cometido. Nosotros sólo lo ayudábamos leyéndole el error que aparecía y perforando las tarjetas con lo que él nos dictaba para corregirlo.
De Pablo hay muchas anécdotas sorprendentes, ésta es tan sólo una de ellas. Así que no dudo que Pablo haya sido el protagonista del asombro de Masina con el caso del plotter.
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Ramón López
Creo que cuando llegó la IBM/1130 a la UDO, Uwe Petersen la estaba instalando y no lograban que funcionara: yo no estaba en Venezuela por esos días. Cuando llegué me mandaron a Cumaná para ayudar a Uwe, y solucionamos el problema.
Uno de los profesores de la UDO habia escrito sobre la máquina: “No funciona, no funciona y no funciona”
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Leonardo Masina
Yo no creo en las brujas, pero de haberlas, ¡haylas!
Éste es un dicho que, escrito en el idioma de esta región de España, es fácil encontrarlo en alguna pegatina de muchos carros de Galicia. Y ésta es una historia corta, que va de brujería, como el refrán gallego.
Yo personalmente no creo en esas historias, inclusive en la tradición popular venezolana se acostumbra(¿ba?) a fumarle un puro al Negro o a Maria Lionza,… pero hay veces en que el destino nos reserva alguna sorpresa.
Una vez me mandaron a Cumaná, a la UDO, por un problema de memoria con la IBM/1130. Ya Mario Atance, el técnico que había estado asignado en esa zona, había vuelto a Caracas y en su lugar estaba Santiago Villegas.
Visto lo bueno que era con la IBM/1130, no se le dio curso, sólo se le dio el curso de cómo pasar los tests ya que los I/Os eran comunes a la mayoría de las máquinas instaladas en la zona.
El problema por el que me habían mandado a Cumaná era grave: la máquina estaba bloqueada con un parity check, la única luz roja que tenía la IBM/1130 para indicar un problema, y era trabajo del técnico averiguar cuál era la causa.
Al llegar a la instalación, Santiago ya había destapado la máquina y había intentado identificar el problema, pero sin éxito.
La máquina de la UDO tenía una expansión de memoria, un módulo adicional que hacía a la IBM/1130 casi 1 metro más larga (módulo que había instalado yo cuando el famoso TA-TAK, TA-TAK).
Al llegar encontré, justo debajo los boards de memoria, la colilla reseca de un puro, seguramente olvidada en una intervención anterior por Mario Atance, que era el único que, de vez en cuando, aparecía en una instalación fumando un puro apestoso que nos intoxicaba a todos.
Con cuidado y con el auxilio de una tarjeta (pues todavía se utilizaban las tarjetas perforadas) retiré la colilla y toda la ceniza que la rodeaba, y tiré todo a la papelera.
Encendí la máquina para ver cuál era el problema, y, ¡MILAGRO!, con sorpresa general, pues la máquina arrancó perfectamente.
Le pasé todo tipo de tests (muy ineficientes) y nada. Decidí arriesgarme a entregarle la máquina al cliente para que corriera un trabajo y esperar a ver qué pasaba, pero ¡no pasó nada, todo salió perfecto! Visto el éxito obtenido, en la tarde regresé a Caracas.
La causa del problema fue achacada al puro de Mario, y eso quedó grabado como una anécdota tanto en el cliente, como en el recuerdo de Santiago y mío.
Pasados varios años, Santiago me aseguró que jamás esa máquina volvió a dar problemas.
Yo no creo en las brujas, pero de haberlas, ¡haylas!
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COMENTARIOS
[*FP}– Del baúl de los recuerdos: La 1401 – Padronel
[…] igual que lo de “Esto empezó con la 1620 instalada en la UCV“, los escritos que copio más abajo fueron intercambiados por e-mail comenzando el día 29 de […]
Leonardo Masina
Un detalle, Katy, mejor aclara que siempre te respeté, porque, como compañera de trabajo y novia de un CE, nunca me hubiese permitido nada más que llevarte a TU casa (porsia).
Es que, si vamos al caso, en el grupo, aparte de “jodedores”, también había “malpensados” y otros que sí aprovechaban lo que fuese.
