[*Opino}– Sobre las huelgas de hambre

20-08-12

Carlos M. Padrón

Del artículo que sigue me ha llamado la atención el concepto de que el Estado debe respetar el derecho que sobre el propio cuerpo tienen los ciudadanos.

En ese derecho incluye el articulista, entre otros, el consumo de drogas y hasta la eutanasia, y todo esto me lleva a preguntarme por qué demonios tiene el Estado que preocuparse por quienes libremente deciden hacer huelga de hambre.

Si alguien decide no comer —en particular si está preso—, hay que respetar su decisión, y no gastar el dinero de los contribuyentes en mover villas y castillos para que ese alguien coma cuando, para colmo, eso es ceder al chantaje.

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2012-08-19

Carlos Alberto Montaner

¿Qué es el friedmanismo?

 

Milton Friedman nació en 1912, hace cien años, y los vivió casi todos. Murió en 2006, a los 94, lúcido y combativo. Su centenario ha revivido la polémica en torno a su legado.

En 1976 recibió el Premio Nobel de Economía. Lo suelen presentar como «el padre del neoliberalismo» o la cabeza de la Escuela de Chicago, pero fue mucho más que todo eso. De su obra se deduce la más sencilla y formidable definición de la libertad: ser libre es poder elegir sin interferencias ni coacciones externas.

En 1980 Friedman y su mujer, Rosa, filmaron una magnífica serie de televisión titulada Free to Choose. Fueron 10 memorables capítulos en los que el matrimonio examinó algunos casos exitosos, como el de Hong Kong, próspero debido a la libertad que tenían ahí los individuos para producir y vender, frente al fracaso de la India, entonces estancada por la planificación centralizada y en manos de los burócratas, aberración que los hindúes comenzaron a abandonar poco tiempo después.

De alguna manera, la mayor parte de los males económicos tenían el mismo origen: el Estado, un «ogro filantrópico» que, cuando pretendía ayudar, generaba ciudadanos indefensos incapaces de ganarse la vida, mientras los funcionarios dilapidaban enormes cantidades de recursos que se esfumaban en medio de la corrupción y la forja de estructuras clientelistas que lastraban y a veces imposibilitaban la creación de riquezas.

La historia de la lucha por la libertad es la historia de la conquista del derecho individual a decidir. Las personas fueron más dichosas y más ricas cuando pudieron elegir el dios al cual adoraban, o no adorar a ninguno. Cuando pudieron trabajar, vestir, leer, escribir, casarse, divorciarse o militar libremente.

Alcanzaron cierta felicidad cívica cuando dejaron de ser súbditos obedientes, se convirtieron en ciudadanos altivos y transformaron a los mandamases en temerosos servidores públicos.

Si existe el friedmanismo, éste consiste en tres ideas-fuerza fundamentales:

  1. La ardiente convicción de que nadie sabe mejor que nosotros mismos lo que deseamos y lo que nos conviene,
  2. La firme creencia en la libre competencia para perfeccionar gradualmente los bienes y servicios que adquirimos o producimos, y
  3. La necesidad de que los individuos asuman responsablemente el control de sus vidas.

El friedmanismo, claro, tiene importantes consecuencias en el debate actual. De alguna manera está vinculado al creciente derecho del consumidor. El consumidor vota con su dinero, y el Estado no debe imponerle productos que no desea, ni debe tener la prerrogativa de fijar los precios ni, mucho menos ——como sucede en Argentina y en tantos países—, criminalizar la tenencia de moneda extranjera.

Tampoco el Estado debe arrogarse el derecho a decidir qué sustancias puede utilizar la persona. Si un adulto decide libremente fumar marihuana, esnifar cocaína o inyectarse heroína, a sabiendas de que puede convertirse en un pobre adicto, ese estúpido comportamiento, nada recomendable, absolutamente pernicioso, forma parte del derecho sobre el propio cuerpo, y el Estado, humildemente, debe respetarlo, como debe admitir que cualquier persona en la plenitud de sus facultades mentales decida que ya no quiere seguir viviendo porque sufre demasiado. «Vivir —decía un famoso suicida español— es un derecho, no un deber».

