[*Opino}– El atrofiante uso de algunas tecnologías

20-09-14

Carlos M. Padrón

En estos pocos días que he pasado en USA he podido comprobar cuánta razón tiene Nicholas Carr en las opiniones que describe el artículo que copio abajo.

Aunque ya he dicho que para mí los smartphones deberían llamarse complicatedphones, tengo uno que uso sólo para llamadas, mensajes de texto y WhatsApp; o sea, poco o nada de búsquedas en la Red. Por tanto, para mejor poder usarlo en USA —y especialmente para usar WhatsApp— necesito instalarle una tarjeta SIM de alguna operadora celular de ese país.

La última vez que estuve aquí, que fue en 2012, quise comprar una tarjeta SIM apenas llegar en tránsito al aeropuerto de Plastaforma, pero me dijeron que en los aeropuertos no las vendían, así que la compré en AT&T al llegar a San Francisco, mi destino final, y tuve que rellenar varios formularios en los que puse datos personales, tiempo de permanencia en el país, etc.

Pero ahora, al llegar igualmente en tránsito al mismo aeropuerto supe que en los establecimientos de cambio de moneda (Currency Exchange) venden las tarjetas SIM, así que compré una de T-Mobile que funcionó de maravilla durante las muchas horas que estuve en ese aeropuerto, pero que me ha fallado varias veces aquí en California, área en la que, según la gente de T-Mobile, tienen ellos muy buena cobertura.

Estando hoy en la sala de espera de un consultorio, en Santa Rosa (California), mi celular avisó que no tenía cobertura para internet. Extrañado, lo guardé, pero más extrañado quedé cuando a la sala de espera entró una pareja y, apenas sentarse, comenzaron a teclear en sus celulares.

Les pregunté —aunque aquí no es muy bien visto hacer eso— qué operadora usaban; él me dijo que Horizon, y ella que AT&T. En busca de un café, salí fuera de la sala de espera y, ¡oh, sorpresa!, apenas cruzar la puerta si tuve señal de T-Mobile. Para probar, entré de nuevo a la sala, y cero señal.

¿Será que esas tarjetas SIM que venden en los aeropuertos están «recortadas»? ¿O será que así es el servicio de T-Mobile?

Hablando sobre el caso supe que, a pesar del papeleo que en 2012 me hizo llenar AT&T para venderme una tarjeta SIM, ahora uno puede comprar, sin trámite legal alguno, un celular desechable, que usan mucho los delincuentes. Sinceramente, una contradicción difícil de entender, sobre todo en un país que, como éste, padece de legalitis.

Pero vayamos al grano.

Las personas con las que estos días he circulado en sus vehículos usan el celular para que una app les diga cómo llegar a cualquier lugar al que quieran ir. En un viaje usando ese recurso y hacia un lugar al que el conductor ya había ido antes, falló la cobertura celular en un tramo del camino, la indicación de la app no fue recibida por el conductor, éste tomó la ruta que no era, y nos perdimos.

«Si ya ha ido otras veces al mismo lugar —me pregunté—, ¿por qué diablos tiene que usar la bendita app para ir de nuevo?».

Para colmo, como el conductor debe estar pendiente de las instrucciones que la app le dé, no puede mantener con sus acompañantes una conversación decente, si es que no pide que todo el mundo guarde silencio. Un claro caso de aislamiento social, de camino a la atrofia y a una peligrosa dependencia.

He visto que a la app llamada Siri le preguntan hasta por el resultado de operaciones aritméticas básicas. De seguir así, pronto la gente olvidará como multiplicar usando una calculadora, al igual que ya muchos han olvidado la ortografía porque confían en lo que les digan los correctores de texto que, por cierto, suelen no estar actualizados y, por supuesto, en ciertos casos no pueden decidir qué es lo correcto. En fin, que me temo que al alzhéimer le irá cada vez mejor.