De hecho, la que te reemplazó sí que tuvo sus “anécdotas”, y la otra también; todas con gente del departamento.
De Gladys, ¿a cuál de las dos te refieres? Porque eso de “noche oscura” creo que se adaptaría más a “La motilona”, que era nuestra secretaria en Capriles, y de quien sé que se casó y dejó el trabajo. La otra estaba en Chuao, justamente trabajando con Rodríguez Campo en Administración CE.
Francisco Alcalde se fue a Ciudad Guayana como CE y de ahí no supe más de él. Mapi no recuerdo quien era.
Katalina Andrady
Claro que me acuerdo, Leo, de que me dabas la cola a casa, y me preguntabas “¿Te vas hoy conmigo, Kkati?”, y todos en el departamento se miraban y reían tratando de disimular, … y yo, pocrecita, rojiiiita ccual manzana.
Recuerdo tanto a Uwe, que también reía, no creas.
Y sí, Leo, recuerdas bien lo de mi origen húngaro.
¿Qué será de la vida de Gladys Corothie (“Noche oscura”, así le decian), de Rodriguez Campo, Alcalde y Mapi?
Acabo de conseguir, en un baulito que tengo, una lista gigante de los técnicos de OP y otra de lo de DP. ¿Qué tal ?
¡Qué de recuerdos! Iba yo con uno u otro a tomar el cafecito de media mañana y, de pronto, un viernes por la tarde una escapadita a esa pastelería que quedaba al lado del Teatro Las Palmas, a comprar dulcitos y llevar al departamento a nuestros compañeros.
Seguiremos conectados, y seguiré informando. Ah, ¡y a “La gallega”, Milagro Micó!
Saludos, y a todos besossss.
Leonardo Masina
Ésta, Carlos, debe de ser la Katy —mi amiga, de origen húngaro—, que fue Call Dispatcher en Capriles, años ’70.
¿Qué tal, Katy? Imagino que te acordarás de mí, el que te daba la cola a casa, en Bello Monte.
CMP
En respuesta a Katalina Andrady.
Katy, indica, por favor, en qué años estuviste en IBM, y dónde estaba entonces tu oficina (Ferrenquín, Mene Grande, Capriles, Chuao,…). Y si puedes mandar una foto tuya de aquellos tiempos, mejor.
Katalina Andrady
¡Guaoooo, cuántos comentarios y anécdotas! Estoy muy emocionada.
Soy Kati, la que trabajó en D.P y en O.P.
Carlos González
Me extraña que los técnicos no mencionaran la 1620 que teníamos en el Service Bureau de IBM. Ya en 1966 hacíamos en ella cualquier cantidad de cálculos de ingeniería que eran, entre otras y si mal no recuerdo, para una compañía llamada OTEPI. También recuerdo que Eduardo Dapena la programaba. Él me enseño algo de Fortran IV.
IBM me reclutó de la UCV a través de César Herrera y de Jesús Pérez Pina, y por trabajar en esa 1620, y en la 1401 operando y programando en Autocoder y RPG, perdí la carrera de ingeniería.
CMP
En respuesta a Javier Palacios.
Por eso precisamente puse las fotos, Javier, pues pienso que no sólo soy yo quien tiene problemas para recordar caras.
Javier Palacios
Carlos, ¡qué buena idea fue la de poner fotos en este diálogo sobre las 1130s y 1620s!
El nombre ‘Ramón López’ sólo me sonaba, pero el poner su foto a lado de su nombre logró hasta extraer, de algún banco de mi memoria, su peculiar voz y, para este ‘sudaca’, su acento.
Gracias por este blog que hace recordar ese tiempo pasado,
Javier Palacios
Leonardo Masina
Hola, Victor.
Yo fui el que instaló la IBM/1130 de la Simón Bolívar. Inicialmente se instaló en unas oficinas en Caracas, luego la trasladé a la sede de la Universidad, allá donde se perdió el diablo, pero un lugar muy bonito, rodeado de verde y, sobre todo, con un clima agradable.
En la esa universidad había un ambiente muy bueno. Inicialmente, uno de los operadores era un muchacho de origen vasco con el cual me la llevaba muy bien, y era muy colaborador.
