[LE}– Frases hechas y por hacer: tener manga ancha, luna de miel,…

2014-11-06

Amando de Miguel

La labor arqueológica de rescatar palabras olvidadas debe incluir también la recuperación de algunas frases hechas, troqueladas por el uso.

En ellas se advierte todavía mejor el influjo de la cultura que nos envuelve. Será útil averiguar su origen, significado y posibles aplicaciones actuales. Van sin ningún orden, salvo el magnífico del azar.

Tener manga ancha

No se entiende muy bien en un mundo secularizado como el nuestro, pero tiene su gracia y su utilidad. Alude a la especial tolerancia o incluso la permisividad que demostraban los dominicos (con un hábito de mangas anchas) en la confesión o la dirección espiritual.

Contrastaba con la estricta disciplina y exigencia de los austeros jesuitas. Se podría aplicar, por ejemplo, para la conducta de Hacienda respecto de los contribuyentes del montón.

Luna de miel

Se refiere al corto periodo idílico que sigue al matrimonio, idealmente un viaje exótico. Resulta fundamental para que la pareja se integre, aunque ahora haya convivido antes de la ceremonia.

La relamida expresión alude a la antigua tradición de los desposados de beber vino con miel, acaso como afrodisiaco. Aunque la interpretación más sencilla sea que tanto «luna» como «miel» expresan alegorías de algo romántico y dulce.

Echar su cuarto a espadas

Significa el deseo o la intención de participar en un debate, una discusión. Nada tiene que ver con las cartas de la baraja, con el palo de espadas. Es el recuerdo de una época en la que los maestros de esgrima se trasladaban de un lugar a otro para dar lecciones de su oficio o su arte. Para lo cual colocaban una bandeja en sitio visible.

Las personas que deseaban tomar lecciones de esgrima depositaban su «cuarto» (moneda) en la bandeja y así quedan inscritas en el curso. Las actuales redes sociales nos han acostumbrado a que cualquiera puede esgrimir sus opiniones sin pagar nada por aprender a dialogar. No estaría mal que volviéramos a la costumbre tradicional de depositar un simbólico «cuarto» para poder participar en los debates y discusiones mil.

Tener mucha correa

Significa la capacidad para soportar con paciencia bromas y chanzas. La «correa» era el signo de los hábitos de los agustinos, un recuerdo de la que ceñía la túnica de San Agustín. De ahí que la expresión original sea la de «tener más correa que San Agustín».

Recoge la tradición dialéctica del santo de Hipona y después de los frailes agustinos, armados de paciencia para soportar largos debates.

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[LE}– Origen de dichos y expresiones: Bicoca

16-09-14

Algo sumamente fácil, o de escaso valor.

Se relaciona con la batalla librada el 27 de abril de 1522 en la localidad de La Bicocca, población cercana a Monza, en el antiguo condado de Milán, donde el ejército francohelvético fue diezmado sin que hubiera casi ninguna baja entre los españoles.

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[LE}– Origen de dichos y expresiones: Santa Rita, rita, rita, lo que se da no se quita

20/10/2014

M. Arrizabalaga 

¿Quién no ha usado de niño esta expresión cuando alguien reclamaba algo que anteriormente había regalado, sin saber que con este conjuro infantil invocaba a la «patrona de lo imposible»?

Por este apelativo se conoce a Santa Rita de Casia, una piadosa italiana que se ganó pronto el cariño popular por haber pasado por las penas y vicisitudes de una mujer de su tiempo.

Margarita Lotti, como en realidad se llamaba la santa, nació en la pequeña localidad italiana de Rocca Porena en 1381. Hija única, pronto quiso ingresar en un convento, pero sus padres la obligaron a casarse, con apenas 12 años, con Paolo di Ferdinando di Mancino, un hombre cruel y violento que constantemente la maltrataba y humillaba, según algunas crónicas. 

Durante 18 años soportó Rita este terrible matrimonio, rogando a Dios que convirtiera a su esposo, hasta que éste fue asesinado un día de vuelta a su casa.

Un año después, la epidemia de peste se llevó a sus dos hijos, Feltrinelli y Paolo Maria, por los que también rezaba, pues habían salido al padre. Cuentan que sus oraciones dieron fruto y que, poco antes de morir Paolo, los tres habían cambiado a mejor.