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21 SEP 2014

Joseba Elola

Vivir en modo piloto automático

Delegamos cada vez más en la tecnología. Guía nuestros pasos, relaciones, trabajos. Y vamos externalizando capacidades. El ensayista Nicholas Carr alerta de los peligros de la revolución digital

En la primavera del año 1995 el transatlántico Royal Majesty encalló, inesperadamente, en un banco de arena de la isla de Nantucket. A pesar de estar equipado con el más avanzado sistema de navegación del momento, hundió el morro en esta isla situada a 48 kilómetros de Cape Cod, Massachusetts, en Estados Unidos.

Procedía de las islas Bermudas y se dirigía hacia Boston, con 1.500 pasajeros a bordo. La antena del GPS se soltó, el barco fue desviándose progresivamente de su trayectoria y ni el capitán ni la tripulación se dieron cuenta del problema. Un vigilante de guardia no avistó una importante boya junto a la que el barco debía pasar, y no informó: ¿cómo se va a equivocar la máquina?

Afortunadamente, el accidente no produjo heridos.

El prestigioso ensayista useño Nicholas Carr utiliza este episodio para ilustrar hasta qué punto hemos depositado nuestra fe en las nuevas tecnologías, que no siempre resultan infalibles. En algunos casos, pueden arrastrarnos a lugares a los que no queríamos llegar.

En su nuevo libro, Carr, de 55 años, explica que hemos caído en una excesiva automatización, proceso mediante el cual hemos externalizado parte de nuestras capacidades.

La tecnología guía nuestras búsquedas de información, nuestra participación en la conversación de las redes, nuestras compras, nuestra búsqueda de amigos, y nos descarga de labores pesadas.

Todo ello, poco a poco, nos conduce a lo que Carr denomina complacencia automatizada: confiamos en que la máquina lo resolverá todo, nos encomendamos a ella como si fuera todopoderosa, y dejamos nuestra atención a la deriva. A partir de ese momento, si surgen problemas, ya no sabemos cómo resolverlos.

La pequeña historia del Royal Majesty, de hecho, encierra toda una metáfora: hemos puesto el GPS y hemos perdido el rumbo.

Algo así es lo que nos viene a explicar el experto estadounidense: “Estamos embrujados por las tecnologías ingeniosas”, dice en conversación telefónica desde su casa en Boulder, Colorado, en las Montañas Rocosas. “Las adoptamos muy rápido porque pensamos que son cool o porque creemos que nos descargarán de trabajo; pero lleva tiempo darse cuenta de los peligros que encierran, y no nos paramos a pensar cómo estas herramientas cambian nuestro comportamiento, nuestra manera de actuar en el mundo”.

Las tecnologías nos están robando talentos que sólo se desarrollan cuando se lucha duro por conseguir las cosas.

Este estudioso de las nuevas tecnologías, que en 2011 fue finalista del premio Pulitzer con su anterior obra, «Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras vidas?», estima que la complacencia automatizada está mermando nuestras capacidades. Y usa un ejemplo bien sencillo: gracias a los correctores automáticos, hemos externalizado nuestras habilidades ortográficas. Cada vez escribimos peor. Desaprendemos.

“A medida que empresas como Facebook, Google, Twitter y Apple compiten más ferozmente por hacer las cosas por nosotros, para ganarse nuestra lealtad, el software tiende a apoderarse del esfuerzo que supone conseguir cualquier cosa”.

Pregunta: ¿Qué nos están robando las nuevas tecnologías?

Respuesta: Nos están robando el desarrollo de preciosas habilidades y talentos que sólo se desarrollan cuando luchamos duro por las cosas. Cuanto más inmediata es la respuesta que nos da el software diciéndonos adónde ir o qué hacer, menos luchamos contra esos problemas, y menos aprendemos.

Nos roba también nuestro compromiso con el mundo. Pasamos más tiempo socializando a través de la pantalla, como observadores. Reduce los talentos que desarrollamos y, por tanto, la satisfacción que se siente al desarrollarlos.

El discurso tecno-escéptico de Carr puede ser rebatido desde muchos flancos. No son pocas las voces que se alzarían diciendo que esas mismas tecnologías están permitiendo expandir la capacidad de comunicación de las gentes, las posibilidades de aprender o incluso de organizarse para cambiar las cosas y comprometerse con el mundo.

