[*Opino}– El cierre del Mundial 2014

14-07-14

Carlos M. Padrón

El que copio abajo es otro excelente artículo de Juan Manuel Rodríguez; uno que desnuda las manipulaciones de la FIFA, y pone en perspectiva lo que realmente es Leo Messi.clip_image001

Sobre los errores arbitrales —tras los cuales está sin duda la FIFA— ya he hablado, pero ahora que ya terminó el Mundial 2014 debo expresar mi acuerdo con las muchas voces que dicen que dar a Messi el premio al mejor jugador fue un mayúsculo descaro, y tanto que, en mi opinión, si él lo hubiera rechazado habría mejorado mucho una imagen personal que entre líos con Hacienda, rumores de manejos con dinero negro, y falta de altruismo (¿tal vez por soberbia?), va cada vez a peor.

He de reconocer que, como no me gusta ver al Barça, casi no he visto jugar a Messi en ese equipo, pero sí en los partidos que en torneos que, como la Copa Libertadores, ha jugado con la selección de Argentina y, sinceramente, no he visto que haya hecho nada extraordinario.

Sin embargo, por lo que acerca de él he escuchado y leído, está claro que, como futbolista, es un fuera de clase, pero, para mí, no el mejor de la Historia, título que reservo para Di Stefano (q.e.p.d.). Sin embargo, creo que como persona podría mostrarse mejor, pues, además de lo arria indicado, ha dado muestras de falta empatía y de desprecio hacia quienes lo admiran. Y por lo que hizo en el Barça en la pasada temporada, y ahora en este Mundial, creo que va ‘palo abajo’, y que sus mejores tiempos quedaron ya atrás.

Apenas minutos después del vergonzoso reconocimiento que ayer recibió, alguien hizo circular por internet esta acertada observación: «Si Messi merece el Balón de Oro, entonces Julio César merece el Guante de Oro, y Luis Suárez el ‘Diente de Oro’ en premio al fair play«.

Está claro que los de la FIFA son, además de corruptos, caraduras. El mejor jugador del Mundial, aunque su selección no haya llegado a la final, fue James Rodríguez, y también James fue el jugador revelación de ese torneo.

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14 de Julio de 2014

Juan Manuel Rodríguezclip_image001[1]

El tongo de Messi

Público o privado, conocido por unos pocos o sabido por todos, al final el tongo acaba por no reconfortar a nadie, tampoco a su momentáneo y circunstancial beneficiario.

Si el tongo es íntimo, salvo que seas un auténtico crápula, tu conciencia te impedirá mirar a los ojos de la gente; y si es público, el ridículo será aún mayor.

Hay dos ejemplos de tongos deportivos uno público y de ficción, y otro privado pero real y que, con el paso del tiempo, acabó saliendo a la luz para descrédito y vergüenza de sus autores intelectuales.

Un tongo público (tan público que únicamente lo desconocía su protagonista) es el que Mark Robson nos cuenta en la magnífica película «Más dura será la caída», película basada en la novela de Budd Schulberg; en ella se nos cuenta la historia de Toro Moreno, un gigantesco pero torpe boxeador a quien, con la ayuda del periodista deportivo Eddie Willis, interpretado por Humphrey Bogart, y del dinero del mafioso Nick Benko, a quien da vida en la gran pantalla Rod Steiger, pretenden convertir a base de amaños en el gran campeón que no es.

Toro Moreno es una buena persona, pero un púgil desastroso, y el tongo que hay montado a su alrededor es conocido por todos menos por él. De lo que nos habla Schulberg en su best seller no es por supuesto de boxeo, que vuelve a ser en el cine una excusa, sino de la mentira, de la manipulación, del dinero como elemento corruptor del deporte.

La mentira convierte en un pelele al boxeador, pero radiografía a quienes pululan a su alrededor, ya sean malas personas o bien, como es el caso del periodista Bogart, gentes que se ven en circunstancias vitales poco deseables para nadie.