Viuda y sin hijos, intentó repetidamente entrar en un convento, «pero las comunidades de monjas le respondían que ellas solamente recibían a muchachas solteras», según señala la agencia católica Aciprensa. Al final fue admitida en el convento agustino de Cascia, donde fue «ejemplo para todos en términos de sus mortificaciones, y es muy reconocida por la eficiencia de sus plegarias», señala la Enciclopedia Católica.

Cuentan que a los 61 años, en 1428, recibió el estigma de una espina de madera que se le clavó en la frente, y así es como aparece representada esta santa a la que se le relaciona con las abejas y con las rosas por su famoso milagro.

Al parecer, a una prima suya que le visitó, Rita le pidió una rosa del jardín del convento y, en pleno invierno, ésta la encontró, mostrando cómo nada es imposible de conseguir si algo se pide con fe. De ahí que desde entonces se la considere patrona de lo imposible.

A Santa Rita, que fue canonizada en 1900, debió invocar una doncella poco agraciada para encontrar un novio que la quisiera. Según reza la leyenda que recoge Gregorio Doval en «Del hecho al dicho», «la santa viuda se apiadó de ella y le concedió pronto el deseo».

El novio, sin embargo, se echó atrás rompiendo el compromiso con la doncella, que increpó a la santa: «¡Santa Rita, Santa Rita, lo que se da no se quita!».

«La doncella no consiguió este nuevo favor, y hubo de quedarse soltera, sin otro remedio que quedar para vestir santos —con la sola excepción, cabe suponer, de Santa Rita— que por entonces era, desgraciada y tradicionalmente, la única actividad reservada a las solteronas», fabula Doval.

Otros opinan que el famoso dicho sería en realidad una degeneración del de «Santa Rita, siempre da y nunca quita».

Santa Rita nunca fue sepultada, y aún hoy su cuerpo incorrupto permanece en la Basílica dedicada a ella en el monasterio de las agustinas de Cascia. Su fiesta es el 22 de mayo.

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[LE}– Origen de dichos y expresiones: Ser como el Capitán Araña

17/10/2014

M. Arrizabalaga

El dicho se refiere a un ladino capitán de barco vasco que enrolaba marineros rumbo a América y nunca llegó a viajar.

A alguien que abandona en el último segundo un proyecto, tras recabar el apoyo de otros, se le tacha irónicamente de ser como el Capitán Araña, «que embarcaba a la gente y se quedaba en tierra», según reza un dicho que se remonta hasta el siglo XVIII.

En el último tercio de aquel siglo las insurrecciones de las colonias en América requerían continuamente de refuerzos que viajaran desde España para combatir al otro lado del Atlántico. 

José María Sbarbi contaba en «Florilegio o Ramillete alfabético de refranes y modismos» que «según testimonio de personas fidedignas» en esa época «existía en una de las ciudades de nuestro litoral un capitán de buque llamado Arana, (nombre que el vulgo hubo de transformar luego festivamente en Araña), del cual se cuenta que, después de reclutar individuos con el precitado objeto, nunca más volvió á emprender viaje alguno allende los mares».

Por ello el célebre sacerdote y paremiólogo gaditano define el dicho: «Dícese por los que exhortan a otros a hacer aquello mismo de que ellos huyen».

Para José María Iribarren («El porqué de los dichos») «a vista del apellido Arana cabría suponer que este célebre capitán era vasco», pero este coleccionista de anécdotas populares sospecha que el ladino marino fuera de origen portugués y se apellidaba «Aranha (con h), cuya pronunciación es Araña».

Con este sentido, Benito Pérez Galdós llama Capitán Araña al coronel Rada en los «Episodios Nacionales» o utiliza la expresión Fernán Caballero en «La familia de Alvareda» (1834): «Ello es que yo soy como el patrón Araña, que embarcaba la gente y se quedaba en tierra»

Araña, Concha y Cortés

En el «Refranero del Mar» el dicho se amplía al de «Ellos eran tres: Araña, Concha y Cortés» que José Gella Iturriaga identifica como «tres marinos gaditanos que debieron de ser famosos por su afán de trabajar poco, o de «morearse», término este usual en Marina para expresar la habilidad de eludir las faenas a bordo».