El propio Carr matiza su discurso alabando las inmensas posibilidades que la Red ofrece para acceder a información y comunicarse. Pero hay costes asociados.

Mantener la atención en el nuevo escenario tecnológico, de hecho, no es cosa fácil. Los estímulos y distracciones que almacenan los teléfonos inteligentes que llevamos con nosotros, o las pantallas a las que estamos conectados nos impiden centrarnos. Nos hacen sobrevolar las cosas. Pasar de una otra, sin ton ni son, en un profundo viaje hacia la superficialidad.

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[*Opino}– Acerca del ‘Derecho al olvido en internet’

14-05-14

Carlos M. Padrón

Por supuesto que, como dice el artículo que copio abajo: «Este derecho puede en ocasiones colisionar con la libertad de expresión». Sobre todo cuando lo de «libertad de expresión» es ya algo que resulta muy difícil definir.

Para muestra, lo ocurrido recientemente con el dueño de un equipo de béisbol que dijo algo contra los negros. Si a ese señor no le GUSTAN los negros, y así lo declara, ¿no está haciendo uso de libertad de expresión? ¿O es que una persona no tiene derecho a expresar sus gustos? Los gustos no son controlables. Podrá ser controlable, y sólo hasta cierto punto, el no expresarlos, pero corriendo el riesgo de caer en la hipocresía, que no es precisamente una virtud.

En cuanto al tal «Derecho al olvido en internet» se ha dicho también que los buscadores deben retirar los enlaces a informaciones publicadas en el pasado si perjudican al ciudadano y no son pertinentes. ¿Y quién va a determinar si son o no pertinentes?

En otra publicación dicen «El Tribunal de la Unión Europea ha fallado en contra de Google y le obliga eliminar de información lícita que afecte a un ciudadano y que ya no sea de interés». ¿Y quién va a decidir si la información es ilícita carente de interés? ¿De interés para quién?

Además —y entrando ya en terreno filosófico—, ¿puede forzarse el olvido? No, no se puede. Por tanto, eso de «derecho al olvido» no resulta precisamente muy apropiado.

Algo que sí deberían evitar en los buscadores —y hasta penalizar— es la existencia de páginas que aparecen cuando uno busca algo, y que no tienen relación alguna con ese algo sino con cualquiera otra cosa, en especial con la sugerencia o venta de programas que, por supuesto, contienen malware. Eso es, simplemente, fraude.

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14/05/2014

Pero ¿qué es el «derecho al olvido» en la Red?

La sentencia del Tribunal de Justicia de la UE (TJUE) que ampara el «derecho al olvido» en la Red, y que es fruto de un litigio entre la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD) y Google, supone una revolución a la hora de garantizar la intimidad y privacidad de los ciudadanos, según expertos legales.

Pero, ¿qué es eso a lo que nos referimos cuando hablamos de «derecho al olvido» en internet?

El derecho al olvido es un derecho relacionado con el Habeas Data y la protección de datos personales. Se puede definir como el derecho que tiene el titular de un dato personal a borrar, bloquear o suprimir información personal que se considera obsoleta por el transcurso del tiempo, o que, de alguna manera, afecta el libre desarrollo de alguno de sus derechos fundamentales.

Como cabe apreciar, este derecho puede en ocasiones colisionar con la libertad de expresión.

Según la AEPD, «El «derecho al olvido» hace referencia al derecho que tiene un ciudadano a impedir la difusión de información personal a través de internet cuando su publicación no cumple los requisitos de adecuación y pertinencia previstos en la normativa».

La AEPD señala que este derecho incluye limitar la difusión de información de datos de personas, incluso cuando la publicación original sea legítima. «La difusión, hecha a través de los buscadores y de forma universal e ilimitada, de información que ya no tiene relevancia ni interés público, causa una lesión a los derechos de las personas».

El abogado Joaquín Muñoz, representante del español Mario Costeja —convertido, quizás sin proponérselo, en impulsor del llamado «derecho al olvido» en internet, al desencadenar el caso que ha concluido con esta sentencia—, ha destacado su alcance porque confirma el derecho del ciudadano a la privacidad y a decidir quien trata o no sus datos personales.