Recuerdo que cada vez que yo iba allí, los estudiantes, me hacían muchísimas preguntas sobre el Assembler de la 1130 y yo, con gusto, les ayudaba, ya que para mí era algo que me apasionaba. Luego varios de ellos me paraban por los pasillo para agradecerme porque les había solucionado el problema y habían pasado la prueba o el examen.
Algunos de ellos me los encontré en el IVIC, donde también había una 1130, y me comentaban que la esa máquina les había ayudado muchísimo en su desarrollo informático.
La 1130 fue una maravilla, aparte su mantenimiento rutinario, jamás fallaba; sólo la lectora fallaba alguna vez, pero siempre cosas muy tontas que se solucionaban inmediatamente y no paralizaban el sistema.
Leonardo Masina
Hola, Victor.
Yo fui el que instaló la IBM/1130 de la Simón Bolívar. Inicialmente se instaló en unas oficinas en Caracas, luego la trasladé a la sede de la Universidad, allá donde se perdió el diablo, pero un lugar muy bonito, rodeado de verde y, sobre todo, con un clima agradable.
En la esa universidad había un ambiente muy bueno. Inicialmente, uno de los operadores era un muchacho de origen vasco con el cual me la llevaba muy bien, y era muy colaborador.
Recuerdo que cada vez que yo iba allí, los estudiantes, me hacían muchísimas preguntas sobre el Assembler de la 1130 y yo, con gusto, les ayudaba, ya que para mí era algo que me apasionaba. Luego varios de ellos me paraban por los pasillo para agradecerme porque les había solucionado el problema y habían pasado la prueba o el examen.
Algunos de ellos me los encontré en el IVIC, donde también había una 1130, y me comentaban que la esa máquina les había ayudado muchísimo en su desarrollo informático.
La 1130 fue una maravilla, aparte su mantenimiento rutinario, jamás fallaba; sólo la lectora fallaba alguna vez, pero siempre cosas muy tontas que se solucionaban inmediatamente y no paralizaban el sistema.
Victor Alvarado
¡Qué interesantes recuerdos!
Yo estaba en la Simón Bolívar, y con mis compañeros, que ya cumplimos 35 years de graduados, tuvimos el privilegio de aprender a programar en la IBM/1130 que tenía la Simón. La verdad es que su Assembler era lenguaje de máquina, y lo que más me costó fueron los manejos de las interrupciones de I/O.
Sin embargo, esa experiencia hizo que me enamorara de la computación, y me cambié de carrera, de Matemáticas Pura a Ingeniería de la Computación, y en aquel momento ni pensar en que yo trabajaría en la mejor empresa que he conocido, y tener los mejores amigos que alguien pueda pensar tener, como son todos ustedes, los exIBMistas.
Vicencio Diaz
Yo le creo no sólo a Leonardo sino a Santiago; mis respetos para ambos
Eso se parece un poco a una experiencia que tuve con una IBM/2050 del MOP que no paraba de fallar, hasta que me di cuenta de que siempre fallaban las tarjetas que estaban contaminadas con el humo de los tabacos de los autobuses que pasaban por la zona.
Opté por lavar las tarjetas por grupos y, principalmente, las que estaban cerca de los filtros, y pasados como 3 meses las fallas se acabaron.
Bastante tiempo más tarde me tocó entrenar a técnicos sobre el peligro que significa la estática, el como tocar las partes electrónicas, el uso de carpetas “aterradas”, o el brazalete conectado a tierra, etc. Por supuesto, eso me impidió comentar cómo sacar fallas de las 2050s contaminadas.
Lo que yo pienso es que los circuitos electrónicos son como las personas: vulnerables al medio ambiente dependiendo de su alimentación, genética y todas esas cosas.
Si un circuito expuesto por falta de alguna cubierta está cerca de algún contaminante, se da una operación química particular. Si se cambia el enfermo de posición o se retira el contaminante, la cosa cambia. El aire no es nada puro, y por algo existen los pañuelos.