Para Iribarren, el Araña de los dichos de Cádiz estaría relacionado con el capitán Araña antes descrito ya que en el periódico político-satírico «Gil Blas» de finales del s.XIX, se publicó una parodia del poeta Manuel del Palacio contra el entonces regente Narváez, inspirada en la «Canción del Pirata» de Espronceda, que decía: «Bajel pirata que llaman, por su bravura el regente, y que ha embarcado más gente, que Araña, Concha y Cortés».

Capitán Araña se llama también al militar que no cumple con sus compromisos, en especial el de iniciar un levantamiento, según recoge José Luis García Remiro en «¿Qué queremos decir cuando decimos…?». El «araña» se aplicaría a los cobardes e interesados «que van, como las arañas, tras la «mosca» (dinero)».

Recuerda en este sentido la Letrillas burlescas de Quevedo: «Mosca muerta, muerta parecía / tu codicia cuando hablabas / y eras araña que andabas / tras la pobre mosca mía».

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[LE}– Origen de dichos y expresiones: Mambrú se fue a la guerra

16/10/2014

M. Arrizabalaga

Soldados franceses compusieron esta famosa canción creyendo que el duque de Malborough había muerto en la batalla de Malplaquet.

Nada sospechó el general Marlborough antes de fallecer en 1722 de un ataque de apoplejía en Windsor, que su nombre, tan célebre en la guerra y en la política de su tiempo, pasaría a la historia en una canción burlesca y deformado en España como Mambrú.

John Churchill, duque de Malborough, había cosechado numerosos triunfos peleando contra los franceses en la Guerra de Sucesión española (1701-14), en la que Inglaterra intervino para contener las ambiciones de Luis XIV. Una de sus victorias más recordadas la logró en la batalla de Malplaquet.

Aquel 11 de septiembre de 1709, cinco generales del ejército de Malborough cayeron muertos en el campo, y este último corrió tales peligros que entre los franceses circuló como verdadera la noticia de que había muerto.

«En esta creencia, y hallándose los franceses en su vivac de la noche misma de la batalla, a uno de ellos (no se sabe quién) se le ocurrió componer y cantar con sus compañeros la canción: «Malbrough s’en va-t-en guerre; Mironton, mironton, mirontaine; Malbrough s’en va-t-en guerre; Ne sait quand reviendra»», relató el compositor Francisco Asenjo Barbieri en la revista «El Averiguador» en 1871.

Esta especie de oración fúnebre burlesca, con la que los derrotados y hambrientos soldados franceses se burlaban de quien tanto daño les había infringido, constaba según Barbieri de 22 coplas que durante algún tiempo corrieron entre soldados y campesinos franceses.

«Ya estaba casi de todo punto olvidada, cuando en 1781, habiendo la reina María Antonieta dado a luz al Delfín, se tomó para nodriza de éste una aldeana llamada Poitrine», prosigue el compositor que cuenta en su escrito titulado «Mambrú», cómo la tal Poitrine acostumbraba a cantar la canción de Marlborough al bebé y hasta los Reyes comenzaron a repetirla con frecuencia y a partir de ahí todo el palacio de Versalles.

Según narra Barbieri, «el sonsonete se extendió con rapidez por toda Francia, y aún por Inglaterra misma: todo el mundo lo cantaba, y Marlborough se hizo tan de moda que dio su nombre a telas, a peinados, a carruajes, a guisados, etc», en un furor que duró muchos años, hasta la Revolución Francesa.

El eco de la popular canción llegó a España con la influencia francesa de la casa de Borbón y «se cantó por todas partes, aunque algo corrompida y españolizada, dando al héroe el nombre deMambrú, más en armonía con nuestra lengua», aseguraba el compositor en 1871. La canción de Mambrú sería popularizada sobre todo por las niñas, que la entonaban en sus juegos de rayuela.

Ésta es la versión más aceptada por los expertos en refranes, dichos y frases hechas. Así lo recogía también «La Ilustración Española y Americana» de 1885 o la revista «Alrededor del mundo» de 1929 que sobre su posible autor indica cómo «se dice que fue un bufón, alegre compañero de los rudos caballeros de Ourdenade, que los hacía representar sus improvisaciones batiendo el parche de su tambor».