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[*Opino}– Redes sociales: ventajas y desventajas

14-03-14

Carlos M. Padrón

En el artículo que copio abajo se da a entender que no estar en las redes sociales es no estar en internet, y eso es falso.

Yo uso internet a diario, pero no estoy en ninguna red social, así que, como se sugiere en el tal artículo, podrán llamarme ‘bicho raro’ o ‘distinto y especial’, pero, repito, no estoy en ninguna red social ni pienso estarlo; es más, no sé ni cómo funcionan, pero sí sé, porque lo he visto y «sufrido», que Facebook es un centro de chismorreo, banalidades, ostentación social, etc. y, por tanto, una pérdida de tiempo.

Además, entiendo que uno o ambos miembros de algunas parejas lo usan para espiar al otro.

Otro argumento para no estarlo es eso de las redes sociales consiguen que uno vea el mundo desde el punto de vista que en ellas se da. Y no, para enterarme de lo que pasa en el mundo no necesito «padrinos»; ése es el uso que le doy a internet, además del de comunicarme con mis contactos a través del correo electrónico o de Google Talk, que son formas que no creo que una red social pueda mejorar.

Tengo Skype sólo para recibir, porque algunos familiares y amigos lo usan para llamarme. Es un mamotreto de programa que ralentiza el arranque de mi PC y que, cuando aún usaba yo Windows XP, obstaculizaba tanto el inicio como el cierre.

En fin, que en este artículo que sigue se enumeran varias ventajas de no estar en las redes sociales.

Artículo relacionado:

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12.03.2014

Qué tiene de bueno que no estés en Twitter y en Facebook

¿Es sólo una pose o son los nuevos frikis profesionales? Hay quien piensa que lo raro hoy es no estar en las redes sociales, aunque esta ausencia puede tener beneficios para tu carrera y para tu vida laboral.

Siguen opiniones de expertos en esta materia.

No sabrás lo que se siente hasta que no lo hayas probado. Es una sensación muy parecida a la que experimenta quien no sigue la serie de moda, o aquél que jamás ha visto un solo capítulo de cualquiera de esos reality shows sobre los que todo el mundo habla.

En el trabajo, con los amigos, o en cualquier reunión social serás incapaz de entender los chistes, de seguir la conversación o de interesarte mínimamente por aquello que todos conocen pero que a ti te resulta ajeno.

Y hay dos formas de verlo: o eres un bicho raro que no está en este mundo, o te has convertido en alguien verdaderamente distinto y especial. Esto ocurre también con los que deciden no estar en Twitter, LinkedIn, Facebook o cualquiera de las redes sociales y profesionales.

Expertos en posicionamiento personal, cree que «hoy está de moda el low cost, y eso significa que ahora está disponible para todo el mundo cualquier cosa que hasta hace poco sólo se podían permitir unos cuantos.

Desde el punto de vista profesional, mantenerse fuera de las redes sociales transmite una idea de cierta exclusividad. No eres uno más que ofrece lo mismo que el resto, sino que, profesionalmente, tienes algo que aportar que no se encuentra realizando una simple búsqueda en Google».

¿Y el prestigio? Pero la decisión de no participar en las redes sociales te puede reportar otros beneficios. Hasta hace poco, estar en Internet te daba prestigio, y, de un tiempo a esta parte. parece que te lo quita.

Emilio Botín, Juan Roig o Florentino Pérez, ¿tendrían el mismo prestigio si se dedicasen a subir fotos de sus empresas a Instagram? ¿Ha mejorado Marcos de Quinto su prestigio profesional por estar en Twitter o esto lo ha debilitado?

No estar en dospuntocerolandia te mantiene en el Olimpo de los profesionales, porque los dioses no tuitean. En este sentido, el número de seguidores o la popularidad que obtengas en cualquier red social ya no son elementos diferenciadores, porque ser muy visible en el mundo 2.0 no te convierte en un buen profesional.