Un ejemplo de tongo privado y que, al final, ha salido a la luz, es el del partido que enfrentó durante el Mundial de 1982 —el que se celebró en España— a las selecciones de Alemania y Austria.

Alemania venció a Austria por 1-0, y aquel marcador, pactado entre ambos rivales, dejó fuera a Argelia. En realidad todo el mundo conocía el tongo, pero nadie estaba en disposición de demostrarlo hasta que hace poco Hans-Peter Briegel —el extraordinario defensa central, lateral, centrocampista, interior y hasta ocasional delantero que jugó en el Kaiserslautern, y más tarde acabó haciéndolo en la Sampdoria—, reconoció, un cuarto de siglo después, que sí, que se pactó aquel marcador.

Alemania y Austria consiguieron clasificarse, pero el descrédito les sigue persiguiendo y, de lo acontecido hace más de 30 años, continúa hablándose hoy. ¿Mereció la pena? Sin duda alguna, no.

Todo lo que toca la FIFA acaba pudriéndose entre sus manos. Como con el Drácula de Francis Ford Coppola, que marchitaba las rosas a su paso, cuando el máximo organismo del fútbol mundial mete sus zarpas en algún asunto, acaba contaminándolo.

Pasó con el Balón de Oro, que mientras lo organizó en solitario France Football fue un premio prestigioso y que desde que lo apadrina Blatter es un circo en el que se pierden votos, se extravían votantes, se ponen en huelga en Correos, y en el que el conchabeo está a la orden del día.

La entrega ayer a Leo Messi, nada más finalizar el Alemania-Argentina, del premio al mejor futbolista del Mundial de Brasil 2014 pasará a los anales de la historia de los tongos deportivos más cutres y reprobables.

Es un tongo que, a diferencia de lo que puedan creer en FIFA, hace mucho daño a su receptor porque cuestiona otros títulos individuales recibidos por el argentino y que ya fueron motivo de agria polémica en su día. Salvo para un fanático, ese premio enturbia a quien lo entrega y mancha a quien lo recibe, porque Leo Messi no ha sido, ni de lejos, el mejor jugador del Mundial, y porque, a diferencia de Toro Moreno, a él no le hacen falta estos masajes que poco o nada tienen que ver con el juego y sí con los intereses comerciales.

A Messi, el gran fiasco de Brasil 2014, no le pesan sus problemas con Hacienda o los celos de Neymar, a Messi le pesa Maradona. Maradona, la sombra de El Pelusa, la «Mano de Dios», tira de Leo hacia abajo y, del mismo modo que un golpe al hígado te quita el aire, el hecho de que Diego ganara él solo un Mundial para Argentina ejerce sobre Messi una presión semejante a la que supondría llevar sobre la cabeza un sombrero con mil kilos de iridio.

Hasta que empezó el Mundial, pensamos que Leo había dejado en la estacada al Barça para centrarse en derrotar a Maradona; ahora sabemos que no, ahora sabemos que el asunto es peor.

El que haya tanta gente esperando a Messi a la vuelta de la esquina no es, por supuesto, un problema del jugador ni tampoco de quienes le acechan, sino, paradójicamente, de aquéllos que no acaban nunca de alabarle y sostienen que Leo ha sido, es y será el mejor futbolista de todos los tiempos, y amén.

Pero dee amén nada, nada de amén. Para calibrar con cierta exactitud el daño que esta panda de fanáticos y aduladores haya podido hacerle a este chico habrá que esperar aún un tiempo prudencial. Pero de lo que tuvimos certeza absoluta ayer es de dos cuestiones: del tongazo de la FIFA, por un lado, y de que Messi sigue estando varios escalones por debajo de su sombra, que es Diego Armando Maradona.

Entre que Messi es un futbolista fantástico y que es el mejor jugador de toda la Historia hay un término medio que algunos poetastros no saben distinguir. Y ayer la deidad se diluyó ante Alemania como un azucarrilo se deshace en una taza de café caliente.