El cruzado Mambron y el obispo de Lodeve

Sin embargo, en «El Mundo Ilustrado» de 1879 se cuenta que «según cierta tradición recogida y comentada por M. de Chateaubriand, resulta que el Mambrú es de origen árabe; que este origen se remonta a la Edad Media; que probablemente fue importada esta canción a España y Francia por los soldados de don Jaime I de Aragón y de Luis IX; que debe considerarse como una leyenda cuyo protagonista debió ser cierto oscuro cruzado llamado Mambron».

A partir de ahí conecta la historia con la nodriza Poitrine y afirma que «únicamente por un inexplicable lapsus pudo sustituirse al nombre del oscuro cruzado el del general Marlborough, que tanta celebridad adquirió en la batalla de Malplaquet».

Manuel Martín Sánchez recoge en «Seres míticos y personajes fantásticos españoles» otra versión que sitúa el origen de Mambrú en «una canción de origen cátaro para ridiculizar al obispo de Lodeve», que fue conde de Montbrún.

Martín Sánchez, que cita a Burguete Herrero, señala cómo los campesinos cátaros habrían inventado la canción como protesta contra el obispo usurpador que les arrebató sus tierras después de la batalla de Muret en la que murió Juan II de Aragón, «cambiándose con el tiempo la palabra Montbrún por Mambrú».

Todos coinciden, sin embargo, en el papel que Madame Poitrine desempeñó para popularizar esta canción de la que existen numerosas versiones en distintos idiomas.

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[LE}– Origen de dichos y expresiones: María Sarmiento, que se fue a cagar y se la llevó el viento

15/10/2014

Mónica Arrizabalaga

Como la protagonista del cuento se llamaban también la nodriza de Felipe II, una de las meninas de Velázquez, y una dama gallega que tiene una calle en su honor en Viveiro.

«¿Os cuento un cuento?» «Sí», responden los niños que callan durante unos instantes para escuchar con expectación el relato. Pocos se pueden sustraer a la curiosidad que despierta una historia. «¿Cuál?», preguntan impacientes. «El cuento de María Sarmiento, que se fue a cagar y se la llevó el viento».

Tras unos instantes de espera, incrédulos aún, estallan en carcajadas… o en protestas: «¿Y ya? Venga, hombre». Entonces el narrador a veces continúa: «Cagó tres peloticas: una pa Juan, otra pa Pedro, y otra pal que hable primero», según la versión popular que recoge la Fundación Jiménez Díaz.

A quién no le han tomado el pelo alguna vez con el cuento de María Sarmiento, es el más breve y conocido de la tradición hispánica al que, como tal, no le falta su aderezo escatológico. Nada describe el relato de quién o de cómo era esa desgraciada mujer a la que el viento se llevó en tal trance. ¿Se inspiró la broma en una María Sarmiento real?

Luis Cejador dice en su «Fraseología» que antiguamente Mari-Sarmiento era sinónimo de «mujer delgada, flaca y seca como un sarmiento». Tal vez sea sólo un personaje proverbial, que rima con cuento, o un nombre genérico como Marimacho, señala José María Iribarren. El autor de «El porqué de los dichos» dice, sin embargo, que sí existió al menos una María Sarmiento célebre en la historia de España.

Así se llamaba una mujer natural del Valle del Pas (Cantabria), que fue la nodriza de Felipe II. Como tal asistió el 05 de junio de 1527 al bautizo del futuro Rey en la iglesia de San Pablo de Valladolid, una ceremonia que se recuerda por una curiosa anécdota.

Según la tradición, el recién nacido debía ser bautizado en la iglesia más cercana, que en este caso era la de San Andrés, pero la Familia Real quería que la ceremonia se oficiara en la de San Pablo. El problema se resolvió rompiendo una de las rejas de una ventana y sacando al bebé por ahí.

Los Reyes y el resto de la comitiva salieron del Palacio de Pimentel, donde había nacido el príncipe, por un pasadizo de madera adornado con flores y caminaron después hasta la iglesia de San Pablo.

En el cortejo figuraba su ama de leche, que, según una relación manuscrita desconocida que recoge José M. March en «Niñez y juventud», era entonces viuda y vivía en la aldea de Mojados.