El olor es una reacción química a nivel de la nariz, y no hay algo que se mantenga más en el aire que el olor a tabaco, y primero se dan cuenta las mujeres de que estuviste en una tasca que en una casa de “encontros”, como no sea por el color rojo rojito.
Pero de que vuelan,…
Pedro Mazzei
Hace casi una década escribimos sobre la 1620 de la UCV. ¿Recuerdan el nombre de Elkin Palacios? El fue el programador del cálculo de estructuras de Fortoul.
Tiempo después, Elkin contrataba tiempo de la IBM/360-40 de la Escuela de Computación, época cuando lo conocí, y corría allí el programa en forma privada.
Después estuvo trabajando en el MOP en el procesamiento de las encuestas de “Origen y Destino”, actividades precursoras del Metro de Caracas.
Un dia decidió irse a USA sin pasaje de retorno. Era un adelantado a la época que ya no conseguía retos de computación en Venezuela, por lo que decidió emigrar.
Hace unos 4 años fue la última vez que hable con él. Seguía en NY.
Leonardo Masina
¿Y con el tabaco de Mario, cómo la metemos, Vicencio?
Está de testigo Santiago Villegas. La máquina tenía un parity check clavado, viajé urgentemente de Caracas a Cumaná, encendí la máquina y, en efecto, el problema era fijo.
Apenas abrir la puerta de la expansión de memoria, apoyado en el chasis de la máquina encontré medio puro que alguien había dejado allí olvidado.
Con la ayuda de una tarjeta saqué cuidadosamente el medio puro, que todavía apestaba, lo tiré a la papelera, enchufé el osciloscopio para intentar verificar y medir los voltajes para ver de que no tuviesen niveles de ruido y, al arrancar después la máquina, arrancó sin problemas.
Además, está el comentario de Santiago quien dijo que esa máquina nunca más volvió a dar problemas de memoria.
Ande usted a saber.
Vicencio Diaz
Comparto tu emoción, Ramón, y recibe un abrazo respetuoso de quien te aprecia profundamente.
Ahora, mi racional comentario.
Cuando IBM de Venezuela llega a su mayoría de edad, “veintiocho años”, comienzan a cambiar muchas cosas, entre ellas está la 1130 que pone a pensar a mucha gente, como bien lo expresa Leonardo, en especial después del sismo de la ciudad de Caracas cuyo cumpleaños 11*4 acabamos de recordar hace tres días, el pasado viernes, a las 7:32 minutos de la noche.
Esos fueron días muy cruciales, no sólo para la ciudad de Caracas, que estaba celebrando sus 100*4 años, sino para la Tierra toda, que acababa de soportar la guerra de los seis días de los judíos contra sus vecinos.
Los vientos que soplaban eran parecidos a los que ahora soplan de nuevo, pues eran días en que lo ciegos veían, las monjas se quitaban las máscaras, la tierra se movía, y hasta a Noel Ramírez le salían picazones en las orejas por el sólo hecho de ir al encuentro de un fallo de una 1130.
¿Cosas de tabacos y humo? ¡Cuánta falta les debe de estar haciendo a muchos alguien que sepa “fumar el tabaco”, cuando desde aquellos días se han cumplido 80*200 vueltas de la Tierra sobre su eje imaginario!
Gracias por traer a nuestra memoria aquellos tiempos, ahora que se han cumplido 111*4 años de la fundación de esta ciudad, cuando se repiten las fallas de los plotters y son los ciegos quienes lo pueden “ver”.
Eso tiene una explicación muy simple: el mundo está lleno de ruidos y formas que, al entrar por los I/Os, son procesados como información; pero no toda información es útil para el hombre. Al perder sensibilidad, los I/Os se reajustan para filtrar la información que se considera vital para el proceso o para el procesador, pero eso no quiere decir que tengan mayores virtudes que los que tienen mayor sensibilidad, sino que son selectivos con lo poco que les queda para comunicarse con su environment.
Ramón López
Carlos, esto es maravilloso y me hizo retroceder unos 50 años. ¡Gracias a ti, a Leo y a todos los que han colaborado!
Hace unos años pude contactar con el profesor Domingo.
Un abrazo de tu amigo Ramón López.