Como, por cierto y cambiando de asunto, aunque ambos estén íntimamente relacionados, acabaron también por deshacerse las falsas prédicas de los valores y la cantera. La salvación para Messi pasaría por abandonar este microclima de peloteo en el que ha nacido y que le tiene tan engañado, un ecosistema que le está ahogando.

Pro no lo hará, y de ahí que, por primera vez, tema yo en serio por él.

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[*Opino}– Alemania 7, Brasil 1: un partido para la historia del fútbol

09-07-14

Carlos M. Padrón

En el artículo que copio abajo se explica todo muy bien.

Quiero añadir que ni en ese artículo ni en la interminable lista de comentarios explicativos que escuché después en boca de diferentes expertos de este deporte, exjugadores de fútbol los más de ellos, he encontrado siquiera mención al factor psicológico.

Sin embargo, se sabe que los brasileños estaban convencidos de que Brasil era la selección favorita para ganar este Mundial, y tan era así que en las entrevistas que a las puertas del estadio, y antes de este memorable partido del 08 de junio, se hicieron a muchos brasileños, hubo una constante: la pregunta de qué pasaría si Brasil perdía frente a Alemania.

Todos los entrevistados reaccionaron tajantemente ante esa pregunta, negando de plano que pudiera existir tal posibilidad. Unos dijeron que Brasil ganaría 1-0, otros que 2-1, etc., pero ninguno consideró siquiera la posibilidad de que Brasil pudiera perder. A esto llamo fanatismo y triunfalismo, algo que, por lo visto, también compartían los jugadores de Brasil ya que, entre otras cosas, su selección había ganado a la alemana en el único partido que habían jugado antes.

¿Qué cabe esperar que le ocurra a un triunfalista convencido de que es Goliat cuando a las primeras de cambio David le gana por 2 a cero? Pues que su ánimo se viene abajo.

¿Qué cabe esperar que le ocurra a un triunfalista convencido de que es Goliat cuando David lo apabulla dando una demostración del fútbol que Goliat jugó muy bien por años, que fue su divisa, y que ahora no tiene? Pues que se viene abajo.

Y en cuanto el equipo se viene abajo, igual puede encajar 3 goles que 12; depende del interés que ponga el contrario. En este caso, creo que Alemania no metió más goles porque quiso reservar energías para la final del domingo 13 de junio.

Como dijo Jorge Valdano, el fútbol es un asunto de estado de ánimo, y este partido le da la razón, pues el triunfalismo es un estado de ánimo, y el derrotismo, el sentimiento de inferioridad, la impotencia y la vergüenza lo son también.

Como algunos comentaristas han señalado, un resultado tan abultado no puede explicarse ni por mal arbitraje ni por la ausencia de Neymar y Thiago. Alemania jugó mucho mejor y aplastó a un Brasil cuyo triunfalismo le hizo perder el ánimo a partir del segundo gol que Alemania le metió, o tal vez a partir del primero, pues no sólo cuentan los goles sino la forma que fueron logrados: bailando, o burlando, al contrario.

Cabe esperar que, a partir de ahora, en el fútbol se tenga más en cuenta el factor psicológico.

Y repito que este Mundial no para de darme satisfacciones, además de sorpresas, agradables unas (como el buen juego de las slecciones de Costa Rica, Chile, y Colombia) y desagradables otras (como los desastrosos arbitrajes).

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09/07/2014

Enrique Yunta

Alemania destroza la historia de Brasil

Los germanos humillan a los anfitriones en la mayor goleada en una semifinal del Mundial (1-7), un partido para siempre.

El fútbol no recuerda semejante repaso. Destrozadas las ilusiones de un país que se creyó mucho más de lo que era, y que hoy se rebela desde la vergüenza que invade a su gente.

Brasil, que se atribuyó de por vida el concepto de juego bonito a partir de sus virtuosos futbolistas sin que ahora tenga ni una cosa ni otra, se presentó con el peso de las cinco estrellas que exhibe en el corazón, y sufrió una humillación histórica por parte de Alemania (1-7), más dolorosa incluso que el Maracanazo de 1950 porque esto lo ha visto todo el planeta y porque fueron siete disparos en el alma.