«Aunque el anónimo cronista flamenco da el nombre de María a esta nodriza, es probable que se trate de un error, pues en los Archivos de Simancas figura cierta “doña Beatriz Sarmiento, Ama del Príncipe don Felipe nuestro señor” a la que el 21 de enero de 1528 concedía Carlos V la merced de que no se cobrara derecho alguno sobre el juro de 100.000 mrs de por vida que se le había otorgado», según señala José Luis Gonzalo Sánchez-Molero en su tesis sobre «El Erasmismo y la educación de Felipe II (1527-1557) .

«La latina gallega» y la menina

En el mismo siglo vivió otra María Sarmiento, esposa del capitán general de Filipinas, Gómez Pérez das Mariñas. María Sarmiento de Ribadeneira, «la latina gallega», legó sus bienes para la creación de una escuela de gramática en Viveiro. Una calle recuerda en esta localidad de Lugo a esta acaudalada dama del siglo XVI que creó uno de los primeros colegios seglares en 1597.

En Palencia se recuerda a otra María Sarmiento, quien junto a su esposo, García López de Ayala, construyó la parte principal del actual castillo de Ampudia (1461-88), y litigó años después con su hijo por el señorío.

Otra María, aunque también Agustina, Sarmiento fue retratada en 1656 por Diego Velázquez en «Las Meninas». María Agustina Sarmiento de Sotomayor, hija del Conde de Salvatierra, ofrece una bebida a la infanta Margarita en el célebre cuadro que se pintó en el Cuarto del Príncipe del Alcázar de Madrid. Se sabe que estuvo casada con Juan Domingo Rodríguez de Arellano, conde de Aguilar, y tras la muerte de éste en 1668 con Diego Felipe Zapata, conde de Barajas.

El nombre de María Sarmiento ha acompañado a mujeres de todos los tiempos, y basta buscar en Google para ver que aún hoy a más de una le repetirán el dicho. «María Sarmiento» es también una divertida comedia de Ernesto Caballero dedicada a Federico García Lorca que se estrenó en 1998.

La entrevista de Tip y Coll a María Sarmiento

ABC publicaba en 1989 una divertida «entrevista con María Sarmiento» de los hoy ya fallecidos Luis Sánchez Pollack «Tip» y José Luis Coll: «Sorprendemos a doña María en cuclillas, leyendo una novela. Nos acercamos a ella como podemos, tratando de conservar la serenidad.

-Doña María… (Hay una pausa)

-Señora Sarmiento…

Ella se vuelve abochornada y, haciendo un extraño ademán, al tiempo que arranca una hoja de la novela, tras otra pausa, nos dice:

-Esperen. Enseguida les atiendo; es cuestión de minutos.

Esperamos, y, efectivamente, a los pocos minutos se levanta, con esa dulzura y esa expresión de placidez en el rostro de quien acaba de cumplir con su deber.

—Señora Sarmiento, ¿cómo fue dedicarse a esto?

—Desde pequeña. Apenas recién nacida. Al principio mis padres me regañaban. Eran muy duros conmigo.

—Vemos que es usted aficionada a la literatura. ¿Cuál es su novela preferida?

—«Lo que el viento se llevó»

—¿Por qué?

—Porque es la historia de mi vida.

—¿Qué consejo daría usted a la juventud?

—Paciencia, mucha paciencia, porque hay que obrar1 con calma. No olviden que obras son amores, y que el amor todo lo puede.

Vemos que se le llenan los ojos de lágrimas, se pone pálida, luego se sonroja, y vuelve a su primitiva posición.

—Disculpen —nos dice—. Hoy estoy tremenda.

Y nos despedimos de ella, de esta famosa doña María, doña María Sarmiento que, aunque parezca leyenda, un día se la llevó el viento».

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(1) NotaCMP.- ‘Obrar’ es un eufemismo para evitar decir ‘cagar’.

[LE}– Origen de dichos y expresiones: Escribir más que El Tostado

14/10/2014

Mónica Arrizabalaga

Parece imposible que alguien pudiera saber y escribir tanto como demostró Alonso de Madrigal, un prodigio de sabiduría del siglo XV.

«Es muy cierto que escribió, para cada día tres pliegos, en los días que vivió; su doctrina así alumbró, que hace ver a los ciegos», reza el epitafio de Alonso Fernández «El Tostado», el eclesiástico español del siglo XV al que se le recuerda en el dicho «escribir más que el Tostado».

Si el epitafio no exagera, El Tostado llegó a redactar unos 53.880 pliegos, según el recuento que hizo Francisco Rodríguez Marín en sus «Quinientas comparaciones andaluzas» y hasta 70.225 pliegos a juicio de Julio Cejador.