Para que te tengan en cuenta y consigas posicionarte como experto lo más importante es que lo seas realmente. Tiempo y cercanía. A todo esto hay que añadir la ganancia de tiempo. Estar en las redes sociales roba muchas horas y te descentra con mucha facilidad. No se trata de lo que inviertes en crear contenidos, sino lo que gastas en comprobar qué dicen sobre ellos.

Mantenerse fuera de ellas te proporciona un gran ahorro de tiempo, facilita la concentración y te ayuda a centrarte en aquellos que tienes más cerca.

Una mayor productividad y eficacia pueden ser consecuencias positivas para quienes deciden no estar en las redes sociales. No quiere decir que no se pueda adquirir conocimiento a través de ellas, pero hay estudios que aseguran que la estancia media en estas redes es de 35 a 40 minutos diarios, y ese dato cuantifica el tiempo que puedes ahorrar o ganar.

Pero, sobre todo, quien toma la decisión de prescindir de las redes sociales puede hacerlo para trabajar más sus relaciones offline. Aquí entra en juego la cuestión de que la influencia en las redes no tiene sentido si no se tiene una vida real. Aunque no se puede generalizar, ver el mundo tras una pantalla acaba consiguiendo que veamos todo desde el punto de vista de las redes sociales, y es muy tentador pensar que lo que ahí se dice es lo real.

Mantenerse fuera de ellas permite estar más cerca del mundo real y tener una visión más pegada al suelo. Hay gente con éxito en Internet que no tiene nada detrás, y viceversa. Se descubre siempre al mentiroso, y ese castillo de naipes se suele desmoronar.

Otros argumentos que tienen que ver con la «solidez», podrían invitar a evitar la presencia en las redes. En este sentido, la obligación de mantenerse activo en una red social, y la facilidad de uso acaban consiguiendo que cometamos errores. Mantenerse fuera de ellas no asegura que no los cometamos, pero al menos no son de dominio público.

Estar fuera de internet ayuda a mantener una imagen de solidez y coherencia. Mantenerse en el mundo real facilita el control de lo que dices y lo que haces, y permite tomar medidas correctoras y controlar los daños. Sin embargo, comunicarse en las redes sociales fomenta el descontrol, los malos entendidos y los críticos viscerales.

Es mejor no mantener un perfil en redes sociales que tener uno malo, sobre todo de cara a la propia reputación. Ante la posibilidad de no saber gestionar la parte de comunicación de tu marca personal, es mejor no estar en los medios sociales.

Hasta ahora, acceder a ciertos profesionales era complicado o casi imposible. Hoy, si estás en una red social cualquiera puede dirigirse a ti para preguntarte o pedirte cualquier cosa. Estar fuera de ellas te ahorra tener que decir que no a desconocidos que creen que debes hacerles un favor sólo por estar ahí.

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[*Opino}– Más acerca de los engaños en la Red

26-12-13

Carlos M. Padrón

A los para mí fraudes que menciona el artículo que copio abajo, hay que añadir el otro tipo, cada vez más frecuente, que aparece cuando se busca algo en internet, como un programa o un driver, se encuentran varias entradas que ofrecen gratis lo que se busca —por supuesto, entre ellas varias del sempiterno Softonic, que no es realmente gratis pero sí una verdadera plaga, sobre todo en España—, pero cuando uno trata de bajarlo, el programa de seguridad que se tenga instalado, si es bueno, dispara las alarmas y avisa de que ese material contiene malware o, si el contenido es realmente peligroso, simplemente corta la conexión con esa página.

A veces el tal malware consiste en troyanos destinados a rastrear, con fines publicitarios, los hábitos de busca del internauta, pero a veces se trata de infiltraciones que revisten un peligro real para la seguridad de la computadora, y es ahí cuando los programas que mencioné —uso desde hace años el ESS (ESET Smart Security)— disparen las alarmas y, si uno los ha configurado adecuadamente, impidan que se baje lo que está contaminado.

En otros casos, el fraude —aunque menos peligroso, pero fraude al fin— consiste en que al abrir la entrada en la que, según su título, está lo que se busca, el navegador aterriza en una página de promoción de algo que nada tiene que ver con lo que se buscaba.