En el Mineirao de Belo Horizonte, Alemania puso patas arribas el Mundial con un partido para siempre, descomunal goleada que nadie podía imaginar, un golpe irreparable que supone un antes y un después en el país del fútbol.

Brasil llora sin consuelo mientras se agita el pueblo, al que le quedaba la ilusión de la pelota y que ahora se siente traicionado por ella. Una hecatombe de magnitudes desproporcionadas que, de seguro, tendrá consecuencias a todos los niveles. Es Brasil, rey del fútbol aniquilado en una sofocante tarde de julio por una Alemania soberbia.

Nunca una goleada fue tan difícil de explicar, porque nunca ha pasado algo tan brutal. En media hora, Alemania llevaba cinco tantos y sonrojó a una caricatura de equipo que perdió antes que empezara a rodar el balón, tan sobreexcitado ese grupo que no hay psicóloga o conjura que valga. Se recordó a Neymar en el himno, y ese fue el único momento de sonrisa y comunión. Brasil maldice el instante en el que comenzó el partido más triste de su vida.

Klose supera a Ronaldo

De ahí en adelante, fue un recital alemán pese al efervescente arranque del conjunto de Scolari, cuya carrera ha quedado marcada después de un puñado de bravuconadas que ahora le dejan en evidencia.

A su equipo aún le quedaba la adrenalina del cántico a capela hasta que llegó el primer tortazo, un gol que sirve para explicar la desconexión en bloque de Brasil: centró Kross un saque de esquina, y Muller, solísimo, remató —tan a placer que no se lo podía creer—, el primero de tantos, preludio de algo único. Fue algo tremendo.

Del 23 al 29 llegó la tormenta. En esos seis minutos de esquizofrenia, Alemania abusó de Brasil en un ejercicio de fútbol memorable. Klose

estiró su cuenta hasta las 16 dianas en los Mundiales

(uno más que Ronaldo), Kroos se consagró como el hombre de este torneo con su doblete, e incluso Khedira, que en su selección sí tiene gol y muchísimas más cosas, se sumó a la fiesta después de una jugada maravillosa, tan bonita como las otras. Brasil cero, Alemania cinco. Ver para creer.

Brasil se cayó con todo, y no encuentra excusas que le valgan ni le consuelen. Se le cruzó la tarde en Belo Horizonte, y fue un juguete en manos de un rival que hizo lo que quiso, un equipo del que siempre se hablará pase lo que pase en la final. Alemania, más allá de futbolistas, estilos y espíritus, tiene algo fundamental y que cualquier país envidia: nadie compite igual en una competición como ésta, aspirante al cuarto título en la octava final que disputará. Le espera Maracaná y se merece el aplauso de todos por su obra de arte.

El mayor castigo para Brasil fue seguir en el campo, abochornados los jugadores en una segunda parte que se les hizo eterna. Brasil quiso dignificar su nombre y esa camiseta tan prestigiosa, pero el daño ya era incurable. Tuvo alguna ocasión que Neuer desactivó para decir que también estuvo en ese 8 de julio de 2014, y en realidad Brasil suplicaba por que no fueran más de cinco.

Llegaron el sexto y el séptimo, los dos con la firma de Schurrle, y sólo quedaba esperar dónde iba a terminar el baile. En el vigésimo Mundial, globalizado el fútbol y cada día más equilibradas las fuerzas, Alemania logró la mayor goleada de una semifinal pese al postrero tanto de Oscar. Y, para colmo, fue en Brasil, pisoteada su leyenda en una cita más trágica que la del Maracanazo. Es algo inolvidable, el partido de la Historia.