El friedmanismo consiste, también, en creer que los vouchers son un método eficiente de estimular la competencia, pues sirven para que los padres seleccionen las mejores escuelas públicas para sus hijos, o la mejor institución sanitaria para el cuidado de la familia, lo que obliga a éstas a mejorar la calidad de sus ofertas.

Hay mucho de sentido común en las propuestas de Friedman, pero también hay una enorme dosis de confirmación empírica. Los países más ricos y dichosos son aquéllos en los que se combinan la libertad económica y la libertad política, y en los que el Estado no dirige la economía ni ejerce las tareas de los empresarios, limitándose a auxiliar la creatividad de los individuos aportando instituciones de derecho e infraestructuras materiales.

Milton Friedman lo dejó dicho es una frase clarísima: «Uno de los más grandes errores es juzgar los programas y políticas por sus intenciones, en vez de por sus resultados». Fue el más práctico de todos los teóricos, y tuvo razón.

Fuente: Libre Mercado

[*Opino}– Los españoles prefieren una pensión más baja a trabajar durante más años

02-07-12

Carlos M. Padrón

Este título, que corresponde al artículo que copio más abajo, me resulta insólito, pues si me hubieran permitido trabajar en IBM hasta, por ejemplo, los 75 años —que aún no tengo—, habría aceptado de buen grado, ¡a pesar de que entonces no sabía yo lo mala que es la vida de jubilado, o sea, quedarse sin trabajo, quedarse sin algo en lo que uno se sienta útil y productivo!

Esto choca de frente con eso de que el 48% de los españoles encuestados creen que no debería ampliarse la edad de jubilación (la última reforma de pensiones elevaba hasta 67 años la edad), y explica, como ya conté en este post, por qué mi opinión sobre las bondades del trabajo, que manifesté públicamente en la radio española cuando aún ni sospechaba yo que me jubilarían antes de los 65 años, no la compartían la mayoría de los españoles con los que hablé al respecto, aunque es algo de lo que tratan otros artículos de plumas mucho más autorizada que la mía.

Igualmente me resulta insólito que muchos españoles consideren que «De trabajar más, nada de nada; es preferible, incluso, afrontar recortes de prestación como mal menor», y encima digan que no piensan que ahorrar para la jubilación sea prioritario en este momento.

Sospecho que el motivo es que siguen apegados al bendito Estado de Bienestar y piensan que Papá Estado se hará cargo de mí y, por tanto, ¿qué sentido tiene ahorrar para mi jubilación?

Mejor sería que hicieran caso a lo de que, según desvela el informe, «España está por debajo de la media europea en el denominado índice de preparación para la jubilación», y, cuanto antes, comenzaran a tomar medidas, como la del ahorro o planes alternos, para cuando al fin les llegue la jubilación.

La medida de prepararse anímicamente para ese trance no la menciona porque me temo que no la necesiten quienes quieren rebajar la edad de jubilación.

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02/07/2012

Los españoles prefieren una pensión más baja a trabajar durante más años

¿Cómo ve la transición a la jubilación? ¿Cree necesaria una reforma de pensiones? ¿Hay que trabajar más años para compensar los costos derivados del aumento de la esperanza de vida? ¿Las futuras generaciones de jubilados estarán mejor o peor que los jubilados en este momento?

Un mar de dudas planea sobre la Seguridad Social; la crisis ha hecho mella en los ingresos y desatado un mar de dudas sobre la solidez del sistema de pensiones en el presente y en el futuro, una situación que ha vuelto a abrir el melón de nuevas reformas.