Comoquiera que impedir todo esto atentaría contra la libertad de expresión y de libre navegación por la Red, y daría lugar a abusos por parte de quienes eso hicieran, me temo que los fraudes de este tipo seguirán aumentando hasta que su enorme volumen justifique la tal censura, con la que perderemos todos.

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26/12/2013

Diecinueve fotografías falsas que engañaron al mundo

La suma de Photoshop y la falta de comprobación de las fuentes ha posibilitado que en los últimos años una gran cantidad de montajes fotográficos relacionados con sucesos de actualidad hayan circulado por las redes sociales como si de imágenes reales se tratasen.

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En este montaje un tiburón blanco «ataca» a un soldado británico en Sudáfrica

Intereses políticos, económicos, el afán de engañar a los medios de comunicación, o una simple broma, pueden estar detrás del origen de estos famosos fotomontajes, algunos de los que recopila el autor del blog Ceslava diseño & formación. Así, dos fotogramas de la serie «Lost» (= Perdidos) se emitieron en un informativo boliviano situándolos justo en el instante en que el vuelo 447 de Air France sufrió un accidente sobre el océano Atlántico en 2009, mientras que un fotomontaje que muestra un avión a punto de impactar contra una de las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001 ha dado la vuelta al mundo en varias ocasiones.

Los desastres naturales también son objeto habitual de este tipo de manipulaciones, como muestra la adición de una ola gigantesca al perfil de la ciudad chilena de Antofagasta para simular el devastador tsunami que asoló Tailandia en 2004, la creación de falsas nubes para simular todo tipo de huracanes o la imagen de unos niños filipinos que parecían utilizar unos computadores en una habitación anegada por las inundaciones que asolaron el país en 2012.

La imagen de Hércules, un perro que era tan grande como un caballo, o la de Snowball, su homólogo en el mundo de los gatos, son otras de las fotografías que han circulado por la red durante años, junto con la de un enorme tiburón blanco a punto de engullir a un soldado británico que se descolgaba de un helicóptero en la costa sudafricana Foto arriba). Sólo que la imagen correspondía a una aeronave de la Fuerza Aérea Estadounidense, había sido tomada en San Francisco y, por supuesto, no existía ningún tiburón.

Políticos como George Bush, el Peter Griffin de carne y hueso que inspiró al protagonista de la serie de animación «Padre de familia», la fecha del viaje de Michael J. Fox en «Regreso al futuro», el esqueleto de una hada o la silueta del pie de un feto sobresaliendo del abdomen de su madre, son otras de las 19 fotografías que han engañado al mundo y que pueden verse en el blog «Ceslava».

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[*Opino}– El mal uso ­(o abuso) de internet

30-07-13

Carlos M. Padrón

No sólo abundan cada día más las búsquedas que prometen llevar a un cierto tema pero que en realidad llevan a otro, y tal vez luego, con un poco de paciencia y suerte, el navegante da con el tema de su interés, sino también las que, ofreciendo permitir bajar algún programa, bajan también uno o más que el navegante no ha pedido, pero que olvidó buscar en detalle y lograr ver el pequeño cuadrito en que ya estaba pretildado, y escrita en letra pequeña, que no todo el mundo ve, la aceptación a la tal bajada.

Hay que mencionar también los sitios que, aprovechado que son muchos los españoles que no saben ni papa de inglés, ofrecen dejarles bajar gratuitamente un programa en español, pero, encima de que no dicen que se trata de una versión vieja —a veces ocurre que el tal programa ni siquiera es en español— piden que se les manden mensajes SMS.

Todo esto es, hablando en plata, una putada.

Por otra parte, también crecen casi a diario los trucos de la prensa digital para conseguir más y más clics a costa del tiempo de los visitantes, pues son esos clics los que sirven para medir la audiencia con que cuentan.