Ficha del partido

  • Brasil: Julio César; Maicon, Dante, David Luiz, Marcelo; Luiz Gustavo, Fernandinho (Paulinho, m. 46); Oscar, Hulk (Ramires, m. 70), Bernard; y Fred (Wilian, m. 70)
  • Alemania: Neuer; Lahm, Boateng, Hummels (Mertesacker, m. 46), Höwedes; Schweinsteiger, Khedria (Draxler, m. 76), Kroos; Ozil, Klose (Schurrle, m. 57) y Muller.
  • Árbitro: Marco Rodríguez (México). Amonestó a Dante.
  • Goles: 0-1, m. 10: Muller; 0-2, m. 23: Klose; 0-3, m. 24: Kroos. 0-4, m. 25: Kroos; 0-5, m. 29: Khedira; 0-6, m. 68: Schurrle; 0-7, m. 78: Schurrle; 1-7, m. 90: Oscar.

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[*Opino}– El fútbol y la psicología

06-07-14

Carlos M. Padrón

Me extraña que si bien el artículo que copio abajo analiza el origen de la sorprendente decisión de Van Gaal en el partido del 06 de junio entre Holanda y Costa Rica, se centra sólo —o tal vez tiene más, pero sea eso lo único que se menciona— en la forma en que los jugadores de fútbol disparan los tiros penales, pero no menciona para nada el factor psicológico creado por el portero de Holanda que con sus palabras y extraños movimientos no sólo desconcertó a los costarricenses sino que, por lógica, les creo zozobra y, por tanto, nerviosismo y miedo; algo natural ya que no lograban explicarse el motivo del cambio de portero… a menos —y he aquí el temor a lo desconocido— que fuera porque el recién entrado tenía algo muy especial. ¡Y vaya si lo tenía!

Esa extraña actitud del portero Tim Krul —diciéndole a sus contrarios (aunque no se sabe si ellos lo entendieron) «¡Sé por donde lo vas a tirar!», moviéndose lejos de la puerta, haciendo calistenia, etc.— fue deliberada y psicológicamente efectiva sobre el ánimo de los costarricenses, y por eso no entiendo cómo no se presta más atención a señales de ese tipo que son obvias, como, por ejemplo, la relación entre la expresión de Benzema cuando jugando con el Madrid sale al campo, y su rendimiento en el partido a jugar.

Se dice que padece de mamitis, y, tal vez por eso —por no tener cerca a su madre, o por la presión de los cargos legales que una vez pesaron sobre él—, a veces sale de los vestuarios con una expresión que hace pensar que comenzará a llorar en cualquier momento. Cuando eso ocurre es altamente probable que juegue mal.

Por qué sus entrenadores —en este caso, Mourinho y Ancelotti—, no han obrado en consecuencia, no lo sé.

El partido entre Holanda y Costa Rica fue el segundo de este Mundial que mayor satisfacción me ha deparado y, por supuesto, el partido que mayor suspense me ha creado de todos los que he visto en mi vida, y también un gran asombro ante la forma física de Robben, ¡algo increíble!; un partido que, sin duda, dejará mucha huella en la historia del fútbol y de los Mundiales.

También me gustó porque puso de manifiesto que si la FIFA implantara la regla que para offsides mencioné en el post ¿El declive de Europa ha llegado también al fútbol?, el partido habría terminado a los 90 minutos reglamentarios. Pero no, se prolongó hasta los penales porque, entre otras cosas, los jueces de línea se cansaron pitando offsides a los holandeses porque las más de las veces tenían adelantada la punta de un pie o un brazo.

Acerca del Brasil-Colombia no puedo opinar porque a la segunda marramucia que hizo el árbitro español, dejé de ver el encuentro. Sólo regresé ante el televisor para ver qué pasaba con el penal que James iba a disparar, y que corroboró la teoría mencionada abajo: James es zurdo y disparó por su lado natural.