El Tostado, también llamado Alonso de Madrigal por haber nacido en este pueblo de Ávila, o «el Abulense» por haber sido obispo de Ávila, fue considerado el máximo prodigio intelectual de su tiempo.

A los 18 años era filósofo, jurisconsulto y teólogo con tales conocimientos que a los 25 ya tenía fama de ser una de las personas más sabias en aquella España de Juan II de Castilla.

En Salamanca, donde Eugenio IV le nombró Maestrescuela de la Catedral, «llegó a hacerse dueño por sorpresa de todas las ciencias que allí se enseñaban», según recoge José María Iribarren. Cuentan que nunca olvidaba lo que leía, y recitaba de memoria pasajes enteros de la Biblia y toda la «Summa Teológica» de Santo Tomás de Aquino.

Su juventud, su fama y su sabiduría despertaron envidias de otros que le acusaron de hereje, y fue llamado por esta causa a Roma. «El Tostado» escribió un «Defensorio» en el que mostró su erudición, asombrando al Papa y a cuantos le oyeron.

José de Vieira y Clavijo, en su «Elogio de don Alonso Tostado» describe cómo fue para Italia un espectáculo singular el enfrentamiento teológico entre El Tostado y Juan de Torquemada, que sostenía la acusación: «Torquemada tenía mucho de aquel ardor polémico que con su nervio y sequedad aterroriza; El Tostado, aquella luminosa amenidad y varia riqueza que persuade y agrada».

Alonso de Madrigal asistió al Concilio de Basilea y fue consejero de Juan II, el padre de Isabel la Católica, que le nombró canciller mayor y abad de la Colegiata de Valladolid, agraciándole posteriormente con el obispado de Ávila que ocupó hasta su muerte el 03 de septiembre de 1454 en la localidad de Bonilla de la Sierra, donde acostumbraba a retirarse para estudiar y escribir. Acababa de cumplir los 55 años, aunque según otros contaba sólo 40 a su muerte.

Fue tal volumen de páginas que dejó escritas que parece imposible que alguien pudiera estudiar y escribir tanto. Sus obras en latín constan de 24 tomos en folio a los que se suman otras muchas en castellano.

«Sólo el catálogo razonado de sus obras que realizó el doctor Pontano consta de dos gruesos volúmenes», señalaba ABC en 1900. No es extraño que en el habla popular aún se aplique la frase «escribir más que El Tostado (o Tostao)» para decir de alguien que trabaja más de lo normal, o indicar que una persona sabe mucho.

El Tostado, de quien dicen que era de mediana estatura, cuello ancho y cabeza voluminosa, fue sepultado en la catedral de Ávila en un magnífico mausoleo de Vasco de la Zarza, una de las joyas de Ávila. Sobre su sepulcro reza la inscripción: «Hic stupor est mundi, qui scibile discutit omne» (Éste es el asombro del mundo, que se aplicó a todo conocimiento [que se puede saber]).

El grupo de Salamanca

José de Cora incluye una referencia a Alonso de Madrigal en su «Guía de Lugo (Visible e invisible)», que acaba de publicar en la que sitúa a El Tostado en el grupo de Salamanca que habría formado junto a Alonso Suárez de la Fuente del Sauce, Pedro de Munóbrega y Pedro de Ribera.

«Aunque no todos ellos son coetáneos, sí trazan líneas de conexión —estima De Cora— que les relacionarían con investigaciones de tipo ocultista, la Mesa de Salomón, el estudio de la cábala, tesoros ocultos y herejías».

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[LE}– Origen de dichos y expresiones: El baile de San Vito

13/10/2014

M. Arrizabalaga

A este mártir, que siendo un niño fue torturado en aceite hirviendo, se le invocaba en la Edad Media contra la epilepsia.

A quien se mueve sin cesar en su silla, o espera apurado para entrar en un servicio, se le dice popularmente que tiene «el baile de San Vito». Pero, ¿qué tuvo que ver con tal dicho este santo de la época de Diocleciano?

La leyenda cuenta que Vito apenas tenía siete años —doce, en otras versiones— cuando murió mártir en el año 303. Hijo, según algunos, de un rico de Sicilia llamado Hylas, y según otros, de un senador romano de Lucania, Vito fue torturado junto a su nodriza Crescencia y a su tutor Modesto, ambos cristianos, por no renegar de su fe.