Por ejemplo, el diario ABC, de España, debería cambiar su nombre a «El de los 10», pues le ha dado en abundar en artículos cuyo título comienza —o comenzaba— con «Diez….», o con «Los xxx más…», y que, una vez abiertos, obligan al internauta que quiera verlos completos, a clicar en cada una de las 10 o menos opciones, pues ahora hay algunos que ni siquiera hablan de cantidad pero que contienen el mismo truco, o sea, que para verlos completos hay que clicar varias veces.

Ejemplos, sólo de los días 27 a 30/07:

  1. «Top 10» de las especies más impactantes del año
  2. Diez playas paradisíacas para soñar
  3. Diez bebidas perfectas para combatir el calor
  4. Los diez edificios más altos de Madrid
  5. Siete tesoros de San Sebastián con sello internacional
  6. Los mejores puertos deportivos
  7. Las decisiones de Messi
  8. Diez saltos de acantilados que quitan la respiración
  9. Las playas más románticas de España.

Nótese que cada vez menos aparece en los titulares la palabra diez, lo que atribuyo a que se han dado cuenta de que si la ponen descubren la trampa de los múltiples clics.

Me temo que un día estos abusos sean usados como pretexto por alguna organización internacional o local para imponer a internet restricciones o pago, y todos saldremos perjudicados.

[*Opino}– Seis cosas que me hartan sobre las redes sociales

Creo haber dicho ya aquí que no me gustan las redes sociales y que, por ello, no pertenezco a ninguna, e ignoro todas las invitaciones que me llegan para que entre en alguna de ellas.

Por tanto, no puedo opinar, con fundamento sólido, sobre lo bueno o malo que ofrecen, pero, porque me pareció interesante el análisis que al respecto me llegó por vía de Oficina Virtual, hice de él el extracto que sigue, y que reafirma mi decisión de mantenerme lejos de esas redes.

Carlos M. Padrón

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Seis cosas que me hartan sobre las redes sociales

27 septiembre, 2011

Edgardo Tamarit

Me agradan las redes sociales.

Les agradezco la forma en que me han permitido estar cerca de familiares y amigos, a pesar de que algunos viven a más 1.200 km de mi ciudad natal. Estoy agradecido por el constante flujo de información divertida, útil e interesante que ofrecen.

También por las muchas personas interesantes que he conocido y llegado a conocer a través de ellas. Me encantan las oportunidades profesionales que me han proporcionado, y, sobre todo, el valor que tiene la forma en que están cambiando el mundo, para mí más plano y transparente, desafiando las formas de hacer negocios, elevando la importancia de las relaciones y la afinidad, como también fomentar una mayor escucha y respuesta.

Pero hay algunas cosas que me hartan sobre las redes sociales, dentro y fuera de ellas. Especialmente en algunas actividades y usos que muchas empresas desarrollan con ellas, como también en las que realizan algunos individuos particulares.

Aquí las comparto según mi sentir y, por supuesto, están invitados a añadir las que quieran.

1. Mensaje directo automático

La avalancha de mensajes automáticos y genéricos en mi Twitter «bandeja de entrada DM» que se interpone en el camino de los mensajes personalizados y valiosos que recibo.

2. La presión por no seguir a alguien

Es inevitable que en los canales digitales sociales se sufran los mismos problemas que en los canales sociales tradicionales, y la presión social es uno de esos problemas.

Es incómodo para uno rechazar a las personas que desean conectarse, seguidores o amigos, y es aún peor cortar esos lazos una vez que están hechos.

El año pasado reduje la lista de amigos de mi Facebook personal y esto enojó a persona que conocí a través de otra y con la que no había tenido yo contacto por más de 12 meses. El tipo cada vez que podía dejaba sentado en su muro que había personas capaces de, en silencio, quitarlo como amigo, porque sí.

3. Narcisismo

Durante mucho tiempo he estado en contra de los escépticos que creen en los medios de comunicación social como un refugio exclusivo para los narcisistas, pero esto no significa que el narcisismo no esté vivo y exista en las redes sociales.

Hay en ellas muchos tipos diferentes de narcisistas.

Está el “Blanca palomita”, que cada día habla acerca de la grandeza de su vida, el brillo de su futuro y su gratitud por cada salida del sol, la flor en ciernes y una gota de lluvia.