La aseguradora Aegon España ha elaborado un estudio sobre la jubilación basado en 9.000 encuestas realizadas en España, Francia, Alemania, Hungría, Holanda, Polonia, Suecia, Reino Unido y Estados Unidos, en el que se analizan también las opiniones de los trabajadores sobre el papel del Estado y el sector privado en las pensiones, así como el impacto que la crisis tiene sobre sus planes de jubilación, junto con su grado de prevención económica para la misma, que en España está bajo mínimos.

De entre todas las respuestas, una de ellas sobresale sobre las demás en el informe «la cara cambiante de la jubilación». De trabajar más, nada de nada; es preferible, incluso, afrontar recortes de prestación como mal menor.

Y es que el 48% de los encuestados en nuestro país creen que no debería ampliarse la edad de jubilación (la última reforma de pensiones elevaba hasta 67 años la edad). Un 26% piensan que sí debería aumentar la edad de jubilación salvo para trabajadores que tienen oficios de riesgo o manuales.

Pese a estos resultados, la mayoría (94%) de los encuestados (1.000 personas), consideran necesaria la reforma de las pensiones.

De ese porcentaje, un 49% son partidarios de una propuesta equilibrada con reducciones en pagos individuales y subidas de impuestos, un 30% piensan que habría que aumentar los fondos para las pensiones mediante una subida de impuestos, y el 15% optan por reducir el costo total de las pensiones mediante la reducción del valor de los pagos de la pensión individual.

Adiós «jubilación dorada»

El estudio de Aegon apunta a España como uno de los países más pesimistas sobre el futuro de su sistema de pensiones. El antiguo concepto de «jubilación dorada» desaparece para dar paso a un clima de desconfianza, en el que un 70% de los españoles consideran que las futuras generaciones tendrán una jubilación con peor calidad de vida.

Sobre su situación personal, el 29% de los encuestados confían en mantener un buen nivel de vida tras su jubilación, frente a un 45% que no lo creen así, lo que supone un índice de pesimismo mayor que la media en Europa.

Curiosamente, hay una sensación más positiva entre el grupo de edad de menores de 25 años, de los cuales un 14% creen que su jubilación será mejor que la de la generación actual. Sin embargo, el porcentaje de los que opinan que tras jubilarse conseguirán el dinero que necesitan para vivir, se reduce al 7% frente al 15% de la media europea.

Los recortes ejercen también su influencia en la planificación de la jubilación a medio o largo plazo.

Sólo un 32% de los encuestados creen que podrán dejar de trabajar por completo cuando llegue su edad de jubilación, y un 60% opinan que deberán trabajar durante más años para poder jubilarse en buenas condiciones; el mismo porcentaje que se declara consciente de que tendrán que empezar a planificar su jubilación.

Sin embargo, hay también un 55% de encuestados que, aunque creen que es importante ahorrar para la jubilación, no piensan que sea prioritario en este momento.

Poco preparados

El informe desvela que España está por debajo de la media europea en el denominado índice de preparación para la jubilación.

Este índice se ha establecido teniendo en cuenta el grado de compromiso en seis puntos básicos —responsabilidad, conocimiento, comprensión, planificación, ahorro, y expectativa— para determinar cómo se prepara la población de cada país.

Aunque un 64% de los españoles encuestados otorgaron una valoración alta a la necesidad de planificar su jubilación, esa conciencia no se traduce en una acción práctica; sólo un 26% lo están haciendo de forma activa, lo que supone la mayor brecha entre comprensión y ahorro de todos los países encuestados, a excepción de Polonia.

Esta diferencia se explica por factores como el alto índice de desempleo, las fuertes medidas de austeridad, y la confianza que se tuvo durante años en el sector inmobiliario como uno de los pilares de los planes de jubilación.

Todo ello impide a los españoles invertir tanto como querrían en sus planes de jubilación, y deja a España con un nivel de 5 puntos, tres décimas por debajo de la media europea (5,3), igualada con Polonia y solo por delante de Hungría (4,8).

Fuente: ABC