«La iconografía representa al santo con una caldera al hombro, aludiendo a la muerte en aceite hirviendo que Diocleciano le había preparado como premio al haber curado a su propio hijo de unos horribles ataques epilépticos que padecía desde niño. Pero cuando todos esperaban verle morir achicharrado como un boquerón, lo que vieron fue que el santo se arremangó la capa y empezó a bailar una especie de rock-and-roll que contagió a toda la corte imperial empezando por el emperador», señala Miguel Fernández Garmón en «Con la cruz y los faroles (Origen y picaresca del dicho religioso)».

José Luis Rodríguez Plasencia, que recoge el relato de Garmón en su libro «De Tomo y Lomo», se pregunta escéptico el porqué de esa afición tan repentina del santo por el baile.

A su juicio, «más plausible es suponer que al curar la epilepsia al hijo de Diocleciano, los movimientos espasmódicos, involuntarios, desordenados, amplios y desprovistos de ritmo (semejantes a un baile alocado), que caracterizan esa enfermedad, quedaran asociados con quien logró hacerlos desaparecer y se identificaran con él en su aspecto externo o de baile».

Otros señalan que fueron las terribles convulsiones que sufrió san Vito en su martirio las que asociaron al mártir después con la enfermedad convulsiva llamada Corea o «Chorea sancti viti» (del latín Baile de San Vito), que se caracteriza por movimientos involuntarios anormales de las extremidades.

Sea como fuere, ya en la Edad Media se invocaba a San Vito contra la epilepsia y las convulsiones neurológicas.

La plaga de 1518

Con el baile de San Vito pasó a la Historia también un extraño fenómeno ocurrido en Estraburgo en julio de 1518.

Una mujer conocida como Frau Troffea comenzó a bailar sin parar en una calle de esta ciudad francesa, y así continuó sin descanso entre cuatro y seis días, mientras decenas de personas se sumaban a ella en una semana en una plaga de baile que afectó a 400 personas en un mes.

En su pico, la epidemia se cobró la vida de hasta 15 personas al día entre las que bailaban hasta la muerte. No era el primer brote compulsivo de baile en Europa.

El primero había tenido lugar en la Nochebuena de 1021 en la ciudad de Kölbigk (Alemania), y hay noticias de otras en 1237, 1247, 1278, 1374, 1438, aunque el de 1518 es el mejor documentado de esta extraña epidemia que se conoció durante siglos como «el baile de San Vito» o el «baile de la peste», entre otros numerosos nombres.

Se pensó que el origen podría estar relacionado con la ingestión de cornezuelo, que podría causar alucinaciones, pero éste produce gangrena en las extremidadesm por lo que no habrían podido bailar durante tanto tiempo.

El médico y alquimista Paracelso (1493-1541), que ya en su escrito sobre el arte de la Medicina en 1599 se refiere a las «danzas patológicas», da una peregrina explicación del origen de esta epidemia de 1518:

«Existía en cierta ocasión una mujer llamada Trofea (Die Frau Troffea) de tan singular carácter, tal orgullo y tan empecinada obstinación en contra de su marido que cada vez que éste le ordenaba cualquier cosa o la importunaba de cualquier manera, comenzaba a bailar, achacando que estaba impelida de una fuerza sobrenatural. Gestos y actitudes, saltos, gritos, contorsiones y cantinelas asustaban al marido, que inmediatamente la dejaba en paz. Y, como tal estratagema no fallaba nunca, fue adoptada por otras mujeres, siempre con el mismo éxito. Entonces el fervor popular achacó tan estupendos resultados a San Vito, pero parece que un día el Santo se enfadó y todas acabaron bailando a la fuerza».

John Waller, autor del libro «Tiempo de bailar, tiempo de morir» (Hardcover, 2008), estudió este brote de histeria colectiva y concluyó que los bailarines entraron en un estado de trance por una angustia psicológica extrema causada por el hambre, la enfermedad y las supersticiones, miedos y creencias que rodeaban a los más pobres de la sociedad de aquel entonces.

«La epidemia fue el resultado tanto de la desesperación como del temor piadoso», señaló el historiador en la BBC.

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