Como también explicó muy bien Juan Manuel Rodríguez en los excelentes artículos «Impidamos otro Maracanazo» y «El legado de James«, la consigna de la FIFA es que Brasil ha de ganar si o si. Habida cuenta de que Argentina hizo el 06 de junio contra Bélgica un partido muy flojo, y el único gol que marcó, aunque magistralmente hecho por Higuaín, fue producto de un pase que llegó a sus pies por pura chiripa, me temo que tanto Argentina como Brasil la tendrán cruda para sus próximos encuentros, y que si al final Brasil se lleva la copa será con un arbitraje de mayúsculo escándalo.

Hasta me permito sospechar que la tan cacareada lesión de Neymar sea un montaje que sirva para justificar un fracaso de Brasil.

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06 de Julio de 2014

Juan Manuel Rodríguez

Del bolsillo de Van Marwijk a la libreta de Van Gaal

En el bolsillo de su chaqueta guardaba como oro en paño Bert Van Marwijk el informe de un matemático español, Natxo Palacios-Huerta, profesor de la London School of Economics, gran aficionado al fútbol, seguidor del Athletic y experto en la teoría de John Forbes Nash Jr, premio Nobel de Economía en 1994, especialista en Teoría de Juegos, geometría diferencial y ecuaciones en derivadas parciales cuya vida se hizo muy popular a raíz de la película Una mente maravillosa, dirigida por Ron Howard y protagonizada por Russell Crowe.

El estudio de los penaltis de Palacios-Huerta fue sacado a la luz por el periodista Simon Kuper en su libro Soccernomics y fue por ahí dando tumbos y más tumbos sin que ningún club se mostrara en absoluto interesado.

«Lo que es óptimo para mí, depende de lo que es óptimo para mis competidores». En 1950 Nash escribió un artículo muy breve en el que demuestra que toda situación estratégica, por muy compleja que sea, tiene al menos un equilibrio.

En «Moneyball:rompiendo las reglas» se cuenta cómo Billy Beane, director general de los Atléticos de Oakland, consiguió darle literalmente la vuelta a la Liga Americana haciendo acopio de datos estadísticos y montando un equipo nuevo más competitivo y con menos recursos que el resto. Beane fue en cierto modo un visionario que extendió su forma de trabajo al resto de equipos de béisbol, luego a la NFL y más tarde a la NBA. Era cuestión de tiempo que la teoría de Nash llegara también al fútbol.

Volvamos al bolsillo de Van Marwijk, que después nos llevará directos a la libreta de Van Gaal.

Una semana antes de que empezara el Mundial de 2010, Kuper ofreció los servicios de Palacios-Huerta a las federaciones de Inglaterra y Argentina, y ambas dijeron que no. Pero a una semana de la final lo intentó con Holanda, y ésta dijo que sí. En poder del seleccionador orange obraba un informe, fruto del estudio de todos y cada uno de los penaltis que le habían lanzado a Iker Casillas a lo largo de su carrera y, por ejemplo, cada penalti lanzado por David Villa.

Lo que allí se decía era que Casillas se tira casi siempre al lado natural del lanzador, y que si un jugador holandés optaba por su lado no natural tenía más del 90% de posibilidades de marcar.

Michel Vorm, el portero suplente de Holanda, tenía también en su poder un papel con los nombres de los lanzadores de España, todo estaba escrito, y todo saltó afortunadamente por los aires gracias al gol de Iniesta.

Uno tiene que tenerlos muy bien puestos para hacer lo que hizo Van Gaal. Dentro de muchos años se hablará de su cambio de portero como de una de las grandes innovaciones de este deporte.

Hoy Van Gaal es un héroe, pero nadie duda de que si Tim Krul no hubiera tenido su noche habría pasado a ser un villano. Lo mejor de todo no es que Van Gaal tomara una decisión de mucho riesgo y en un momento crucial del campeonato; tampoco que dicha decisión le saliera bien y fuera decisiva; lo mejor de todo es que Van Gaal no dedicó ni medio segundo a considerar las consecuencias que podría acarrearle a él personalmente dicha decisión, sino que la estudió, la trabajó y la puso en práctica por simple coherencia ideológica. Nash en estado puro.

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