También el “Dema ? Gogo”, que obsesivamente anuncia todo lo bueno que otros piensan de él, tira pensamientos que ni por casualidad pondría en práctica pero que se oyen bien y, además, es capaz hasta de anunciar cuándo se le ha agregado en una nueva lista de Twitter.

Por último, están los narcisistas “Bipolares”, cuyas actualizaciones de estado varían enormemente: un día fotos de fiestas e historias con amigos maravillosos y lugares espléndidos, y al día siguiente leemos lo mucho que odian su trabajo, al conductor del transporte que los lleva, o sus vidas.

Por definición, todos los narcisistas se centran en sí mismos y no en los otros, y esto es lo que los hace tan pesados en las redes sociales.

4. La búsqueda de respuestas fáciles y consejos de gurú

Las redes sociales son nuevas, están evolucionando y hasta por ahí confunden, así que es comprensible ver a muchas personas y empresas luchar por encontrar oportunidades y desafíos. Pero esto, no debe ser excusa para buscar respuestas fáciles.

Nada de lo importante y necesario para lograr metas a largo plazo es fácil, y las mejores prácticas universales para alcanzarlas no se pueden aplicar para todos los públicos por igual.

Así como no existe una estrategia de publicidad gráfica, o de televisión, la estrategia Web tampoco funciona en todos los casos. Por tanto, no habrá una estrategia universal para las redes sociales.

Desde la identificación del público y el establecimiento de metas para medir el ROI de la ejecución, las estrategias de cada organización deben ser únicas. Por supuesto, es bueno aprender de los competidores y lo que están haciendo, pero hay que reconocer que el verdadero beneficio estratégico sólo será obtenido por aquéllos que se comprometen con la diferenciación a través del aprendizaje y la experimentación.

Nada es fácil, así que ¡no jodan con soluciones fáciles y los consejos de gurú!

5. El verso de la fatiga y el menosprecio de estar

Estoy oyendo permanentemente los cuentos de la gente que dice estar cansada de las redes sociales, y entonces se borra u opta por no estar nunca en ellas,… lo cual parecen ser exactamente eso: cuentos y no hechos. Por cada persona rara que sale de las redes sociales, cientos entran o profundizan su compromiso.

El número de personas que mantienen un perfil en las redes sociales sigue creciendo. Así que, antes de creer este verso de que algunos se están cansando de las redes sociales, hay que considerar dos cosas: La primera es que los seres humanos son inherentemente sociales, y la segunda es la cantidad de redes y medios sociales existentes, su evolución y sus cambios continuos.

Así como la internet del 2011 es una muy diferente a la del año 2000, podemos esperar el mismo tipo de evolución y crecimiento en los medios de comunicación social en los próximos años. Las herramientas sociales de 2015 serán más fáciles, personalizadas, útiles y valiosas, y, en este sentido, la gente no va a ser menos social en el futuro que en la actualidad.

6. Buscar el próximo gran descubrimiento

A todos nos gustan las cosas nuevas y querer estar a la vanguardia, pero hay que centrarse en atender las cosas reales que hay que hacer hoy.

No se puede estar pendiente en Facebook o Twitter de todo lo que vendrá o se lanzará en breve. Obviamente, habrá un «próximo gran descubrimiento», quizá sea la geolocalización, celulares, Web semántica, televisión interactiva, realidad aumentada, nanotecnología, los descubrimientos fortuitos, o alguna combinación de los mismos, pero ¡vamos a caminar antes de correr!

Para una empresa no es bueno especular o confiar en el «próximo gran descubrimiento» cuando aún no ha descifrado el código para escuchar a los clientes, darles respuestas, contactarlos y saber cómo fomentar la promoción en los canales más populares de la actualidad social. Para la gente en particular, en cambio, eso se llama estar perdiendo el tiempo. Digo, para la gran mayoría de las organizaciones y personas, el “próximo gran descubrimiento” todavía son las redes sociales y lo serán en los próximos años también.

Fuente: Oficina Virtual